Los países que integran
la Unión Europea gozan de un alto nivel de vida y producen tal cantidad
de alimentos que hasta mandan sus excedentes al mundo pobre. Luego de
las carencias que trajo la Segunda Guerra Mundial, disfrutan de altos
índices de bienestar. Pero desde hace 10 años enfrentan un problema: la
obesidad, el sobrepeso, a su vez origen de otras enfermedades, como la
diabetes y las cardiovasculares. Muy buena parte del problema se debe a
que la gente no se alimenta bien, a que el medio de vida y la modernidad
mal entendida impusieron la comida rápida, y la publicidad machacona el
consumo de ciertos productos que no nutren, que hacen daño.
Uno de los objetivos de la lucha de las autoridades contra dicho
problema son las personas que tienen entre dos y 18 años, pues son las
que muestran un aumento notable de obesidad y sobrepeso. Son los que más
consumen productos que perjudican la salud. Hasta en España y Francia,
que tienen una variada y exquisita comida y producen los alimentos que
conforman la llamada dieta mediterránea, tan ventajosa en todo sentido. Sin embargo, millones de jóvenes frecuentan los sitios donde se expende comida rápida. De un tirón compran papas fritas, una hamburguesa, un refresco y un helado. Según un estudio reciente del sector salud de Francia, esos cuatro productos aportan a un joven 2 mil 500 calorías, más que todas las que necesitan diariamente.
Los especialistas han comprobado que los productos chatarra les encantan a los niños y jóvenes y a no pocos adultos debido a la publicidad, especialmente la televisiva. Los gobiernos no han dudado entonces en permitir los anuncios de esos productos sólo en ciertos horarios y a luchar contra la publicidad engañosa. Hay razones de sobra para ello, pues hoy uno de cada cuatro niños en España padece obesidad o sobrepeso, y en Francia y Alemania, uno de cinco. Los gobiernos gastan millones de euros cada año en
corregir tendencias alimentarias erróneasy sus consecuencias, cuando falta dinero para curar otras enfermedades. Como en México, actual campeón mundial, que le arrebató ese nada honroso título a Estados Unidos.
En otro frente se obliga a los fabricantes a limitar el contenido de grasas saturadas, sal, kilocalorías y cero contenido de ácidos grasos trans. Además, eliminan los productos light, pues contienen edulcorantes artificiales.
Éstas y otras medidas gubernamentales han sido muy criticadas por la industria que elabora productos chatarra. Alegan que no hay alimentos buenos y malos, sino dietas correctas. Pero las medidas tienen todo el respaldo de los médicos, los especialistas en salud y las organizaciones que defienden los intereses de los consumidores y el medio ambiente.
Todos ellos señalan que, además de medidas drásticas contra productos que hacen daño, se necesita una verdadera educación nutricional, especialmente entre los jóvenes. Que no basta mandar a un niño a la escuela con una manzana, una pera o una torta bien elaborada, si luego le agrega un chocolate, un pastel o un refresco de cola adquiridos en las tiendas o en la escuela.
En paralelo, hay campañas para recuperar las dietas tradicionales y que sí nutren, como la mediterránea en España y el sur de Francia. Mientras, los McDonald’s abundan más que en México y anuncian sus nuevos productos, menos dañinos. Pero nadie les cree.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/10/25/index.php?section=opinion&article=024a2pol
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