Siempre resulta incómodo tener que escribir este tipo de artículos. Hay ocasiones en que resulta más fácil omitir verdades y redirigir energías hacia otros ámbitos. Sobre todo si hablamos del mundo artístico. Pero sería poco honesto de nuestra parte dejar de mencionar que estamos ante ejemplos que superan cualquier previsión comprensible.
Cuando hablamos del mundo artístico, hablamos por descontado del mundo sensible. El mundo sensible es acaso el ámbito más empático y humano de todos los que podamos abordar a priori. Es cierto que el mismo no está exento de representantes que no hacen gala de lo dicho anteriormente. Y es que el arte es una materia que domina las subjetividades y está sujeta a interpretaciones diversas y múltiples como diverso y múltiple es el mundo en que vivimos. Está bien que así sea por un lado.
¿Pero qué pensar del arte comprometido con las causas de la verdad y la justicia? ¿Qué pensar de los artistas que abogan por los derechos humanos más básicos y se comprometen con la sociedad y la justicia social denunciando y siendo al mismo tiempo protagonistas de su tiempo? ¿Cuál es nuestra lectura frente a los artistas que desinteresadamente claman justicia, denuncian infamias y se comprometen social y políticamente con la dignidad humana?
Nuestra lectura, si estamos comprometidos de igual forma, es la de apoyo y seguimiento, de admiración a esos artistas que lejos de las particularidades y ambiciones personales, se vuelcan colectivamente a favor de los que no tienen voz, de los marginados, de los explotados, de los humillados, de los oprimidos...de los nadie. No podemos sino aplaudir y emocionarnos con personas capaces de poner voz y denuncia al silencio cómplice de un sistema social y político que en muchas ocasiones calla y otorga, cuando no excluye.
Si hablamos, por ejemplo, de artistas argentinos, allí está una larga lista de personas que han devuelto la dignidad y humanidad a nuestra sociedad, cantando por los derechos humanos, desafiando el silencio de la última Dictadura genocida, reclamando por las familias de los desaparecidos y denunciando las atrocidades cometidas por el terror sistemático de un gobierno militar. Y más aquí en la Democracia han seguido aportando su compromiso con los desheredados de esta tierra, los oprimidos, los explotados, los humillados, los excluidos.
Desde Mercedes Sosa, pasando por León Gieco, Víctor Heredia, Charly García, Teresa Parodi, como los más jóvenes Diego Torres o Marcela Morelo.
¿Pero qué pensarían ustedes si les dijera que todos estos artistas han estado en Israel antes y después de la masacre en Gaza y el ataque y posterior asesinato de 9 activistas humanitarios de la Flotilla de la libertad, sin decir absolutamente nada sobre los crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino desde 1948 a la fecha? ¿Qué pensarían ustedes si les dijera que nunca han ido a lo que queda de Palestina a tocar en favor de los derechos humanos de los palestinos? ¿Qué me dirían si les dijese que algunos sólo se han limitado a hablar de paz (sin justicia) tomando equidistancia y nivelando el Terrorismo de Estado de Israel a la resistencia palestina? Los que ayer cantaron contra la Dictadura genocida en Argentina, hoy cantan en el Estado Terrorista de Israel y les ríen las gracias.
¿Cómo entender este doble rasero, esta doble cara, este obsceno cinismo en artistas que se suponía eran sensibles a las causas justas? ¿Existen derechos humanos para unos pero no para otros? ¿Es lo mismo el Terrorismo de Estado del 4º ejército más poderoso del mundo con poder nuclear, que no cumple una sola resolución de las ONU, no ha firmado el Tratado de Proliferación Nuclear y tiene encarcelados a miles de palestinos en condiciones infrahumanas sin juicio previo, que los grupos de resistencia armados con piedras y cohetes de las fallas de Valencia?
El pueblo no tiene la culpa, nos dirán. ¿Qué pueblo, más del 90% que apoya y anima la limpieza étnica y la masacre? ¿El mismo que votó a Netanyahu y Lieberman? ¿El mismo que se mofaba de los asesinatos masivos de civiles palestinos de Gaza a través del programa humorístico más visto de Israel? ¿El pueblo que se expresa a través de los ex soldados de Breaking the Silence y deshumaniza a los palestinos tratándolos peor que a los perros?
Sea por ignorancia (cosa bien difícil de entender en artistas tan comprometidos políticamente), sea por ser víctimas de la manipulación mediática (igual de difícil en personas contrarias a todo tipo de alienación), sea por complejos de culpa producto del chantaje histórico del sionismo en la instrumentación del Holocausto (probable que sea esto en parte), lo cierto es que los artistas argentinos que han ido y van a Israel son la vergüenza de muchos que dedican y arriesgan su vida en defensa de la dignidad, la justicia y la verdad, en defensa de TODOS los derechos y TODOS los humanos, y en particular en la justa causa y defensa del pueblo palestino.
Cuando uno se entera que también estuvo el dibujante Guillermo Mordillo en Tel Aviv hace poco y dijo barbaridades grandes como un templo, entonces uno empieza a preguntarse si no hay alguna particularidad en la cultura argentina capaz de desarrollar este tipo de vergonzosas actuaciones.
No, no hay algo característico de los argentinos capaz de hacer del mundo sensible algo insensible. Son las personas. ¿Pero por qué tantas? Esta la pregunta que deberán responder ellos. ¿Será porque en realidad hay en Israel más de 85.000 argentinos, lo que significa un mercado interesante a explotar? ¿Será que estos artistas que ayer tenían un espíritu crítico antiburgués hoy se han aburguesado y olvidado todo por lo que ayer luchaban en su arte?
¿Se imaginan a Ernesto Guevara en Israel? Lo imaginamos sí... pero recuperando la tierra y la dignidad de los palestinos todos, como ayer caminó también por tierra argelina frente al colonizador imperialista y asesino.
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