1.
Una persona –o un grupo de ellas- puede ser bondadosa, solidaria, menos
autoritaria o represiva; crear asilos de ancianos o dar limosnas para
hacer descansar su conciencia; puede donar muchos millones de pesos
(producto de la explotación) para construir hospitales y así no pagar
sus impuestos; pero hablar de un “república amorosa” en un mundo en el
que los que tienen el poder económico, político e ideológico buscan
conservarlo por cualquier medio, es indudablemente equivocado plantearlo
en serio. Pienso que de una simple frase de AMLO se ha hecho ya una
consigna y se pretende construir un programa que pudiera caer en el
ridículo, en la burla, tal como los fotomontajes que publicó La Jornada
hace una semana. La lucha de clases no es un invento de Marx, es una
realidad que no puede borrarse mientras exista el
capitalismo, el racismo, la desigualdad, la riqueza en unos cuantos y la
miseria en la
mayoría.
mayoría.
2.
No es lo mismo una familia feliz que cuando amanece tiene la sonrisa en
los labios porque cuenta con un buen trabajo, con un magnífico ingreso,
con buen desayuno y comida, así como una cómoda habitación y con hijos
en la escuela; que el 80 por ciento de familias cuyos padres han perdido
sus trabajos o que los tienen a cambio de un salario miserable con el
compromiso de pagar renta, agua, luz. Aquellos son tan felices que hasta
pueden repartir flores a bordo de su lujoso vehículo; pero los
proletarios cuando despiertan con sobresaltos lo primero que viven es el
coraje de no tener ni para desayunar y tener que salir a la calle para
aventurar algún ingreso. ¿En dónde pueden encontrar estos desempleados o
proletarios lo bello de la vida, la amabilidad de sus vecinos y demás
seres humanos, cómo pueden reír y ser
solidarios? La iglesia lleva siglos pregonando “en el desierto el amor”,
pero la vida es real.
3.
Marx escribió hace 160 años: “El trabajo produce maravillas para los
ricos, pero produce desamparo para el trabajador. Produce palacios, pero
también tugurios para los que trabajan. Produce belleza, pero también
invalidez y deformación para el trabajador. Sustituye el trabajo por
máquinas, pero obliga a una parte de los obreros a retornar a los
trabajos de la barbarie y convierte a otros en máquinas. Produce
espíritu, pero produce también estupidez y cretinismo para el
trabajador”. En vez de afirmarse en su trabajo, se niega en él; no se
siente feliz, sino desgraciado. Sólo se siente él mismo fuera del
trabajo. Sólo cuando no trabaja recobra su personalidad. ¿Cómo se siente
el trabajador cuando le pagan bien y le agrada lo que hace, cuando ve
que todos trabajan, producen y viven con honradez y equidad?
Esto me
lleva a pensar que la “República amorosa” sólo podrá construirse después
de una sociedad igualitaria.
4.
Yo no se si J.J. Rousseau a mediados del siglo XVIII tenía la razón al
decir que el hombre “natural” es feliz y es la sociedad de clases quien
lo ha descompuesto o F. Nietzche a fines del XIX al señalar que el
hombre de por sí es violento, iracundo, confrontador y es la sociedad
quien lo ha domesticado para evitar que estalle ésta en mil pedazos.
Pero lo que no puede negarse es que los seres humanos no son ni buenos
ni malos, responden a una realidad, al poder que los explota, los
saquea, los oprime y los mantiene en permanente terror ante el hambre
que los amenaza. Parecen buenas gentes cuando tienen comida, vestido,
habitación, libertad; pero su ira y su odio sale a relucir, crece en la
medida en que se le niega todo. Es el motivo por el que la iglesia, con
más de cinco siglos haciendo campañas por el amor y
la
solidaridad entre los seres humanos, ha fracasado rotundamente. Pero
también miles de sectas que tienen el mismo
discurso.
discurso.
5.
¿O fue Javier Sicilia y los teólogos de la liberación los que
influyeron entre los consejeros de AMLO? Para mí sería de mínima
justicia que Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Cevallos estuvieran tras
las rejas hasta pagar todas sus intervenciones políticas que han llevado
a la profundización de la miseria y a más de 50 muertos en los últimos
cinco años. Que todos los millonarios propietarios de grandes empresas y
grandes políticos paguen fuertes impuestos y sean obligados a repartir
aunque sea una parte de sus riquezas para crear empleos para que todos
tengan trabajo e ingresos. Pero en una “República amorosa” no se puede
obligar a nadie porque cada quien debe actuar a conciencia. ¿Cómo
imaginarse que los poderosos empresarios reapartan la plusvalía entre
sus obreros o los terratenientes repartan sus t
ierras
entre los campesinos? Sicilia pudo clavarle un beso a Beltrones, pero no
creo que AMLO haga lo mismo con Salinas, Calderón o Cevallos.
6.
Puede desarrollarse la solidaridad, el apoyo mutuo, el respeto entre la
clase oprimida; también entre los opresores pueden encornudarse; pero
–como la historia ha enseñado- la lucha de clases determina todas las
transformaciones sociales, es el motor de la historia. Recuerdo que
muchos acasillados yucatecos de las haciendas henequeneras que en toda
su vida vivieron en la miseria, me han dicho que “el patrón de la
hacienda –cuyo palacio residencial con arquitectura afrancesada estaba
en el Paseo Montejo de Mérida- era muy buena gente” porque cada año les
regalaba cobertores y sus esposas traían un regalito para sus hijos. No
se dieron cuenta nunca que esa miseria recibían era sólo para engañarlos
haciéndoles creer que el patrón que los explotaba era amoroso. Pienso
que el la campaña política actual esa
s
frases son positivas porque ayudan a la bondad y la solidaridad, pero
plantearlo en una programa sólo está para los clericales.
7.
Pienso que el discurso de López Obrador no es o no debe ser por una
“República del amor” sino por una República de justicia, de igualdad, de
bienestar y respeto. Por una República donde se luche seriamente contra
la corrupción, el enriquecimiento brutal .por un lado- y contra la
explotación, la miseria y la opresión por otro. Pienso que no puede
haber “borrón y cuenta nueva”, es decir que lo que pasó, pasó y no hay
castigos porque sólo hay que ver para adelante. Explicar a la población
la verdad, es decir, hacerle ver que sin justicia cada bandolero va a
seguir actuando contra el pueblo, no es un discurso violento o de
venganza sino un pensamiento justo para que las riquezas mal habidas se
usen para la creación de empleos bien pagados. Jamás, en ningún momento
–escribe Marx- dejar de inculcar entr
e los
trabajadores la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe
entra las clases opresoras y oprimidas.
Pedro Echeverría V.
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