Le Monde Diplomatique (Chile)
Los méritos literarios de Isabel Allende están fuera de cualquier discusión, pero es necesario hacer algunas consideraciones respecto del premio nacional de literatura. En todos los países en los que se da este tipo de premios se supone que se trata de un reconocimiento a toda una vida dedicada a la escritura, en ningún caso se asimila el posible éxito de ventas de una escritora o escritor al potencial general de las exportaciones, sean estas de cobre o de papas fritas, porque esto es confundir el culo con las témporas. Tampoco se suele hacer del premio la polémica del año, pero en Chile, como el presente es -terremoto incluido- bastante sucio, se remplaza entonces con la actualidad burda y banal que llena las televisiones y casi todos los espacios permitidos.
De cara al mundo hay que tapar un
hecho, ocultarlo, negar su existencia, porque los 32 mapuche que
sostienen una prolongada huelga de hambre, con más que evidente peligro
de sus vidas, es algo que ensucia la actualidad protagonizada por una
especie de debate intelectual burdo y banal.
Para la mayoría de los chilenos, sean estos escritores, escritoras, o
gente dedicada al deporte de la chilenidad, los mapuche no existen, y
si por casualidad se acepta que están ahí desde antes de la llegada de
los europeos, es para considerarlos, o bien molestos en tanto no asumen
su rol de decoración “ étnica”, o gente del campo cuyo único futuro es
proporcionar mano de obra barata. Mapuchitas para el servicio
doméstico, aunque las peruanas son más baratas, o mapuchitos para
servir de “hombrecitos” que saben de jardinería, gasfitería, capan
gatos y entienden de yerbas silvestres.
Durante doscientos años se ha ocultado,
ignorado, negado, un hecho que forma parte de nuestra historia más
sucia, y ese hecho es el expolio, el robo, la usurpación de la tierras
pertenecientes a ese gran conglomerado humano llamado pueblo mapuche.
Desde la declaración de una
independencia dudosa y amañada por los primeros hijos y nietos de
encomenderos -¿se puede celebrar esto?- hasta la recuperación de una
democracia diseñada por el corset de la dictadura de Pinochet, los
reclamos a toda luz justos de los mapuche han sido ignorados o
relegados al carpetón de los problemas que se solucionan con el tiempo,
es decir hasta cuando desaparezcan como pueblo, como nación, como
etnia, como parte del todo cultural americano.
Incluso durante los mil días del
gobierno de Allende apenas se rasguñó el problema aplicando los
beneficios de una reforma agraria que ignoró el sentir cultural de los
mapuche, que omitió su especial relación con la tierra, con el habitat
imprescindible para la Gente de la Tierra.
A veces siento asco cuando, luego de
unas rondas de pisco sour, rubiecitas y rubiecitos de todas las edades
y pelajes sociales, manifiestan su orgullo de llevar algunas gotas de
sangre mapuche en las venas. Entonces, “ hay que llevar a este
escritor, oye”, me invitan a su parcela o fundo en la región de la
Araucanía, para que vea a los mapuche y esas cosas tan lindas que hacen
en los telares. Si hay suerte -agregan- es posible que haya alguno
tocando la trutruca.
Una huelga de hambre sostenida por más
de una semana ocasiona alteraciones peligrosas en el organismo. Resulta
evidente que una huelga de hambre mantenida por más de un mes lesiona
de manera irrecuperable. Las alteraciones de ritmo cardíaco, de
presión, aceleran la cercanía de la muerte, pero de la muerte de unos
mapuche, de unos hombres y mujeres sobrevivientes de la Pacificación de
la Araucanía –son muy porfiados estos mapuche -agregan- que se niegan a
aceptar pasivos el final de su vida como pueblo despojado de una tierra
sin la cual no saben, no pueden ni quieren vivir.
En el desierto de Atacama hay 33
mineros atrapados bajo una montaña. Son hombres valerosos que no
deberían estar bajo toneladas de rocas si la empresa minera hubiera
cumplido con las normas internacionales de seguridad laboral, que
estarían con sus familias si en Chile la exigencia de cumplir con las
normas no fuera considerada un atentado a la libertad de mercado. Esos
mineros y la posibilidad legal -porque las leyes las hacen los patrones
para beneficio de ellos mismos- de que la empresa no les pague los días
que llevan sepultados, los días que permanecerán sepultados hasta que
los rescaten, es parte del presente sucio de Chile, un presente
inalterable desde el día en que la dictadura entregó al país a los
caprichos del mercado, de ese mercado generador de fortunas dudosas
como la del actual presidente. Y ese presente también ha sido ocultado,
negado, o ignorado por todos los que han gobernado para mayor poder y
gloria del mercado.
Da asco la epidemia de patrioterío
burdo y banal que ha generado la tragedia minera. Da asco ver a sujetos
como Leonardo Farkas, ese millonario de bronceado eterno made in Miami,
de ricitos y porvenir político al estilo de Berlusconi o Piñera,
regalando cinco millones de pesos a cada familia de los mineros
atrapados, “ sin intenciones políticas”, evidentemente. Cuando esos
mineros sean rescatados -y deben ser rescatados cueste lo que cueste- ,
si a alguno de ellos se le ocurre insistir en un compromiso estatal que
vele por la seguridad del trabajo, ¿le aplicarán la legislación anti
terrorista?
Los mineros de Atacama, tal como el
premio nacional de literatura, son parte de esa actualidad que tapa,
oculta, niega, el presente más sucio, y ese es el largo presente de los
mapuche.
Treinta y dos hombres del sur están en
peligro de muerte porque piden la libertad de los prisioneros políticos
de una democracia vigilada por los intereses de mercado. Piden el
beneficio legal consagrado en un Estado de Derecho, piden que se les
deje de aplicar la odiosa legislación anti terrorista que elimina la
presunción de inocencia, y permite acusaciones de testigos
encapuchados, juicios a puerta cerrada, tinieblas pseudo legales que
los condenan a una toma de posturas radicales –y eso es lo que busca el
Estado chileno- que justifique el exterminio, la “solución final” del
problema mapuche.
En Chile, ese extraño país con vista al
mar y atendido por su dueño, la actualidad inventada se come al
presente cargado de suciedad e ignominia. Ahora, la actualidad serán
los fastos del bicentenario, se babeará chilenidad en las fondas, hasta
la mierda olerá a patriotismo, el bárbaro lema nacional “por la razón o
la fuerza” será el himno aglutinador de millones de analfabetos
sociales, y el en sur, en el profundo sur, los mapuche, la Gente de la
Tierra, continuará su justa lucha negada, ignorada, oculta, reprimida,
falseada por los paladines de la chilenidad que, según ellos, “llevan
con orgullo gotas de sangre mapuche en las venas“.
Esos 32 mapuche que se juegan la vida
en cárceles del sur, son la gente a la que cantó Ercilla cuando
escribió sobre la tierra austral:
“la gente que la habita es tan altiva / tan soberbia, gallarda y belicosa / que no ha sido por rey jamás vencida / ni a extranjero dominio sometida”.
http://www.lemondediplomatique.cl/Chile-ese-pais-con-vista-al-mar.html
“la gente que la habita es tan altiva / tan soberbia, gallarda y belicosa / que no ha sido por rey jamás vencida / ni a extranjero dominio sometida”.
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