Funcionarios,
legisladores y en general la ciudadanía de Estados Unidos llevan décadas
discutiendo la conveniencia de aprovechar los yacimientos petroleros
que dicho país posee en Alaska. Las opiniones divergentes sobre este
asunto marcaron la administración de George W. Bush, partidario de esa
explotación alegando que Estados Unidos no debía depender del petróleo y
el gas provenientes de regímenes
hostiles. Y que esos energéticos se obtienen ahora con una tecnología que garantiza la seguridad ambiental en las tareas de exploración, perforación y conducción. Con estos argumentos, el último año de su mandato, Bush autorizó a siete compañías buscar hidrocarburos en el mar de Chuchi, frente a las costas de Alaska.
Esta medida la criticaron severamente los grupos defensores de la
naturaleza, los científicos y hasta las agencias gubernamentales
responsables del cuidado de la flora y la fauna. Todos ellos tienen
décadas advirtiendo sobre los daños que la actividad petrolera podría
causar en una región de enorme fragilidad ecológica, patrimonio de la
humanidad. Afirman que lo urgente es modificar el actual modelo
energético de la gran potencia y establecer uno que tenga entre sus
puntos claves el uso racional de los hidrocarburos y el apoyo decidido a
las energías renovables. Así contribuiría también a disminuir los gases
de efecto invernadero y el calentamiento global. Mencionemos que un
candidato a la presidencia del vecino país que no era del agrado del
gobierno de México, el señor Barak Obama, prometió, de resultar elegido,
dejar intacta Alaska.
Aunque Bush anunció el último año de su mandato diversas medidas para
depender menos de los hidrocarburos, su desprestigio era tal que nadie
las tomó en serio. Mas no tuvo reparo en culpar a los demócratas y a los
grupos ambientalistas del alto costo de la energía en Estados Unidos
por oponerse a la explotación de los yacimientos en Alaska. El hijo
olvidó que cuando su padre era presidente vetó la perforación de pozos
en esa región, medida que tuvo el respaldo de una sociedad conmovida por
el desastre ocasionado en 1989 por el buque petrolero Exxon Valdez.
Y en cuanto a Obama, no es el mismo de ayer, pues ahora
enfrenta una feroz campaña de la ultraderecha y los grandes intereses
financieros y la recuperación económica no está a la vuelta de la
esquina. Eso explica, en parte, que Obama propusiera el pasado 30 de
marzo abrir las aguas costeras del Atlántico y de Alaska a la extracción
de petróleo y gas: más de un millón de kilómetros cuadrados, 60 por
ciento de los cuales se sitúan en la costa atlántica y el porcentaje
restante en Alaska. Excluyó la bahía de Bristol, por su enorme
fragilidad ambiental, la franja que va de Nueva Jersey a Maine y toda la
costa del Pacífico por razones turísticas y de pesca.
Los allegados al presidente trataron de justificar por qué piensa ahora que
es necesario dejar atrás los manidos debates entre derechas e izquierdas, entre empresarios y ecologistas: necesita el apoyo de los republicanos a fin de aprobar en el Senado una ley sobre cambio climático. Ya recibió el visto bueno en la Cámara de Representantes, donde los demócratas tienen mayoría. Entre otras cosas, la ley propone reducir en diez años más en 17 por ciento las emisiones de CO2 con respecto a 2005. Ese tope, que afecta a las centrales energéticas, refinerías y a los complejos industriales más contaminantes, lo califica la oposición como una forma de poner trabas a la actividad industrial en plena crisis y ahondar la dependencia estadunidense del exterior. No debe extrañar entonces si la versión de la ley que aprobó la Cámara de Representantes sufre en el Senado cambios notables, como no fijar límites a la emisión de gases contaminantes a las empresas que los producen en grandes cantidades.
Mientras, la seguridad que garantizaba la administración
estadunidense y las compañías petroleras locales y extranjeras al
extraer hidrocarburos en aguas marinas la hizo añicos la marea negra que
ahora cubre el Golfo de México. Para bien, Obama rectifica y aplaza
indefinidamente la explotación petrolera en aguas marinas. Porque más
daño le hace esta tragedia ambiental que los ataques de la ultraderecha.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/05/10/index.php?section=opinion&article=020a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2010/05/10/index.php?section=opinion&article=020a1pol
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