Comunicadores de Pueblos Originarios
Un
estudio realizado por los investigadores Diana Lenton y Walter Del Río
confirma que existió en Puelmapu el objetivo de exterminar al pueblo
mapuche en tiempos de la denominada "Campaña del Desierto". Analizando
la Carta contra el Genocidio de la ONU y diversos registros históricos,
los autores documentan el exterminio de poblaciones civiles, la
separación de familias para ser usados como esclavos, campos de
concentración y arbitrariedad y corrupción con las tierras.
Diana
Lenton es antropóloga social, docente e investigadora de la UBA. Se
especializó en antropología histórica y política. Su tesis doctoral
analiza las políticas indigenistas y el discurso político sobre
indígenas en el estado nacional en los últimos 125 años. Escribió
“Cartografías argentinas”. Walter del Río es historiador, magister en
Etnohistoria de la Universidad de Chile y doctor en antropología . Es
becario del Conicet y se desempeña en la sección antropología y
etnografía de la facultad de Filosofía y letras de la UBA. Escribió
recientemente el libro “Memorias de la expropiación. Sometimiento e
incorporación indígena en la Patagonia (1872-1943)”.
Ambos
investigadores participan actualmente en la “Red de estudios sobre
genocidio de la política indígena en Argentina”, que reúne e intercambia
información entre grupos de investigadores de Buenos Aires, cinco o
seis organizaciones de militancia indígena y otras académicas, como la
del Comahue, la de la UBA, pero está planteándose todavía cómo se
articula. Hay una articulación nacional con la población indígena.
Documentos espantosos, no fueron excesos, sino un proyecto nacional.
Cuando
se les consulta el porqué hablar de genocidio en esa época, Del Río es
enfático en señalar que “primero y principal es hablar y pensar en
términos históricos que hoy estaban cerrados. La definición de genocidio
permite ver los hechos de un país que se construye sojuzgando a los que
entiende como diferentes y cómo se maneja esa diferencia, eliminándola y
construyendo una historia nacional de la cual algunos quedan excluidos.
Reivindicar la Campaña del Desierto sólo como una epopeya militar y en
términos de progreso y conformación del Estado cierra y deja en el
olvido muchos temas. Hablar de genocidio genera tanto ruido que es
positivo, porque habla y se piensa en la historia de otra manera". A
continuación, una entrevista con los autores.
¿Cuál es su enfoque de estudio sobre la Campaña del Desierto?
–Walter
del Río: Trabajamos como una red que nuclea a gente que trabaja desde
distintos sectores en la memoria y documentación sobre determinados
hechos históricos ignorados de la Campaña del Desierto y posteriores,
sobre el genocidio indígena, incorporando documentación que no era
tenida en cuenta para describir hechos además de la memoria oral, de las
personas que vivieron los hechos que se transmitieron por generaciones…
–¿Qué documentaciones se omitieron?
–W.D.R.:
Si uno va a los archivos históricos documentales, hay poco pero hay
documentación, mucha de ella consultada a veces por gente que dice que
no hubo genocidio y sin embargo los datos están ahí.
–Diana
Lenton: Por ejemplo, trabajamos con copias de publicaciones que hizo el
diario “La Nación”, cartas editoriales, es decir la palabra de Mitre.
En un artículo de ese diario el 16 y 17 de noviembre de 1878 denuncia la
actuación de Rudecindo Roca (hermano de Julio) en San Luis con una
matanza de 60 indígenas desarmados y lo califica de “crimen de lesa
humanidad” en medio de las campañas. Están los partes militares, que
tampoco han sido estudiados a fondo y dicen cosas terribles. De allí
sale el secuestro de chicos, la matanza de prisioneros, la violación
sistemática como arma de guerra. La prostitución forzada como botín de
guerra de los soldados era algo fomentado desde los mandos.
–¿Es
aplicable en la Campaña del Desierto la noción de genocidio, más allá
de reconocerse desigualdad militar y matanzas terribles? Algunos
historiadores dicen que es una categoría posterior y no aplicable.
–D.L.:
Seguimos el modelo de la Convención para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio de Naciones Unidas, de 1948, que se aplica al
genocidio nazi que fue anterior. La carta también se aplica al genocidio
armenio de 1915… se puede aplicar retroactivamente. No evaluamos los
resultados, porque algunos dicen que se no se exterminó a toda la
población indígena, pero el genocidio nazi también fracasó en exterminar
a todos lo judíos y no por eso es menos genocidio. Porque la definición
se da por el proyecto, no por resultados, la intencionalidad de acabar
con un pueblo. Hay un proyecto genocida.
–¿En
dónde se enuncia, en dónde se especifica algo similar a la “solución
final” de los nazis? ¿Hay algún discurso, algún documento?
–D.L.:
Por empezar en el discurso político, en el Legislativo de la época en
donde se habla directamente de “exterminar a los indios salvajes y
bárbaros de Pampa y Patagonia”; y con las prácticas que se producen,
pequeñas algunas, pero que se suman. El art. 11 de la carta de ONU te
habla de genocidio primero como “acciones de un Estado contra sociedad
civil” y esto se cumple, porque las mayores acciones militares no eran
entre grupos de soldados o guerreros de dos bandos, sino que en muchos
casos el Ejército atacó a sabiendas tolderías vacías de hombres adultos
porque estaban en otras partidas, con mujeres y chicos solos. Eso lo
cuenta el propio general Conrado Villegas. En la memoria del Ministerio
de Guerra y Marina de 1881 dice “sabemos que el indio es como el tero,
que en un lugar grita y en otro tiene el nido. Nosotros sabíamos que los
indios de tal cacique estaban apostados en tal lugar entonces fuimos a
la toldería e hicimos tanto de botín, de mujeres y ‘chusma’” ( lenguaje
que designaba a mujeres y niños).
Parece que los
objetivos no estaban en los guerreros indígenas sino en la población
civil. La otra parte de la definición de genocidio habla de “actos
perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo
étnico, racial o religiosos como tal”. Y la forma sistemática en que
fueron atacando después de finalizada la campaña y la resistencia
indígena, con partidas de policía contra la familias que habían quedado,
lo ratifican. Los partes de Villegas mencionan casos de “persecuciones
de a pie”. ¿A qué clase de población guerrera persigue un soldado a pie?
A heridos, viejos, chicos, etc. Otra parte de la definición de ONU
habla de “matanza de miembros de grupo, lesión grave a la integridad
física y mental”. Gran parte del exterminio no se dio en campos de
batalla sino con prácticas de tomarlos prisioneros, haciendo traslados a
pie hasta Carmen de Patagones, en donde los embarcaban a Martín García.
Ese cruce por la Patagonia a pie exterminó a miles de personas, porque
mataban a los que no caminaban, mujeres que tenían a sus hijos en el
campo, iban todos encadenados, etc. Había más muertes por esos traslados
que en las batallas. Otra parte es “sometimiento intencional del grupo,
condiciones de existencia que hallan de acarrear destrucción física
total o parcial”. Allí está el tema de los campos de concentración.
–¿Campos de concentración en 1879?
–W.D.R.:
Sí. En Valcheta, por ejemplo, se registran campos de concentración con
alambres de púas de tres metros de alto, con gente muriendo de hambre
por no tener qué comer. Eso se lee en las memorias de los viajeros
galeses, por ejemplo. Esas mismas memorias de los viajeros que se usan
por los historiadores oficiales para hablar de lo lindo que fue la
inmigración, pero en algunas páginas del libro “John Evans, el
Molinero”, se habla de esto y nadie le presta atención.
–D.L.:
Después de la campaña y la derrota indígena entra en acción la “policía
de frontera”, que detecta a una familia indígena y la deporta a otro
sitio del territorio. Por Martín García, que funcionó como gigantesco
campo de concentración, pasaron miles. Se habla de entre 10 y 20.000.
Tuvieron que habilitar dos cementerios especiales en 1879, lo que da una
idea de la magnitud de lo que pasó.
–¿Qué otras políticas se toman?
–D.L.:
Otra parte de la definición de ONU es “medidas destinadas a impedir
nacimientos en el grupo”. De los partes militares mismos salen las
medidas de separar a las mujeres de los varones, el traslado por fuerza
de niños de un grupo a otro… Les cambiaban el nombre de tal manera que
muchos saben que tienen ascendencia indígena pero no pueden reconstruir
su historia familiar porque a su antepasado le pusieron Juan Pérez.
–Se
centran las críticas en el general Julio A. Roca, pero las campañas
contra los aborígenes comenzaron antes, ya con Rivadavia contra los
Ranqueles, Juan Manuel de Rosas en La Pampa…
–Es
verdad. Se sabe que desde el gobierno de Martín Rodríguez en provincia
de Buenos Aires, incluso antes de Rivadavia, década de 1820, se hablaba
de exterminio. El ya decía “primero exterminaremos a los nómades y luego
a los sedentarios”, textual. El proyecto genocida viene de antes de
Roca, pero lo que consigue Roca es el consenso nacional de todos los
sectores para hacer la Campaña del Desierto. En ese momento se juzgó
indispensable. Se consolida el Estado nacional con la derrota de
caudillos provinciales, se pacifica el país y se piensa en extender la
frontera al Sur y al Norte. Probablemente si la hubieran hecho 20 años
antes hubiera sido más o menos lo mismo. Nos centramos en Roca porque
precisamente es el símbolo de la historia oficial, el prócer con el que
las clases dominantes se exaltan a sí mismas y es por eso que les
molesta tanto que se toque a este prócer. También estaba Avellaneda,
pero pocos se acuerdan de él. Roca es el símbolo, el que construyó una
nación con estos parámetros.
–¿En esa
época los políticos estaban en condiciones intelectuales de entender la
idea de genocidio, con el darwinismo, el positivismo, la idea
generalizada de llevar “la civilización” a todo el territorio, de ver a
los pueblos originarios como obstáculo a esta civilización? ¿Había
intelectuales y políticos que se opusieron?
–D.L.:
Bueno esa expresión es la ideología hegemónica de la época, está bien
conocerlo como contexto. Pero toda idea hegemónica tiene opositores,
incluso dentro de la propia elite, que cuestionaba esta política de
exterminio. En la época ya se planteaba políticas más integracionistas,
de colonización pacífica. Antes de la Campaña del Desierto había una
coexistencia conflictiva, el gran problema de la frontera en donde se
mataban unos a otros, pero también casos de comercio y convivencia
pacífica, que luego fueron negados o minimizados. Aristóbulo del Valle
en 1884, cuando la campaña ya había llegado al Río Negro (1879) pero se
estaba desarrollando la campaña del Nahuel Huapi, se opone duramente a
un intento de Roca por hacer una campaña similar en el Chaco. Allí
denuncia: “Al hombre lo hemos esclavizado, a la mujer la hemos
prostituido, al niño lo hemos arrancado del seno de la madre. En una
palabra, hemos desconocido y violado las acciones que gobiernan las
acciones morales del hombre”. Otros políticos que habían apoyado la
campaña en la Patagonia se oponen a la del Chaco, porque esto había sido
una barbaridad. Le costó un esfuerzo con campaña ideológica y otros
medios como el reparto de tierras para acallar las críticas y la
oposición. Aristóbulo del Valle representaba a los ganaderos y quería
que se expandiera la frontera, pero cuestiona el método.
–¿La Iglesia?
–D.L.:
La Iglesia era un gran aliado del gobierno, pero congregaciones como
los salesianos tuvieron grandes conflictos con el sector militar, porque
los salesianos querían convertirlos y formar colonias agrícolas, pero
se opusieron al traslado masivo de poblaciones. El Ejército separaba a
las familias y llevaba a los varones esclavizados a la zafra en el norte
tucumano y a las mujeres y niños al servicio doméstico en las ciudades.
Eso para la Iglesia era intolerable por su defensa de la familia.
–¿Y desde las regiones?
–D.L.:
También. Olascoaga, por ejemplo asesoraba a Roca en temas militares.
Pero cuando fue designado gobernador del Territorio de Neuquén, tenía la
idea de retener a la población indígena en el territorio, porque les
reconocía un gran potencial productivo y de ocupación del espacio.
Consideraba que los mapuches agricultores eran muy trabajadores y que no
era necesario llevarlos a todos a Martín García y darle la tierra a los
ingleses. Pero esa parte a Olascoaga no se lo escucha, se rechaza su
proyecto de colonias indígenas, Roca prefiere hacer otras. Tenían otras
posibilidades, no se hizo porque no se quiso.
–Siempre
se debatió el tema humanitario, las atrocidades, etc. Pero ustedes
agregan otro: ¿hubo corrupción en la Campaña del Desierto?
–D.L.:
Negociados, claro que sí. Por ejemplo, había un empresario que era
Ernesto Tornquist. Era el encargado de las provisiones y hubo cantidad
de negociados. El mismo transporta los indios prisioneros como esclavos a
la zafra tucumana porque él mismo era accionista de ingenios y recibía
mano de obra gratis. Los ranqueles fueron mano de obra gratis por años
como resultado de la campaña en La Pampa y él se encargó de ese reparto.
La mayoría de los ministros de Economía de Roca tenían relación con las
empresas de Tornquist.
–W.D.R.: El
comandante Prado, que participó de la campaña y la apoyó, denuncia en
sus memorias que los soldados vivían muertos de hambre, con sumarios a
soldados por comerse velas de sebo de los entierros. En los debates en
el Congreso se denuncia que un soldado argentino de la época costaba
hasta 5 veces más que un soldado alemán equipado en Alemania, pero se
moría de hambre. Es decir, fondos que nunca llegaron a destino.
–¿Y con el reparto de tierras?
–W.D.R.:
Se concesionaban enormes extensiones para colonización por poco dinero,
luego se levantaba la obligación de colonizar y pasaban a latifundistas
que en meses formaban compañías comerciales entre concesionarios
vecinos, algo prohibido por ley. Ese caso es por ejemplo el de la
Compañía de Tierras del Sur Argentino, hoy adquirida por Benetton. Meses
después de nueve concesiones distintas para ser parceladas para
colonias, terminaron formando una sola compañía de capitales británicos
sobre más de 600.000 hectáreas. Todos en contra de la ley de la misma
época. Está todo en la escribanía de la Nación. Se encontraron
mecanismos para burlar todos los controles legales.
–D.L.:
La guerra se hizo con el pretexto de proteger los “pioneros en las
fronteras”, pero ellos no entraron en el reparto. No se consideró a los
sufridos antiguos pobladores fronterizos ni a los indígenas que
quedaban, lo que se hizo fue crear un espacio vacío para grandes
propietarios, estancieros bonaerenses o capitales ingleses.
–Algunos
señalan que el destino de los pueblos originarios estaba sellado desde
que el capitalismo descubrió la riqueza de estas tierras. Al mismo
tiempo que Roca, el Ejército chileno avanzaba sobre los territorios
mapuches del sur del Biobio y había interés de británicos por ocupar
estas zonas. Es decir, si no eran Roca y el Estado argentino, iba a ser
un extranjero con métodos similares o peores…
–D.L.:
Esa postura no vale como argumento, porque es cierto que hay un gran
ímpetu en esa época en esa dirección y también que si no era Roca era
otro, pero eso no justifica lo que se hizo. Hay que tener cuidado con
eso de las ideas de contexto. Porque dentro de 100 años quienes nos
estudien dirán que en nuestra época se consideraba normal y era la idea
dominante que los jubilados murieran de hambre y entonces todos
estábamos de acuerdo, lo que primero no es cierto y en ningún caso
justifica que se esté haciendo. Coincido con Osvaldo Bayer en la
necesidad de una evaluación ética de la Historia. No tenemos por qué
evaluar las acciones de Julio A. Roca con la ideología de Roca y tratar
de rescatar otras
Fuente original: http://www.originarios.org.ar/index.php?pageid=13¬iciaid=7305
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121638
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121638
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