Algunos nos sentimos abatidos, soportando —como si de una losa se tratase— la terrible carga de los delitos cometidos por los animales “racionales” de nuestra especie, la única con el siniestro currículum y el macabro historial causante de la mayor pérdida de vidas inocentes, desde su aparición en la escena de la vida en el planeta. Quisiéramos convertirnos en lobo, ave o pez, árbol o flor, incluso piedra inerte, para estar limpios de culpa.
En el Réquiem de Mozar, una grandiosa obra musical idónea para escucharla mientras nos hacemos un autoexámen, podemos encontrar estos versos traducidos al español: “La naturaleza y la muerte se asombrarán/ cuando resuciten las criaturas/ para responder ante el Juez./ Y por aquel profético libro/ en que todo está contenido/ el mundo será juzgado”. No creo en la justicia, ni divina ni terrenal. Es sólo un sueño pensar que algún día la naturaleza y todas las criaturas inocentes que en ella han vivido y viven, juzguen al ser humano por todo el daño causado, por tantas vidas sesgadas, por tanta crueldad extrema. Los que hemos despertado, los que hemos discernido la deuda moral contraída con el resto de las criaturas, debemos hacer todo lo posible por terminar con este infierno. Porque si no soy yo o tú ¿quién?, si no es ahora ¿cuándo?...
fuente, vìa :
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