Victimas
civiles de los bombardeos en Sri Lanka, en mayo de 2009.
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Los nuevos hornos
crematorios de
"población sobrante" operan y están activados durante las 24 horas del
día. Son
completamente invisibles porque el sistema (los gobiernos, la prensa y
la
población mundial) son indiferentes a su ejecución y no los registran en
las
estadísticas. No se
trata de
Hitler, sino de los nuevos laboratorios militares experimentales de
"solución
final".
Por
Manuel Freytas
(*)
manuefreytas@iarnoticias.com
manuefreytas@iarnoticias.com
E
l humano, un animal supuestamente
racional, hoy formado mental y psicológicamente por los programas y las
pensamientos de acción del sistema capitalista que gobierna el
planeta,
es el único espécimen que desarrolló una estrategia y un plan de
acción
para dominar, controlar, y explotar a sus semejantes ejecutando
políticas de
extermino social y de rapiña medio ambiental más allá de sus necesidades
individuales.
En perspectiva científica,
el humano
(del sistema capitalista) es un depredador en gran escala que, a
diferencia de las otras especies, ya no mata por supervivencia, sino
por
construcción de dominio económico, político y social.
Dentro de los parámetros
funcionales
del sistema capitalista (establecido como "civilización única") la "población
sobrante" son las masas expulsadas del circuito del consumo como
emergente
histórico de la dinámica de concentración de riqueza en pocas manos.
Estas masas, que se
multiplican por
las periferias de Asia, África y América Latina, no reúnen los
estándares del
consumo básico (supervivencia mínima) que requiere la estructura
funcional
del sistema para generar rentabilidad y nuevos ciclos de concentración
de
activos empresariales y fortunas personales.
Además, esa masas expulsadas
del
circuito del consumo, requieren (para darle una pantalla "compasiva" al
sistema)
de una estructura "asistencialista" compuesta por la ONU y las
organizaciones internacionales que representan una carga y un "pasivo
indeseable" en los balances de gobiernos y empresas trasnacionales a
escala
global.
Dentro del mercado y de la
sociedad
de consumo capitalista, la lógica de producción no se mide por la
satisfacción
de las necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda salud,
educación
etc.) sino por los parámetros de optimización de la rentabilidad
privada.
La producción de bienes y
servicios
(esenciales para la supervivencia) controlada por el capitalismo está
socializada, pero su utilización está privatizada: No responde a fines
sociales
de distribución equitativa de la riqueza producida por el trabajo social
sino a
objetivos de búsqueda de rentabilidad capitalista privada.
El objetivo estratégico
central del
sistema (su lógica y esencia funcional) está motorizado, en primer
término, por
la búsqueda de la rentabilidad para sus empresas y bancos
transnacionales,
su columna vertebral ejecutora de sistema económico dominante a escala
planetaria.
Esta dinámica
-históricamente
probada- genera un resultante contradictorio: Achicamiento del consumo,
concentración de riqueza en pocas manos, y expulsión del circuito del
consumo y
de la supervivencia de miles de millones de personas.
La población del mundo ya
supera los
6.500 millones de personas, de la cuales sólo alrededor de 500 millones,
las
"clases altas" (ricos y súper ricos) se ubican en el status de "nivel
óptimo" de consumo que requieren las necesidades operativas de
rentabilidad
de los bancos y empresas que hegemonizan la industria, el comercio y las
finanzas del sistema capitalista impuesto a escala global.
Fuera de este triángulo del
"consumo
óptimo", compuesto en su vértice por el segmento de los ricos y
"súper-ricos",
alimentado por el sector concentrador de riqueza a escala global, se
encuentran otros 2.500 millones de personas, las que (sin llegar al "consumo
óptimo" de los "súper ricos") desarrollan un "consumo regular"
de los
bienes y servicios producidos y ofertados (para quien pague por ellos)
por la
estructura productiva capitalista.
Este sector está formado por
los
sectores llamados "clases medias" (en estratos de "alta" a
"baja") que se
ubican en el medio de la pirámide de la sociedad de consumo capitalista,
tanto
en los países centrales como en las áreas periféricas, emergentes o
subdesarrolladas, de Asia, África y América Latina.
Debajo de estos segmentos,
hay
una franja de población de aproximadamente 3.500 millones de personas
que
oscilan entre la "pobreza estructural" (no cubren sus necesidades
básicas) y la "indigencia" (carentes de medios de supervivencia),
que
conforman una "masa crítica" de expulsados del circuito del mercado
masivo del
consumo.
"Pobres estructurales" e
"indigentes", marcan las fronteras de la exclusión social, y son
el
producto histórico más representativo, el emergente social de un sistema
económico que no produce con fines sociales sino con fines de
rentabilidad
individual conseguida con la explotación del trabajo social.
Como el sistema dominante solo
produce para quien pueda pagar por los bienes y servicios, esta masa
expulsada del circuito del consumo (por la dinámica concentradora de
riqueza en
pocas manos) le "sobra" al sistema capitalista, y sólo una
cantidad
reducida (la masa integrada que va quedando detrás de las expulsiones
periódicas) le produce ganancia a las grandes empresas y bancos
transnacionales
que controlan todos los eslabones del mercado y la producción mundial.
Y esta expulsión sistemática
de los
parámetros de supervivencia humana arroja un resultado:
Según la ONU, en el mundo ya hay más de 3.500 millones de personas que
padecen
hambre, pobreza o desnutrición, la cifra más alta de la historia,
cerca de
la mitad de la población mundial, que hoy ya se estima en alrededor de
7.000
millones de personas.
Según la ONU, con "menos del
1%" de
los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas
centrales
para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han
desatado la
crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de
los miles
de millones que son víctimas de la hambruna a escala mundial.
¿Y porqué no se hace? Por
una razón
de fondo: Los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no
son un
"producto rentable" para el sistema capitalista.
No consumen, o lo poco que
pueden
consumir para supervivir en escalas marginales, no alcanza para mantener
los
estándares de rentabilidad que requiere el aparato productivo y la
sociedad de
consumo capitalista.
Por lo tanto, la fábrica de
"población sobrante" del sistema capitalista, genera como emergente más
inmediato bolsones de rebelión y de estallidos sociales que se
potencian
a niveles impensables dentro del colapso económico financiero desatado a
escala
mundial.
La "solución malthusiana"
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¿Qué hacer con la "población
sobrante", con los pobres, con los desintegrados expulsados del
mercado del
consumo capitalista?
¿Pueden volver a ser
incluirlos
dentro del mercado como consumidores regulares?
Para los expertos, en la
actual
configuración del sistema productivo mundial (sólo orientado al segmento
de los
que pueden pagar) es lógicamente improbable (sino imposible)
reincorporar
a la masa de de "población sobrante" que sólo podría realizarse por
medio de la
"socialización" del producido de riqueza mundial.
Algo imposible de realizar
dentro de
los parámetros de rentabilidad privada que rige la estructura
capitalista
privada nivelada para todo el planeta.
¿Y que va a pasar cuando
los
pobres y los hambrientos, empiecen a estallar como una masa de
rebelión
violenta por las áreas emergentes y subdesarrolladas del sistema a
escala
global?
El sistema, más allá de un
asistencialismo superficial, no está diseñado ni preparado para
cubrir
contingencias alimentarias a gran escala como ya se verificó con la
crisis
alimenntaria producida por la suba de alimentos en el 2008.
En la Cumbre Mundial sobre
Seguridad
Alimentaria que se celebró en Roma, en noviembre pasado, el director
general de
la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones
Unidas,
Jacques Diouf, ante la ausencia de los líderes políticos de los países
ricos, señaló que "el problema del hambre no es una prioridad para
los
países más ricos".
El fracaso reiterado de las
cumbres
por la solución de la pobreza y del hambre, revela por si solo que los
pobres y
hambrientos del mundo (por una estricta valoración de la ecuación
"costo-beneficio" capitalista) ya fueron abandonados a su suerte y condenados
a muerte sin juicio previo.
El capitalismo, está
probado, carece
de una salida inclusiva y también de una salida asistencialista para
la masa
de población sobrante que se incrementa aceleradamente con la crisis
económica del sistema.
Pague o haga dieta:
Parece ser
la receta final del sistema capitalista para la masa mundial de
población
sobrante, empobrecida y hambrienta, que permanece fuera del mercado del
consumo.
¿Qué hacer con los pobres y
hambrientos que pueden marchar en una rebelión sangrienta y desesperada
hacia la
conquista de comida por la fuerza en las grandes urbes? ¿Si el sistema
no los
puede incluir cuál es la solución?
Aquí llegamos al punto de "solución
malthusiana" más descarnada. Si el sistema capitalista no los puede
incluir y
quiere sobrevivir, evitando una masiva rebelión de los pobres atacando
sus
metrópolis, por lógica, tiene que buscar y concretar una nueva forma
quirúrgica
de exterminarlos sin dejar rastro.
¿Nuevos hornos crematorios
de
"solución final" en gran escala?
Laboratorios experimentales
Como principio experimental,
los
nuevos hornos crematorios de "población sobrante" ahora cambiaron de
denominación. Ya no se llaman hornos crematorios sino "guerra
contraterrorista".
Bajo esa denominación, desde
el 2001,
funcionan operaciones militares de exterminio masivo que abarcan
áreas
estratégicas de "población sobrante" de Asia, África y Medio Oriente.
Los nuevos hornos
crematorios son los
bombardeos masivos a supuestos búnkeres de "terroristas" situados
en
áreas densamente pobladas de poblaciones civiles habitadas por pobres y
marginales, conformados como nuevos laboratorios experimentales de
"solución
final" (incorporada) para contener las futuras rebeliones de
hambrientos.
En Irak, distintas
organizaciones
internacionales estiman en más de un millón los muertos desde la
ocupación, en
Afganistán, las victimas se cuentan por centenares de miles en los
distintos
frentes militares imperiales de Asia y África, las víctimas se suman
por
decenas de miles.
Los exterminios militares
continuados de Israel en Gaza y en Líbano, son apenas la punta de un
iceberg
de un genocidio en alta escala de "población sobrante" que desde el
2001,
y en nombre de la "guerra contraterrorista", ha masacrado a millones de
seres humanos en las áreas subdesarrolladas y pobres de Asia, África y
Medio
Oriente.
Las matanzas son diarias,
sistemáticas, continuas, y nadie las contabiliza en una estadística
general
que seguramente sorprendería y sockearía por la intensidad numérica de
las
masacres que se suman ante la indiferencia mundial de gobiernos y de
las
sociedades idiotizadas y alienadas por la estructura mediática.
Mientras la población
"incluida"
goza de espectáculos, consume productos y depresión individualista, y
vive sus
problemas como el fin de la historia, hay una maquinaria militar
aceitada que
ejecuta "población sobrante" durante las 24 horas del día.
Esta nueva "solución
final" maltushiana aplicada militarmente, que evoluciona de lo
simple a lo complejo,
tiene un clara línea de ejecución y continuidad en los procesos de
ocupación militar (Irak y Afganistán) y en los distintos escenarios de
"guerra
contra el terrorismo" en Asia, África y Medio Oriente.
Líbano, Irak,
Gaza, Afganistán, Irak,
Pakistán, Sudán, Somalia, entre otros (al margen de los objetivos
geopolíticos y
militares que representan dentro del tablero de la guerra
intercapitalista por
el apoderamiento del petróleo y de los recursos estratégicos), son
teatros
experimentales de exterminio militar en masa de "población sobrante" que
funcionan bajo la carátula operativa de la "guerra contra el
terrorismo".
Bajo la total indiferencia
de la
población mundial "incluida", casi a diario, y en nombre de la "guerra
contraterrorista", se registran matanzas militares de "población
sobrante" que
son tomadas como un "hecho natural" por la prensa del sistema.
Gaza, Líbano, Afganistán,
Pakistán,
Irak, Sudán, Somalía, Nigeria,Yemen, son los ejemplos más sobresalientes
de estos
ensayos experimentales de supresión militar diaria de "población
sobrante"
que se suceden ante la total indiferencia de la sociedad mundial de
los
incluidos en el
mercado del consumo.
En este escenario, luego de
Líbano y
de Gaza, la última
experiencia más sobresaliente de exterminio militar relámpago de
"población sobrante" en
masa fue Sri Lanka, en mayo del año pasado.
En Sri Lanka (ex Ceilán), en
lo que EEUU y las
potencias occidentales calificaron como "fase final contra el
terrorismo
tamil" fueron asesinadas, en sólo cuatro semanas, más de 20.000
civiles,
según una investigación del diario británico The Times.
La cifra, triplicó la
información
oficial aportada por la ONU y el gobierno títere ceilandés. A su vez, la
operación de exterminio militar dejó a más 300.000 civiles con sus
viviendas
destruidas y sometidos a una catástrofe humanitaria sin precedentes.
La masacre, realizada
mediante
bombardeos aéreos y terrestres ininterrumpidos sobre poblaciones
civiles, sentó
un precedente de "práctica genocida impune", un procedimiento de
exterminio
militar aceptado y tolerado sobre la base de la complicidad del
"silencio"
de los gobiernos mundiales y de las organizaciones internacionales, a
los que se
sumaron (en calidad de grandes ocultadores y manipuladores) las grandes
cadenas
mediáticas y sus repetidoras locales a nivel de los cinco continentes.
Pero el laboratorio nunca se
detuvo.
Más allá de sus cíclicas "masacres relámpago" las masacres funcionan
durante las 24 horas del día como una aceitada maquinaria de
exterminio
masivo que no se detiene nunca.
En Afganistán, Irak,
Pakistán,
África y Medio Oriente, los operativos masacre de "población
sobrante" son sistemáticos, y las cifras de muertos (que se suman a
diario) no
son registrados en forma general por las estadísticas oficiales ni por
la prensa
del sistema.
Son los nuevos hornos
crematorios
para exterminar a los excluidos "sobrantes" del sistema, que pasan
desapercibidos por la malla de complicidad existente entre los medios de
comunicación, los gobiernos y la sociedad de los "incluidos" a escala
global.
Como le diría Bush a Obama:
Se trata
de la "guerra contraterrorista", estúpido.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y
comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la
Web.
Ver sus trabajos en Google y en IAR Noticias
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