A pesar de que vivimos en un mundo tan controlado mediáticamente, en el
cual la verdadera y objetiva información fluye a cuentagotas, hay
trabajos de productores independientes que tratan de mostrarnos los
hechos tal cual, claro, con sus limitaciones, pues es muy difícil
acceder a secretos tan celosamente guardados por las grandes
corporaciones y los gobiernos, sus dóciles cómplices.
En
este caso, la industria de los alimentos, tanto los procesados, como
los, digamos, “naturales”, está tan controlada, que sólo un puñado de
gigantescas compañías controlan a nivel mundial la producción y
distribución de lo que nos comemos, las cuales esconden celosamente
muchos hechos que mostrarían cuan dañinos son a la salud la mayoría de
los productos que prácticamente “fabrican”, como si fueran televisiones o
cámaras. Contraviniendo esa tendencia mediática, presencié hace poco un
notable trabajo que muestra las terribles verdades que, como dije, nos
oculta justo la “industria de la alimentación”. Me refiero a la cinta
“Comida S A” (Food Inc. título en inglés), controvertido documental del
realizador Robert Kenner, que ha sido muy polémica, tanto por lo que en
ella muestra, como porque ha sido blanco de fuertes críticas, sobre todo
por parte de las corporaciones agroalimentarias que allí se exponen y
critican. Ya había un antecedente que también criticaba el tipo de dieta
a que dichas corporaciones nos han tratado de acostumbrar, con mucho
éxito, por desgracia. Se trata de “Superengórdame” (Super size me!,
título en inglés), documental en el que su realizador, Morgan Spurlock,
se somete a una infame dieta durante seis meses de fast food
(hamburguesas, hot dogs, pollo frito, papas fritas, refrescos)
elaboradas por corporaciones tales como McDonald’s, KFC, Burger King…
que casi le provoca un infarto por el altísimo nivel de colesterol que
contenía su sangre y de otras tóxicas sustancias que tanta descontrolada
ingesta de grasas saturadas y carbohidratos, principales componentes de
la “comida rápida”, había saturado su organismo.
Spurlock
muestra muy convincentemente cómo las grandes corporaciones manipulan
la información de las etiquetas del contenido nutrimental para mostrar
que sus productos son “muy saludables”, cuando la realidad es que la así
llamada dieta occidental está aumentando dramáticamente los porcentajes
de personas obesas, de desnutrición, de problemas cardiovasculares, de
ataques al corazón y, muy especialmente, de diabetes, ya que en Estados
Unidos, las personas nacidas a partir del 2002, una de cada tres,
contraerá algún tipo de diabetes en alguna etapa de su vida, en tanto
que entre las llamadas “minorías raciales” estadounidenses, la tendencia
será de dos por cada tres.
Esas cifras dan
idea de los dramáticos problemas de salud que se enfrentarán no sólo
allí, sino en todo el mundo, de seguir consintiendo los dóciles
gobiernos el que las corporaciones agroindustriales y alimenticias sigan
haciendo de las suyas (en México, a pesar de que recientemente se
cuestionó la venta de productos chatarra en las escuelas, causantes de
gordura y diabetes entre los niños, como refrescos y golosinas
endulzadas con alto contenido de fructuosa de maíz, sustancia que en
altos niveles ocasiona, además, huesos quebradizos, frituras de maíz o
de trigo, pastelillos super endulzados… al final las empresas que los
distribuyen, tales como Coca-Cola, Bimbo, Pepsi-Cola, General Foods…
ganaron la batalla legal, alegando que no es lo mismo el contenido
calorífico de lo que se vende que la masa calórica… o sea, que eso es
porque los niños comen más de una bolsa de, digamos, papas fritas, y que
por eso engordaban y tenían problemas de salud. O sea, emplearon el
estúpido argumento de que “poco veneno no mata”).
Y
si de alguna manera el documental de Spurlock da una mediana idea del
poder de las corporaciones y de las condiciones físicas por las cuales
son preparados los alimentos que se comercializan casi por todos lados,
el trabajo de Kenner es más específico justamente en la forma en que la
producción agroalimentaria se ha convertido prácticamente en una
industria en serie, en la cual sistemas fordistas de producción se
emplean para “fabricar” millones de toneladas diariamente de productos
cárnicos, cereales y vegetales y que muchos no cumplen con los
estándares sanitarios requeridos debido, justamente, a la velocidad con
que deben de ser obtenidos y puestos en el mercado… sobre todo en los
anaqueles de tiendas de autoservicio, como Wal-Mart, muy aparentemente
limpios y saludables, sin que el consumidor realmente sepa lo que muchas
veces hay detrás de ese, por ejemplo, “higiénicamente” empaquetado
kilogramo de bisteces de res o de puerco o cortes de pollo.
De
hecho, así abre la cinta, con un recorrido por la sección de carnes y
lácticos de un supermercado cualquiera… el que puede ser el que tengamos
a unas cuantas calles de nuestro hogar.
Pero
enseguida saltan a la pantalla escenas de una “fábrica” de gallinas,
perteneciente al conglomerado Perdue Farms, en donde pollitos son
maltratados duramente al pasar por bandas sin fin, cual si fueran
muñecos de peluche, y con rudeza trabajadores los van manipulando para
certificar que sólo los “perfectos” salgan de las bandas hacia las
granjas subcontratadas por la empresa (escenas similares también se
habían mostrado ya en el documental “Baraka”, producido por el
estadounidense Ron Fricke en el año de 1992, que no fue exhibido en
México, sino hasta una muestra cinematográfica del 2003). Esos polluelos
son luego llevados a dichas granjas, en las cuales, bajo insalubres
condiciones, se hacinan a cientos de aves en gallineros totalmente
cerrados (dice la empresa que así se garantiza un mejor “crecimiento” de
las pobres aves), alimentándolas con comida enriquecida llena de muchas
hormonas y carbohidratos, con tal de que las aves crezcan lo antes
posible. Así, se logra en unos 52 días que cada ave tenga un crecimiento
mayor al que es el normal, que requiere de unos 72 días. Cada gallina, a
pesar del menor número de días de engorda, pesa casi 40% más. Así, las
aves resultantes son gordos fenómenos, muchos de los cuales,
difícilmente pueden sostenerse de pie, mucho menos aletear. Pero además
las condiciones, como dije, son totalmente insalubres, pues las aves
deben de respirar en un ambiente cerrado, inhalando el olor del
engordante alimento, combinado con sus excrementos y todo lo que implica
ser tratadas como objetos inanimados, y no como seres vivos. Según la
única persona que se atrevió a dar su testimonio para el documental, la
granjera Carole Morison, es tal el hacinamiento, que diariamente debe de
recoger de diez a quince pollos muertos por sofocación y otros
problemas y enfermedades provocados por crecer en ese ambiente saturado e
insalubre (además Morison declaró que la empresa ha implementado una
muy desventajosa “estrategia de negocios”, bajo la cual, además de estar
permanentemente endeudados los granjeros que firman contratos para
engordar gallinas con Perdue, obtienen magras ganancias en relación al
crédito invertido. A todos se les obliga a cumplir con una cuota de
producción, por debajo de la cual, se les paga menos o se les rescinde
el contrato. También se les obliga constantemente a realizar “mejoras”, a
costa, claro, del bolsillo de los granjeros, y si no las hacen, también
es pretexto para terminación de contrato. En un testimonio de Morison
dirigido al procurador general de justicia de Estados Unidos y al
procurador del Departamento de Agricultura, fechado el 30 de diciembre
de 2009, denuncia que Perdue le exigía unas “mejoras” por $150,000
dólares que, además de aumentar su ya abultada deuda, no se
justificaban, ni elevarían la producción de la granja de ella, y por
rehusarse, la empresa finiquitó el contrato, dejando a la granjera a su
suerte, con deudas, infraestructura que ya no habrá de emplear y todo lo
que ello implique. Se da como ejemplo en la cinta que alguien que se
endeuda con 500,000 dólares en un año, apenas ganará ridículos 18,000
dólares, menos del 4% del préstamo invertido).
Pero
esa masiva producción de aves, como dije, obedece a la imposición de la
dieta occidental, que exige millones de ellas para ser sacrificadas y
llenar los anaqueles de supermercados, de franquicias de fast food de
pollo frito, hamburguesas… Perdue Farms tiene ventas anuales superiores a
los 4600 millones de dólares (mdd), lo que significa que debe de
procesar millones de pollos en canal para satisfacer a una hambrienta
sociedad a la que cada vez se habitúa más a la mencionada dieta
occidental. Eso son casi treinta millones de kilogramos de aves muertas
¡listas para cocinar! (está en tercer lugar, luego de Pilgrim’s Pride,
segundo sitio, que produce 73.9 millones de kilogramos anualmente, y de
Tyson, primer lugar en la producción de pollos para cocinar, quien
procesa más de 74 millones de kilogramos por año).
Y
lo mismo sucede con otros animales, tales como reses o cerdos, a los
que las prácticas de “industrializar y serializar” su producción,
también tratan como inanimadas mercancías a las que se sacrifica sin el
más mínimo remordimiento y luego se procesa para su pronta venta. Una
escena verdaderamente gore, es la que una cámara escondida en un anónimo
trabajador que aceptó participar en el filme, se presenta y que toma
lugar en el mayor rastro del mundo, el perteneciente a la empresa
Smithfield Foods, ubicado en Tar Heel, en el estado de Carolina del
Norte, el mayor matadero de reses en el mundo (Smithfield tiene ventas
anuales por 11,000 mdd, posee 51,000 trabajadores por todo el mundo,
opera en nueve países y produce anualmente casi 1500 millones de
kilogramos de carne de cerdo y 700 millones de kilogramos de carne de
res).
Como se deben de procesar unas ¡dos mil
reses por hora!, ya no se toma esa empresa la tarea de sacrificarlas
individualmente con, por ejemplo, una pistola eléctrica aplicada a la
nuca del animal, sino que se meten varias reses en una especie de cámara
de torturas en donde se cierran las puertas y ejercen una brutal
presión sobre los indefensos animales, quienes mueren en cuestión de
segundos por compresión de sus cuerpos (realmente es una escena que
crispa). Luego de unos instantes, las asesinas compuertas son separadas y
asesinados animales van cayendo inermes sobre un piso lleno de su
sangre y sus orines, expulsados por el miedo que experimentan en los
pocos segundos que están muriendo. Y ya luego los casi 4000 empleados
con que cuenta la planta se encargan de limpiar y desollar a las reses
para hacer de ellas canales que se empacarán como distintos productos
cárnicos o se venderán a otras empacadoras. También, como Perdue,
Smithfiled subcontrata granjas que crían y engordan muy rápidamente a
los animales (tanto reses como cerdos son procesados por la empresa),
bajo condiciones en extremo insalubres, conviviendo todo el tiempo con
sus heces, sus orines, comida putrefacta y lodosa, agua estancada… que
han dado lugar a la generación de parásitos, tales como el E-Coli
0157-H7, una variedad del parásito entérico escherichia coli, que
provoca hemorragias intestinales y daños renales, sobre todo en niños y
adultos mayores, más sensibles a sus dañinos efectos. Lo peor es que
como se les administran a los animales varios antibióticos supuestamente
para combatir posibles enfermedades, esa cepa de E-Coli ya ha adquirido
inmunidad casi a todos los antibióticos conocidos.
Como
reses o cerdos son procesados tan rápidamente, ni siquiera se les lava a
muchos y así se van al matadero en donde se les recibe con mugre, lodo,
heces y todo en sus pieles, lo que va contaminando severamente las
instalaciones de los rastros, así como, en consecuencia, a la carne
empacada “higiénicamente”. Pero además, no sólo se van las infecciones y
los parásitos en la carne empacada, sino que también las granjas en
donde se crían a los millones de animales que se procesan cada año
(denominadas muy convenientemente CAFOS, Confined Animal Feeding
Operations), se han convertido en verdaderos focos de infección. Texas,
por ejemplo, la tierra del fallido George Bush, que es en donde abundan
los CAFOS, se ha transformado en esos sitios en una enorme cloaca, en
donde los acuíferos locales están tan contaminados con heces animales,
que más de 50,000 partículas coliformes, e incluso millones, son
contenidas por cada 100 milímetros del vital líquido. Alrededor de ¡127
millones de toneladas de estiércol son producidas anualmente en Texas!,
lo que da un promedio por tejano de 18 kilogramos de heces de vacas o
cerdos… muy duro record, ¿no creen? (simultáneamente publico otro
artículo titulado “Fabricas de animales, enfermedades en serie”, en el
cual comento otros de los graves riesgos que conlleva el manejo
industrial de los animales).
En México, para
variar, resulta que Smithfield tiene establecidas varias granjas para
cría de animales, bajo la razón social “Granjas Carrol”, las cuales
tuvieron que ver algo con la sobre exagerada epidemia de influenza que
el año pasado, 2009, se presentó en el país (de acuerdo con mis
investigaciones periodísticas, más que las causantes de la influenza
porcina, como al principio se le llamó a dicha enfermedad, esas granjas
lo que sí mostraron era que por tantos antibióticos administrados a los
cerdos para “combatir” infecciones, habían sólo logrado que cepas muy
resistentes a infinidad de antibióticos y sustancias químicas, como el
MARS, se esparcieran junto con la carne de los cerdos, así como con la
contaminación de las tierras y los acuíferos locales debido a la masiva
producción de animales. Ver mi artículo “Detrás de la influenza: grandes
ganancias y las superbacterias).
Pero por si
fuera poco, se comete otra infamia más en ese rastro. Resulta que la
empresa contrata a decenas de ilegales, muchas veces, los únicos
trabajadores que se atreven a laborar en condiciones tan insalubres y
peligrosas, sobre todo cuando tienen que ver con la serie de cortes que
son practicados a los cadáveres de los animales. A todos se les infectan
las uñas, como consecuencia de que deben de tratar a animales sucios,
con heces y lodo impregnado de millones de bacterias, además de otras
enfermedades de la piel, intestinales y respiratorias y algunos se
mutilan dedos o se provocan heridas graves en manos o brazos. Pero como
la empresa pretende mostrar que actúa legalmente, conforme a las leyes
de inmigración, de tanto en tanto, aparenta “denunciar” a trabajadores
indocumentados. Y en efecto así lo hace, pero sólo a unos cuantos. Como
tiene habitaciones para sus empleados, cuando llega la policía
migratoria, sólo le señala una o dos de dichas habitaciones, en donde
hay durmiendo algunos indocumentados, pero nada más, pues pareciera que
se cumple con una cuota, con tal de aparentar, como dije, “legalidad”,
que la empresa no emplea a ilegales y los denuncia si llegan a sus
instalaciones. Normalmente se deshace de aquellos trabajadores a los que
les debe varias semanas de sueldo o a los que sufren de alguna
enfermedad y ya no son tan productivos. A ese nivel de bajeza y falta de
escrúpulos llegan tales corporaciones, con tal de ahorrarse varios
dólares o tener por algunos días trabajadores, sin pagarles, a los que
luego se denuncia, con tal de ahorrarse sus salarios (eso es lo que ha
permitido el que no se cuente todavía con una ley para legalizar a los
inmigrantes, que evite injusticias como las mencionadas o que se les
persiga como criminales, como se va proceder cuando entre en acción la
ley anti-inmigrantes del racista estado de Arizona).
Otras
acaparadoras agroindustrias son mencionadas igualmente. Cargill,
Conagra, Monsanto y Tyson, también ocupan un destacable lugar como las
corporaciones que controlan más del 80% del mercado mundial de la
producción de productos agroindustriales, así como de alimentos
procesados.
Por ejemplo las ventas de Conagra
Foods, gigante estadounidense de alimentos procesados, durante el 2009
ascendieron a la nada despreciable suma de 12731 mdd, que le
proporcionaron ganancias brutas por 2841 mdd. O sea que, muy a pesar de
la presente crisis, le ha ido muy bien a esta compañía, sobre todo por
el encarecimiento de los alimentos que desde hace dos años también está
afectando a la economía mundial (los corredores de bolsa, que son los
expertos en aconsejar a la gente en dónde invertir y en dónde no,
recomiendan muy encarecidamente comprar acciones de las corporaciones
alimentarias, pues son las que más dividendos están dejando).
Además
Conagra tiene negocios extras, simulados como “obras filantrópicas o
“fundaciones”. Tiene una fundación cuyo lema es “Nutrámonos hoy para
florecer mañana”, según se puede leer en su sitio oficial
(conagrafoods.com), la cual, como se sabe, es un excelente modo de
deducir impuestos a través de supuestos programas filantrópicos, además
de una velada manera de aumentar las ventas de sus productos, muchos de
los cuales se harán pasar como adecuadas alternativas nutricionales para
las personas hambrientas. Sólo por ilustrar su estrategia publicitaria,
más que campaña filantrópica, se jacta la empresa de que durante varios
años ha donado comida nutritiva a personas hambrientas, pero lo ha
hecho con sus productos más conocidos como Snack Pack, que es un muy
azucarado pudín, Peter Pan, que no es más que química crema de
cacahuate, Healthy Choice, una línea de supuesta “nutritiva” comida
procesada, como pastas de sabores, Marie Callender, también línea de
alimentos congelados, muy vastos en harinas y calorías, Orville
Redenbacher, que son engordantes frituras, Hunts, que es su línea de muy
procesados purés y salsas de jitomate, Chef Boyardee, que son pastas
enlatadas o para “cocinarse” en horno de microondas, Ro*Tel, que son
jitomates picados y procesados que, asegura la empresa, “son mejores que
jitomates naturales”, ¡háganme favor!, David, que son simples pepitas
empacadas o Egg Beaters, que son huevos procesados -de hecho, este
producto en particular se creó para que se pudieran aprovechar tantos
huevos que se quiebran durante su empaque y manejo-, que nada más se
destapa el envase, se vierten en el sartén y listo, nada de molestos
cascarones, además de que, también presume la empresa, no contienen el
colesterol ni la grasa de las yemas de huevo naturales -lo cual es
mentira, pues recientes estudios han demostrado que el huevo contiene
bajos niveles de colesterol-, pero se cuida de decir la cantidad de
sustancias químicas que ese y todos sus productos chatarra y fast food
contienen. Así, más que caritativas donaciones, sus campañas en realidad
pueden verse como estrategias publicitarias para aumentar sus ventas.
Incluso no siempre dona, sino que a veces se ofrecen “nutritivos
paquetes” a los niños en sus escuelas a muy “módicos precios”.
Tyson
Foods Inc. es otra de las empresas mostradas en la cinta, la cual
también es un gigante de los alimentos “naturales” y semiprocesados, la
cual en el año 2009 tuvo ventas por nada menos que 26700 millones de
dólares. Esta compañía estadounidense que tiene sus cuarteles generales
en Springdale, Arkansas, es la segunda compañía más grande productora de
alimentos en el mundo, la mayor procesadora de carne y una de las 100
mayores empresas de Estados Unidos, de acuerdo con la revista Fortune
(esta elitista publicación se encarga de promocionar la fama de las
mayores corporaciones y empresas del mundo. Pero no sólo eso, sino
también resalta a los hombres más ricos, y este año y el pasado ha
colocado al capo caro Quintero como uno de esos millonarios, con mil
millones de dólares de ¿¡bien ganada!? fortuna).
Tyson
cuenta con 107000 empleados en más de 300 filiales que posee en todo el
mundo. Vende cortes de carne de res, cerdo y pollo a supermercados y
minoristas, a distribuidores de alimentos procesados y a múltiples
cadenas de compañías de la llamada comida rápida (fast food), tales como
KFC, Taco Bell, Mc Donald’s, Burger King, Wendy’s, Wal-Mart, Coger,
Costco, IGA, Beef’s O’Brady’s, entre muchas otras. Pero también procesa
alimentos y cuenta con una gran variedad de productos de cárnicos ya
elaborados que “sólo tiene que calentarse en el microondas”. Y por si
fuera poco es la compañía que surte a todas las prisiones en Estados
Unidos, país en donde es un gran negocio la custodia de prisioneros para
las cárceles, la mayoría de las cuales son ya privadas. Se calcula que
el número de internos crece a razón de 13% anualmente, así que tener a
un delincuente en la cárcel es muy lucrativo pues el gobierno paga en
promedio 30,000 dólares por año por cada uno (es mucho más caro que
tener a un niño en la escuela, pues éste cuesta 3000 dólares solamente,
pero no le parece tan importante eso a los estadounidenses, quienes han
preferido que crezcan el número de cárceles en relación con las
escuelas. Pew Charitable Trusts, organización no gubernamental, estima
que el crecimiento del negocio de las prisiones privadas entre el 2006 y
el 2011 les costará en impuestos a los estadounidenses alrededor de
27500 mdd, así que a Tyson también le seguirá yendo muy bien en ese
rubro).
Esta masiva entrega de productos
cárnicos implica también una producción masiva. Cada semana, sus 54
plantas procesadoras de pollos establecidas en Estados Unidos procesan
42.5 millones de gallinas, las 13 que procesan ganado, matan 171000
reses y las 6 que producen carne de cerdo, matan casi 348000 marranos,
así que se requieren también prácticas industriales para ello. Y al
igual que las formas tan inhumanas de criar pollos que practica la
empresa Perdue Farms mencionada arriba, Tyson obliga a los granjeros que
le quieren entrar a ese negocio a hacinar en gallineros de 12 metros
por 120 metros a 24,000 aves, las que permanecen a obscuras en un
espacio de 0.065 metros cuadrados, suficiente para que quepan sentadas
sobre su propio excremento durante siete a ocho semanas (el excremento
sólo se limpia cada 18 meses). A diario de 10 a 15 pollos mueren tanto
de asfixia, como porque son atacados por otras aves. Obviamente que
tales granjas son una fuente constante de contaminación fecal y otros
contaminantes que ensucian gravemente tierras, ríos y acuíferos.
Sin
embargo, de las varias veces que Tyson ha sido demandada, en realidad
pocas veces han surtido acción legal dichas demandas, lo que prueba que
tan consecuente es el gobierno con sus grandes empresas, a pesar de que
sus prácticas dañen el medio ambiente u ocasionen otros problemas. Y al
igual que Smithfield, Tyson contrata muchísimos ilegales, a los cuales
les paga en promedio 30% menos salario que a los trabajadores legales,
además de que les ofrece menos o ninguna prestación (esto demuestra
hasta qué nivel le son útiles a la economía estadounidense los tan
vilipendiados ilegales, que al seguir siendo tan estigmatizados y
perseguidos, lo único que se consigue es que sean cada vez más baratos y
dóciles).
Cargill sale también a relucir en la
cinta de Food Inc., pues además de que igualmente practica la, digamos,
fabricación de animales, como Tyson o Perdue, sus monopolizadoras
estrategias han logrado que acapare alrededor de un tercio de la
comercialización mundial de granos. Tan es así, que a partir del año
2008, que han comenzado a subir vertiginosamente los precios de los
alimentos, dicha empresa ha visto multiplicarse en muy buenos
porcentajes sus ganancias. Sobre todo le está entrando al gran negocio
que son los llamados biocombustibles, una insensatez tecnológica, ya que
se están empleando alimentos, como maíz o soja, para producir nada
menos que combustibles para los engullidores autos, en vista de que los
combustibles fósiles están acabándose cada vez más rápido de lo que se
pensaba. Y eso, el que buena parte de cereales producidos en el mundo se
vayan a dedicar a hacer gasolinas, en parte explica por qué han subido
tanto sus precios y seguirán haciéndolo. La otra razón es que pocas
empresas, justo como las que aquí mencionamos, con sus acaparadoras
prácticas controlan a su libre albedrío el precio de los alimentos en
todo el mundo, digamos que al hambrearnos, nos dejan a su merced (Ver mi
artículo: Biocombustibles, imposición transgénica, no alternativa
ecológica). Los ingresos de Cargill dan una buena idea del poder que
tiene esa empresa: sus ventas en el año 2009 se estiman en $116,600 mdd,
de los cuales obtuvo ganancias netas por $3300 mdd (2.83%, muy baja
tasa de ganancia, tendencia que en general presenta el capitalismo
salvaje, de que a pesar de sus monopolios y acaparamientos, no logra
revertir esa decreciente situación). Es responsable del 25% de las
exportaciones estadounidenses de granos, cuenta con 160,000 empleados en
1100 instalaciones ubicadas en 67 países y produce el 22% de la carne
consumida en Estados Unidos. Sus plantas en Argentina son las mayores
exportadoras de carne de res que cualquier otra, al igual que sus
plantas en Tailandia, que son las que más exportan pollo. Y por si fuera
poco, todos los restaurantes de Mc Donald’s emplean huevos producidos
por Cargill. La empresa ha resultado siempre ser muy oportunista, sin
importar que viole ciertas éticas de conducta o comportamiento. Como
dije antes, se ha beneficiado bastante del control que tiene sobre buena
parte de la producción de granos en todo el mundo para controlar y
subir los precios a su antojo. Y en su historia, así lo ha hecho. Por
ejemplo, durante la primera guerra mundial, sus ganancias subieron
constantemente durante los cuatro años del conflicto, ya que era
prácticamente la única compañía que seguía surtiendo alimentos. Lo mismo
hizo durante la segunda guerra mundial, cuando tuvo contratos
exclusivos con la marina estadounidense, para surtirle la alimentación
de sus tropas, además de que también le construyó barcos (sí, hasta en
esos negocios se metió, con tal de ganar mucho). Pero acorde con su
arrogancia (como es una empresa familiar, el despotismo con que se
comportan sus dueños, también se manifiesta en sus prácticas
empresariales), manifestó su desacuerdo con la cinta, sobre todo
expresando que si todos los alimentos se obtuvieran orgánicamente, se
requerirían el triple de tierras de las que actualmente se emplean para
fabricar alimentos.
Otra compañía en la cual
se hace mucho énfasis, además de que se demuestra el poder tan enorme
que tiene tanto económica, como política y judicialmente, es Monsanto,
la cual produce cultivos transgénicos, o sea, que son plantas
modificadas desde sus genes, introduciéndoles materiales genéticos de
otros organismos, con tal de proporcionarles, dice la compañía,
“mejoras” (¡esto es jugar a ser un Dios!). En particular, uno de sus
cultivos, la soja transgénica bautizada como Roundup Ready, es la que
prácticamente se siembra en todos los Estados Unidos, desplazando a la
natural, debido justo a las prácticas monopólicas que dicha corporación
ejerce, en muy alegre contubernio con el gobierno (pero además el
monocultivo a gran escala de esa soja transgénica implica fuertes daños
ambientales, ya que se usan millones de litros de glifosato, el muy
tóxico herbicida que se le aplica a dicha soja, el que además de estar
contaminando tierras, ríos y acuíferos en gran escala, está haciendo
resistentes a malezas que ya no se matan con dicho veneno y entonces la
“solución” para Monsanto es “crear” otra nueva soja transgénica, pero
ahora “resistente” al dicamba, sustancia aún mucho más tóxica que el
mencionado glifosato. Ese grave problema ya está sucediendo en
Argentina, en donde casi el 100% de la soja cultivada es la de
Monsanto).
En alusión al gran poder de
Monsanto, se da cuenta en la cinta de un juicio que la empresa emprendió
contra un granjero, Maurice Parr, quien poseía una de las únicas seis
máquinas que quedan en ese país para limpiar granos, quien justamente
limpiaba los granos de los granjeros que sembraban la soja transgénica.
Como la compañía alegó que “su” soja transgénica “está patentada” (como
si hubiera sido una cámara fotográfica, por ejemplo, en lo que valdría
preguntarse, ¿¡de cuándo acá el simple hombre puede inventar y patentar a
la naturaleza!?), se le obligó al pobre granjero a desistir de sus
“criminales prácticas” de limpiar la semilla de la soja transgénica, so
pena de cobrarle altísima multa y mandarlo a la cárcel (eso hizo con un
pobre granjero canadiense, cuyos cultivos se contaminaron
accidentalmente con maíz transgénico de Monsanto, en un caso que la
empresa sigue alegando que el hombre lo había hecho a propósito). Lo
peor de todo, se queja el granjero en una parte, es que la empresa sabía
todo sobre él, a quiénes les limpiaba la semilla, cuánto les cobraba,
dónde vivía él, cuánto valía su máquina, qué compraba… ¡sí, el poder de
esas grandes corporaciones, con la ayuda del gobierno, claro, es
ilimitado!
Y, bueno, el daño tan enorme que
ha provocado, y seguirá provocando, la industria alimentaria en Estados
Unidos y en todo el mundo con sus industrializadoras, monopolistas
prácticas, tanto al medio ambiente, así como a la economía, el
metabolismo de las plantas y animales que “fabrica” y al medio ambiente
también se traduce, como dije antes, en un grave daño a la salud, debido
a las alteraciones fisiológicas que induce tan descontrolada ingesta de
carbohidratos y grasas saturadas.
En la cinta
se evidencia dicha situación cuando una parte se concentra en mostrar a
una familia de migrantes, padre, madre y dos hijos, que ganan lo
suficiente para irla llevando, o sea, apenas subsisten con los magros
sueldos que reciben. Absorbidos por sus tareas y ocupaciones, al final
de la jornada, acuden a una sucursal de comida rápida, en la que compran
seis paquetes de hamburguesas con papas y un refresco de más de dos
litros por menos de diez dólares todo y esa es su comida de casi todos
los días. La madre es entrevistada y se queja de que su marido es
diabético y debería de seguir una dieta de alimentos saludables (no
engordantes, pues), además de que tiene que tomar un par de costosos
medicamentos, pero que con lo que ganan, pues no pueden darse el lujo de
comprar alimentos naturales, como vegetales frescos, ya que si van al
supermercado a adquirir una lechuga, por ejemplo, ésta vale casi siete
dólares, poco menos de lo que les cuestan las hamburguesas y el refresco
mencionados antes. Y como sus medicamentos le cuestan uno 170 dólares y
el otro más o menos lo mismo, la mujer lamenta que no puedan hacer a
veces ninguna de las dos cosas, o sea, ni comprar medicina o seguir la
dieta y que ello tenga la consecuencia de que su marido pueda empeorar
en su salud, que se quede ciego y no pudiera seguir trabajando como
chofer, que es a lo que se dedica.
Como ese
caso, hay millones, no sólo en Estados Unidos, sino por todo el mundo,
que la engordante, poco nutritiva dieta occidental ha ocasionado, pero
es algo que a las grandes corporaciones “alimentarias” las tiene sin
cuidado. Seguirán matando y procesando millones de animales (pollos,
cerdos y reses) y cultivando millones de toneladas de granos y uno que
otro tubérculo (maíz, trigo, soja, papa) a diario, guiadas por un lema
que podría ser: “al mundo engordemos, enfermemos y contaminemos y de las
consecuencias no nos preocupemos”.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/08/la-muy-lucrativa-adictiva-engordante-y.html
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