Bolivia, país poco
conocido en el contexto mundial. La mayoría de los europeos saben de su
existencia, pero no tantos lo ubican en el mapa. Por la poca cultura que
tienen, rarísimo es el estadounidense que no lo confunda con una fruta o
un tipo de hamburguesa.
Bolivia. La gran prensa internacional
enseñó que es sólo un pedazo de tierra llena de indios, coca y
dictadores. Aunque dicen que estos últimos nacieron como respuesta a la
tentativa del Che Guevara de hacer allá una revolución.
En 2005 Bolivia se convirtió en atracción internacional, y no por coca y dictadores: por los indios.
Fue
durante las elecciones presidenciales. La prensa destacaba que un
candidato indígena tenía posibilidades de dirigir ese país. ¡Un indio!
Sí, un ser que no era como nosotros. Se mostraba el inmenso apoyo que
otros indiecitos le daban. Como folclor, las imágenes tendían a mostrar
las polleras y sombreros de las indiecitas. Y folclórico resultaba el
casco de los mineros que en las manifestaciones también vitoreaban al
líder Evo Morales.
El indiecito Evo fue la sensación de la prensa
internacional ese año, particularmente en Europa. Al fin Bolivia
producía otra noticia.
Claro, no todo en Evo podía ser positivo
para la gran prensa, pero sí entendible. Por ejemplo, era un dirigente
del movimiento de sembradores de coca. Sí, algo negativo, porque de coca
a cocaína es poco lo que falta... pero ante todo era un indiecito. Eso
lo disculpaba. En cada discurso Evo hablaba de acabar con el
analfabetismo y la pobreza. Lo que la prensa internacional veía muy
bien, aunque se notaba que prefería la utilización de la palabra
“disminuir”.
Cierto escozor producía en las redacciones porque
Evo estaba al frente de algo llamado Movimiento Al Socialismo. Esa
palabra “socialismo”... No se entendía cómo un indiecito podía saber de
eso. No debía ser algo salido de Evo. Era impensable creer que cuando
Marx escribió sobre ello, los indios lo practicaban desde siglos.
Hasta
que en esas salas fabricantes de noticias e imágenes "descubrieron" por
donde venía la cosa. Se notó que la rasquiña las atacaba porque Evo era
amigo del diablito Chávez. Y peor: admiraba al diablo Fidel. Pero
bueno, antes que todo Evo era un indiecito. Todo lo demás podía entrar
al costal del folclor.
Y Evo Morales ganó las elecciones. Se
puede afirmar que no existió un medio de prensa en el mundo que no lo
mencionara. Como casi todos retomaban lo que salía desde Estados Unidos o
Madrid, la noticia estaba como fotocopia de un cuento de hadas. Hasta
la llamada prensa “rosada” y de la “jet-set” hablaron del indiecito.
Su
encuentro con el Rey de España causó furor, aunque más se mencionó que
Evo no llevara corbata. No importaba, así son muchos indios. Muchos
intelectuales y directores de Organizaciones No gubernamentales, que
nunca se habían dado por enterados, quisieron saber cómo se vivía y se
respiraba bajo el gobierno de un indiecito. Volaron a La Paz, y con
terror tuvieron que beber mate de esa tal coca para calmar el “mal de
altura”.
Pero el idilio con el indiecito presidente no duró mucho.
Evo
nacionalizó el petróleo y el gas. Algo inentendible. Estaba bien que
quisiera sacar de la pobreza e ignorancia a las mayorías, pero no eran
razones suficientes para “quitar” esas riquezas a las transnacionales.
“¡Indio tenía que ser!”, de seguro comentaron muchos en muchas partes.
La gran prensa de ciertos países casi lo expresó así.
El
paternalismo no dio para soportar tanto. Por arte de magia, desde ese
día el indiecito Evo pasó a ser “ese indio”, el “semejante indio”, el
“tal indio”. Del folclor se pasó a la denigración, y no solo a Evo.
Cuando se mostraba al parlamento boliviano, se hacía notar lo ridículo
que las decisiones fundamentales de un Estado fueran tomadas por indios y
obreros. Y lo pésimo: tantas indias. Con razón el país estaba tomando
ese camino. Porque lo “normal” es que sean los de saco y corbata quienes
decidan.
Washington decidió que eso era “comunismo”, por tanto
había que derrocar al indio. A falta de originalidad, se empezó la
típica campaña de guerra propagandística y psicológica. La prensa
internacional, manejada desde Washington, con repetidora en Madrid,
empezó a insistir en que ya no había libertades. De ningún tipo. Que se
violaban los derechos humanos y se reprimía a la oposición. Que Bolivia
se convertía en el centro del tráfico de cocaína, y en escondite de
“terroristas”.
El colmo para Washington fue que Evo seguía con
vida y ganando elecciones. No sirvieron todos los millones entregados a
la oposición, a sus medios de información y varias ONG. Se prepararon
golpes de Estado, y hasta atentados contra su vida. Nada de nada: el
indio ni se movía.
Como casi nunca le había sucedido a Washington
en su “patio trasero”, Evo le respondió. El insolente expulsó al
embajador estadounidense, a la DEA, a la CIA, y amenazó con sacar del
país a las organizaciones de “desarrollo” que pretendieran
desestabilizar su gobierno. ¡Horror de horrores!
Así se
“descubrió” que el vicepresidente, Álvaro García Linera, no era indio,
pero tampoco santo. Quizás peor que Evo. Era un mestizo con muchos
pecados: ex guerrillero, ex preso político, con gran formación política,
un intelectual de calle... Entonces se trató de meter cizaña para
dividir. Esa prensa sugirió que Evo era manipulado por su segundo. En
este caso sí se volvieron a recordar que Evo era un indiecito.
De
muy poco ha servido el complot internacional y nacional. El proceso ahí
va. Con las dificultades propias de todo proceso creativo y atacado.
Mientras por aquí, afuera, levanta y levanta simpatías y respeto.
Últimamente
la prensa internacional ha preferido ser indiferente. A veces publica
una nota, claro, cuando Evo hace algo que no le gusta.
Ese
comportamiento de esta prensa significa que Bolivia ya no es la misma.
Bolivia, ese país que queda por “allá”, es un “mal ejemplo” en el
continente. Y si Washington y sus aliados le tienen miedo a algo, es a
gobiernos “mal ejemplo”. Si en tan poco tiempo, con tan pocos recursos y
con tantas confabulaciones se ha logrado tanto, ¿por qué otros pueblos
vecinos no podrían?
fuente, vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111092
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111092
Articulo escrito para el semanario boliviano La Época . Julio 2010.
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