Reforma tributaria
Por un puñado de dólares
Punto Final
La semana previa al anuncio de la reforma tributaria, el
presidente Sebastián Piñera volvió a repetir que Chile podría alcanzar el
desarrollo hacia finales de esta década, si mantiene las actuales tasas de crecimiento.
Durante el primer año de su gobierno el producto nacional creció 6,1 por
ciento, en 2011 un seis, en tanto las proyecciones para el año en curso están
en torno a un cinco por ciento, debido a la crisis financiera de las grandes
economías del mundo.
Estas afirmaciones las hizo Piñera inmediatamente después de unas
declaraciones emitidas en Estados Unidos por Felipe Larraín, su ministro de
Hacienda. En la ocasión, ante un encuentro de inversionistas en Nueva York,
Larraín advirtió que “si nos rendimos a la tentación de responder a las
demandas accediendo a todas ellas, nunca llegaremos a nuestra meta de ser una
nación desarrollada ni de acabar con la pobreza”. En su declaración, el titular
de Hacienda hacía una clara referencia a las movilizaciones estudiantiles y
ciudadanas, que exigen una respuesta rápida a sus demandas.
Los cálculos de Piñera no están, sin embargo, fuera de las
estadísticas. Si nos atenemos al FMI, el país alcanzaría en 2015 un ingreso per
cápita de 20.000 dólares, cifra estimada como el
umbral para ingresar al exclusivo club de las naciones desarrolladas. Chile, de
cruzar esta meta, sería el primer país latinoamericano en salir técnicamente
del subdesarrollo. Hace una semana el FMI corrigió las estadísticas económicas,
y ubicó el PIB chileno del año pasado en 272.600 millones de dólares, lo que
equivale a 15.453 dólares anuales per
cápita (poco más de 7,5 millones de pesos) que
por paridad de compra se elevan casi a 18 mil dólares (unos 8,7 millones de
pesos). Si comparamos estas cifras con las de hace diez años, veremos que el
PIB alcanzaba en 2001 a 68.800 millones de dólares y el ingreso per
cápita a 4.400 dólares. Un aumento del 260 por
ciento en una década.
El gobierno de Piñera, lo mismo que sus antecesores de la
Concertación, se apoyó en las leyes de mercado para apuntar hacia esta meta,
porque el cuento del país desarrollado lo hemos venido escuchando desde los
tiempos de los ministros Foxley, Eyzaguirre y Velasco. Ha sido un cálculo
basado en el modelo neoliberal, cuya creación de riqueza es innegable, según
estas cifras, está apoyada en la inequidad. Del mismo modo como se ha
multiplicado la riqueza en Chile, ésta se ha concentrado en los dueños del
capital, creando una de las sociedades más desiguales del mundo.
Por ello las advertencias de Larraín en Nueva York. Porque el
desenvolvimiento de que gozó el modelo neoliberal durante las dos a tres
últimas décadas, hoy se ha estrellado contra una ciudadanía consciente de estas
injusticias que clama por una redistribución de esta enorme y creciente
riqueza.
En la advertencia de Larraín se esconde parte de la esencia del
modelo neoliberal. Durante los últimos treinta años el sector privado ha gozado
de todo tipo de regalías fiscales, las que han ido desde la entrega a precios
de saldo de las empresas del Estado, a la eliminación de la competencia pública
y a impuestos mínimos. Un evidente sesgo económico, porque tales concesiones
han derivado en un Fisco debilitado y en la transferencia de prácticamente todo
el financiamiento a actividades tan básicas como salud, educación, energía. Un
esquema que se extendió por décadas, pero que ha terminado por explotar con la
educación privada.
REFORMA INDOLORA
El anuncio de una reforma tributaria por parte del gobierno de
Piñera es la mínima reacción ante este clamor ciudadano. Porque, como muchas de
sus acciones, ésta no corresponde a iniciativas programadas, sino a reacciones
ante la contingencia. Así como el gobierno de Piñera tuvo que subir los
impuestos temporalmente en 2010 para financiar la reconstrucción tras un evento
azaroso como el terremoto, hoy lo hace al observar que el expansivo proceso de
movilizaciones detonado en 2011 no tiene atisbos de reversión. Sólo recursos
obtenidos a través de mayores impuestos podrían amortiguar la efervescencia
social. Por medio de la reforma tributaria el gobierno, al hacer cambios suaves
al sistema, pretende aumentar la recaudación en unos 700 millones de dólares.
Una cifra que no altera significativamente el actual escenario.
Los impuestos son una de las bestias negras de la economía a los
ojos de cualquier neoliberal. Es por ello que durante los últimos veinte años
prácticamente no fue materia de discusión, salvo escasas excepciones. Durante
estas dos décadas, el gobierno de Patricio Aylwin subió el impuesto de primera
categoría desde una base mínima, legada por la dictadura, del diez por ciento a
un 15 por ciento, tasa que rigió hasta 2001. A partir de entonces, durante el
gobierno de Ricardo Lagos, una nueva reforma tributaria lo lleva gradualmente
desde el 15 por ciento a un 17 por ciento, tasa válida hasta 2010.
Ha sido, como gran paradoja, el gobierno de derecha el que ha
vuelto a cambiar esta dinámica. Para financiar la reconstrucción el gobierno
elevó el impuesto a la renta de primera categoría a un 20 por ciento para 2011
y al 18,5 para 2012, el que volvería a bajar en 2013 al 17 por ciento. Con este
aumento, el gobierno habría obtenido más de tres mil millones de dólares. El
actual proyecto prevé volver a subir la tasa al 20 por ciento. Pero, del mismo
modo que en 2010, hoy nuevamente asistimos a los histéricos reclamos de la UDI
por el alza tributaria propuesta. Otra vez levantan la campaña del terror
económico sobre la huída de los inversionistas y el alza en el desempleo. Un
discurso que se cae por su propio peso, al observar el comportamiento de la
economía chilena tras las alzas a los impuestos. Sin ir más lejos, los últimos
dos años, pese a un aumento de tres puntos al impuesto de primera categoría, la
economía chilena creció sobre el seis por ciento.
EN CHILE SOBRA LA PLATA
En algún momento un diputado de la UDI, como argumento para frenar
la reforma tributaria, dijo que en Chile sobra la plata. El parlamentario dijo,
sin embargo, una media verdad, porque no matizó sobre la distribución de esos
recursos. Los datos del FMI, que proyectan un ingreso per
cápita para 2015 de 20 mil dólares (9,7 millones
anuales, 811 mil pesos mensuales) hacen evidente dos realidades: el gran
crecimiento de la riqueza y su tremenda concentración. Porque esos 20 mil
dólares seguirán siendo una mera estadística sin una fuerte redistribución de
los ingresos. Si bien en la actualidad el ingreso per
cápita se eleva a 18 mil dólares, un estudio de
la Fundación Sol afirma que el 60 por ciento de los chilenos no supera los 3
mil 500, en tanto el 0,1 por ciento más rico genera cerca de 112 mil dólares per
cápita anuales. Con estas características, hablar
de país desarrollado sólo puede tener sentido para un sector minoritario de la
sociedad chilena.
Pese al escándalo de la UDI, la reforma tributaria de Piñera no es
una acción redistributiva, sino que apunta a reforzar el modelo neoliberal en
momentos críticos. Los mayores recursos se destinarán a calmar las protestas
estudiantiles y otras demandas ciudadanas. El modelo, con reformas tributarias
tan mínimas, mantendrá sus características de concentración de la riqueza. Sólo
una reforma profunda permitiría que la gran mayoría de la población pueda
disfrutar del tan anunciado desarrollo. Estudios de Cepal apuntan en esta dirección.
Para reducir la desigualdad y avanzar hacia el desarrollo, Chile, como otras
naciones latinoamericanas, necesita un verdadero pacto fiscal que permita al
Estado obtener mayores recaudaciones para invertir en políticas públicas.
Actualmente la recaudación tributaria
en América Latina es de un 18 por ciento del PIB. Pero este nivel es muy bajo,
tanto en relación con el grado de desarrollo relativo de la región como, sobre
todo, con las necesidades de recursos implícitas en las demandas de políticas
públicas que enfrentan los Estados latinoamericanos. Pese a que la recaudación
tributaria creció en la región desde un trece por ciento en 1990 al 18,9%
actual, en Chile esta relación no ha variado mucho. Aun cuando en 2011 la
recaudación tributaria alcanzó el récor de 41 mil millones de dólares, esta
cifra sólo representa un 15 por ciento del PIB. La economía chilena tiene un
amplio margen para ampliar sus impuestos y disminuir sensiblemente los actuales
niveles de desigualdad.
Si Chile quiere integrarse en pleno, y no sólo en la forma, al
grupo de países de la OCDE, debiera acercarse a sus indicadores. Pero la
distancia es aún enorme. En 2007, la carga tributaria de los países de la OCDE
fue del doble de la de América Latina. En el caso de Chile, debiera aumentar la
recaudación tributaria desde el 15 por ciento del PIB a cerca del 34 por
ciento, lo que significarían más de 90 mil millones de dólares según el PIB de
2011. Un salto, una quimera, si atendemos a la actual polémica por un alza
tributaria a la gran empresa de escasos tres puntos porcentuales y unos míseros
700 millones de dólares adicionales. La baja recaudación chilena respecto a su
PIB no sólo se compara con el resto de los países de la OCDE, sino también con
las mayores economías latinoamericanas. Es así como en Argentina la tasa es de
31 por ciento, en tanto en Brasil es de 32,6 por ciento.
El problema no sólo apunta a la cantidad, sino también a la forma
de recaudación, orientada principalmente a los impuestos indirectos, como el
IVA, que paga mayoritariamente la población, pobres incluidos. En América
Latina sólo un tercio de la recaudación procede de impuestos directos: el
grueso recae en impuestos al consumo y otros impuestos indirectos. Esto conduce
a una situación grave, porque la distribución del ingreso después del pago de
impuestos es más inequitativa que la distribución primaria. Si consideramos,
dice Cepal, que el impuesto a la renta es el más progresivo de los impuestos,
esto significa que la estructura tributaria de los países latinoamericanos es
más regresiva que la que corresponde a las economías desarrolladas. Por algo
Chile es una de las economías más desiguales del planeta.
Los impuestos constituyen en los países de la OCDE una gran
herramienta para amortiguar las desigualdades. La carga tributaria en los
países de la Unión Europea reduce en promedio la desigualdad (entre antes y
después de los impuestos) en –32,6 por ciento, aun cuando hay países como
Dinamarca en que esta reducción llega a casi –41 por ciento. En Latinoamérica,
la reducción es irrisoria: –3,8 por ciento promedio, en tanto en Chile es de
–4,2 por ciento.
El desarrollo, tal como lo ha vivido Chile y América Latina, ha
llegado a un punto de inflexión. Aspectos como las crisis financieras, dice
Cepal, y como el cambio climático, ponen en entredicho los paradigmas de
crecimiento económico que predominaron en las décadas precedentes. Por tanto,
la única salida en Chile y la región es rediseñar el modelo económico y
político, sobre una base de mayor presencia estatal que se haga cargo de las
nuevas realidades que surgen de la crisis. Ante este escenario, la reforma de
Piñera está encaminada a ganar tiempo ante las movilizaciones y la protesta
social.
Publicado en “Punto
Final”, edición Nº 756, 27 de abril, 2012
Vìa:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148692&titular=por-un-pu%F1ado-de-d%F3lares-
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148692&titular=por-un-pu%F1ado-de-d%F3lares-
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