Dado el protagonismo que está
adquiriendo el FMI en los duros planes de ajuste que se empiezan a
aplicar en algunos países europeos como Grecia o España conviene
recordar su origen, sus políticas y qué intereses defiende.
El Fondo Monetario Internacional
(FMI), desde su creación en 1945, ha ido convirtiéndose poco a poco en
la herramienta más potente de dominación mundial en manos de EEUU.
Aprovechándose del momento de debilidad posbélica de las potencias
imperialistas clásicas, aún bajo la inercia del colonialismo típico,
EEUU inauguró un nuevo método de imperialismo que tiene menos que ver
con la ocupación, digamosfísica, que con la económica. Un mecanismo que
incluso le está permitiendo hoy sobrepasar las áreas tradicionalmente
colonizables del Tercer Mundo yextenderse por países del Primer Mundo.
Su fin fue crear unfondo de ayuda a
los países participantes con problemas económicos mediante préstamos,
impulsar la cooperación internacional, facilitar la expansión y el
crecimiento equilibrado del comercio, promover la estabilidad cambiaria e
infundir confianza entre los países miembros. Pero detrás de estos
‘buenos fines‘, había unas condiciones que determinarían toda su
estrategia. Cada país participa según su capacidad económica y según
esta participación se le asignaba el porcentaje de votos en las
decisiones: si a Francia o a Inglaterra, por ejemplo, hoy les
corresponde un 4,85% cada uno, a EEUU el 16,4% (España, 1,38%, Portugal
0,40% Lituania 0,08%). Y la cláusula clave: cualquier decisión necesita
como mínimo el 85% de votos, con lo que EEUU se aseguró el control total
ya que, juntos los votos de todos los otros 183 países que hoy lo
participan, llegarían todo lo más al 83,6%. Democracia pura...
En tiempos de Reagan el FMI se
convirtió en el agente promotor de las políticas neoliberales cuyos
resultados en América Latina todos conocemos. Los países receptores de
la “ayuda” fueron obligados a eliminar toda limitación a la movilidad de
capitales, a privatizar sus servicios públicos, a eliminar los déficits
del estado, a liquidar derechos y conquistas sociales de la clase
trabajadora y a dar plena autonomía a los bancos centrales. Cualquier
intervención de los estados fue proscrita y promovidas la
desregularización de los mercados financieros y de capitales y del
mercado laboral. El desastre, reconocido hasta por el mismo FMI, fue
similar al ocasionado con esas mismas políticas, en este caso con la
bendición de UE, en Lituania y en Grecia. Y mientras aquellos
(Argentina, Bolivia, Venezuela…) ‘rompieron’ en su día con el FMI
creando el Banco del Sur, Europa se abrió a su intervención en países
como Grecia, Portugal o España, cuyos gobiernos jugaron a ser ricos al
lado de países más ricos, a base de pedir préstamos para igualarse a
ellos. Y las francachelas se pagan. El FMI, cada vez más ligado a los
intereses de la gran banca y del complejo financiero, olvidados aquellos
principios de sus inicios, que ni sabe de amigos ni de costes sociales
ni medioambientales, los somete a las mismas políticas neoliberales que a
aquellos gobiernos latinoamericanos.
Perdida su soberanía, al dictado del FMI con la
complacencia del BCE y del gran capital europeo, los estados europeos se
disponen a liquidar el “estado de bienestar”. Ese ‘sueño’ del que las
clases populares han comenzado a despertar.
Artículo publicado en el periódico nº 12 de junio - julio de Corriente Roja
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