Por décadas, la burocracia
germano comunista ignoró (o persiguió) a críticos y disidentes como el
físico Robert Havemann, autor, entre otros libros, de Respuestas
aclaratorias a la administración central de verdades eternas (su título
ya lo dice todo). Cuando intentó recuperarlos, para refundar el
socialismo en Alemania, ya era tarde.
Otro
tanto ocurrió en la ex Unión Soviética. Antiguos burócratas del PCUS se
reciclaron como empresarios o capomafias; las empresas del Estado fueron
privatizadas sin beneficio alguno para el pueblo y la brecha social se
ensanchó hasta niveles impensables en los tiempos del socialismo.
Un
intelectual germano occidental -Günther Grass- haciendo un balance de
la debacle comunista, señaló con agudeza que el llamado campo socialista
había perdido la gran oportunidad de reformarse desde adentro en 1968,
cuando Moscú mandó a sofocar con sus tanques la Primavera de Praga. En
1985, cuando Mijail Gorbachov lanzó su Perestroika y comenzó a hablar
del Estado socialista de derecho, ya era demasiado tarde.
La
digresión viene a cuento de las afirmaciones y desmentidas (y
desmentidas de desmentidas) que se atribuyen a Fidel Castro en relación
con varios temas de la agenda internacional, pero más que nada por la
afirmación (publicada en la revista norteamericana The Atlantic) de que
“el modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”.
Ciertos
analistas leen entrelíneas que el anciano líder de la Revolución
comienza a abrir la puerta a una gran reforma económica en la isla, y
que ello traerá aparejadas reformas políticas y cambios en la vida
social y cultural. Pero sería muy triste -pensamos- que Cuba, en esta
nueva encrucijada de la historia, reniegue de sus conquistas, enajene el
patrimonio público y vuelva a parecerse (en lo peor) a sus hermanos más
pobres y postergados de América.
Cuba y los ODM
En
un reciente informe titulado Progreso para la Infancia. Lograr los
Objetivos de Desarrollo del Milenio con equidad, Unicef alerta sobre el
crecimiento de la tasa de mortalidad infantil en el mundo,
particularmente en el 20% que representa a la franja más pobre de la
población.
Aunque el acceso al agua potable hoy
está garantizado para el 87 por ciento de los habitantes del planeta,
carecen del insumo vital 884 millones de personas, en su mayor parte
distribuidas en áreas rurales del Africa subsahariana y el Asia
meridional. “Los niños de los quintiles más pobres de sus sociedades
-dice el Informe- tienen dos veces más posibilidades de tener mayor
riesgo de retraso en el crecimiento, en comparación con los de los
quintiles más ricos”.
El pasado 5 de
septiembre, en La Habana, la doctora Angela Ferriols, junto a otros
integrantes del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas cubano,
presentó un informe preliminar relacionado con los Objetivos del
Milenio, detallando que tres de esos Objetivos ya se han cumplido
(educación universal, igualdad de género y reducción de la mortalidad
infantil); tres se cumplirán probablemente antes de 2015 (erradicación
de la pobreza extrema y el hambre, mejora de la salud materna y avances
en el combate al VIH/Sida, el paludismo y otras enfermedades) y dos
están potencialmente cumplidos (sostenibilidad ambiental y alianzas
globales para el desarrollo).
Luego de la
exposición de Ferriols, otro funcionario, Abelardo Moreno, expresó que
más allá de la inminente reforma en la Carta de las Naciones Unidas,
“existe la imperiosa necesidad de que el mundo avance en el cumplimiento
de los Objetivos del Milenio, como premisa básica para salvar la vida
de millones y millones de seres humanos”.
Ya
pasaron diez años desde el lanzamiento de los ODM y todavía un gran
número de países se excusa por no poder brindar información confiable y
auditable de los progresos en su cumplimiento. Sin embargo Cuba, un
pequeño Estado socialista con varias asignaturas pendientes en otras
dimensiones de la vida pública, puede mostrar orgullosa los resultados
de su trabajo y de su esfuerzo.
El legado más importante
Decía
la ensayista y pensadora argentina Fina Warschaver (1919-1989) que
acaso la misión del socialismo, en el mundo, sea cumplir acabadamente,
profundamente, con el programa original de la Revolución Francesa,
expresado en la consigna Libertad, Igualdad, Fraternidad. La tesis
merecería un debate. Porque si una cosa no pudo cumplir el capitalismo
(y para muestra, veamos el calamitoso estado social y ambiental del
planeta, a principios del siglo XXI), es la libertad de millones de
personas que siguen sometidas a la esclavitud del hambre y el
analfabetismo, la igualdad de oportunidades y de chances de vida para
cada niño que nace y la construcción de una sociedad fraterna, donde los
hombres sean hermanos sin importar su credo ni su bandera, y se
reconozcan como tales.
En los textos
fundacionales del marxismo, con ímpetu positivista, Marx y Engels nos
hablaron de un socialismo científico, llamado a superar las limitaciones
del denominado socialismo utópico (Owen, Fourier y otros).
Un
siglo y medio después, al desmembrarse el campo socialista tras la
caída del Muro de Berlín, Fidel Castro lanzó desde Cuba la consigna
“Marxismo-leninismo o muerte” (tal vez se perdió allí -pensamos- la
oportunidad de dar paso a la generación de relevo e iniciar un proceso
de reformas).
No obstante -transcribimos aquí
algo publicado hace mucho tiempo- “es en la crítica donde el pensamiento
socialista se diferencia de la religión y del pensamiento dogmático. No
tenemos Santo Sepulcro y hasta el Sagrado Corán puede ser refutado”
(Nuevo Sur, 28/8/90).
La lucha utópica (no en
el sentido de onírica o de irrealizable) por construir un mundo de
justicia y hermandad, está jalonada por el sacrificio de cientos de
miles de militantes, en tiempos de guerra y tiempos de paz. Hombres y
mujeres que no pidieron nada y entregaron todo. Ni adentro ni afuera de
la isla de Cuba, ni en las alturas o bajuras de ningún gobierno, podemos
menospreciar, olvidar o desentendernos de ese legado.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/la-utopia-socialista-siempre.html
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