Jair Cortés
jair_cm@hotmail.com
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Para Reyna Montes, mi mamá
Soy
escritor. Desde hace más de dos décadas me dedico a escribir. Escribo
poemas, ensayos, reseñas, prólogos y artículos. Durante todo este
tiempo he vivido la escritura, desde aquella que se fragua en la mente y
que, ayudada por la memoria, va madurando de manera lenta, hasta
vaciarse, por medio de un lápiz, en el papel. También, a lo largo de
muchos años, usé una “máquina de escribir” (que me regalaron mis
papás), con la que desvelé a mis vecinos y en la cual experimenté,
guiado por la ira y la rebeldía, la excitación adolescente de pensar
que escribía con metralleta. Más tarde llegó la computadora: una
pantalla, un cursor, un teclado más suave y silencioso. Y cuando surgió
internet comencé a escribir directamente en un blog, en el muro (de
los lamentos y las celebraciones) de Facebook, en el chat, en una
escritura que oscila entre lo individual y lo colectivo y que, muchas
veces, nace para dialogar en el momento mismo de su concepción. De tal
manera que escribo en diferentes circunstancias todo el tiempo: paso
del boxeo de sombra, en el silencioso gimnasio, al ring lleno
de boxeadores que son, al mismo tiempo, espectadores. Y sigo creyendo
en la escritura y, por lo tanto, en el libro impreso, en el grafiti, en
los mensajes que viajan a través de los teléfonos celulares, en los
aforismos, avisos, diatribas, elogios y reflexiones que se publican en
Twitter. A propósito del tema, hace unas semanas, Mario Vargas Llosa declaró: “No tengo nada en contra de internet pero prefiero leer en papel. Mi temor es que el libro se frivolice como ha ocurrido con la televisión, que ha sido importante, pero no ha dado muchos frutos creativos.” Habría que responderle que no toda la televisión es Televisa ni todos los libros son El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Aquellos que piensan que la escritura sólo sobrevive “en viejos formatos” subestiman el poder de las palabras, dudan, en el fondo, de las fuerzas que son capaces de convocar. Las modificaciones sustanciales en la escritura, al ser una necesidad vital, no dependen de la tecnología sino de nuestro espíritu que puede buscar lo múltiple y encontrar su realización en la multipresencia o fragmentación virtual que le ofrece la tecnología.
Por mi parte, estoy consciente del momento histórico que me tocó vivir: un tiempo como el descrito en los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, en donde “están presente y pasado mezclados tal vez en el futuro, y el futuro en el pasado contenido”, un tiempo entre el papel y la pantalla, entre la conversación cara a cara y aquella que se realiza con un océano de por medio. Escribir me convierte en un explorador: en el salón solitario de mis recuerdos, en el laberinto de la imaginación, en la fila del banco, frente a la playa o contemplando un video en Youtube. En lo que a mí concierne, me siento testigo de un eslabón que a la larga habrá de sostener a la historia. No creo que hubiera mejor tiempo para nacer...
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2012/01/08/sem-jair.html
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