de Plaza de Mayo. Ayer, durante casi cuatro horas, el Tribunal
Oral Federal 6 escuchó el testimonio de una de sus hijas, que llegó a la
audiencia con una enorme valija de viaje. Adentro de la valija, Estela
de la Cuadra tenía papeles que uno a uno sacó durante todo el relato,
papeles con los que las Abuelas documentaron la búsqueda desesperada de
sus nietos con originales de las solicitadas, las cartas a la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, al entonces arzobispo Raúl Primatesta y
al ahora cardenal Jorge Bergoglio. Estela, que aún sigue buscando a
Ana, la hija de su hermana, volvió a preguntarle al Tribunal lo que
pregunta en cada uno de los juicios: “¿Cómo es que Bergoglio dice que
hace sólo diez años sabe del robo de bebés?”. Y preguntó varias veces:
“¿Por qué no lo citan? ¿No amerita que diga qué pasó con Ana de la
Cuadra?”. El fiscal Martín Niklison recogió el mensaje al final de la
audiencia y acompañado por las querellas de Abuelas de Plaza de Mayo y
de María Isabel Chorobick de Mariani pidió al Tribunal esa misma
citación.
Estela declaró en nombre de sus padres, que empezaron con la
búsqueda de su hija y de su nieta, pero ahora están muertos. Elena de la
Cuadra cayó secuestrada el 23 de febrero de 1977, con un embarazo de
cinco meses. Con ella se llevaron a otros compañeros y a su pareja,
Carlos Baratti. “Los vecinos dicen que sale primero una mujer
embarazada, un hombre alto y otras personas. Por supuesto que con el
tiempo sabíamos que esa mujer embarazada es mi hermana Elena de la
Cuadra.”
Elena estuvo en la Comisaría 5ª de La Plata, convertida en centro
clandestino. Para entonces, eran una de las familias perseguidas de la
zona. La patota se había llevado a uno de sus hermanos, Roberto José,
militante del Partido Comunista Marxista Leninista, compañero de la
pareja de Elena y obrero de YPF. La escena del secuestro es una de las
imágenes que muestran el rol que Licha ocupó poco después, entre los
familiares de los desaparecidos: “La patota llegó a buscarlo a la casa
de mamá”, dijo Estela. Allanaron la casa y como él no estaba se llevaron
a la madre. “Cuando Licha llega al hall de entrada, mi hermano estaba
apoyado contra el portero eléctrico, apretado por la patota.
–¿Este es tu hijo? –preguntaron a la mujer.
–No –dijo ella–. Yo nunca vi a esta persona.
En ese momento, su hijo la miró. Desde algún otro lado alguien
corría diciendo que era quien era, la patota le encontró los documentos y
lo identificó.”
La búsqueda
Dos días después del secuestro de Elena, y ya entrenados en la
búsqueda, los padres presentaron hábeas corpus. Contactaron al obispo
Serra, que los mandó a ver al secretario del vicariato castrense, Emilio
Graselli: “Graselli dice que Elenita estaba bien, que estaba en los
alrededores de La Plata. Mis padres le pidieron precisiones, pero él les
dijo que no: ‘Va a ser peor para ella, ustedes van empezar a dar
vueltas, y eso es peor’”. También les dijo que volvieran, que si Elena
pasaba a disposición del Poder Ejecutivo entonces, quizá, podía
ayudarlos.
Desde ese momento hasta comienzos de julio de 1977 –cuando se
produjo el nacimiento de Ana– e incluso después, la familia recibió
mensajes por abajo de la puerta de la casa o al teléfono con noticias de
Elena y del nacimiento de la niña. Uno de los mensajes –supieron años
después– se los dejó Adriana Calvo, ex detenida-desaparecida. En julio
les dejaron uno de los papelitos que Estela guardó y ayer sacó de su
enorme valija: el “16/6 la señora tuvo una nena, que no saben donde está
la nenita, los padres están bien, de la Cuadra”.
Licha empezó a reunirse con las Madres en la Plaza los jueves
mientras su marido daba vueltas en la vereda, alrededor. Parte de la
familia se había disgregado. Además de los dos hijos desaparecidos,
otros dos emigraron a Italia. El 6 de diciembre, los visitó un servicio:
“No sé si eran servicios o algo así –dijo Estela–. Le dicen a papá que
Elena está mejor, que ahora se la trata bien, que está junto con la
nena, liberada, pero oh casualidad –explicó enseguida–, ese mismo 6 de
diciembre la patota levanta a mi marido y a mi hijo mayor, para llevarlo
al circuito del Atlético, Banco, Olimpo”.
Bergoglio
La familia De la Cuadra mantenía una relación histórica con la
Iglesia. Una parte de la familia, fundadores del pueblo de Balcarce,
había donado campos a la Iglesia. Y por entonces ellos tenían relación
con Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús, que había estado en
Argentina y se había ido a Japón becado por los De la Cuadra. En ese
contexto, el padre de Estela les pidió a los hijos que estaban en Italia
que lo busquen para pedirle por la niña. Los hermanos lo hicieron.
Tuvieron una audiencia en Roma. Arrupe les dijo que no había problema:
“Que iba a conectarse con el provincial de los jesuitas, Bergoglio, en
una reunión próxima en Buenos Aires”.
La reunión se haría uno o dos meses más tarde. Arrupe le pediría a
Bergoglio que se ocupe de la situación. “Mis hermanos le comentan el
resultado del encuentro a mi padre, pasa el tiempo y mi padre intenta
ver a Bergoglio, hasta que finalmente es recibido por Jorge Bergoglio.
Acá –dijo Estela– tengo la notita. Bergoglio le dio una carta a mi padre
en la que le dice, claramente, al obispo auxiliar de La Plata que
interceda y se ocupe del caso.”
Con esa carta, Mario Piqui –el arzobispo de La Plata– recibió al
padre de Estela. “Voy a ir a ver al vicegobernador”, le dijo y en ese
encuentro supo que la niña había nacido y había sido regalada. “Espere
un poco”, le dijo al padre de Estela. “En diciembre, con el cambio de
jefatura, va a subir alguien que fue alumno mío y no me va a negar una
gauchada.” Lo hizo, pero el resultado fue la misma contestación: que la
tenía “un matrimonio bien, no hay vuelta atrás, eso es lo último que se
tiene”.
El año pasado, Bergoglio declaró como testigo en la causa ESMA, en
el marco de la investigación por el secuestro de los sacerdotes Orlando
Yorio y Francisco Jalics. La abogada Myriam Bregman le preguntó si sabía
del robo de niños. Bergoglio –recordó Estela en la audiencia– dijo que
lo supo hace diez años.
“Yo creo haber demostrado con las cartas que mandamos a la
Conferencia Episcopal en el año ’79 el conocimiento y la preocupación
que había; también hay documentos respecto de cómo se divulgaron las
noticias de la desaparición de personas y de los niños: nadie puede
decir que no conoce”, indicó. La negación, dijo, “es inmoral, eso es
burlarse de las cosas que estos hombres y mujeres hicieron. El no sabe
dónde están, pero qué pasó y cuál es el mecanismo tiene mucho para decir
y acá está la carta de mi padre”. En ese contexto, pidió que lo citen,
preguntó de viva voz a la Fiscalía si lo haría y luego al Tribunal. La
presidenta María del Carmen Roqueta esperó los tiempos del ritual
judicial, y cuando la Fiscalía formalizó el pedido, explicó que iban a
analizarlo.
Estela también se exilió pasado unos meses. Recuperó a su hijo un
día después del secuestro; su marido, Gustavo Fraire, continúa
desaparecido.
En diciembre de 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense
identificó el cuerpo de Carlos Baratti: había sido enterrado como NN en
el cementerio de General Lavalle. Estela está convencida de que sus
restos ahora van a servir para seguir buscando a su hija. “Los ojos
expertos en la lectura de los huesos dicen que fue muy torturado en
momentos muy cercanos a ser tirado al mar, que fue tirado vivo, y que
una cosa son las heridas de cuando te tiran del avión y que otra son las
heridas vivas que estaban cicatrizando antes del avión.”
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-167453-2011-05-03.html
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