Montaña de Guerrero, México.
La Montaña de Guerrero es una región rica en cultura y tradiciones que
los pueblos me’phaa, ñu saavi y nahua conservan y renuevan año con año.
En la celebración de fiestas y en la realización de rituales se
configura la visión del mundo que tienen los pueblos indígenas y se
reafirma el vínculo estrecho entre los hombres y el territorio donde
viven, invocando una relación positiva con los elementos naturales, de
los que depende la misma supervivencia humana. Las geografías de los
territorios indígenas son cultural y simbólicamente marcadas: cerros,
manantiales y parajes son sitios sagrados en donde residen y se veneran a
las fuerzas naturales, dioses y santos que ordenan el mundo y dan
sentido a la existencia de los hombres; veredas y caminos son rutas de
peregrinaciones transitadas por muchas comunidades durante los rituales y
las celebraciones.
Actualmente,
la explotación indiscriminada de los recursos naturales está poniendo
en riesgo la supervivencia de las culturas y de los mismos pueblos; el
gobierno federal y, con más descaro aún, el gobierno de Guerrero, están
rematando las riquezas de los territorios ancestrales a las empresas
trasnacionales. La Montaña es amenazada por dos incipientes
megaproyectos mineros: La Diana-San Javier en la región oriental y
Corazón de Tinieblas en la región occidental, ambos impulsados por
corporaciones extranjeras.
Pero
en estas tierras los pueblos indígenas saben defender sus derechos: es
aquí donde decenas de comunidades se juntaron para formar la
Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria
(CRAC-PC), organización que se encarga de garantizar la seguridad y
ejercer una justicia verdadera en la región. Desde que se supo de las
amenazas mineras, la CRAC-PC ha encabezado, junto con otras
organizaciones locales, la campaña de información y resistencia contra
los proyectos extractivos.
Quienes
viven en las comunidades de la Montaña están conscientes de que la
instalación de minas a cielo abierto, además de los impactos desastrosos
en la salud de las personas y en el ambiente, así como de la ruptura de
los equilibrios comunitarios, significaría la destrucción de un sinfín
de sitios sagrados o de gran importancia para la espiritualidad de los
pueblos de la región, con lo que se impulsaría la alienación y la
pérdida de la relación profunda con el territorio propio.
En las comunidades me’phaa, un momento clave del calendario ritual es la celebración de San Marcos, que corresponde a Ajku
o Tata Bègò, señor del rayo y del cerro, dios de la lluvia y de la
fertilidad. Hemos tenido la suerte de participar en la celebración que
año con año realiza la comunidad de Colombia de Guadalupe –una de las
primeras comunidades que integraron la Policía Comunitaria, hace más de
15 años– recorriendo los lugares marcados por la tradición: una enorme
riqueza cultural que los pueblos también están defendiendo en su lucha
contra la instalación de las mineras. En este texto, además de la
vivencia personal de los autores, se reflejan las numerosas pláticas y
conversaciones que realizamos con las autoridades comunitarias, los
mayordomos, los rezanderos y todos los habitantes de la comunidad que
nos hicieron el honor de compartir la celebración.
El significado de la celebración
La
celebración de Tata Bègò/San Marcos inicia el 24 de abril, pero el
momento más importante son las ofrendas que se realizan durante la
noche, ya que el día 25 el santo se festeja en toda la Montaña: entre
los mè’phàà, así como entre los ñu saavi y los nahuas. La fiesta se
realiza antes de que inicie la temporada de lluvias: se pide a San
Marcos que sea generoso con los pueblos y envíe abundantes lluvias, pero
que a la vez contenga la fuerza de los aguaceros y de los rayos que
podrían echar a perder los cultivos.
Así lo cuentan el Comisario y los rezanderos de la comunidad: “El
señor San Marcos es el que riega para la siembra del maíz, el que da
las lluvias. En esta región, a San Marcos también se le llama “el rayo”.
Ha habido años en que no cayó mucha lluvia, sobre todo cuando la gente
no se preocupa. Cuando cae un rayo sobre un animalito, o hasta llega a
matar gente, significa que el pueblo no se preocupó y no organizó el día
de San Marcos. Cuando cae el aguanieve es porque se hizo mal el
trabajo. En muchas comunidades de Marquelia y San Luis Acatlán no creen
en Tata Bègò,
por eso muchas veces se inundan sus tierras; aquí nunca nos ha tocado
un desastre natural, porque siempre le rendimos honor al señor del rayo.
San Marcos es una piedra redonda que está en el cerro más alto, arriba
de la comunidad de Espino Blanco. Desde el tiempo de nuestros
antepasados se realiza la ceremonia en el cerro, es una preocupación que
ya se hizo tradición”.
Se denominan como san marcos o san marquitos
a los ídolos que lo personifican: en Colombia de Guadalupe son grandes
piedras de forma alargada o esférica que representan también a las gotas
de lluvia. Frente a estas piedras se alista la ofrenda ritual en la
ceremonia. Hay que rendir ofrendas a todos los san marcos que se encuentran el territorio de las comunidades, pues de no hacerlo la gente se puede enfermar y hasta morir.
Preparación de las ofrendas
La mayordomía
de San Marcos se encarga de organizar todo el festejo, que inicia en la
mañana del día 24 de abril. Este día los Mayordomos, varios rezanderos o
sacerdotes tradicionales, las autoridades comunitarias y todas las
personas que quieran participar acuden a la casa del Mayor Primero y
traen grandes manojos de flores y hojas. Con éstas ensartan largas
cadenas, que sucesivamente los rezanderos se encargan de cortar según un
determinado orden numérico. Las flores connotan el poder: por esto, los
collares de flores se ofrendan tanto a las autoridades como a las
potencias o dioses. Para estas cadenas se
utilizan: flores de cempaxúchitl, buganvilia y cacaloxóchitl o flor de
mayo, así como hoja cachanca (llamada también tripa de pollo) y hoja de
borracho silvestre, plantas ambas que crecen en las ciénagas.
Mientras se ensartan los hilos de flores, ocupación que puede durar varias horas, se toma chicha, una bebida alcohólica que se prepara fermentando
durante varios días jugo de caña con maíz quebrado. Al mediodía, el
Comisario municipal, principal autoridad de la comunidad, ofrece la
comida para todos los que ayudaron en este trabajo.
Las ofrendas
Las
ofrendas a Tata Bègò se realizan en tres puntos: la casa del Comisario
en la comunidad; un punto medio donde se encuentra un san marcos, en el Cerro de Alchipáhuatl (o Cerro de la Adoración o de la Cruz), y en el san marcos más alto, que está en el Cerro de Xilotépetl. Un antiguo camino de herradura une estos dos puntos.
En
la casa del Comisario los preparativos para la celebración empiezan un
día antes, cuando el Mayordomo de San Marcos escoge a dos jovencitas,
casi niñas, que en el decir de la gente “encarnan la pureza”, para que
preparen las tortillas que comerán los rezanderos y las autoridades
durante las ceremonias. Estas chicas se quedarán en el lugar, sin poder
salir a ningún lado, hasta el día 25; una señora se encarga de cuidarlas
y de vigilarlas en todo momento, “hasta cuando tienen que ir al baño”,
comentan. Tarea de las jóvenes es tostar los granos de maíz y molerlo
crudo en el metate, sin hacer el nixtamal, y preparar tortillas amasando
con agua la harina así obtenida. En su labor no pueden dejar caer ni
una semilla: si esto sucede, “ocurrirá una enfermedad, caerá un rayo o
la lluvia será excesiva”.
En
la casa del Comisario se reúnen los “señores principales”, que se
encargarán de las ofrendas durante la noche. Uno de ellos se queda para
guiar la celebración allí mismo; mientras los otros, en la tarde, se
dirigen hacia los san marcos
en los cerros, acompañados por algunos hombres que llevan los objetos y
animales a ofrendar. El grupo que se dirige al punto más alto
(Xilotépetl) carga, cuesta arriba por una empinada ladera, entre pinos y
helechos, lo siguiente: dos guajolotes, un chivo, las tortillas
preparadas con maíz crudo, dos galones de chicha, huevos, hileras de flores, hojas de palma y velas.
En la cumbre del cerro Xilotépetl se encuentran las piedras de san marcos
dispuestas en hemiciclo. Al llegar allí, ya al atardecer, los
acompañantes encienden dos fogatas, a la izquierda y a la derecha del
altar, mientras los rezanderos comienzan a preparar la ofrenda. Ésta se
constituye por objetos y vegetales en números contados, situados en un
orden preciso en el plano horizontal (de atrás hacia el frente, a la
derecha y a la izquierda) y en niveles verticales sobrepuestos. El
último nivel es el del sacrificio animal.
Los
dos rezanderos se sientan frente al hemiciclo de piedras y, rezando,
colocan el primer nivel de la ofrenda: hojas grandes de palma en número
contado, que, explican, “son como la mesa donde se va a servir la comida
que se ofrece a San Marcos y a la tierra”. Luego colocan 12 velas hacia
el fondo del hemiciclo, adelante de ellos; frente a las velas, colocan
una cruz y cavan en la tierra un cierto número de agujeros. Después de
encender las velas (que representan la potencia del fuego, invitado
también a la ofrenda) inicia el rezo en mè’phàà, para el que se utilizan
la Biblia y el rosario. En sus plegarias, los rezanderos piden disculpa
a la tierra por los daños hechos y agradecen por la lluvia y la cosecha
que llegará en el futuro; “la ceremonia no se hace solamente en honor
del señor del rayo y de las piedras que lo representan, sino también a
la tierra (Kumba), que nos alimenta; ella comerá y beberá todas las
ofrendas”.
El
siguiente nivel de la ofrenda se compone por manojos contados de hojas
de palmilla, que los rezanderos dividen, cuentan y amarran, rezando
constantemente. Sólo ellos toman chicha,
y a cada trago riegan un chorrito de ella al suelo, “para que la tierra
tome y esté contenta también”. El tercer nivel son las cadenas de
flores, que se acomodan en orden por el número de flores que reúne cada
hilera.
Mientras
los sacerdotes se dedican a la invocación, ocupación que no dejarán
hasta la mañana siguiente, sus acompañantes sacrifican a los animales,
primero los guajolotes y después el chivo; luego recogen la sangre en un
recipiente y la entregan a los rezanderos, que la vierten en cada uno
de los agujeros que precedentemente cavaron en el altar, en los que
meten también las plumas de los guajolotes y algunos huevos.
Sucesivamente, los animales son destazados y cocinados.
En
la madrugada, los rezanderos abren un hoyo más grande en la parte
delantera de la ofrenda y depositan allí alas y patas de los guajolotes,
así como las patas del chivo: “son los bocados que se ofrecen a la
tierra”. En este momento solamente los rezanderos comen los alimentos
preparados, acompañándolos con las tortillas de maíz crudo. Luego de
alimentarse, siguen rezando: al terminar la ceremonia, ya entrada la
mañana, taparán las cavidades abiertas en la tierra.
Después
de que los rezanderos se alimentaron, uno de sus acompañantes carga los
alimentos preparados y, siguiendo el camino de herradura hacia abajo,
alcanza al grupo que ha realizado la ofrenda en el Cerro de
Alchipáhuatl. Allí se encuentra mucha gente, incluidas mujeres y niños,
así como los músicos. En ese momento todos los participantes comen, de
los animales sacrificados en el punto más alto y de aquellos
sacrificados allí mismo. Después, todos bajan en procesión ordenada
hacia la casa del Mayordomo, quien sale a su encuentro junto con el
Comisario. Aquí llegan también los rezanderos al terminar la ceremonia
en la cumbre del cerro. En la tarde se consumen los alimentos que
quedaron de las ofrendas en los cerros y los que se prepararon en la
casa.
Durante
la noche, también en la casa del Comisario se realiza una parte muy
importante de la celebración. El rezandero que se encarga de ella
comienza a distribuir las cadenas de flores y las velas contadas en el
lugar de la casa destinado a la ofrenda. Sahúma con copal a todos los
miembros de la familia del Comisario (primero las mujeres que preparan
los alimentos y después los niños) y a los integrantes de la Comisaría
que permanecerán toda la noche allí. La ofrenda se realiza de manera
similar a las que se hacen en los cerros; se ofrece a San Marcos la
sangre de los animales sacrificados, también guajolotes y chivos, que se
cocinan en el fogón de la casa de la máxima autoridad comunitaria. Las
plumas se guardan. Los principales y las autoridades reunidas comen los
alimentos y después, alrededor de las cuatro de la mañana, el rezandero
quema en la lumbre las cadenas de flores contadas y, al terminar, una
larga cadena de 398 flores.
Sucesivamente,
los rezanderos y las autoridades se dirigen a la casa del Mayordomo de
San Marcos, donde se inicia nuevamente la preparación de los alimentos
para recibir a la gente que bajará del cerro. En la casa del Mayordomo
se realiza otra ofrenda con cadenas de flores contadas y quema de copal.
Ya
en la tarde los principales de la comunidad, Mayordomos, autoridades y
todos los rezanderos recogen las plumas de los guajolotes sacrificados
en la casa del Comisario, la ceniza del fuego donde se cocinó y nuevas
cadenas de flores, y se dirigen a la ciénaga, que se encuentra a la
mitad del camino que se dirige a Mesón de Ixtláhuac. Allí entierran los
elementos residuales de las ofrendas y concluyen la celebración con
plegarias a Tata Bègò.
Esta
celebración, que separa la estación seca de la estación de lluvias, es
una etapa del ciclo ritual que incluye también la ceremonia al fuego, en
el mes de enero, cuando toman posesión las autoridades comunitarias y
se agradece la cosecha; la fiesta de la Santa Cruz, que coincide con la
siembra, en los primeros días de mayo; y la fiesta en honor de San
Miguel, en la que se reciben los primeros pequeños elotes. Este ciclo
ritual acompaña al ciclo agrícola y muestra cómo el ciclo de producción
material y el de reproducción social y simbólica están estrechamente
anclados al territorio y a los elementos naturales.
En la
defensa del territorio, los pueblos indígenas defienden su cultura y el
sentido de su existir: al igual que los wixárica luchan para salvar los
sitios sagrados de Wirikuta de la voracidad minera, los indígenas de
Guerrero protegen su Montaña y afirman su derecho a la autonomía. “Aquí
nunca entrarán las mineras. Defenderemos nuestra tierra cueste lo que
cueste, y aunque nos cueste la vida”, afirman los representantes de las
comunidades, reunidos en la Asamblea Regional de la CRAC-PC. Saben que
Tata Bègò, el señor del rayo y del cerro, está de su parte.
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2012/05/tata-bego-el-senor-del-rayo-y-la-resistencia-contra-las-mineras-en-guerrero/
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