viernes, 3 de febrero de 2012

Mèxico : Peña Nieto y el Golem por Eduardo Hurtado.....México vive un momento peliagudo. Y la responsabilidad ciudadana es mayúscula: elegir al encargado de fijar las políticas que permitan recomponer el camino. Uno de los candidatos es el producto de una campaña coordinada por los poderes fácticos, con Televisa al timòn .....El hombre fuerte del PRI es un mito fabricado desde las pantallas. Como sea, la estrategia ha dado frutos: durante años, millones de mexicanos se han mantenido en la certeza de que Peña encarna la posibilidad de un gobierno “ordenado”. Sin embargo, aún quedan espacios para el disenso: en internet y las redes sociales existen pistas para que los mexicanos discutamos en serio lo que representaría el triunfo de un sujeto que enseña carencias tan alarmantes.

a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre
.
Jorge Luis Borges, “El Golem”
 
México vive un momento peliagudo. Y la responsabilidad ciudadana es mayúscula: elegir al encargado de fijar las políticas que permitan recomponer el camino. Uno de los candidatos es el producto de una campaña coordinada por los poderes fácticos, con Televisa al timón. A partir de 2007 la empresa se ha encargado de colocar en primer plano a un joven priísta de viejo cuño, Enrique Peña Nieto, exgobernador del Estado de México. Las herramientas principales, junto a los spots disfrazados de noticias y las noticias configuradas como spots, han sido las encuestas.   
 El hombre fuerte del PRI es un mito fabricado desde las pantallas. Como sea, la estrategia ha dado frutos: durante años, millones de mexicanos se han mantenido en la certeza de que Peña encarna la posibilidad de un gobierno “ordenado”. Aunque las expectativas no se fundan en los hechos. Atenido a las aclamaciones de sus publicistas, el candidato ha destellado en los escenarios políticos, sin más recurso que su capacidad para recitar varias líneas trilladas con ademanes y voz de político setentero. Pero con la contienda en puertas, las vaguedades dejan de ser alternativa. Y ha sucedido lo ineludible: el original no empata con el simulacro. En la FIL 2011 un reportero lanzó una petición muy básica que para el mexiquense resultó venenosa: “Mencione tres libros que hayan influido en su vida.” El interpelado comenzó por nombrar la Biblia. “No toda, por supuesto”, explicó de inmediato bajo el reclamo insidioso de su mala conciencia.
Lo que siguió fue peor: incapaz de obtener “algo” de los archivos de su memoria, aventuró un par de títulos de actualidad, sin atinar a nombrarlos de manera correcta y sin especificar la identidad de sus autores. El episodio se prolongó. El hombre resbalaba como caballo en un iceberg, farfullaba desconcertado, miraba el piso y luego el techo con ojos de espanto, mientras las risas de los asistentes crecían. Horas más tarde la escena circulaba por las redes sociales, condimentada con chascarrillos sangrientos.
Sus abogados se prodigan en excusas. Leer, arguyen, está sobrevaluado. Que un político posponga tan prescindible función no tiene por qué perjudicar su labor. Por lo demás, agregan, dado que la mayoría de los mexicanos no lee, aquellos que se empeñan en ridiculizar al priísta, iletrados ellos mismos, carecen de autoridad. El primer alegato merece una reflexión aparte. El segundo es un sofisma: que México sea una de las naciones menos lectoras del planeta es un hecho que acusa las deficientes políticas educativas de sus gobiernos. Lo menos que puede hacer un pueblo que resiente una calamidad así, es reclamar que quien aspira a gobernarlo tenga otra formación –y un interés razonable en la enseñanza y la cultura. No es de asombrar entonces que millones de ciudadanos hayan tenido el impulso de traducir en clave humorística las andanzas de Peña.
En cuanto al primero de los razonamientos, vale preguntarse: ¿de verdad no importa que el aspirante a la presidencia de un país no lea? Desde luego, no se trata de exigirle a los más altos dignatarios de nuestra clase gobernante que muestren familiaridad con el arte y la ciencia. Se trata sólo de que en su visión de las cosas asome algún trato con las ideas. “No tengo tiempo para leer”, aseguró el presidenciable. Quien así se expresa deja ver un íntimo convencimiento de que la cultura no aporta utilidad alguna, que la conducción de un país no demanda sutilezas. Pero la realidad apunta en un sentido distinto. Otro gallo nos cantara si Calderón tuviera sensibilidad para escuchar los argumentos de quienes le piden reconsiderar su estrategia de combate al crimen. ¿Cómo llevar el tema a un terreno que supere el enfoque de los buenos contra los malos, si la idea que se tiene del mundo ocurre en blanco y negro? Es verdad que la lectura de algunos títulos no es garantía de que un político se conducirá con visión de estadista, pero no haberlos leído sí anticipa que no tendrá elementos para hacerlo.
La aparición de Paulina Peña ha evidenciado otras dolencias. A través de su twitter la joven interpeló a quienes hacían escarnio de su padre, cosa meritoria, de no ser porque al elegir un insulto decidió optar por uno sembrado de prejuicios clasistas: “Un saludo a toda la bola de pendejos que sólo forman parte de la prole...”. Las palabras de la chica obligan a pensar en la influencia de su entorno más próximo. Se puede alegar que es rigorista juzgar a Peña por la opinión de su hija. Pero no hay que olvidar que a menudo se les pide a los ciudadanos transferir a la figura de los políticos ciertos valores personificados en sus parientes. ¿Por qué exigir entonces lo contrario cuando alguno exhibe una conducta discriminatoria?
Los desatinos de Peña han puesto en jaque a todos aquellos que se lanzaron a crear un Golem a la altura de sus ensueños, con la idea de hacerlo presidente. Quisieron endilgarle a la criatura cualidades prodigiosas: penetrante, sagaz, dueño de un raro instinto político. A los primeros pasos el muñeco se derrumba. “Muéstranos el camino”, le imploran. Y el infeliz se enreda, lo mismo en castellano que en inglés. Los cabalistas desesperan al constatar las insuficiencias de su penoso hijo. Nada que hacer: el partido se aventuró a postularlo sin considerar la opción de un colapso y ya no hay modo de sacar la pata. No les queda más que fiarse al poder de sus aliados mediáticos. ¿Conseguirán ellos instalar en Palacio al Candidato de las Estrellas? Es muy posible. Sin embargo, aún quedan espacios para el disenso: en internet y las redes sociales existen pistas para que los mexicanos discutamos en serio lo que representaría el triunfo de un sujeto que enseña  carencias tan alarmantes. 

Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2012/01/29/sem-eduardo.html

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