Foto: Horment |
Camila Vallejo, una joven de veintitrés años, estudiante de la carrera de Geografía, se convirtió en una de las figuras más visibles del movimiento más importante en Chile desde la llegada de la Concertación. Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, militante de las Juventudes Comunistas, Camila es el centro de atracción de los medios de comunicación. Todos hablan de su particular belleza, de su discurso fresco o “duro”, de su fortaleza dentro de un movimiento que, a pesar de la represión ejercida durante sus movilizaciones, se mantiene de pie.
Para conseguir una entrevista con Camila la fila es larga. Medios de comunicación de muchas partes del mundo la quieren entrevistar y la espera puede tardar semanas. Esta es la primera que le concede a un medio de origen mexicano, y se refiere a los retos y esperanzas del movimiento, a los logros obtenidos y a los temores actuales.
Camila habla de la influencia de las redes sociales y afirma que ni el facebook ni el twitter “han levantado este movimiento”; al gobierno de la Concertación lo define como “la otra derecha” en Chile y, finalmente, saluda a los estudiantes de la unam y envía un mensaje a los jóvenes de América Latina.
De su actual protagonismo o liderazgo, Camila afirma que no tiene tiempo de que se le suban los humos a la cabeza. “Nosotros estamos en las cámaras, en las reuniones y haciendo mil cosas, pero se olvidan de todo el trabajo que están haciendo los compañeros, y sin ellos no sería posible esto. No serviría de nada si nosotros convocamos a una manifestación o una jornada y vamos sólo nosotros. Quien está construyendo la base de este movimiento son todos los estudiantes, trabajadores, profesores que trabajan a diario. Esto lo tenemos claro y ha ayudado mucho a no permitir que se nos suban los humos a la cabeza.”
Foto: Oleg Yasinsky |
La vocera del movimiento que ha puesto de cabeza al gobierno de Sebastián Piñera, como parte de “algo más grande” que demanda no sólo reformas en el ámbito de la educación, sino reformas sustanciales al modelo económico y político establecido durante la dictadura de Augusto Pinochet, señala que antes de las movilizaciones estudiantiles actuales, en Chile hubo otras manifestaciones que aunque no fueron tan masivas “sí fueron importantes y plantearon cambios sobre la mesa, pero nuestra institucionalidad política no les permitió expresarse”.
Lo que hay ahora, explica, “es una acumulación del descontento que obviamente tiene que ver con el desarrollo, la perpetuación y la profundización de la desigualdad en nuestro país. La gente ha tomado conciencia de que esa desigualdad no es por mero continuismo de algo, sino que se está reproduciendo [como] producto del sistema imperante que fue instaurado a fuerza en la dictadura. Ahí se refleja que este estallido social no es algo espontáneo, sino que viene de toda esa acumulación y maduración de luchas sociales anteriores”.
Sobre el apoyo multitudinario a las manifestaciones estudiantiles, Camila Vallejo advierte que se debe a que se están “atacando problemas medulares del sistema y creo que eso ha generado transversalidad. Aquí no es una lucha gremial, por la defensa de algo corporativo o algo que no involucre directamente a los estudiantes, sino que la problemática que se ha planteado y la demanda que se erige es una demanda social que es para todos, no solamente para la actual generación sino para la futura, y eso ha generado simpatía y también ha despertado la conciencia de mucha gente, devolviendo la esperanza a quienes habían luchado anteriormente pero por temor no siguieron luchando. Creo que eso ha sido la principal riqueza de este movimiento: la transversalidad, el despertar de la conciencia, el atacar el problema medular y, por sobre todo, la consecuencia del movimiento”. Hasta el momento, dice orgullosa, no se han alcanzado acuerdos “no por intransigencia sino por responsabilidad ante cuestiones que para nosotros son éticas y morales, que son lucha legítima”.
Miedos y esperanzas
Para Camila, “la esperanza es mucha, porque se ve que Chile ya no es el mismo de antes, que a partir de esto hay un despertar pero también un cambio o el inicio de un cambio en la estructura mental; y que a partir de aquí se pueden desarrollar procesos de construcción mucho más arraigados en la base social que posibiliten reconstruir el tejido social que se ha destruido durante la dictadura”.
Foto: Aliosha Márquez |
Sobre el uso de las redes sociales y el lugar que ocupan dentro del movimiento estudiantil, Camila no tiene dudas: “Son una herramienta dinamizadora de los flujos de información, de las convocatorias, han permitido mayor fluidez pero no han sido el factor determinante para la articulación de un movimiento amplio y masivo. Creo que eso se trabaja en el seno de la organización, de una forma personalizada. Este movimiento no se levantó gracias a las redes sociales.”
En determinado momento, señala, “nos dimos cuenta de que estábamos dando un salto cualitativo y que aquí no solamente se cuestionaba la calidad de la educación, sino la calidad de nuestra democracia. No me gusta el concepto de calidad, pero puede usarse un poco para entenderlo bien. La nuestra es una democracia coja, débil, que requiere replantearse, reformularse y, en ese cuestionamiento, empiezan a involucrarse otras muchas organizaciones, muchos otros sectores, donde está la principal riqueza del movimiento actual. Se involucran trabajadores, pobladores, movimientos ecologistas, homosexuales, etcétera. Todas las minorías con planteamientos de mayorías”.
Foto: Carlos Vera Saavedra |
Ya para despedirse, Camila envía saludos a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, a quienes agradece “el ejemplo de lucha; ellos, los de la unam, nos mostraron que sí se puede, y eso es para nosotros muy esperanzador”.
A los jóvenes de Latinoamérica, muchos de ellos, por cierto, admiradores suyos, también les envía un mensaje: “Que asuman con responsabilidad lo que se ha impulsado, en el sentido de que es necesario siempre regirse por algunos principios; primero, fortalecer nuestras organizaciones que a sudor, sangre y lágrimas, todos hemos conquistado. Hay que resguardarlas y protegerlas porque son nuestro patrimonio, son nuestra principal herramienta para la construcción de una sociedad distinta. La unidad, a pesar de las diferencias, hay que mantenerla siempre. Nuestro enemigo es uno solo, no está adentro. Y por otro lado, entender que las grandes transformaciones no las hacen sólo los estudiantes; hay que involucrar a los trabajadores, a nuestras familias, y hay que tener buenas estrategias de comunicación. Muchas veces creemos que cualquier persona puede entender lo que estamos planteando pero no es así; hay que apostar al sentido común aunque sea el menos común de los sentidos. Hay que apostar a un lenguaje que le llegue hasta al más humilde, al más pobre. Y eso es algo que tenemos que tratar con inteligencia, sin perder el contenido. Es una recomendación, y a seguir adelante, que esta lucha no es solamente de los chilenos sino que es una lucha de todos los jóvenes, de todos los estudiantes de todos los pueblos en el mundo, es la lucha por la dignidad humana y por la recuperación de nuestros derechos para alcanzar esa dignidad que todos queremos, y para consolidar sociedades más humanas”
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/11/27/sem-oleg.html
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