Por
eso, el Partido Independentista ha lanzado un llamado a la unión de
todos los sectores políticos, estudiantiles, trabajadores, religiosos y
cívicos para una manifestación masiva en contra de las políticas
represivas del gobierno, certificadas a golpe de macana y gas pimienta
en el lado norte del Capitolio. Solamente una acción concertada de
grandes proporciones por encima de toda diferencia puede enviar un
mensaje entendible para el gobierno.
La
intolerancia de esta administración ya no conoce freno. Tras el éxito de
su primer gran proyecto de exterminio con la eliminación de la
colegiación compulsoria de los abogados y abogadas, la emprendieron
contra la Universidad de Puerto Rico, no porque les interesara enderezar
las finanzas de la UPR, sino porque perseguían sofocar otro foco
tradicional de oposición y disidencia. La instalación de la Fuerza de
Choque en los portones, la propaganda mediática, órdenes absurdas como
la de prohibir la entrada de comida y agua: todo es parte de una secuela
de provocaciones, alimentada por el carácter especialmente burdo de las
iniciativas del PNP, que, distinto a sus contrapartes populares, no
conciben el disimulo. A nadie le puede caber duda de que la invitación a
la confrontación –anticipada por el propio Fortuño en su mensaje al
país—por parte de un gobierno desvinculado totalmente del pueblo e
inmune a la prudencia, es parte de una estrategia calculada, con
probabilidades cada vez mayores de culminar en tragedia. Poseídos como
están por los delirios del poder, el gobernador y los suyos harán blanco
de sus desmanes a cualquiera que, por cualquier razón, se presente como
opositor del gobierno.
Igual que ocurrió con
la oleada de indignación que sacudió a nuestro pueblo y que logró vencer
a la Marina de los Estados Unidos, poniéndole fin a seis décadas de
bombardeo, hoy la fuerza moral tiene que imponerse a la fuerza mortal.
Puerto Rico, como en Vieques, tiene que levantarse en una sola voz de
repudio al abuso. En esta tarea, los independentistas tenemos una
responsabilidad especial. Las ganancias habidas por nuestro pueblo en la
defensa de los derechos humanos le deben mucho al sufrimiento de los
que por creer en la libertad de nuestra patria padecieron persecución,
discrimen y cárcel. Esta es la continuación de esa lucha, por nosotros, y
por lo que todavía no son independentistas.
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