Dentro de la ética médica, bajo el rubro
relación médico-paciente, temas como fidelidad, lealtad,
confidencialidad, privacidad, empatía y veracidad requieren, debido a la
tecnología biomédica, nuevas miradas sin obviar preguntas añejas. El
tema de la veracidad entre médico y paciente (y entre paciente y médico)
es tan viejo como vigente.
Como en tantos otros rubros de la ética médica no hay consenso en el
tema veracidad. Sorprende la poca atención que en el pasado se prestó a
esa cuestión; no se menciona ni en el juramento hipocrático ni en la
mayoría de los primeros acuerdos de las asociaciones médicas mundiales.
Quizás, más que olvido u omisión, ese apartado ha sido soslayado por la
falta de respuestas puntuales.
Bien se aplica, al hablar de veracidad el viejo aforismo médico,
no hay enfermedades, hay enfermos; ese aforismo, pienso, mientras escribo, requiere una idea complementaria,
hay enfermos y hay médicos. Ambas ideas devienen una serie de posibilidades. Enfermos que desean y pueden saber todo lo que les sucede (seres autónomos); médicos incompetentes que no saben comunicar, enfermos que perviven mejor sin enterarse de sus males, médicos leales hacia sus pacientes que mienten en favor de ellos y desleales hacia los seguros médicos o instituciones hospitalarias cuyo motto es explotar a los enfermos.
La veracidad en medicina favorece la autonomía del enfermo y niega el
paternalismo médico; la autonomía supone independencia; el paternalismo
brega contra la independencia y el derecho a decidir del enfermo. Son
tres las virtudes de la veracidad: A) La veracidad respeta la
inteligencia, la capacidad emocional y la integridad del paciente. B) La
veracidad es fundamental en la relación médico-paciente; aunque no
conste por escrito, existe una suerte de contrato donde el doctor debe
proveer al paciente toda la información que él desee y el enfermo debe
ofrecer toda la información solicitada por el galeno. C) Veracidad y
confianza son elementos inseparables. En la relación entre médicos y
enfermos respeto, contratos sanos y confianza siempre son buen
resguardo. Dentro de las diatribas de la ética médica existen otros
insoslayables.
En medicina ser portavoz de malas noticias es una labor no grata.
Nuevamente son tres los escenarios. A) Algunos enfermos toleran bien las
malas noticias y exigen toda la información posible para planear sus
vidas. B) Otros no toleran la cruda realidad. C) En algunas ocasiones la
familia se interpone entre doctor y enfermo. A los primeros debe
suministrárseles toda la información y acompañarlos durante la
enfermedad; a los segundos debe brindarse los datos que soliciten y al
ritmo que ellos mismos consideren adecuado; en los enfermos cuyas
capacidades no les permite
saber todo, la amabilidad, la generosidad y la compasión del médico son imprescindibles. En el último escenario, cuando sea factible, la comunicación siempre debe ser primero con el afectado y después (o junto) con los seres cercanos. En todos los casos la buena comunicación es vital.
En la medicina contemporánea, otras situaciones, sobre todo
las que se interponen entre doctores y enfermos, también deben ser
sopesadas. No poder ayudar al enfermo por razones no médicas es muy
ingrato. Cuando se interponen intereses económicos o turbias razones
legales puede ser válido engañar, revelar sólo algunos datos, ocultar
información médica, o incluso mentir. Compañías aseguradoras, abogados,
patrones de los enfermos y presiones comerciales, sobre todo en
instituciones hospitalarias, exigen otra visión acerca de la veracidad:
la del compromiso del médico hacia el enfermo.
Hace no mucho tiempo los médicos funcionaban como abogados de los enfermos. Esa dualidad, ser médico y
un poco abogadopermitía manejar la información médica a discreción, siempre en favor del paciente. En la actualidad, esa tendencia protectora casi ha desaparecido. Muchos médicos se han convertido en aliados de las grandes instituciones, otros faltan a la ética médica y se asocian con colegas para explotar al enfermo y algunos, en Estados Unidos, casi todos, venden su práctica médica a compañías aseguradoras que suelen actuar en favor de sus intereses y en contra de los enfermos.
La veracidad en la relación entre médicos y enfermos tiene otras
lecturas. En varias patologías no es posible saber todo lo que le
sucederá al paciente ni predecir con exactitud el curso de la enfermedad
(la medicina es una ciencia inexacta); algunos enfermos, debido a su
ansiedad, malinterpretan los datos proporcionados por el médico. Por
último, aunque poco tratado, es fundamental compartir con los enfermos
los errores médicos. El aprecio hacia la profesión médica, en contra de
lo que se cree, crece cuando se discuten errores profesionales con
pacientes. No compartir y/o comentar los errores médicos atenta contra
la ética médica.
Las ideas,
no hay enfermedades, hay enfermos, y
hay enfermos y hay médicos, compilan un amplio tinglado, donde la verdad acerca de un paciente puede no aplicarse al siguiente caso y donde la sagacidad del médico puede resultar adecuada en un enfermo y fracasar en otro. La ética médica no admite respuestas únicas. Por eso es fascinante. La veracidad en medicina exige muchas lecturas. En ocasiones esa veracidad es llana, otras veces permite y exige mentir.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/01/opinion/024a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/01/opinion/024a1pol
No hay comentarios:
Publicar un comentario