En octubre pasado, María Soledad Latorre
escribió a CIPER para apoyar a las víctimas del sacerdote Fernando
Karadima. No es sólo de una sicóloga clínica que ha trabajado en temas
de agresiones sexuales, sino que se trata de la sobrina de Karadima.
Ahora escribe sobre la importancia del fallo del Vaticano que establece
que su tío es autor de abusos sexuales a menores. “Hoy podemos decir que
es culpable en su ley”, dice.
Luego de tomar conocimiento de las declaraciones de monseñor Ricardo
Ezzati sobre la resolución del Vaticano en el caso Karadima, quiero
expresar no como sobrina de éste, sino como mujer y profesional
comprometida con los derechos humanos y con la defensa de las víctimas
de todo tipo de abusos, que me parece una señal extremadamente
importante de la Iglesia, como institución que debe tener un compromiso
ineludible con la verdad y la práctica de los valores cristianos.Una institución de esta naturaleza no puede de ninguna manera soslayar, avalar o minimizar hechos de esta gravedad. Los hechos deben ser reconocidos, repudiados y condenados y creo que en este gesto de la Iglesia estos elementos están presentes. Solamente este tipo de gestos puede ayudar a que en el futuro eventuales víctimas de abusos similares, puedan tener la certeza de que serán tomados en cuenta, protegidos y amparados, que prácticas de este tipo no se permiten y no quedarán impunes, independiente del poder o cargo que ostente el abusador.
Quiero destacar de manera especial el gesto de monseñor Ezzati de reunirse con las víctimas. Es un acto de reconocimiento a su condición de víctimas (ya no presuntas), una señal o intento de reparación. Espero que surjan otras señales que reivindiquen los derechos de estos hombres jóvenes que fueron tan dañados, que han pagado un costo tan alto por atreverse a hacer pública su historia y que con ello nos han hecho tanto bien como país.
Les doy gracias a las víctimas-denunciantes por su valentía y generosidad. Sin duda su ejemplo ha ayudado y seguirá ayudando a muchas personas que se encuentren atrapadas, sin un entorno que les crea, y apoye, confundidas y que se sienten culpables de las faltas de otros. Hoy hay un precedente importante de que sí es posible obtener verdad, reconocimiento e iniciar un camino de reparación. Junto con esto, destaco el rol desempeñado por el abogado querellante, Juan Pablo Hermosilla, quien nos dio cátedra de una defensa sólida y comprometida. Aún cuando los logros en la esfera judicial civil no son claros, su aporte ha sido inmenso en cuanto a la argumentación y una postura clara y coherente de defensa.
Finalmente, quiero resaltar el rol desempeñado por los medios de comunicación, en especial del Centro de Investigación Periodísticas (CIPER), que fue canal de expresión de muchos que, como yo, mirábamos con horror este caso, y que sentíamos la necesidad de comunicar una postura clara al respecto. Por sus reportajes serios y bien fundamentados, por su respeto a las fuentes y su compromiso con la verdad.
Con la resolución de hoy, más que felicidad, que creo que no cabe en un caso como este, hay un gesto esperanzador, un primer paso muy importante, que alentará a muchos a seguir adelante, a seguir confiando en la institución de la Iglesia y sus representantes. Esto viene a ratificar lo que muchos ya sabíamos, los hechos hablaban por sí solos. Pero faltaba el pronunciamiento central, el de las autoridades máximas de la Iglesia, de la Ley Eclesial, que tan gravemente transgredió el señor Karadima. Hoy podemos decir que es culpable en su ley.
*María Soledad Latorre, Asistente Social-Magister en Psicología Clínica
Fuente, vìa :
http://ciperchile.cl/2011/02/18/sobrina-de-karadima-%E2%80%9Ces-culpable-en-su-ley%E2%80%9D/
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