jueves, 14 de octubre de 2010

Argentina : Apostando al 82 Por Oscar Taffetani

http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/images/stories/agencia/notas/vangogh123.jpg
(APe).- En la memoria de cada uno de nosotros, de acuerdo a la edad, hay un registro y un folklore precisos, en lo que atañe a los jubilados. Cuando este cronista intenta recuperar sus primeros recuerdos, aparece el abuelo Pietro (también llamado Pedro), que le decía a su hijo Federico que cuando viajara a Mar del Plata y visitara el casino le jugara al 82. Era un chiste que tenía que ver con el 82% móvil para los jubilados, una música que ya sonaba allá por los ’60.  Seres entrañables éstos, los jubilados. Siempre queridos. Vividos. Transidos. Con mucho país atravesado en la memoria y muy poca gratitud de los otros en el bolsillo.

Otra imagen muy fuerte que este cronista tiene registrada es la de Norma Plá, en la pantalla de Crónica TV, llorando, implorando, expresando toda la impotencia de los viejos a la hora de reclamar lo que les correspondía: una jubilación digna, sin conmiseración ni lástima. Un reconocimiento legítimo y necesario, por parte de esa abstracción llamada Estado, como contraparte de una vida de trabajo enajenado (ésta es una acotación marxista) entregada a los dueños del capital, de la cosa privada y la cosa pública, por treinta años o más.

El gobierno menemista de los ‘90 (esto no se puede olvidar) le mandó una patota a Norma Plá. Golpearon a una pobre vieja, porque reclamaba lo justo. Ésa es otra imagen imborrable.

La tercera de las imágenes -para no abundar- es la de un país bicentenario que empieza a regresar de a poco de la impúdica fiesta, ferozmente capitalista y ferozmente liberal, de los ’90, cuando un Estado suicida entregó los fondos jubilatorios (constituídos con los aportes de millones de trabajadores) a esas entelequias de inversión llamadas AFJP, que invertían sólo para su beneficio y que lo único que enviaban prolijamente, cada mes, a sus afiliados, era una factura con sus comisiones descontadas. Aquélla fue, realmente, una vergüenza. De haber habido una CGT conciente y combativa, jamás debería haberse permitido la privatización de los fondos previsionales.

Pero este país que regresa de aquella impúdica fiesta, ya no es el mismo.  Las cajas jubilatorias se han ido reduciendo, a la par que se redujo el número de aportantes. Y la economía negra domina la escena, como si esos derechos y obligaciones conquistados (y construidos) por décadas nunca hubieran sido una realidad, nunca hubieran tenido vigencia. Es en este contexto en el que debemos hablar de un proyecto de ley de 82% móvil para los jubilados argentinos que ya cuenta con la media sanción de la Cámara de Diputados y que espera ser aprobado en la llamada cámara alta, esta semana.



Jubilación es justicia

En noviembre de 2008 un inevitable testigo y protagonista del peronismo, Antonio Cafiero, publicó en el matutino Página/12 un sucinto racconto de los logros y conquistas justicialistas en materia de jubilaciones. Ya es casi un lugar común de la historiografía consignar que los grandes proyectos legislativos socialistas, del amanecer del siglo XX, recién encontraron quórum -más un Ejecutivo dispuesto a apoyarlos- a fines de los ’40. Ley del voto femenino; ley de las ocho horas; ley del sábado inglés; estatuto del peón rural; jubilaciones...

Dice Cafiero en relación con las jubilaciones:  “En 1944 sólo el 7 por ciento de la población económicamente activa estaba afiliada a las distintas cajas. Con el impulso de Juan Perón, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y luego desde la presidencia de la Nación, ese porcentaje aumentó rápidamente con la creación de la Caja para Empleados de Comercio y la del Personal de la Industria, a las que más tarde seguirían las de trabajadores rurales, personal doméstico, autónomos, profesionales y empresarios. En menos de una década, la totalidad de la población activa había quedado cubierta”.

“Las cajas creadas -sigue Cafiero- funcionaron en forma independiente y dieron un superávit muy elevado. En 1953, una ley nacional confirmó su autarquía. Al año siguiente, el haber jubilatorio empezó a calcularse mediante una escala independiente de los aportes acumulados por cada beneficiario. Se abandonó la idea de capitalización individual y se pasó explícitamente a un sistema de reparto entre ingresos y egresos corrientes (…) A partir de 1955, la jubilación media se redujo en un tercio en moneda constante, a una tasa de descenso aún mayor que la de los salarios”.

“Recién en 1968 -dice Cafiero- el gobierno de facto centralizó la administración de las cajas (…) Los recursos se desviaron a otros fines diferentes a las jubilaciones y pensiones. Los resultados negativos eran visibles al punto tal de que, hacia el final de la década de 1980, el haber jubilatorio valía menos de la mitad que en 1975”.

Si el valor no pagado a cada trabajador -en la jerga marxista- se denomina plusvalía, podríamos decir que la jubilación es una plusvalía postergada, con la que se encuentra (o debería encontrarse) el trabajador en el último tramo de su vida. Esto es justicia, maldición. Ni más ni menos que eso.


Lo que va a ser y será

La CTA (Central de los Trabajadores Argentinos) ha instalado junto a organizaciones de jubilados y pensionados una carpa blanca frente al Congreso de la Nación, en Buenos Aires. Será un acto de presencia y un estímulo, durante el tratamiento en el Senado de la ley del 82% móvil.

¿Qué va a pasar? Desde este humilde puesto de observación, decimos que va a pasar lo mejor. La ley del 82% ganará la votación en el Senado y el Poder Ejecutívo se abstendrá de vetarla. Y eso se llamará -aunque intenten disfrazarla de cualquier manera- ¡una conquista! Sí, una conquista histórica de los trabajadores jóvenes y de los viejos trabajadores argentinos.

El expediente (porque siempre hay un expediente) seguirá por los vericuetos capitalistas: a ver “de dónde salen los fondos”. O también: “cómo evitaremos la quiebra del sistema previsional”. Lágrimas de cocodrilo. Capitalismo puro.

Si un hallazgo importante en esta época de trabajo en negro y de exclusión hemos tenido, éste es el de la Asignación Universal, que intenta (aunque no siempre lo logre) proteger a la niñez más allá del contexto. Y otro hallazgo importante, relacionado con la justicia y con la redistribución de las ganancias y la renta, es lo que provisoriamente llamamos Jubilación Universal.

Aquellos que aportaron, a lo largo de una vida, deben tener esa mínima recompensa, en el tramo final. Y aquellos que no aportaron nunca, por el sólo hecho de ser viejos y venerables (y haber soportado décadas de malditos gobiernos argentinos) también merecen una jubilación digna, que los libre de privaciones y humillaciones. Eso sería humanidad. Eso sería demostrar que hemos aprendido algo.

Diputados del Proyecto Sur dicen que bastaría con restaurar los aportes patronales -eliminados  por un ministro caballo- para cubrir la demada de la ley. Los amigos de las patronales, dicen que eso no es posible y que hay que buscar otro modo. Por su parte, el Gobierno, estudia las mil y una estrategias para evitar el veto (que sería catastrófico a nivel electoral) y hacer que la ley sea cumplible. El escenario -perdón por el optimismo- no podría ser mejor. La ley va a ser ley y los trabajadores argentinos habrán hecho realidad un sueño de varias generaciones.

¡Viva la ley! decimos.  ¡Todos a jugarle -como quería el abuelo- al 82!
Fuente, vìa :
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=4576:apostando-al-82&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106

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