Este sábado, después de conocerse que el número de personas desempleadas en este país se encontraba ya al borde de los cinco millones, el ministro de Trabajo concedía una entrevista al diario Público en el que confesaba, y así lo resaltaba el titular de la misma, que “el aumento del paro es, en parte, consecuencia del ajuste presupuestario”. Dicho lo cual continuaba su salmodia de la que destacaría también esta frase: “Ahora, la economía española comenzará un proceso de creación de empleo, pero no sólo del estacional. Tenemos que pensar más en el futuro, en el reto de que los meses que vienen serán mucho mejores”.
Tanto
una frase como la otra tienen su miga porque ponen de manifiesto dos
elementos cruciales para entender por qué el desempleo se encuentra a
los niveles en los que está y por qué es más que probable que no baje en
los próximos meses.
El
primero de esos factores lo expone el ministro abiertamente, aunque
igual alguien ha procedido a llamarle al orden posteriormente porque la
lectura que hay que hacer de su declaración atribuye responsabilidades
directas a este Gobierno en la tragedia en la que se ha convertido al
paro. Si el ministro de Trabajo afirma que el aumento del paro es
consecuencia del ajuste presupuestario, en primer lugar, no es que esté
mintiendo. No. Precisamente está diciendo una verdad como un puño de
grande: el programa de ajuste frente a la crisis, obsesionado en otorgar
cuantos recursos han sido demandados desde el sistema financiero y en
racanear hasta límites aberrantes cuando esos recursos son necesarios
para el mantenimiento de la actividad productiva, es el principal
responsable de que la situación del desempleo en este país sea la que es.
Y
eso, a su vez, solo tiene una lectura: el desempleo en España es
producto de una decisión política de este Gobierno que, acuciado entre
salvar a los bancos del sistema financiero más sólido del mundo y
promover el crecimiento económico y el empleo para que fuera la economía
real la que impulsara la recuperación económica, ha optado por
derrochar ingentes cantidades de recursos en lo primero dejando a su
suerte a los trabajadores de este país.
A
cualquier alumno de un curso de Introducción a la Economía ortodoxa lo
primero que se le explica es que la economía es una ciencia de la
elección: dada la escasez de recursos consustancial a un mundo finito y
ante la multiplicidad, casi infinita, de fines a los que estos pueden
dedicarse, al decisor político le corresponde asignar sus escasos
recursos entre dichos fines y, al hacerlo así, además está revelando sus
preferencias. Pues bien, no mucha más economía debe saberse para
alcanzar la conclusión expuesta más arriba: al gobierno le preocupan más
los bancos que los parados, por muchas vestiduras que se anden rasgando
ahora. Estos resultados eran más que previsibles cuando se comenzó con
el plan de ajuste presupuestario, dada la ferocidad con la que el
gobierno se ha aplicado a contener el déficit público, ¿a qué viene
tanta sorpresa ahora?
Pero,
además, no hay visos de que la situación vaya a revertirse en un futuro
próximo. Y no los hay porque mientras el ministro de Trabajo, en su
bienintencionado discurso reitera, como casi el resto del gobierno, que
en los próximos meses el desempleo comenzará a mejorar, desde el
ministerio de Economía se aplican con diligencia, precisamente, a lo
contrario.
Así, el
mismo viernes en que se conocían los datos del desempleo, el Consejo de
Ministros aprobaba una actualización del Programa de Estabilización que
debe remitir a la Comisión Europea. En esa actualización, el gobierno da
una vuelta más sobre el ajuste presupuestario y, no contento con hacer
todo lo posible, al coste en términos de desempleo que sea, para
alcanzar el objetivo de déficit para 2013 del 3%, aprueba una
intensificación de la austeridad también para 2014, fijándose como objetivo la reducción del déficit hasta el 2,1% para ese año.
Es decir, no contentos con los resultados de su política de austeridad y
de que estemos ya casi en los cinco millones de desempleados, pretenden
mantener el ritmo sin levantar el pie del acelerador.
O,
dicho de una manera más cercana: el mismo día que los ministros andaban
como plañideras reconociendo lo malo que eran los datos del desempleo y
diseminando infundadas esperanzas de que éste descendería en los
próximos meses, estaban aprobando en el Consejo de Ministros medidas
que, inevitablemente, redundarán en el mantenimiento del desempleo,
cuando no en su incremento.
Y
luego se sorprenderán cuando los “mercados” financieros comiencen a
leer ese dato de una forma difícilmente apelable y resalten las
dificultades que tendrá la economía española para, con esas políticas de
austeridad prolongadas en el tiempo, recuperar la senda del crecimiento
económico y, con ello, hacer frente a su deuda, tanto pública como
privada. Luego se preguntarán por qué si se lanzaron a hacer los deberes
con aplicación, anunciando que serían los primeros de la clase, ahora
se los penaliza por haber sido, efectivamente, los mejores en generar
desempleo, doblando a los segundos. Se preguntarán cómo es posible que
castiguen el trabajo bien hecho, la radicalidad del converso, la
valentía de quienes asumieron que no debía temblarles el pulso mientras
firmaban el tránsito hacia la tragedia de millones de familias.
Así
que nadie piense que la reversión de la tendencia que marca la EPA está
próxima. De hecho, alguien debería advertir al ministro de Trabajo,
para que sus declaraciones no entren en el terreno del disparate, y
excúsenme por decir cosas obvias, que el empleo no nace como las flores
en primavera, como producto de un ciclo natural; que la alteración de la
tendencia del desempleo en este país no se puede encomendar a la
llegada del verano, por mucho turismo y rebajas que éste traiga, sino a
una decisión política que modifique radicalmente, de momento, las
condiciones coyunturales que lo provocan –entre ellas, las opciones de
política económica de este Gobierno- y, paulatinamente, las condiciones
estructurales que permitan sacar a España de ese negro pozo para el
empleo que es la economía de servicios de bajo coste a la que nos han
condenado.
Alberto Montero Soler (amontero@uma.es) es profesor de
Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y puedes leer otros textos
suyos en su blog La Otra Economía.Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=127679
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