Bertold
Brecht describió los bosques de Chile como el espacio en donde se
enfrentan hordas de monos con decrépitas serpientes; o Emilio Salgari
sentenció que los indígenas fueguinos estaban en la escala más baja de
la especie humana. Claro que ambos jamás estuvieron en Chile y sus
imágenes propias de la inventiva, los prejuicios y el saber de su época
son rescatados por los poetas Armando Roa Vial y Jorge Teillier, libro
reeditado en una delicada edición por el Fondo de Cultura Económica.
“La
imagen de Chile reflejada en el móvil espejo de los relatos de los
viajeros que han estado de paso o residido en el país puede ser fiel o
infiel, pero en todo caso es atrayente”- es el inicio con que el poeta
Jorge Teillier describe el afán que hizo que junto al poeta Armando Roa
Vial se abocaran a buscar los relatos que hicieron extranjeros a su paso
por el país e, incluso, la imagen que tienen escritores que nunca
llegaron a pisar estos suelos, pero que se refirieron a Chile por ser el
lugar del confín del mundo.
“Es
seductor saber qué imagen tienen de Chile los escritores que nunca han
estado en Chile, un Chile creado por referencias librescas, por
misteriosa empatía, por ser el lugar del confín del mundo, por la magia
misma con que suena su nombre a un oído extranjero. ¿Y acaso un escritor
necesita conocer un país para describirlo?”- se pregunta Teillier.
Así
Roa y Tellier reúnen desde cuentos completos a fragmentos de poemas,
crónicas y novelas, como también citas aisladas o referencias
ocasionales, “textos que en suma nos muestran un Chile explorado más
desde la fantasía que desde la realidad”- en palabras de Roa, “donde
autores que nunca visitaron nuestro país presentan un Chile imaginado”
–según agrega Teillier.
Grandes
nombres de la literatura universal citan nuestra geografía o sitúan en
Chile sus escenarios, desde Lope de Vega en el siglo XVI hasta Leonardo
Sciascia y Paul Muldoon en el siglo XX, pasando por Francisco de
Quevedo, Oscar Wilde, Julio Verne, Lope de Vega, Paul Elouard, Blaise
Cendrars, Edgar Allan Poe, Thomas Mann, André Breton… la lista es larga y
de inventar un territorio jamás pisado se trata.
Así
concurren relatos de Emilio Salgari, quien en La Estrella de la
Araucanía hace aparecer indígenas antropófagos en la Tierra del Fuego
luchando contra los colonos. Salgari saca a relucir acá su formación
darwinista. Al describir a los pueblos fueguinos llega a decir que “son
los más pobres, los más desgraciados y los más feos y sucios seres de la
familia humana. Apenas puede comparárseles con los salvajes de
Australia, los que están considerados en la escala más baja de la
especie humana”. Toda una invención.
Edgard
Allan Poe por su parte define como escenario final de las Aventuras de
Arturo Gordon Pym la Antártida, donde aparece un temible gigante blanco;
y el poeta Blaise Cendrars en Dan Jack hace que los personajes estén en
Ancud en un bar llamado Pour quoi-pas Pepita, pese a nunca haber estado
en Chile y ambienta en Santiago su relato El santo desconocido, en el
que nombra a “los pintorescos mercaderes callejeros que pregonan las
empanadas calientes y sabrosas”.
Julio
Verne hizo recorrer a los hijos del capitan Grant todo el paralelo 37
en busca de náufragos y en El faro del fin del mundo coloca una colonia
anarquista en el extremo sur, y Thomas Mann pone a Valparaíso como el
lugar donde Christian Buddenbrook desarrolla su afición por el teatro.
Herman
Melville en tanto escribe un epitafio a la memoria de John Talbot,
quien se perdió en la Isla de la Desolación, en la Patagonia, en 1836.
Bertold
Brecht en Dos Relatos Breves, nos pone el origen de Bargan en los
bosques de Chile, los que describe como “selvas de follaje espeso y un
verde muy intenso, intrincadas como en ningún otro sitio, con pantanos
de color marrón dorado en los que mora el crimen, y muchas
precipitaciones, animales feroces y lujuriantes, y enredaderas”. En
dichos bosques “hordas de monos avanzan por los techos de hojas jóvenes y
se trenzan en mortal combate con las decrépitas serpientes que, en su
juventud, solían devorar cimarrones”.
“He
imaginado siempre un libro que se llamara La invención de Chile o algo
similar” – señaló Teillier cuando planeaba la compilación. El libro es
pues una gran fábula.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2012/01/01/46418/la-invencion-de-chile/
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