No importa que dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Lo único que importa es que hoy, mañana y ayer no dejes de luchar contra todas las formas de la cultura represora (aforismo implicado).
“El martes a las 9,55hs en Emilio
Mitre 641, entre Directorio y Gregorio de Laferrere, barrio de Parque
Chacabuco. Se produjo un nuevo derrumbe. Se desplomó la pared medianera
sur de una propiedad sobre la que obreros estaban realizando un
encofrado. 6 trabajadores quedaron atrapados bajo los escombros. Fueron
rescatados por Defensa Civil y Bomberos. Como en el caso de Thorne y
Pedro Goyena, como en la tragedia de Villa Urquiza y en la de Bartolome
Mitre la obra tenia denuncias realizadas tanto por la UOCRA como por los
vecinos. Pero no fue clausurara ni obligada a remediar los errores
constructivos por el Ejecutivo de la Ciudad de Buenos Aires. Esta es una
nueva demostración de la falta de capacidad por parte de la Agencia
Gubernamental de Control, en particular pero de tres diferentes
ministerios de la Ciudad en general, para regular un modelo constructivo
que se basa en la maximización de los retornos economicos con la
limitacion de los tiempos de obra y la utilización de materiales de baja
calidad. (de Proto Comuna Caballito)”
(APe).- La Lic. Gabriela Gamboa, consejera titular de la Cooperativa Atico y asociada desde hace mas de 15 años, mandó lo que puedo denominar un “aforismo implicado”: “El tiempo pasa y nos vamos poniendo jóvenes” Fue en un intercambio de mails entre todos los asociados en relación a tres cumpleaños con pocos días de diferencia. Lo comparto porque creo que como todo aforismo, dice en forma abreviada, una verdad que la cultura represora oculta. Por supuesto, para que nos vayamos poniendo jóvenes, el tiempo no pasa de cualquier manera. Ese tiempo que en su pasar nos pone jóvenes, es un tiempo de lucha, de combate, de convicciones que 24 horas se ponen a prueba y 24 horas salen victoriosas. Digo las convicciones, que son las armas que nunca podemos entregar. Por eso hay viejos jóvenes y jóvenes viejos. No estando por imperio de las décadas en el segundo grupo, no seré quien diga si estoy en el primero. Pero puedo afirmar, sin ningún tipo de duda, y mucho menos razonable, que Herman Schiller, Osvaldo Bayer y Eduardo Grüner pertenecen al selecto grupo de viejos jóvenes. Como se comprenderá, el eufemismo “tercera edad” me parece innecesario. En la cultura represora hay palabras tabú y una de ellas es viejo. Por eso a veces se recurre a la espantosa salmodia del “abuelo” o del “anciano”. Por supuesto que cuando se quiere denigrar al varón de edad provecta que sostiene el derecho a su sexualidad, no hay reparos en marcarlo como “viejo verde”. Por eso la palabra es necesariamente compuesta y compleja. Viejo Joven. Lo conocí a Herman Schiller leyendo Nueva Presencia. Debo tener ejemplares escondidos luego de la diáspora de tantas mudanzas. Me permitió publicar algunos trabajos. Entre ellos “Capitalismo y Plusvalía sexual”. Fui a verlo en la agencia DiPresse, si la memoria, como algunos desodorantes, no me abandona. Me cautivó su inteligencia, humor y coraje. Luego mantuvimos, como es habitual en la especie “luchadoris intelectualis”, encuentros y alejamientos. En la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo volvimos a encontrarnos. Y a desencontrarnos.
Sus invitaciones al programa de radio me llenaban de entusiasmo.
Siempre recuerdo sus insistentes llamados para que no me olvide, lo que
nunca consideré como una señal de su intuición en relación a mis fatales
olvidos, sino como una demostración irrebatible de su obsesividad
laboral y profesional. Aunque, debo admitirlo, nunca confesional. Pero
ahora funcionarios que responden al Jefe del Operativo “Deshaciendo
Buenos Aires”, el Ingeniero sin Ingenio, y como un analizador mas de lo
que he bautizado como “fascismo de consorcio”, resuelven que un
acontecimiento cultural radial sea derrumbado. ¿Cuánta agua será
necesaria para apagar Leña al Fuego? En mi programa de radio “Sueños
Posibles” lo entrevisté y noté, lo que no era difícil, más tristeza que
bronca. Quizá porque nuestro vínculo permite que los afectos fundantes
puedan manifestarse sin maquillajes. Pero estoy seguro que es un viejo
joven desgarrado. A Osvaldo Bayer lo conocí de la mejor manera en que
se puede conocer a una persona. Por su obra. “Los vengadores de la
Patagonía Trágica” no sé si llego a abrir mi cabeza, pero al menos forzó
la cerradura. La historia no era relato, sino la dramática social de la
lucha de clases. Eso lo enseñó Bayer. Figura que impone tanto respeto,
que ni siquiera he escuchado chistes con su apellido. (Yo tengo
experiencia en ese tema). El anarquismo y los anarquistas aparecieron
gracias a su obra, como aquellos que interpelaban a toda las formas de
la cultura represora. Todas. Y recibir de parte de la presidenta de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo, de las mismas madres que pusieron su
nombre para honrar a la Librería Cultural, de las mismas que Osvaldo
honró al nombrarlas como “madres invictas”, el anatema político de
“gorila”, sazonado con una fábula que Esopo no validaría, del monito que
creció y cambió, estoy seguro que lo debe haber conmovido a pesar de su
grandeza. Me contaron que en un reportaje en “6,7,8” realizó un
análisis político cultural poco habitual en estos tiempos. Sin embargo,
por la dimensión de luchadora que nunca dio tregua, el ataque de Hebe de
Bonafini ( y en parte lo escribo por experiencia propia) pudo ser
muchas cosas, pero nunca indiferente o neutral. Por eso estoy seguro de
que es un viejo joven desgarrado. Con Eduardo Grüner nunca nos hemos
encontrado. Al menos personalmente, porque sus ideas, sus escritos, me
son cotidianos. La UBA actuó como una pasa de uva y ha resuelto
desconocer la ley, una curiosa manera de sostener la autonomía, y
prescindir de sus servicios, convirtiendo el derecho a la jubilación en
un mandato. Grüner ha escrito un texto memorable, en el cual entre
varias consideraciones de mucha importancia, rescata la necesidad de
volver a sostener los postulados de la Reforma Universitaria de 1918.
Reforma que como todos sabemos, entre otras cuestiones, fue congelada y
de morada para siempre. Como bien dice Eduardo, el pase a retiro de los
jubilables de más de 65, pone las barbas en remojo (nunca mejor dicho en
mi caso, por barba y por edad) de los que llegan a la delgada línea
roja de los 64. Mi antigüedad en la UBA es del año 1975, noviembre para
ser más exactos. No voy a decir que es mi casa, porque soy nómade
contrariado, o sea, que soy de aquí y soy de allá. Pero la UBA es mi
referencia desde el primer año del Nacional Buenos Aires. Por eso el
texto de Grüner se convierte por mérito del autor en un poderoso e
inapelable analizador de la trama institucional que organiza la
subjetividad. En este caso, la intelectual y académica. Denostada no
pocas veces, en la encubridora antinomia entre libros y algún tipo de
calzado, el texto de Grüner confirma a mi criterio, que la subjetividad
debe ser pensada como el decantado identificatorio de la lucha de
clases. Lo jubilable es otra de las formas del exterminio, quizá de
guante blanco, pero no tan blanco. Por eso estoy seguro que es un viejo
joven desgarrado. También pienso en el desgarro de un Vicente Zito Lema,
cuando asesinan a Darío y Maxi. Aunque no solamente. De un Alberto
Morlachetti cuando comprueba una y otra vez que el maltrato infantil y
el hambre siguen siendo constantes de ajuste. Aunque no solamente. De un
Ruben Dri cuando tiene que denunciar a la jerarquía de la Iglesia de
Roma que entregó militantes, en el nombre de un dios que han
traicionado. Aunque no solamente. Ese desgarro del viejo joven necesita
ser suturado. Apaciguado. Consolado. Acompañado. Por eso escribo este
trabajo. Porque si no lo hacemos, del desgarro pasaremos al derrumbe, y
no sólo de edificios, sino de toda la cultura revolucionaria. Y por eso
lo termino pidiendo prestado el verso del más joven de todos los
jóvenes: el patriota cubano Jose Martí. En la suprema convicción que la
patria son mis hermanos que están luchando en todas las fronteras y
trincheras, y que por eso mismo “el tiempo pasa y nos vamos poniendo
jóvenes”
El amor, madre, a la patria, No es el amor ridículo a la tierra.
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Sino el odio invencible a
quien la oprime Es el rencor eterno a quien la ataca.
Vìa,fuente:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/
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