La primera es que aunque el Gobierno
intente sacar desvergonzadamente dividendos políticos de este milagro
que hayan quedado con vida sepultados por toneladas de roca a 700 metros
de profundidad, la realidad es que ¡en primer lugar no deberían haber
sido sepultados! Esa mina había sido clausurada por cuestiones de
seguridad y fue vuelta a abrir precisamente por la política del Gobierno
que sacrifica la seguridad y la vida de los obreros para beneficio de
una casta de empresarios. Además, en momentos en que tanto gobierno y
empresarios los daban por muertos, fue el tesón de los propios mineros,
de sus propios compañeros que aportaron información y experiencia, y que
no permitieron que se frenara la búsqueda hasta encontrarlos. Que los
mineros estén con vida, no es por obra y gracia del gobierno de Piñera,
sino que gracias a la perseverancia de los obreros que presionaron para
que el rescate se llevara a efecto, y gracias a la pericia de los
propios mineros que supieron como manejar su situación en el subsuelo.
De ser por el Gobierno y los empresarios, estos mineros habrían sido
olvidados y abandonados como cientos de otros obreros que anualmente son
olvidados y abandonados cuando mueren en accidentes laborales, la
inmensa mayoría prevenibles.
Pero cuando llegaron las cámaras,
inmediatamente cambia esa indiferencia, por una preocupación casi febril
y el país y sus clases dirigentes son poseídos por el síndrome Teletón,
por la sonrisa ensayada ante las cámaras, por los abrazos entre
víctimas y verdugos. Esta es la solidaridad del engaño, porque no nos
olvidemos que vivimos en un país tremendamente poco solidario, un país
donde prima la lógica del sálvese quien pueda impuesta a sangre y fuego
por casi cuatro décadas de orgía neoliberal. Solidaridad del engaño
porque es una solidaridad que se utiliza para provecho propio: para
aumentar los índices de popularidad, para hacer propaganda y marketing,
para sacar capital político. Apple les regalará I-pods, Farkas les
tira cinco millones a cada uno, otros les ofrecen vacaciones en las
islas griegas, otros los llevarán a ver partidos del Real Madrid y del
Manchester United, un político de tercera categoría (que incidentalmente
es el Presidente) se toma fotografías con ellos… cada cual los utiliza
de la manera más descarada para hacer propaganda a su producto, a su
club deportico, a su país, a su gobierno. No dejo de sentir un mal sabor
en la boca al percibir cómo se les sigue explotando de semejante
manera.
A tal grado llega la manipulación, que
Piñera llama al mundo a recordar a Chile como el país del rescate y a
olvidarse de la dictadura de Pinochet: la que lo hizo
multimillonario, con riquezas más allá de lo que la inmensa mayoría del
mundo puede imaginar. Pensemos cuál sería la reacción del mundo si la
canciller alemana Angela Merkel pidiera al mundo olvidarse de Hitler.
No puedo dejar de sentir una honda repugnancia ante este oportunismo
tan vil. Pero no me sorprende. Mal que mal, es parte del proyecto del
bloque dominante de limpiar el “pecado original” de nuestra ejemplar
democracia, de olvidar el “lapsus” autoritario-dictatorial que ahogó en
sangre las esperanzas de tres generaciones de chilenos, parte de esa
amensia colectiva impuesta por los dueños del país. Esta no fue sino
otra oportunidad más para machacar lo que nos vienen machacando hace
veinte años.
El nuestro es un país que vive de
ficciones, y no deja de llamar la atención el formato de Reality Show de
todo este rescate, un reality show en el cual, por supuesto, se incluyó
la nota picante de amantes y otros escándalos para entretener al
perraje. Un Reality Show en el cual se borraron las razones de esta
tragedia, la causa de que estos hombres hayan sido sepultados: un modelo
económico que busca obtener el máximo de ganancias al menor costo
posible. Un modelo que está llevando subcontratistas, trabajadores en
condiciones de precariedad terribles, a las minas y otras faenas a hacer
labores de riesgo que en no pocos casos se cobran sus vidas, mientras
sus patrones amasan enormes fortunas.
Esta no es sino solidaridad ficticia,
esa solidaridad que existe ante las cámaras, ante la farándula, pero que
desaparece en la interacción anónima y cotidiana de nuestras grises
ciudades. Esa solidaridad ficticia se distribuye como una aspirina para
alimentar la imagen inflada que tenemos de nosotros mismos. Pero ante
todo, es una solidaridad ficticia porque esta solidaridad entre el
sepultado y el sepulturero desaparece en medio del mar de desigualdades
de un país donde ni la sociedad ni la economía tienen a la solidaridad
como su eje rector. Un ejemplo: mientras todo el mundo ofrece contratos
millonarios a los obreros, su empresa se niega a pagarles el sueldo por
el tiempo que pasaron bajo tierra. Estando los mineros forrados en
plata, seguramente ni siquiera les importará recibir esa miseria de
sueldo, pero hay miles de otros obreros menos afortunados que
languidecen en el Hospital del Trabajador ante la indiferencia
empresarial sin sueldo mientras están incapacitados de trabajar. Eso es
el capitalismo.
No nos olvidemos que en este país
murieron 439 trabajadores el 2009 en diferentes accidentes laborales y
con ellos no hay solidaridad. Porque a ellos sí que se los puede llevar
la mina, o el camino, o el mar, o la obra, ante la mirada indiferente de
las autoridades y de una casta empresarial criminal. 439 seres humanos
que tienen el mismo talento, el mismo derecho a vivir, a reír, a gozar a
plenitud de todo lo bueno de la vida que los 33 mineros que
recientemente han vuelto a la vida.
Por eso tuve muchos sentimientos
encontrados con el rescate y con la cobertura que éste recibió. Porque
más allá de la alegría que sentimos todos por la suerte de que estos
obreros salieran con vida, más allá de tanta sonrisa plástica de los
duros de la farándula, de tantas visitas y abrazos presidenciales, más
allá de tanta “generosidad” demostrada ante las cámaras por las empresas
(o más bien, por sus departamentos de marketing), no dejo de pensar en
los miles de desafortunados que son anualmente sacrificados en el altar
de la ganancia de los empresarios y para los cuales no existe sino
indiferencia. No puedo dejar de pensar que si estos mismos obreros se
hubieran organizado para no permitir que se trabajara en condiciones
precarias e inseguras, de haberse resistido a ser sepultados, habrían
sido tratados como delincuentes. No puedo dejar de pensar en un país que
se dice solidario, pero que permitió, en este mismo lapso de tiempo,
que 32 presos políticos mapuche, incluidos menores de edad considerados
“terroristas”, vieran consumirse su organismo en una huelga de hambre
que se invisibilizó ante la prensa internacional y que fue tratada con
un paternalismo monstruoso por parte del Gobierno. No puedo dejar de
pensar en nada de esto, aún cuando sienta una inmensa alegría por ver a
los mineros volver a la vida.
País hipócrita, país de mierda.
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/10/15/mineros-chilenos-solidaridad-ficticia-en-la-tierra-del-%E2%80%9Csalvese-quien-pueda%E2%80%9D/
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