Se llamaba Esperanza Nieva y vivía en Amaicha del
Valle. Cada uno de sus días era un destello irrepetible como una piedra
preciosa o un animal salvaje. Había cumplido los 81 años. Era sanadora y
coplera. Hacía su propio vino. Luchaba por los derechos del pueblo
diaguita y por la dignidad de las mujeres de la tierra. Además,
fabricaba tiempo y lo usaba para sus artesanías y su huerta.
El
7 de junio de este año la encontraron muerta en su casa. La policía de
Tucumán y los peritos dictaminaron que los días de Esperanza se habían
extinguido por causas naturales.
Los comuneros
entendieron que los golpes y las vejaciones no son naturales y se
pusieron en marcha. Días después otros peritos dijeron que la anciana
había sido asesinada y tal vez ultrajada. Hasta hoy poco o nada se
avanzó en la investigación del crimen.
Esperanza
Nieva luchaba por su comunidad, por los derechos de las mujeres
diaguitas y no diaguitas, pertenecieran a los pueblos originarios o no,
porque sabía que la injusticia y la violencia de género son heridas que
atraviesan las culturas y hermanan a sus víctimas.
Haroldo
Conti escribió una vez: “Uno piensa que los días de un árbol son todos
iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol
es un día del mundo”.
Un día de Esperanza Nieva era un día del mundo.
Los
que la mataron y los que la mandaron matar estropearon la vida,
desviaron el curso del tiempo, arrancaron para siempre días frondosos,
cargados de pájaros, de luchas y de coplas.
No
sólo duelen las muertes jóvenes. La injusticia de los pasos nunca dados.
También cuentan las otras, las de senderos lentos y manos arrugadas.
¿Cuánto valen hoy los soles y las nubes que a Esperanza Nieva le quedaban por vivir?
Esperanza Nieva, a su memoria
Fuente: Tupac Amaru - Sólo dolor-O cuando la mentira la verdad. O cuando la verdad tendría que ser mentira. Ocultar la bestia, decir que no puede ser cierto. Mire usted la foto que ilustra esta nota. Esa mujer, ya anciana, por decir algo, que se está acompañando con su caja un acto durante la Marcha de los Pueblos Originarios. Marcha donde fue ganando sentires de los que protagonizaban esa gesta. Mire la profundidad de esos ojos, la manos, todo es vida ahí. Todo.
Esa mujer es Esperanza
Nieva, tiene –tenía- 81 años y vivía en su casa en Los Zazo, un barrio
periférico a Amaicha del Valle. Esperanza se hacía su vino, cultivaba su
huerta, era artesana, era sanadora y, por sobre todo, una luchadora de
los derechos de su pueblo, el pueblo diaguita y todos los pueblos
ancestrales. Y también por los derechos de la mujer, por el derecho a la
dignidad de la mujer, ahí también ponía empeño, sabiendo que el
maltrato no es prioritario de una sola cultura.
La mataron de manera brutal el miércoles 9 de junio, posiblemente, en horas de la noche. Cuando llegó la policía hablaron de muerte natural, que la lavaran, que ordenaran la casa y derechito al cementerio. El poder que niega hasta el derecho a la duda. Hubo protestas. Era visible que Esperanza se había resistido, por los golpes y otros vejámenes de los que mejor no hablar. La Bestia. La bestia que también habita en ese valle donde el sol florece en vida.
Voces
“Esa misma tarde, después del entierro de Esperanza, hicimos la primera marcha. Ahora marchamos todos los días. Hasta los jóvenes que viven en San Miguel porque estudian o trabajan allí, hicieron su acto de protesta pidiendo justicia. En Tafí del Valle, donde había una reunión de mujeres diaguitas, lo mismo. Y con eso conseguimos que la policía cambie la carátula, que quite eso que de “muerte natural”. Han mandado un destacamento especializado y están investigando. Se habla que ya hay detenidos, pero por secreto de sumario, nada sabemos. Lo mismo esta tarde haremos otra marcha. Y saldremos desde la casa de doña Esperanza que está a 7 kilómetros de Amaicha. Caminaremos”.
Eso cuenta Máxima Isabel Pastrana, vecina de Amaicha, patria comunera, único espacio en el país, donde la tierra pertenece a la comunidad y donde no se puede privatizar -o no se debería, ya que va contra la ley. “Usted sabe- continua diciendo Máxima-, Esperanza era sanadora, era de una estirpe que van quedando pocas y sobre todo, era una luchadora. Por eso en un principio –y eso se verá- hubo la sospecha que había sido un hecho político. Se dijo. Lo cierto es que era una mujer de principios y eso ¿no? luchadora por el derecho a la vida.
Y por ella hemos salido y seguiremos saliendo hasta que se esclarezca el crimen. Hemos ganado algo, que manden una delegación policial especializada y han prometido que no se irán hasta no esclarecer el caso. Lo digo porque no es la primera vez que pasa algo así. Ya hubo otras muertes o hubo asaltos. De cualquier manera, tendremos que acostumbrarnos a que Esperanza ya no está. Y eso duele. Nuestra comunidad está dolida. Muy dolida.
Después de Chocobar, esto…
Eso dice Mariela Flores, una hermana referente del pueblo diaguita. “Estábamos justo en Tafí del Valle haciendo un encuentro de mujeres, ya que también en nuestras comunidades tenemos problemas de violencia o directamente menoscabo, de tener a la mujer como menos. Y eso que es cultura. Y Esperanza Nieva iba a venir, la esperábamos, ella era una voz para escuchar.
Y la matan. No se puede creer. Duele.
Y todavía estamos con este peso del asesinato del hermano Chocobar. De que han soltado a los asesinos, y después de la Marcha de los Pueblos Originarios, donde nosotras la mandábamos siempre a Esperanza, que le decíamos que hablara ella, que ella sabía comunicar el sentir de nuestra comunidad.
¿Qué le puedo decir? Esperanza nos ha dejado su saber, nos ha dejado como herencia seguir luchando. Pero no será fácil no verla, no oírla cantar sus coplitas, tanta dignidad… no es justo. Que llegue la justicia, que encierren a quién o quiénes lo hicieron. Pero no será consuelo. Esperanza es demasiada ausencia.
La mataron de manera brutal el miércoles 9 de junio, posiblemente, en horas de la noche. Cuando llegó la policía hablaron de muerte natural, que la lavaran, que ordenaran la casa y derechito al cementerio. El poder que niega hasta el derecho a la duda. Hubo protestas. Era visible que Esperanza se había resistido, por los golpes y otros vejámenes de los que mejor no hablar. La Bestia. La bestia que también habita en ese valle donde el sol florece en vida.
Voces
“Esa misma tarde, después del entierro de Esperanza, hicimos la primera marcha. Ahora marchamos todos los días. Hasta los jóvenes que viven en San Miguel porque estudian o trabajan allí, hicieron su acto de protesta pidiendo justicia. En Tafí del Valle, donde había una reunión de mujeres diaguitas, lo mismo. Y con eso conseguimos que la policía cambie la carátula, que quite eso que de “muerte natural”. Han mandado un destacamento especializado y están investigando. Se habla que ya hay detenidos, pero por secreto de sumario, nada sabemos. Lo mismo esta tarde haremos otra marcha. Y saldremos desde la casa de doña Esperanza que está a 7 kilómetros de Amaicha. Caminaremos”.
Eso cuenta Máxima Isabel Pastrana, vecina de Amaicha, patria comunera, único espacio en el país, donde la tierra pertenece a la comunidad y donde no se puede privatizar -o no se debería, ya que va contra la ley. “Usted sabe- continua diciendo Máxima-, Esperanza era sanadora, era de una estirpe que van quedando pocas y sobre todo, era una luchadora. Por eso en un principio –y eso se verá- hubo la sospecha que había sido un hecho político. Se dijo. Lo cierto es que era una mujer de principios y eso ¿no? luchadora por el derecho a la vida.
Y por ella hemos salido y seguiremos saliendo hasta que se esclarezca el crimen. Hemos ganado algo, que manden una delegación policial especializada y han prometido que no se irán hasta no esclarecer el caso. Lo digo porque no es la primera vez que pasa algo así. Ya hubo otras muertes o hubo asaltos. De cualquier manera, tendremos que acostumbrarnos a que Esperanza ya no está. Y eso duele. Nuestra comunidad está dolida. Muy dolida.
Después de Chocobar, esto…
Eso dice Mariela Flores, una hermana referente del pueblo diaguita. “Estábamos justo en Tafí del Valle haciendo un encuentro de mujeres, ya que también en nuestras comunidades tenemos problemas de violencia o directamente menoscabo, de tener a la mujer como menos. Y eso que es cultura. Y Esperanza Nieva iba a venir, la esperábamos, ella era una voz para escuchar.
Y la matan. No se puede creer. Duele.
Y todavía estamos con este peso del asesinato del hermano Chocobar. De que han soltado a los asesinos, y después de la Marcha de los Pueblos Originarios, donde nosotras la mandábamos siempre a Esperanza, que le decíamos que hablara ella, que ella sabía comunicar el sentir de nuestra comunidad.
¿Qué le puedo decir? Esperanza nos ha dejado su saber, nos ha dejado como herencia seguir luchando. Pero no será fácil no verla, no oírla cantar sus coplitas, tanta dignidad… no es justo. Que llegue la justicia, que encierren a quién o quiénes lo hicieron. Pero no será consuelo. Esperanza es demasiada ausencia.
vìa, fuente :
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