Si
bien hablamos poco de estos temas, los años ochentas y la aplicación al
pie de la letra del neoliberalismo en Chile,significó algo bien
distinto a la simple aplicación de medidas técnicas a favor del
desarrollo del país. Escudados en las cortinas brindadas por la
represión, el miedo y la falta de información pública, varios personajes
se hicieron sus buenos millones con la privatización de bienes y
empresas públicas[i]. Como siempre, por supuesto, el Estado (o sea,
todas y todos los chilenos) asumimos los costos y riesgos. Cuando José Yuraszeck
compró Chilectra en los años 1980s lo hizo con importantes créditos que
fueron avalados por el mismo Estado chileno (o sea, si el negocio
fallaba, pagábamos todos nosotros). Luego, en los noventas,él mismo
obtuvo millonarias utilidades con la venta de Chilectra,
que fue vendida a capitales extranjeros. La operación estuvo además al
calor de un importante fraude conocido como el caso Chispas.
Vale
la pena traer a la memoria aquellos años, ya que actualmente la misma
lógica se está aplicando en la privatización de las sanitarias. El caso
de Yuraszeck es importante por dos razones: 1) ilustra cómo la
aplicación del neoliberalismo en Chile distó mucho de ser la mera
aplicación técnica de un paradigma económico, y que éste tenía, en sus
raíces, intereses profundos que muchas veces violaron las mismas recetas
prescritas por el mismo; y 2) lo anterior se relaciona con el fenómeno
mismo del neoliberalismo, que fue abrazado y promovido a lo largo de
todo el globo por las elites económicas. Éste permitía (y permite)
disfrazar de técnica, neutra y objetiva, una forma de hacer política con
una clara ideología.
La aplicación de esta ideología en las últimas décadas se ha traducido en lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck
denomina la privatización de los beneficios y la socialización de los
riesgos y costos. Lo ejemplifica de forma magistral analizando el caso
de la energía nuclear y la crisis financiera, donde súbitamente los más
fieles seguidores de esta nueva religión, como dirigentes del FMI o altos directivos del Deutsche Bank, acudieron desesperados al Estado para pedirle que salvara al sistema financiero inyectando recursos públicos.
La semana pasada el gobierno de Sebastián Piñera terminó de vender –lo que en su momento hicieron Eduardo Frei y Ricardo Lagos– las acciones que el Estado chileno posee en las empresas sanitarias (35% en Aguas Andinas, 29% en Esval; 45% en Essal, y 43% en Essbio). Estas empresas entregan al año al Estado chileno alrededor de US$400 millones y su venta aportará unos US$1.600 millones.
El
argumento que dio el gobierno de Frei para privatizar la primera
porción de las sanitarias fue que con ello se lograría una mayor
cobertura del servicio. Las cifras nos dan un panorama distinto, donde
el único aumento significativo se da en el tratamiento de las aguas
servidas (de un 17% en 1998 a un 83% en 2008)[ii]. Ahora bien, ¿quién
pagó esa inversión? Que no sorprenda la respuesta, que es generalmente
la misma en estos casos: nosotros, los consumidores. Cada mes en la
cuenta de agua que llega a nuestras casas hay un ítem por el tratamiento
de las aguas servidas. La inversión está siendo pagada por todos los
chilenos y chilenas. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué no pudo hacer
algo similar el Estado? Considerando además que estas son empresas con
grandes rentabilidades[iii].
Y aquí es donde entra la ideología y las posiciones políticas.
En
los últimos años, los distintos gobiernos han privatizado un gran
porcentaje de las sanitarias. Hoy, la Administración de Piñera se
desprende de ellas porque bajo la lógica neoliberal estos son activos
prescindibles de los cuales el Estado debe deshacerse. ¿Por qué? Porque
así el sector será más eficiente, competitivo y finalmente los usuarios
pagarán menores precios. Pero en la práctica, las empresas privadas no
son siempre más eficientes, competitivas y claramente los consumidores
no pagan cada vez precios más bajos (pensemos en las farmacias, la
energía, el Metro o el cobre y Codelco). De hecho, dadas las
consecuencias de la privatización inicial de las sanitarias el Estado ha
tenido que subsidiar el agua para ciertos segmentos de la población, ya
que no les era posible costearla.
De acuerdo al director del Centro de Innovación y Emprendimiento de la Universidad Central, Orlando Jiménez,
no tiene mucho sentido que Corfo se deshaga de empresas que le
generaban recursos que de hecho puede utilizar para financiar programas
de emprendimiento, que son justamente los que se pretende financiar con
los recursos obtenidos de la venta. Además, con esos US$400 millones el
Estado financiaba los subsidios de agua potable. Esos subsidios seguirán
corriendo y se tendrán que obtener de otras fuentes.
Al
final del día, la venta de las sanitarias se asemeja a la paradojal
ilusión producida por la idea de obtener grandes sumas de dinero
vendiendo una gallina que todos los días pone un huevo de oro. Esto es:
pan para hoy, hambre para mañana. Nuevamente alguien hace buenos
negocios privados, a costa de buenos negocios públicos. Hemos llegado
entonces al punto final y que va al fondo del asunto. Así como
prescribir la venta de los bienes públicos se basa, finalmente, en
posiciones normativas y políticas concretas, hay otras visiones que
postulan que el Estado, por razones estratégicas y para resguardar el
interés público en situaciones clave (por ejemplo el agua), debe primar.
En la mayoría de los países desarrollados, más o menos capitalistas,
ciertos rubros se mantienen en manos del Estado (las
sanitarias, las vías de transporte, la energía, entre otros). Lo
anterior permite que en momentos de crisis o de tomar decisiones
importantes prime la lógica pública por sobre la privada.
No
olvidemos que en el caso de las mismas sanitarias, hoy en día, una gran
controversia está tomando lugar, ya que éstas quieren cobrar a los
agricultores por el agua que devuelven al cauce una vez tratada. Incluso
diputados de la UDI han puesto el grito en el cielo
clamando al gobierno (¿a quién más?) que haga algo al respecto, ya que
éstas empresas se basan en una interpretación de la ley, no vamos a
decir que legítima, pero sí posible.
Mientras,
las calles son inundadas por manifestantes que en códigos y consignas,
aparentemente distintas, claman por algo muy similar: la democratización
de la toma de decisiones, el fin de la privatización de los beneficios y
la socialización de los costes y riesgos (sociales, ambientales,
económicos, entre otros).
Por Colombina Schaeffer
Socióloga, estudiante de doctorado en Gobierno y Relaciones Internacionales (Sydney University)
**
[i] En 1991 la Contraloría General de la República
estimó en US$1.000 millones la pérdida patrimonial que significó al
Estado chileno la privatización de Endesa, siendo esta solo una de las
tantas empresas privatizadas. Para más información leer el artículo Nuestros Ríos, Nuestras Vidas de Leonardo Valenzuela publicado en VerDeseo.
[ii] De acuerdo a la Superintendencia de Servicios Sanitarios
(2008), la cobertura de agua potable aumentó de 99,3% en 1998, a 99,8%
en 2008; y la cobertura de alcantarillado de 91,6% a 95,3% en el mismo
periodo de tiempo.
[iii] De acuerdo a Orlando Jiménez, la rentabilidad de Aguas Andinas fue un 20% en 2009, de ESSBIO un 11%, ESVAL un 8,2% y ESAAL de un 10%.
Texto de autoría externa. Tomado de VerDeseo y reproducido por
Cristobal CornejoVìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/06/27/venta-de-sanitarias-el-saqueo-continua/
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