Paradójicamente
fue en su estancia en Nueva York para participar en la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas, donde el antes secretario de
la Defensa y autor intelectual de la masacre de Sucumbíos, Ecuador,
sitio en que fueron asesinados mexicanos, hizo derroche de la
intransigencia militarista que contiene la estrategia de seguridad
democrática, al advertir a los dirigentes guerrilleros que deben deponer
las armas y desmovilizarse, de lo contrario “Vamos por ellos, no
bajaremos la guardia”.
46 años de guerra de
guerrillas impulsada por las FARC y después por el Ejército de
Liberación Nacional, le sirvieron de poco al presidente sudamericano
para escudriñar en las raíces socioeconómicas y sociopolíticas que tiene
el movimiento, más allá del discurso de Washington que lo reduce a
narcoguerrilla y terrorismo.
Los enfoques
posguerra fría de Estados Unidos, ideologizados hasta el extremo,
calaron tan hondo en Santos Calderón que, ya de regreso en Bogotá, juzgó
que la liquidación del comandante de 57 años de edad y con una diabetes
muy avanzada que finalmente fue lo que le costó la vida, es tan
importante que equivale al abatimiento de Osama Bin Laden. Lo anterior
para corresponder a los halagos de Barack Hussein Obama, aunque en Nueva
York Santos defendió que fue “una operación ciento por ciento
colombiana”, afirmación que con el tiempo quedará en su justo lugar,
como sucedió con el bombardeo del campamento de Sucumbíos.
En
la vasta operación publicitaria –con entusiasta reproducción mediática
local--, destacan que cientos de guerrilleros “huyen en desbandada”,
pero no pueden ocultar que persisten los combates y cuando menos una
veintena de soldados resultaron heridos y se oculta el número de
muertos.
Subrayo lo anterior sólo para
evidenciar que después de la Operación Sodoma –seguramente por la orgía
de sangre y muerte--, en la que participan 70 aeronaves en bombardeos,
de ellas 27 helicópteros equipados con bombas inteligentes, 400
efectivos de elite y miles de soldados en La Macarena, departamento de
Meta, los combatientes de las FARC resisten y se repliegan para ponerse a
salvo.
Más allá del video que promueve Juan
Manuel Santos y que tendrá varios capítulos con las computadoras dizque
rescatadas tras los bombardeos, existen voces como la de Piedad Esneda
Córdoba Ruiz que advierten lo obvio, salvo para la oligarquía: “El
aplastamiento del otro no fortalecerá la democracia”.
Apenas
el 30 de julio, Alfonso Cano --máximo dirigente de las FARC-- propuso a
Calderón establecer un diálogo y tras el sólido golpe militar recibido,
insistió en buscar juntos una solución política y pacífica al conflicto
social y armado.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/triunfalismo-macabro-en-colombia.html
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