A las cinco y media de la tarde, cuatro horas después de que
comenzara la manifestación contra la reforma de las jubilaciones, el
último bloque cegetista arrancó desde la Place D’Italie cantando La
Internacional. Delante se movía una marea humana de sindicalistas,
jóvenes, universitarios, empleados, funcionarios, trabajadores del
ferrocarril, empleados del correo, jubilados y profesores que, al igual
que en 270 localidades del país, salieron por novena vez –sexta desde
septiembre– en contra del proyecto de reforma del sistema de
jubilaciones cuya discusión se reanuda hoy en el Senado. Tres millones y
medio de personas según los sindicatos, poco más de un millón para el
Ministerio de Interior –las diferencias abismales son una especialidad
francesa–, el nuevo día de huelgas y protestas repitió la participación
de los anteriores con el agravante de la falta de combustible debido al
bloqueo de los depósitos y la huelga en las doce refinerías de Francia.
Pero el éxito de la jornada no despeja el camino: el gobierno no mueve
un ápice de su reforma y los sindicatos llegan al final de una extensa
campaña sin haber conseguido cambiar el proyecto de ley. La opinión
pública apoya en un 71 por ciento al movimiento de protesta mientras que
79 por ciento de los encuestados estima que el gobierno debe negociar
con los sindicatos. Tanto el presidente, Nicolas Sarkozy, como el primer
ministro, François Fillon, recalcaron que no habrá cambios en el eje
central de la reforma, es decir, el paso de la edad mínima para
jubilarse, de 60 a 62 años, y de 65 a 67 para cobrar la pensión entera.
Desde el balneario de Deauville, donde asistía a una reunión con la canciller de Alemania y el presidente ruso, Nicolas Sarkozy dijo: “Un jefe de Estado tiene deberes ante los más jóvenes y ante los desequilibrios fundamentales del país”. Sin precisar cuáles, Sarkozy prometió medidas para paliar la falta de carburante y el primer ministro calculó que harían falta “cuatro o cinco” días para que el suministro de combustible vuelva a la normalidad. Las manifestaciones de ayer conocieron conatos de violencia en París y sobre todo en Lyon, donde se vieron escenas dignas de guerrilla urbana entre los jóvenes y la policía. Los gritos y los carteles graciosos de los jóvenes bachilleres sobresalieron en todos los cortejos. Había una chispa irónica y a contratiempo en esa juventud que gritaba “Luchamos por las jubilaciones, lucharemos para mantenerlas”. Jean, un joven de 17 años de un liceo del distrito 14 de París, decía: “Este es un gobierno de ricos, que dicta medidas para los ricos, que protege a los poderosos y que, más allá de la batalla por la jubilación, deja a la juventud y a los ancianos caer en la miseria”. Los eslóganes cantados en París tenían todos a Nicolas Sarkozy como objetivo y a su política económica como adversaria. Unas 85 universidades fueron bloqueadas ayer y entre 400 y 1200 bachilleratos no pudieron celebrar cursos. Las cifras difieren, al igual que con los manifestantes según la fuente, gobierno o asociaciones de estudiantes. Los efectos de la huelga se hicieron evidentes en la distribución de combustible, con 2500 estaciones de servicio sin nafta, lo que representa el 20 por ciento del total.
Salvo que entre hoy y mañana el Senado bloquee la ley, Nicolas Sarkozy tendrá su gran reforma. Es un emblema de su mandato, iniciado bajo la filosofía de la reforma. Pero los franceses son incapaces de situar o nombrar las reformas impulsadas desde 2007. El tema fue incluso una broma repetida en los mitines de la campaña electoral para las elecciones europeas de 2009. “¿Quién puede citar una reforma de Sarkozy?”, preguntaba la oposición. Ahora Nicolas Sarkozy tiene casi ganada su gran reforma, a la vez necesaria para equilibrar las cajas de la jubilación, reducir los déficit y hacer menos penalizadora la deuda de Francia. Pero la reforma tiene su doblez filoso. Al haber rehusado toda negociación, incluso descartando la mano tendida por sindicatos como la CFDT, Sarkozy creó las condiciones de la actual confrontación social y terminó delineando una mayoría en contra de la reforma cuando, desde el principio, la sociedad aceptaba la hipótesis del cambio. La calle salió contra el gobierno porque el gobierno le cerró las puertas a la calle. Los sindicatos prevén en el futuro nuevas protestas, incluso si el texto pasa. Lo más inquietante para la mayoría y su estrategia reeleccionista es la tardía pero masiva irrupción de la juventud en las calles. 2012 –elección presidencial– está muy cerca. El factor juventud nunca entró en los cálculos del Ejecutivo. Los socialistas rearmaron su credibilidad y su mensaje con la batalla de las jubilaciones. Para una inmensa mayoría de jóvenes, Nicolas Sarkozy pasó a ser el presidente de los ricos, el hombre cuya inflexibilidad social excluye toda idea de diálogo. El ideal de una reforma corajuda y aceptada se diluyó bajo los pies de millones y millones de personas que salieron a la calle. El Ejecutivo llevará hasta el final la reforma de la jubilación, pero puede que haya perdido en el camino el lazo con la generación que dentro de dos años irá a las urnas.
Fuente, vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-155340-2010-10-20.html
Imagen EFE
Desde el balneario de Deauville, donde asistía a una reunión con la canciller de Alemania y el presidente ruso, Nicolas Sarkozy dijo: “Un jefe de Estado tiene deberes ante los más jóvenes y ante los desequilibrios fundamentales del país”. Sin precisar cuáles, Sarkozy prometió medidas para paliar la falta de carburante y el primer ministro calculó que harían falta “cuatro o cinco” días para que el suministro de combustible vuelva a la normalidad. Las manifestaciones de ayer conocieron conatos de violencia en París y sobre todo en Lyon, donde se vieron escenas dignas de guerrilla urbana entre los jóvenes y la policía. Los gritos y los carteles graciosos de los jóvenes bachilleres sobresalieron en todos los cortejos. Había una chispa irónica y a contratiempo en esa juventud que gritaba “Luchamos por las jubilaciones, lucharemos para mantenerlas”. Jean, un joven de 17 años de un liceo del distrito 14 de París, decía: “Este es un gobierno de ricos, que dicta medidas para los ricos, que protege a los poderosos y que, más allá de la batalla por la jubilación, deja a la juventud y a los ancianos caer en la miseria”. Los eslóganes cantados en París tenían todos a Nicolas Sarkozy como objetivo y a su política económica como adversaria. Unas 85 universidades fueron bloqueadas ayer y entre 400 y 1200 bachilleratos no pudieron celebrar cursos. Las cifras difieren, al igual que con los manifestantes según la fuente, gobierno o asociaciones de estudiantes. Los efectos de la huelga se hicieron evidentes en la distribución de combustible, con 2500 estaciones de servicio sin nafta, lo que representa el 20 por ciento del total.
Salvo que entre hoy y mañana el Senado bloquee la ley, Nicolas Sarkozy tendrá su gran reforma. Es un emblema de su mandato, iniciado bajo la filosofía de la reforma. Pero los franceses son incapaces de situar o nombrar las reformas impulsadas desde 2007. El tema fue incluso una broma repetida en los mitines de la campaña electoral para las elecciones europeas de 2009. “¿Quién puede citar una reforma de Sarkozy?”, preguntaba la oposición. Ahora Nicolas Sarkozy tiene casi ganada su gran reforma, a la vez necesaria para equilibrar las cajas de la jubilación, reducir los déficit y hacer menos penalizadora la deuda de Francia. Pero la reforma tiene su doblez filoso. Al haber rehusado toda negociación, incluso descartando la mano tendida por sindicatos como la CFDT, Sarkozy creó las condiciones de la actual confrontación social y terminó delineando una mayoría en contra de la reforma cuando, desde el principio, la sociedad aceptaba la hipótesis del cambio. La calle salió contra el gobierno porque el gobierno le cerró las puertas a la calle. Los sindicatos prevén en el futuro nuevas protestas, incluso si el texto pasa. Lo más inquietante para la mayoría y su estrategia reeleccionista es la tardía pero masiva irrupción de la juventud en las calles. 2012 –elección presidencial– está muy cerca. El factor juventud nunca entró en los cálculos del Ejecutivo. Los socialistas rearmaron su credibilidad y su mensaje con la batalla de las jubilaciones. Para una inmensa mayoría de jóvenes, Nicolas Sarkozy pasó a ser el presidente de los ricos, el hombre cuya inflexibilidad social excluye toda idea de diálogo. El ideal de una reforma corajuda y aceptada se diluyó bajo los pies de millones y millones de personas que salieron a la calle. El Ejecutivo llevará hasta el final la reforma de la jubilación, pero puede que haya perdido en el camino el lazo con la generación que dentro de dos años irá a las urnas.
Fuente, vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-155340-2010-10-20.html
Imagen EFE
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