viernes, 3 de agosto de 2012

Cuba: las cosas como son... Ángel Guerra Cabrera


El 19 de julio entraron en Cuba con visa de turistas el sueco Jens Aron Modig y el español Ángel Carromero Barrios. Pero no se dedicaron a hacer turismo pues tenían otros intereses a los que se entregaron no más llegar. Uno en su condición de líder del Partido Demócrata Cristiano sueco (formación afín al estadunidense Tea Party) y presidente de su organización juvenil y el otro de vicesecretario general de Nuevas Generaciones (NG), rama de juventud del Partido Popular (PP) español, se apresuraron a reunirse con Oswaldo Payá, líder del contrarrevolucionario Movimiento Cristiano Liberación (MLC). Y es que a que a eso iban.
Según admitió Modig a la prensa nacional y extranjera el viaje tenía tres propósitos: entregar dinero a Payá, asesorarlo en la creación de una organización juvenil del MCL y transportarlo a donde necesitara. En síntesis, el sueco y el español se involucraron en una operación contra el orden constitucional de Cuba, diseñada por altos mandos de los mencionados partidos, conocidos por su trayectoria en la dirección y financiamiento de actividades insertas en los planes anticubanos de Estados Unidos. Un editorial de Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba cita a Anikka Rigo, jefa de la Sección de Relaciones Exteriores del Partido Demócrata Cristiano sueco como la principal organizadora de la misión, en la que también intervino –entre otros– Pablo Casado Blanco, diputado del PP, presidente de NG y ex asesor de José María Aznar, quien fuera presidente del gobierno español y es reconocido como uno de los cabecillas de la ultraderecha internacional y enfermizo anticubano.
De modo que el 22 de julio, tan pronto los visitantes impartieron a Payá asesoría para crear la agrupación juvenil, con igual propósito tomaron rumbo a Santiago de Cuba en un auto rentado, en compañía de aquel y su correligionario Harold Cepero. Ya internados en el oriente de Cuba el coche se abalanzó fuera de control contra un árbol a tal velocidad que Payá murió en el acto y Cepero quedó gravemente herido. De ello dieron fe el peritaje e investigación policiales y tres testigos presenciales cubanos, que pueden verse en Youtube. Carromero conducía el vehículo y se le imputa el cargo de homicidio imprudencial.
Pero no habían pasado dos horas del accidente y ya CNN en español se hacía eco a bombo y platillo de la denuncia de familiares de Payá, según la cual éste habría sido víctima de un atentado. No importaba que no hubieran hablado siquiera con algún testigo o sobreviviente del accidente, calificado de extraño por las hienas mediáticas incluso después de darse a conocer el informe pericial cubano.
Aquí lo sustantivo es que una acusación de esta naturaleza sólo puede obedecer a mala intención, fanatismo o ignorancia sobre la forma invariable de proceder de las autoridades cubanas. Desde los días de la guerra de liberación ha sido proverbial el respeto de los revolucionarios cubanos por la integridad física y la dignidad del enemigo. Cientos de soldados de la dictadura batistiana se entregaban al Ejército Rebelde ya que sabían que serían tratados con el mayor respeto. Los mercenarios de Bahía de Cochinos fueron devueltos sanos y salvos a sus jefes de la CIA. En la isla no se tortura, no existen desapariciones forzadas ni asesinatos extrajudiciales cuando sí hay abrumadoras evidencias de esas prácticas en tantos países que se autoproclaman ejemplo de democracia.
Estados Unidos y sus aliados europeos –principales acusadores de Cuba– se han cansado de cometer crímenes de lesa humanidad a lo largo de siglos, más recientemente en Irak, Afganistán, Libia y, por supuesto, en el apoyo a los inauditos desmanes contra los palestinos por no hablar del alarmante abuso policial contra los manifestantes o simplemente personas de piel oscura en esos países.
Pero en Cuba, sometida a un férreo bloqueo y una guerra no declarada por Washington, no existe otra oposición que los grupos de bolsillo financiados y dirigidos por este con el declarado objetivo de derrocar al gobierno revolucionario. No es raro escuchar en la isla discrepancias y críticas a la gestión gubernamental pero ningún cubano patriota forma parte de los grupos pagados y entrenados en su sede por la Oficina de Intereses de Estados Unidos o por turistas como Modig y Carromero. Visitas que se están haciendo muy frecuentes. El político sueco, según su propia confesión a la prensa, ya estuvo en Cuba en iguales trajines en 2009.
Twitter: aguerraguerra

Vía,fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/08/02/opinion/030a1mun

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