miércoles, 9 de junio de 2010

Argentina : Ponerse en pie Por Claudia Rafael

(APe).- Es tal vez una de las más perfectas radiografías de la inequidad. La pobreza más extrema y la concentración de riquezas más cargada de obscenidad. General Mosconi, en la Salta profunda, desnuda la paradoja como columna vertebral. Petróleo, gas, intensa explotación agraria son el reflejo de la abundancia que se contrapone nítidamente con las condiciones de vida social.

A los grandes dirigentes de Pluspetrol, Repsol, Panamerican Energy o Tecpetrol no los roza siquiera la ausencia de agua potable, de gas natural o de cloacas en la mayor parte de los 17 barrios del pueblo. No más de 22.000 habitantes que, en su mayoría, deben lidiar con la exclusión y la vulneración cotidiana.

Históricas deudas sociales los sacaron a la calle por estos días una vez más. Como hace diez años. Como tantas, tantas veces. Cinco largos meses adeudados del Programa Federal de Emergencia Habitacional y añejos compromisos impagos a los trabajadores de la gran empresa nacional de hidrocarburos acumulados desde la privatización menemista se entremezclan con promesas ancestrales. Marcadas a fuego y abandono en las pieles de wichis, guaraníes, chorotes o chiriguanos.

En las pieles tiernas, como la de Bartolomé, que murió el 2 de julio de 2009, en el Hospital de Mosconi, por “deshidratación grave como consecuencia de un cuadro de desnutrición”, como decía el certificado. En Mosconi abundan los Bartolomés.

Por abajo del suelo sobre el que seguramente Bartolomé alcanzó a gatear o a garabatear palotes en sus dos años de vida, corre la riqueza de 30 millones de metros cúbicos de gas cada día. Es que en la cuenca del Noroeste, a la que pertenece el poblado salteño, hay reservas comprobadas por 29.949.000 metros cuadrados de petróleo y 161.748.000.000 metros cúbicos de gas. Y mientras abastece a Chile, Brasil y tantas provincias argentinas, los múltiples Bartolomés se mueren por desnutrición.

General Mosconi es el nódulo de la obra binacional de gas más relevante de la región. Con la inversión de alrededor de 1800 millones de dólares que las comunidades de los pueblos originarios ni siquiera ven pasar ante sus ojos.

“No puede ser que vengan a violar nuestro territorio, ellos actúan como si fuesen los verdaderos dueños de nuestras tierras, vienen y empiezan a excavar”, dijo en los inicios de la obra un dirigente de la etnía tapiete.

Y salir a decir basta no es gratuito. Ellos lo saben muy bien desde siempre. Erguirse ante el poderoso, ponerse en pie ante el mandante, gritar esto es mío por derecho y por historia ante la prepotencia de las multinacionales a las que los gobiernos abrieron puertas y ventanas comporta dolores.

Eduardo Paliza, histórico dirigente piquetero de la región, habló y dijo hace ya unos meses: “Señora Cristina, le hablamos a la madre que ha parido hijos, porque es la única capaz de entender que a la madre tierra la han explotado tanto que no puede parir más y se está muriendo mientras las multinacionales se enriquecen”.

Trabajo y más trabajo, piden. Aunque en verdad reclamen algo mucho más hondo. Algo mucho más insondable. Eso que perdieron hace tanto tiempo que por momentos parece sólo asemejarse a la riqueza ancestral de la vida digna. A los tiempos en que sólo se tomaba de la tierra lo que se necesitaba para vivir. Ni un gramo más. A los tiempos en que los pueblos podían soñarse felices y dignos en el sendero de la simpleza y el respeto. Y ajenos totalmente a los días de la destrucción que vendrían de la mano de gobiernos que repartieron a los poderosos que no tuvieron piedad para despojar y expulsar.

“El problema no es el hambre. Es mentira que estos aborígenes estén desnutridos, lo que pasa es que la gran mayoría no quiere trabajar porque son vagos y tienen problemas con el alcohol”, supo decir el intendente Isidro Rurarte. Y llamó a la sociedad a purgarse y a descartar lo que concibe como sobrantes sociales. “Yo quiero -dijo- una limpieza total”. Pidió “que el pueblo de Mosconi, de Tartagal, la gente nuestra colabore con la fuerza y que nos unamos para que esa gente se sienta más segura y saquemos a este grupo de sediciosos, de vagos, de borrachos drogadictos que están desde ayer. Esto es una cosa que nunca nos pasó no puede ser que estemos en manos de unos vagos acá, no puede ser, no puede ser, esto es una vergüenza. De última tendremos que salir todo el pueblo, todo el pueblo a sacar estos vagos de la ruta, no va a quedar otra cosa. Y demostremos que somos capaces de hacer las cosas nuestras, no nos defiende nadie defendámoslos nosotros mismos, somos muchos mas que ellos nosotros”.

Erguirse ante el poder no tiene consecuencias banales. Más allá de toda posible diferencia entre los poderosos, se aglutinan en apenas un instante y despliegan todas sus herramientas intimidatorias para aniquilar. Para ejemplificar. Para frenar los atrevimientos de los excluidos que osen levantar sus rostros y demandar lo que es propio por historia y por derecho. Ni el poder económico ni sus adláteres permitirán que los desharrapados intenten rozar con sus dedos morochos y ajados el botín de guerra de la inequidad.
fuente, vìa :

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=3994:ponerse-en-pie&catid=36:notas-en-el-home&Itemid=107

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