Aerolíneas
Argentinas nació en 1950 por decreto del presidente Juan Domingo Perón, y
mediante la unión de cuatro firmas entre las que se hallaba Aeroposta
(1927), empresa que entre sus primeros pilotos tuvo a los legendarios
Jean Mermoz y Antoine de Saint-Exupéry.
Mermoz inauguró la línea Buenos Aires-Santiago, y a bordo de
avioncitos de miedo, sorteando las inclementes borrascas de la
Patagonia, Saint-Exupéry escribió Vuelo nocturno, un testimonio insuperable que describe los años heroicos de la primera aerolínea estatal argentina.
Curiosamente, y después de tan sólo un año de operaciones, la
Sociedad Interamericana de Prensa (acérrima enemiga del gobierno
peronista) estimó que por su
eficiente organización y la calidad de sus servicios, Aerolíneas Argentinas (AA) era
la mejor empresa aerocomercial del mundo(1951).
En América Latina, AA fue la primera compañía en volar reactores
(1959), y a partir de 1965 empezó a usar los Boeing 707-387, en vuelos
directos a Europa y Estados Unidos. Otro dato interesante: la dictadura
militar (1976-83) excluyó a la empresa de sus afanes privatizadores, y
en 1980 la convirtió en sociedad del Estado.
Tercera paradoja: la debacle de AA empezó durante el gobierno democrático y
progresista
eficienciay
rentabilidad. del presidente Raúl Alfonsín, cuando los tecnócratas neoliberales empezaron a desacreditarla por supuestos motivos de
En 1990, cuando AA se enorgullecía de contar con el máximo estándar
de seguridad a escala internacional, el presidente Carlos Menem, como
parte de su programa de privatizaciones, cambió su estatus a sociedad
anónima, y la vendió a Iberia, que adquirió 85 por ciento del paquete
accionario.
La línea de bandera vendió activos, abandonó rutas, empobreció su
flota y acumuló una deuda de 850 millones de dólares, con pérdidas
operativas de 134 millones anuales. Cinco planes de
salvatajela dejaron en quiebra. Los españoles rebajaron 20 por ciento los salarios, y despidieron mil 500 trabajadores de una planta de 5 mil 700 empleados.
Iberia quebró en 1994 y las acciones de AA pasaron a un grupo buitre
de empresarios que, con ayuda del gobierno español (leáse Felipe
González), intentó venderlas, sin éxito, a American Airlines.
En 2001, AA entró en suspensión de pagos, y convocó a sus acreedores.
El grupo buitre español Marsans la compró por un peso (sic), y se quedó
con 92.1 por ciento de las acciones.
Pero el 17 de julio de 2008 las cosas empezaron a cambiar. La
presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció que el Estado
presentaría un proyecto de ley para restatizar AA, y asegurar los 9 mil
puestos de trabajo.
Finalmente, en diciembre del mismo año, el Senado convirtió en
ley la expropiación de AA y otras empresas conexas, declarándolas de
utilidad pública. Un total de 167 diputados votaron en favor, y menos de la mitad (79) se opusieron. En el Senado el gobierno sumó 46 votos en favor y 21 en contra. La empresa volvería al Estado, y el camino de entrega y corrupción sería desandado.
Vaciada y abandonada, con una flota de 90 aviones de los cuales
apenas volaban 23 y cinco eran propios, la presidenta Fernández anunció
en mayo de 2009 la compra a Brasil de 20 aviones Embraer para AA, y su
filial Austral, convirtiendo la orden de compra en la más grande de toda
la historia aerocomercial civil del país sudamericano. Operación en la
que el ex presidente Lula jugó un rol fundamental.
Sin embargo, los expertos sostienen que no será fácil concretar al
traspaso total de acciones. Graciela Moreno, analista de la revista Veintitrés, de
Buenos Aires, dice que la ley aprobada por el Congreso sólo reconoce
que el valor de la aerolínea se hará con una tasación unilateral por
parte del gobierno, que deberá ser refrendada por el Congreso. Por eso,
Marsans anticipó que se iba a negar a vender si el precio no lo
conformaba.
“Para el Tribunal de Tasación –apunta Moreno– AA tenía un valor neto
negativo de 772.5 millones de dólares, y el grupo buitre Marsans, lejos
de compartir esa tasación, presentó sus propios números, judicializando
el conflicto”.
Marsans recurrió al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones (CIADI), el tribunal internacional que depende
del Banco Mundial, con sede en Washington. El reclamo es por mil 500
millones de dólares.
Para Mariano Recalde, presidente de AA, desde julio 2009 “el juicio
ante el CIADI no prosperará. Si lo impulsan, el Estado se defenderá.
Las pérdidas van a la baja: en tan sólo un año, de 36.7 a 5.9 millones de dólares en el último año operativo.
En tanto, el gobierno de Fernández destinó 400 millones de dólares
para cubrir las necesidades financieras de la empresa. El propósito
apunta a mantener los puestos de trabajo, y garantizar el servicio
público.
Graciela Moreno concluye:
La apuesta es fuerte. Pero la necesidad de contar con una línea de bandera se enmarca con un modelo de país donde el papel del Estado recupera su presencia.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/02/02/index.php?section=opinion&article=021a2pol
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