Con este texto pretendo exponer las
problemáticas que provoca la cultura monógama en nuestras vidas y
nuestra sociedad, vinculándola con los procesos económicos que la
determinan y proponer alternativas económicas y relacionales encaminadas
a la superación del sistema patriarcal y capitalista (1), con el
objetivo de hacer posible la construcción de unas relaciones más libres,
conscientes, responsables y saludables.
CONCEPTUALIZAR POLÍTICAMENTE LA MONOGAMIA
Es difícil tomar conciencia de una opresión que sufrimos, si ni siquiera tenemos una palabra para nombrarla.
De ahí surge la necesidad de poner
nombre a una opresión determinada para poder concebirla, visibilizar-la y
confrontarla políticamente.
Anteriormente a luchas políticas como el
feminismo y la liberación gay y lésbico, el machismo y la homofobia
eran términos desconocidos o ignorados por la mayor parte de la
población. Fueron estas luchas que llenaron de nuevos significados estas
palabras, al mismo tiempo que las popularizaban, extendiendo la
conciencia sobre las problemáticas sociales que confrontaban.
Las luchas requieren símbolos y palabras
para señalar o llamar de forma sintetizada lo que pretenden combatir.
En realidad, definir adecuadamente lo que combatimos no es nada fácil,
es muy complejo y requiere de largas explicaciones-de hecho, esa es la
intención de este texto. Por ello resulta muy útil utilizar un símbolo o
palabra que nos ahorre esta enfarfegosa tarea cada vez que hacemos
mención. Sopesando varias opciones, el término monogamia me ha parecido
el menos dolent (2).
A nivel académico, la monogamia ha sido
estudiada ampliamente desde muy diversos ámbitos, como la biología, la
psicología, la sociología o la historia, los cuales han desarrollado su
propia definición del término monogamia. Aquí lo que me interesa es
utilizar este término para fines políticos, exponiendo lo cultural y,
por tanto, modificable, por ello lo redefine de la siguiente manera:
La monogamia es un modelo de relaciones
ideal y hegemónico en el imaginario colectivo de una sociedad basado en
un pacto explícito o implícito de exclusividad sexual entre dos
personas. Históricamente, la monogamia ha sido inherente a un sistema de
organización social patriarcal en el que cumple la función de
constituir proyectos económicos estables y de por vida, para reproducir y
criar hijos legítimos a quien transmitir el estatus social y la
propiedad privada, a fin de reproducir el orden y jerarquía social
existente. Paralelamente al auge del estado y mercado capitalista, la
monogamia pierde gradualmente su función económica y familiar, y pasa a
cumplir una función de satisfacción afectiva y sexual de los individuos
de acuerdo con el ideal de amor romántico, desligándose de su carácter vitalici (3).
Así pues, la monogamia no es un mero
modelo de relaciones afectivo-sexuales, ya que no es una opción más
entre otras, sino que es el modelo hegemónico, en el que nos vemos forçades (4) a encajar.
Cuando hablamos de machismo no nos
referimos únicamente a aquellos individuos del sexo masculino que
reproducen actitudes machistas, sino a toda la cultura machista en que
vivimos. Del mismo modo, habría que entender que cuando hablamos de
monogamia, no nos referimos únicamente a aquellos individuos que
mantienen relaciones monógamas, sino que nos referimos a la cultura
monógama en la que estamos inmersas y que nos afecta a todas, tanto si
mantenemos relaciones monógamas como si no. Como esto puede no quedar
muy claro en un principio, vale la pena aclarar reiteradamente que
cuando decimos monogamia, nos referimos a la cultura monógama imperante
en nuestra sociedad, de acuerdo con la definición política que he
expuesto previamente.
ROMPIENDO EL SILENCIO
En
nuestra cultura tendemos a hablar sobre nuestras relaciones más íntimas
únicamente con los amigos o amantes más íntimos. Generalmente se
considera que las relaciones afectivo-sexuales pertenecen a la vida
privada de los individuos y, por tanto, son algo que forma parte de la
libre elección de cada individuo. Todos los efectos negativos que
produce la cultura monógama son tratados como problemas personales y,
para justificarlo, a menudo se alega una falta de madurez emocional, o
que no se ha encontrado la persona idónea para construir una sólida
relación de pareja. Hay una extensa variedad de libros de autoayuda y
terapeutas que intentan solucionar los problemas que sufrimos en
nuestras relaciones afectivo-sexuales, pero que nunca cuestionan la base
sobre la que se sustentan, la cultura monógama. Al contrario, nos
ofrecen fórmulas para adaptar a ellos mejor, descartando cualquier
alternativa posible. Incluso entre los colectivos antipatriarcales
infravalora o ignora por completo la relevancia que tiene la monogamia
como pieza fundamental en el sistema patriarcal en que vivimos.
Mi intención es colocar la monogamia al
mismo nivel que el machismo y la homofobia, como tercer gran pilar que
sustenta el patriarcado. Si hasta el día de hoy este pilar ha quedado
tan desapercibido, sospecho que se debe, entre otras causas, a que no es
posible vertebrar una lucha identitaria en base a un sujeto oprimido
que cuestione la monogamia, tal y como ha sucedido con la resto de
luchas.
Existe la tendencia a identificar como
opresoras aquellas personas que ejercen roles dominantes o autoritarios,
y como oprimidas las que reproducen roles de sumisión. Bajo este punto
de vista, parecería que la monogamia -a diferencia del machismo o la
homofobia- no comporta opresión, ya que no plantea relaciones de
dominación entre dominantes y dominados, pero hay que ser conscientes de
que la opresión también radica en el imperativo social de tener que
cumplir un rol determinado -aunque sea un rol dominante y privilegiado-,
teniendo en cuenta que el defecto en el cumplimiento del rol adjudicado
puede ser motivo de exclusión social. En la monogamia, como en las
otras opresiones de origen patriarcal, no hay opresores ni oprimidos,
todas cumplimos ambos roles indistintamente. Así pues, la solución no
radica en construir una lucha identitaria y victimista en base a un
sujeto oprimido en lucha contra sus opresores, sino en rechazar nuestros
roles como perpetuadoras de este orden social y juntarnos para
construir alternativas.
SOBRE LA ABIERTA ACEPTACIÓN SOCIAL DE LA MONOGAMIA
Hace muchos años que se pusieron en marcha las luchas feministas y de liberación sexual en Occidente,
iniciadas por colectivos activistas de base que extendieron estas
luchas socialmente, y que lograron que sus reivindicaciones fueran
asimiladas por las altas instituciones y plasmadas en sus leyes. Así,
nos encontramos en que el machismo y la homofobia cada vez tienen menos
aceptación social. Ya no se puede defender abiertamente que la mujer se
someta a los designios de su marido, ya no es aceptable la represión
sexual que supone vivir en un armario. La homofobia y el machismo han
deslegitimado socialmente y, por tanto, son políticamente incorrectas,
ya no tienen lugar de forma directa y consciente en los mass media
(con algunas claras excepciones como la publicidad) o las instituciones
oficiales. En el mínimo desliz en las declaraciones de cualquier cara
pública, aparecen airadas “Rahola” denunciándolo, y como esto perjudica
su imagen, cuidan bastante de sopesar sus palabras escrupulosamente
antes de pronunciarlas. Esto no significa ni mucho menos que el machismo
y la homofobia tengan los días contados, ya que siguen muy presentes en
la calle y los patios de los institutos (por poner sólo dos ejemplos!)
Pero este es el primer y fundamental paso hacia su erradicación.
La represión, problemas psicológicos,
violencia … que produce el machismo y la homofobia son rechazados
categóricamente por sexólogos, expertos en políticas de género,
articulistas y tertulianos varios. En contraposición, estas mismas
problemáticas pero, con la monogamia como causa, siguen plenamente
normalizadas y aceptadas en cualquier ámbito y expresión cultural de
nuestra sociedad. Cuando una pareja monógama pasa por una “crisis” o se
rompe, es posible que uno o ambos miembros de la pareja vivan dramas
emocionales y trastornos psicológicos que se aceptan de forma natural
como consecuencia lógica e intrínseca del amor. La represión que supone
la exclusividad sexual fomentada por la cultura monógama, no es sólo
aceptada acríticamente, sino que incluso es motivo de exaltación como
símbolo de fidelitat (5). En esta cultura tampoco es extraño
elogiar los celos sexuales o incluso el sentimiento de posesividad,
identificados como muestras de amor.
PROBLEMÁTICA SENTIMENTAL DE LA MONOGAMIA ROMÁNTICA
La actual cultura monógama ligada al
ideal de amor romántico promueve algunos sentimientos de carácter
negativo que a menudo se entremezclan y se retroalimentan. El primero de
todos y más fundamental es los celos. Los celos son un sentimiento de
recelo o rabia, que experimentamos instintivamente desde muy pequeñas,
cuando nos sentimos desposeídas por otro de una persona que amamos o
deseamos. En nuestra cultura monógama, sentimos celos cada vez que
percibimos que algún intruso puede despojarnos de nuestra pareja (o bien
de nuestro proyecto de pareja, cuando ni siquiera hemos tirado los
trastos a alguien que nos atrae!). En caso de que tu pareja conozca una
persona con quien comparta afecto y atracción sexual, deberá elegir
entre esta persona o tú. No se contempla la posibilidad de mantener
ambas relaciones al mismo tiempo. Por eso nos sentimos tan celosas si
descubrimos (o nos imaginamos!) Que nuestra pareja tiene un amante. Este
amante se convierte en una potencial amenaza para la continuidad de
nuestra relación de pareja.
Siguiendo el modelo monógamo romántico
lo apostamos todo a una sola carta; dedicamos la mayor parte de nuestro
afecto, nuestro apoyo, nuestra afinidad, nuestros proyectos de futuro …
una sola persona: nuestra pareja. Es por ello que si se rompe esta
relación, debido a que un amante intruso nos roba la pareja, se derrumba
todo nuestro proyecto de vida. Esta noción incentiva el sentimiento de
celos hasta niveles insospechados, propiciando al mismo tiempo otro
sentimiento, el miedo, miedo a perder la pareja y quedarnos desamparadas
afectivamente o económicamente.
En tercer lugar, tenemos la baja
autoestima. Tal sentimiento no tiene nada de extraño ya que el amor
romántico se basa en un mito: la idea de que una sola persona puede
satisfacer todas las necesidades sexuales y afectivas de otra persona
para toda la vida. A partir de aquí, es fácil infravalorarse, ya que
nadie es perfecto por su pareja, no existen las medias naranjas ni los
príncipes azules; nadie nunca podrá ser lo suficientemente bueno para su
pareja. Nunca podremos cumplir las expectativas que nos marca el ideal
romántico. Sentimos frustración cuando no se cumplen las numerosas
expectativas que nos marca el ideal monógamo y romántico sobre nuestras
relaciones afectivo-sexuales. Cada vez es más difícil que se cumplan ya
que la lógica del capital nos hace cada vez más individualistas,
consumistas y hedonistas. Cada vez tenemos menos necesidad de mantener
una relación de pareja para sustentarse económicamente. En este nuevo
panorama, las relaciones afectivo-sexuales se convierten en productos de
consumo de usar y tirar -buscamos rollo y cuando lo encontramos, nos
deshacemos en cuanto se desvanece el estado pasional de enamoramiento o
después de algún polvete, y volvemos al punto inicial a buscar otra
persona- producto por consumir.
Afortunadamente, las celosías, las
inseguridades, la baja autoestima y las frustraciones no son
sentimientos insuperables. Somos capaces de trabajar sobre estos
sentimientos con el fin de erradicarlos. Somos capaces de construir un
nuevo imaginario colectivo en el que el amor y el sexo no son productos
exclusivos ni excluyentes, sino que es posible y saludable compartirlos,
arrasando definitivamente la posesividad tan arraigada en nuestras
relaciones más íntimas. Así todas salimos ganando, ya que en general
todas nos sentimos mejor compartiendo que no sintiéndonos celosas o con
miedo a que alguien nos usurpe lo que consideramos nuestro.
Por otra parte, si no se abordan
resolutivament estos sentimientos, pueden crecer y agravarse hasta el
punto de hacer una relación insoportable. Aquí se origina el odio,
altamente propenso a convertirse en violencia y que puede estallar en
forma de malos tratos psicológicos o físicos, tan hacia la pareja como
auto-infligida.
VIOLENCIA MONÓGAMA
No es casualidad que la inmensa mayoría
de feminicidios sean cometidos por maridos, ex-maridos, parejas y
ex-parejas de las víctimas. Tampoco es casualidad que la mayoría de
muertes tengan lugar cuando la mujer expone de forma definitiva su firme
voluntad de separación a su pareja o marido.
De todas las consecuencias negativas de
la monogamia, públicamente sólo se rechazan aquellas más trágicas: lo
que los medios meten en un gran saco genérico llamado violencia de
género, violencia doméstica o violencia machista, según la moda del
momento. Eso sí, nunca mencionan ni hacen referencia alguna a la
monogamia. Si bien no se duda en señalar el machismo como raíz y causa
estructural de esta violencia, utilizar la monogamia en estos mismos
términos es algo inaudito. Así pues, se habla de problemas personales de
celos, posesividad, dependencia afectiva o baja autoestima de los
agresores, como si estos elementos no tuvieran conexión entre sí y
pertenecieran a experiencias particulares y aisladas.
La violencia en las relaciones monógamas
no es una excepción a la regla. En toda relación de pareja permanece
una violencia latente, que puede desencadenarse cuando alguno de sus
miembros intuye o advierte el incumplimiento de alguna parte del
implícito contrato que conlleva la monogamia ideal de amor romántico,
aunque sea una minúscula cláusula con letra muy pequeña,
indiferentemente de la clase social, nacionalidad u orientación sexual
de los contraents (6). Actualmente, debido al modelo de
monogamia sucesiva, el mayor potencial de violencia radica en la ruptura
de las relaciones.
La pareja ofrece un marco ideal para el
desarrollo de la violencia: la mutua dependencia económica y afectiva
promueve la tolerancia al maltrato recibido, ya que no se puede no amar a
la persona de quien se depende. Este sometimiento emocional mutuo hace
sus miembros vulnerables y potencialmente explotables, ofrece carta
blanca para maltratar, y una extraordinaria capacidad para soportar y
perdonar los maltratos.
Identificar y denunciar las raíces de
una violencia es el primer paso hacia su superación, mientras no hacemos
este paso, ningún programa institucional de ayuda a las mujeres
maltratadas reducirá significativamente el índice de muertes y malos
tratos.
¿QUÉ SENTIDO TIENE LA MONOGAMIA?
¿Por qué seguir limitando nuestro
afecto, nuestro apoyo y nuestro sexo a una sola persona? La cultura de
la monogamia convierte el cariño, el apoyo y el sexo en bienes escasos y
exclusivos (como si fueran lujos!), pero en realidad son bienes
renovables e inagotables. A medida que abandonemos la cultura de la
monogamia seremos capaces de expandirse y así hacerlos mucho más
abundantes al alcance de todos, al tiempo que enterramos las celosías y
miedos propios de la monogamia.
Los antiguos argumentos biologistas, que
justificaban la monogamia para garantizar el futuro de nuestra especie,
ya no tienen sentido hoy en día. La monogamia, y la respectiva familia
patriarcal, no es el único modelo posible de subsistencia económica y de
crianza, cada vez aparecen más modelos posibles y diversos que
desbancan los más tradicionales. Es cierto que las bodas y los
consultorios matrimoniales son negocios que se alimentan de y fomentan
la monogamia, pero las discotecas o los portales de contactos de Internet que
promueven relaciones no-monógamas, son tan o más lucrativos. Es cierto
que la familia y los amigos nos presionan para que tengamos relaciones
monógamas, pero la vida sexual y afectiva de los individuos, al ser cada
vez más independiente de la esfera económica, pasa a pertenecer a un
ámbito más privado y menos sufrido a la presión social.
Así pues, ya no hay argumentos puramente
racionales que sustenten y den sentido a la monogamia, en el mejor de
los casos es absurda y en el peor acaba con vidas. Lo que mantiene
realmente viva la monogamia son nuestros sentimientos y emociones
conformados por el entorno cultural en el que hemos crecido. No es fácil
detener esta inercia emocional, ya que incluso en el caso de que
fuéramos plenamente conscientes de todas las ventajas que obtendríamos
teniendo relaciones no-monógamas, nuestros sentimientos podrían ser más
fuertes que estos pensamientos racionales y acabar determinando nuestras
decisiones. Por poner un ejemplo: el gran sentimiento de inseguridad o
celos que me genera no tener una pareja monógama me puede conducir a
rechazar categóricamente cualquier otro modelo de relación.
EL DETERMINISMO EMOCIONAL NO EXISTE
Así,
muchas personas justifican su preferencia por las relaciones monógamas
aduciendo que son celosas y que los “duele” que su pareja “esté” con
alguien. En una sociedad con una cultura monógama, la gente sentirá
celos cuando la relación con su pareja “peligre”, del mismo modo que en
una sociedad con una cultura homófoba, la gente sentirá odio hacia las
personas que lleven a cabo prácticas homosexuales. Si nos parece lógico
que el sentimiento de odio hacia la homosexualidad no justifica ni
legitima la homofobia, también nos debería parecer lógico que el
sentimiento de celos propio de la cultura monógama no justifica ni
legitima la monogamia.
No existe el determinismo emocional, las
personas somos capaces de educarnos y crecer emocionalmente, cultivando
los sentimientos positivos (alegría, confianza, amor) y rechazando los
negativos (celos, miedo, baja autoestima, odio) en nuestras relaciones
personales. Nuestros sentimientos están condicionados en gran medida por
la cultura en la que estamos inmersas y pueden ser manipulados por los
poderes fácticos a través de su sistema propagandístico (educación, mass
media …), para que sirvan a sus propios intereses. Esto es bastante
evidente con los sentimientos de inseguridad o miedo, los cuales son
manipulados para promover el consumismo o el apoyo a intervenciones
militares. No es casualidad que la población occidental tenga más miedo a
los ladrones, okupas y terroristas que de accidentes de tráfico o del
dióxido de carbono que emitimos diariamente. Estos miedos son producto
de campañas perfectamente orquestadas por políticos y mass media.
Entonces, ¿por qué los sentimientos que sentimos en nuestras relaciones
personales deberían ser más “puros”, impermeables a la cultura y la
manipulación?
¿HAY ALTERNATIVAS A LA MONOGAMIA?
Quizás el mayor inconveniente a la hora
de superar la monogamia es la incapacidad de imaginar otros modelos de
relaciones afectivas y sexuales. Es lógico, ya que prácticamente no
tenemos otros referentes; llevamos toda la vida consumiendo productos
culturales que profesan una clara apología de la monogamia, desde los
cuentos y dibujos animados infantiles hasta el cine de autor más underground.
Por otra parte, las alternativas conocidas no son especialmente
atractivas: en la juventud se está imponiendo un nuevo modelo basado en
el consumo de sexo; todo el mundo conoce la poligamia o el frustrado
intento de amor libre de los hippies, habrá quien ya haya oído hablar del poliamor o
de tantas desastrosas parejas abiertas … La solución a la monogamia no
es establecer un nuevo modelo de relaciones afectivas y sexuales que sea
políticamente correcto, descalificando aquellos que siguen teniendo
relaciones monógamas. En cuanto se impusiera socialmente este nuevo
modelo, aparecerían nuevos inadaptados que querrían romperlo. Ningún
modelo universal se puede adaptar a las necesidades individuales de
todas las personas, lo ideal sería la ausencia de modelos establecidos
que normativizan cómo tenemos que relacionarnos. Pero esto no significa
la aceptación acrítica de cualquier tipo de relación: no queremos
relaciones que sean posesivas, ni coercitivas, ni cerradas (esto
significa: no forzosamente exclusivas), en definitiva, NO monógamas. No
tenemos un modelo ideal de relaciones, pero sí que tenemos un ideal por
el que luchar: queremos construir unas relaciones que sean más libres,
conscientes, responsables y saludables. Las denomino relaciones abiertas
porque no están cerradas a nada, su única máxima es el respeto y deseo
mutuo.
DEL PATRIARCADO AL CAPITALISMO
Los modelos de relaciones
afectivo-sexuales son determinados en gran medida por el contexto
económico en el que se desarrollan. Una prueba es que con la actual
crisis económica, ha bajado el índice de divorcios, ya que ahora no
resulta tan fácil independizarse económicamente de la pareja.
Durante el transcurso de unas pocas
generaciones, el contexto económico se ha visto alterado drásticamente y
esto ha producido una pronunciada grieta cultural entre una generación
que fue socializada en una cultura patriarcal y rural y una nueva
generación que se está socializando en una cultura plenamente
capitalista y urbana. Si bien nuestros abuelos dependían de la familia y
de lo que les daba la tierra para subsistir, los jóvenes del siglo XXI
dependen del estado-mercado y lo que les da el petróleo para subsistir.
Si los abuelos han conocido una sola pareja sexual en toda su vida, los
jóvenes pierden la cuenta, los abuelos no podían tener más de una pareja
sexual porque sino esto hubiera derrumbado la familia, mientras que los
jóvenes no pueden tener muchas relaciones ni actividades
desmercantilizada o desinstitucionalizadas, porque eso derrumbaría el
estado y el mercado. Por ello, las relaciones y actividades de los
jóvenes están cada vez más mediatizadas por medios tecnológicos
mercantilizados (móviles, ordenadores, Internet, energía nuclear …) y
más localizadas en espacios institucionales o mercantiles (en viviendas
de compra, alquiler o hipoteca, en centros educativos, comerciales o
penitenciarios, en empresas como bares, tiendas, restaurantes o
puticlubs …).
Venimos de un mundo patriarcal y nos
dirigimos a un mundo totalmente capitalista donde el nuevo padre
estado-mercado se relaciona directamente con sus hijos individuos,
deshaciéndose de cualquier intermediario (familia, iglesia, comunidad…)
que pueda obstaculizar su completo dominio.
DEL ACTIVISMO EN ANTICAPITALISMO
Las luchas o movimientos emancipatorios
parciales (sindicalismo, feminismo, ecologismo …), también llamados
“activismo”, nos ofrecen unos marcos teóricos y prácticos limitados que,
inevitablemente, fomentan la desconexión -o aún peor: la confrontación-
entre ellos. Si nuestro ideal es una emancipación personal y colectiva
integral (no parcial) deberíamos trascender los límites de estos marcos,
buscando una perspectiva global que tenga en cuenta todas las luchas,
ajustando nuestra cotidianidad a esta perspectiva, a esto lo llamo anticapitalisme (7).
No se trata de reemplazar el activismo por el anticapitalismo, sino de
sumarlos. Así, la lucha contra la monogamia debería entenderse como una
lucha inseparable del anticapitalismo -también, podríamos estar
sirviendo a los intereses del capital en la destrucción de estructuras
de dominación que operen a su margen il’obstaculitzin, como lo son la
monogamia y la respectiva familia patriarcal.
Para que el anticapitalismo sea real,
son necesarios algunos requisitos fundamentales: para empezar, no puede
ser únicamente una ideología, una estética o una afición por algunas
horas de “tiempo libre”, también debería ser una práctica coherente que
se refleje en todos los ámbitos de nuestras vidas (la alimentación, la
vivienda, la tecnología, las relaciones …). Debería ser un movimiento de
base y horizontal, sin vanguardias ni paternalismos, es decir, un
movimiento que nazca en el individuo y que se extienda gradualmente en
la escala grupal (8) -no podemos pretender cambiar la sociedad si no
somos capaces de cambiar nuestras propias vidas! Esto significa
organizarse en comunidades sostenibles donde el capitalismo tiene menos
fuerza: en territorios abandonados y alejados de sus centros de poder,
las urbes; donde sea posible crecer invitando y ayudando a establecerse
nuevas comunidades. No es posible derribar el capitalismo desde dentro
su sin derrumbarse a ti misma -no se puede no amar el sistema del que se
depèn (9). Tan sólo desde sus márgenes, en las tierras más
ásperas e inservibles para el capital, es posible construir la autonomía
y organizar la resistencia necesarias para hacer frente al actual orden
vigente.
Puesto que el presente es el único
momento que podemos experimentar, no podemos aplazar el anticapitalismo
para otro día, básicamente, nos tendríamos que poner ya. Esto significa
que no podemos someternos a excusas que nos induzcan a esperar unos
hipotéticos tiempos mejores para la revolución.
Ahora es el mejor momento para empezar a vivir como queremos vivir.
Na Pai
Enero de 2011
NOTAS
1) No me extenderé en argumentar el
porqué de la imperiosa necesidad de superar el capitalismo, ya que tal
argumentación ha sido ampliamente desarrollada y es fácilmente
accesible. Me limito a exponer la noción de que el capitalismo promueve
relaciones competitivas y de dominación. Genera una sociedad contraria
al sistema de valores libertad-conciencia-responsabilidad y eso por sí
solo, en mi opinión, es razón suficiente para combatirlo.
2) Las alternativas “matrimonio”,
“pareja” o “familia” generan mucha más confusión, sin embargo pero, hay
que ser conscientes de las problemáticas que plantea el término
“monogamia”.
Socialmente, no existe una idea clara y
común sobre su significado (sobre todo porque no es una palabra de uso
común). Sin embargo, si hiciéramos una encuesta, seguramente
obtendríamos que la gente entiende la palabra monogamia como sinónimo de
relación de pareja. Esto provoca que mucha gente que tiene relaciones
de pareja se sienta atacada personalmente cuando alguien cuestiona la
monogamia, ya que se identifica con lo que entiende por monogamia.
También es muy recurrente considerar
monogamia y poligamia como una dicotomía, entendiendo que sólo hay estos
dos modelos de relaciones afectivo-sexuales posibles, y que si
rechazamos la monogamia significa estar a favor de la poligamia. Hay que
aclarar que monogamia y poligamia no son más que dos modelos concretos
de relaciones, entre muchos otros.
3) De ahí el uso cada vez más frecuente de la expresión monogamia sucesiva o serial, que podríamos definir así:
Práctica consistente en contraer varios
matrimonios o relaciones de pareja de manera sucesiva y más o menos
continuada a lo largo de una vida, pero con una sola persona cada vez.
Es la forma más extendida en los países
desarrollados, especialmente a partir del momento en que las leyes del
divorcio facilitaron los trámites de ruptura matrimonial. Las parejas de
hecho, que no comportan un contrato matrimonial, facilitan aún más la
monogamia sucesiva.
4) Teniendo en cuenta la recurrente
polémica y desacuerdo referente a la corrección política en el uso del
género en los plurales, con argumentos políticos o lingüísticos
igualmente convincentes defendiendo tanto el uso del género femenino
como del masculino y que no se puede hacer feliz del todo el mundo, en
este texto utilizo el femenino en los plurales en 1 ª persona
(refiriéndome a personas) y el masculino en los plurales en 3 ª persona.
5) En su origen latino, fidelidad
significa confianza y la confianza va estrechamente ligada a la
sinceridad. El amante monógamo generalmente oculta cualquier atracción
que siente por alguien para no inquietar o herir a su pareja, por lo
tanto, no tiene sentido relacionar monogamia con fidelidad, si partimos
de que esta “fidelidad” no es sincera.
6) No se puede alegar al machismo para
explicar la violencia en las relaciones de pareja homosexuales (quizás
exceptuando algunas parejas que adoptan roles de género marcadamente
diferenciados), lo que demuestra que su origen se encuentra en la
naturaleza del modelo de relaciones monógamas y que esta violencia
monógama puede operar al margen del machismo.
7) Donde veas “anticapitalismo” lee
“comunismo”, “socialismo”, “anarquismo” o cualquier otro término de
ideología emancipatoria anticapitalista que aspire a una sociedad sin
estado y que sea de tu agrado.
8) Para escala grupal entiendo la escala
que va de lo individual hasta lo internacional, pasando por diversos
grados intermedios, que bien se podrían llamar: doméstico, local,
municipal, comarcal o nacional.
9) Ilustrando esto con una alegoría: el legendario caballo que penetró Troya para derrotarla, no iba cargado de guerreros Troyanos.
Este texto no es original ni definitivo,
invito a todos a colaborar en su elaboración exponiendo críticas
constructivas (señalando errores, carencias, ideas que no se entienden o
generan confusión …) o bien aportando nuevas ideas y así poder rehacer y
reeditar para cumplir de la mejor manera posible los objetivos
expuestos en el primer párrafo.
Me pueden contactar escribiéndome a: difonlaidea@gmail.com
Fuente: argentina.indymedia.org
Texto -de origen externo- incorporado a este sitio web por (no es el autor):
Cristián Andrés Sotomayor DemuthVìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/02/03/fundamentando-las-bases-de-una-lucha-anticapitalista-contra-la-monogamia/
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