Las
administradoras de fondos para el retiro (Afores) son un negocio de los
más lesivos que se hayan inventado contra los intereses de trabajadores.
Confirmar en detalle cómo operan, a quiénes benefician, qué
justificación tienen, provoca una gran indignación. En un país de
salarios pobres y pensiones aún peores, se ha autorizado que estas
entidades privadas, básicamente de origen extranjero, sean las únicas
autorizadas para administrar los recursos pensionarios, obteniendo
gigantescas ganancias, todo ello sin justificación técnica ni social,
porque el papel que desempeñan es esencialmente de intermediación.
Hace 14 años nacieron las Afores en nuestro país con motivo de un
cambio radical en el sistema de seguridad social, mediante el cual se
abandonó su carácter solidario por uno de cuentas individuales en que el
trabajador, patrón y Estado aportan. En ese entonces se dijo que el
nuevo sistema generaría grandes beneficios al país y a los propios
trabajadores. Todavía recordamos la ridícula propaganda donde el futuro
jubilado, con el nuevo sistema aparecía descansando en una playa,
gozando de una pensión que se prometió sería suficiente para vivir
dignamente. Hoy se confirma que las promesas fueron falsas y que los
retirados recibirán en promedio sólo la tercera parte del último salario
percibido, mientras que otro gran sector deberá conformarse con un
salario mínimo.
Este sistema de administración privada data de principios de los 80;
precisamente en los tiempos de la dictadura de Pinochet en Chile, la
seguridad social dejó de ser entendida como un medio distribuidor de
ingresos y se convirtió en un negocio. En México se copió el modelo y se
legisló para otorgar a particulares el derecho de apropiarse los fondos
de pensiones por medio de tres instancias: las propias Afores, un
llamado sistema especializado de fondos para el retiro (Siefores), que
en la práctica opera como una simple mesa de dinero y, por último, las
aseguradoras, con las que los trabajadores, al final de su vida laboral,
se verán obligados a celebrar contratos para que sean éstas las que
cubran su pensión; además, deberán contratar un seguro de sobrevivencia
para que cuando fallezcan la pensión se pueda otorgar a sus
beneficiarios, lo cual reducirá el fondo en el orden de 30 por ciento.
Las Afores, creadas con la excusa de traer grandes beneficios al
país, se convirtieron al final en entidades acaparadoras de recursos,
vinculadas a un reducido número de bancos que las manejan, mismos que
canalizan estos fondos para préstamos al gobierno y atender los
intereses de los propietarios de dichas instituciones. Los auténticos
dueños de los recursos, que son los trabajadores, se convirtieron en
testigos mudos que simplemente observan cómo capitales extranjeros y
ejecutivos con altos salarios se benefician a su costa.
Desde 2008, las Afores cobran sobre el total de los recursos
depositados en las cuentas, comisiones del orden de l.5 por ciento en
promedio. Considerando que a la fecha existe casi un billón y medio de
pesos en los fondos acumulados, el cobro total que hacen esas entidades
financieras es superior a 20 mil millones de pesos. Cuantificado en
relación con las cuotas obligatorias de los trabajadores, equivale a 16
de cada 100 pesos aportados.
A pesar de que los rendimientos e intereses que producen las
inversiones han disminuido, llegando a generar resultados negativos, el
cobro de las comisiones sigue siendo el mismo. Para cubrirlas se ha
llegado a tomar recursos de las aportaciones de trabajadores, patrones y
gobierno; en otras palabras, cuando un empleado observa en su estado de
cuenta que su fondo se incrementa, es producto de las aportaciones, y
no necesariamente de los rendimientos que debería generar su ahorro. Las
Afores primero aplican su comisión, dejando para el final el interés
del trabajador. Con razón se afirma que para buena parte de los
empleados sería mejor guardar sus ahorros en el colchón.
Ante este abuso, carente de toda racionalidad social y financiera, el
vicepresidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Uriel
López Paredes, ha presentado una iniciativa de reforma al artículo 37 de
la Ley del Sistema de Ahorro para el Retiro, con el propósito de
corregir el sistema de cobro de comisiones, señalando que éstas deben
tener como base las ganancias que la misma cuenta individual reditúe a
las administradoras, y no sobre el saldo, ya que carece de todo sentido
que tomen para sí, de manera automática, una parte de los fondos;
asimismo, la propuesta admite que ciertos servicios puedan ser cobrados
por cuota fija.
La iniciativa describe con datos precisos los abusos en que han
incurrido estas administradoras de fondos y exhibe la complicidad de
algunas entidades gubernamentales. Ello ha generado preocupación entre
las Afores, que han encontrado en el sistema pensionario una veta
importante para capitalizar a bancos e incrementar sus utilidades sin
ningún riesgo ni consecuencia por el resultado de su desempeño.
Diversas organizaciones han manifestado su apoyo a la iniciativa del
diputado López Paredes, reclamando un debate público sobre todo el
sistema pensionario. Por ahora se hace hincapié en la necesidad de dar
racionalidad a los costos de administración.
Para apoyar la capacidad de debate y propuesta de las organizaciones
sociales se fundó el Centro de Análisis y Estudios de la Seguridad
Social, AC (CAESS), institución sin fines de lucro, creada
como respuesta a la necesidad de participar activamente en la defensa y el fortalecimiento de la seguridad social, para darle viabilidad en el marco de la realidad mexicana y promover que la misma se reconstituya como un verdadero instrumento de justicia social para los trabajadores del país. El CAESS, fundado por Ricardo García Saénz, hoy lo preside Miguel Ángel Sáenz Garza, destacado especialista en el tema, acompañado, entre otros, de un calificado grupo de actuarios con clara vocación social.
La iniciativa de ley mencionada y la presencia del CAESS representan
un motivo de aliento para reencauzar la seguridad social, un tema en el
que todos tenemos cifrado nuestro futuro.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/04/opinion/018a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/04/opinion/018a1pol
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