Casi
niños con inquietudes románticas, “perejiles” utilizados por malvados
guerrilleros que los llevaron a la muerte, chicos que “no sabían en lo
que se metían” fueron las versiones heredadas de “en algo andarán” de la
dictadura militar. Durante mucho tiempo el tema anduvo entre el olvido y
la “Teoría de los dos demonios”.
El poder es
de quien cuenta la historia. Quizá por eso cueste tanto recordar a los
miles de militantes secundarios asesinados por el terrorismo de Estado
como jóvenes que habían asumido un claro compromiso revolucionario por
cambiar el sistema. Resulta hipócrita y cobarde reivindicarlos a partir
de quitarles la capacidad de haber sido responsables de discernir un
destino marcado por el amor a la vida en toda su plenitud y no el
suicidio como descalifican algunos.
“¿Tu papá
es del PO?”, “¿Te llevás muchas materias?”, “Mira que después van a
tener que recuperar los días de clase…”, las preguntas de algunos
comunicadores a los alumnos que encabezan el conflicto que llevan
adelante los estudiantes secundarios porteños son de tono casi policial.
Se dirigen a “infiltrados” o “chicos usados por cuadros políticos que
sí saben lo que hacen”. Los pibes no piensan. Por eso el gobierno de
Mauricio Macri lejos de escucharlos hace listas, pretendiendo que la
policía termine con el problema. Otra vez la represión, igual que en la
dictadura. La derecha no ha cambiado. Sólo simula.
Más
de dos millares de compañeros fueron asesinados en todo el país por los
militares. Pertenecían a la Unión de Estudiantes Secundarios
(Montoneros), la Juventud Guevarista (ERP) y otras organizaciones. Eran
militantes, gente pensante, algunos verdaderos cuadros.
Los
pibes de hoy se rebelan y no son tontos, saben que acá no se trata sólo
de un problema del gobierno porteño. El sistema no le asegura
educación, salud, tampoco trabajo en el futuro. Se rebelan a ser un tema
policial, como pretende la agente del PRO aunque no habrá garrote que
los haga retroceder.
Hijos de la clase obrera,
junto a otros que vienen del medio-pelo de la sociedad argentina que con
gusto los mandaría a una escuela privada si no fuera que ya no les dá
el bolsillo, empiezan a caminar una de las verdaderas peleas con la
impunidad y el terrorismo de Estado.
La memoria
no es completa si no se transforma en un presente de lucha por las
ideas que se trataron de borrar con el terror y la muerte. Recordar los
nombres de los muertos no alcanza para retomar la historia que nos
quisieron desaparecer.
La Nación socialmente
justa, libre y soberana por la que ellos dieron la vida, no es otra que
aquella capaz de construir colectiva y definitivamente el final de la
impunidad y el imperio de la justicia social.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/quien-quiera-oir-que-oiga.html
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