sábado, 19 de junio de 2010

Mùsica : Valses Mexicanos. Nuestra música de la primera mitad del siglo XX reflejaba el alma de artista y los sentimientos del pueblo mexicano, señala Manuel Magaña, quien se define a sí mismo como “profano en cuestiones musicales, pero muy interesado en el rescate de nuestros valores, la mejor herencia para la juventud”. Leonor López D.


Nuestra música de la primera mitad del siglo XX reflejaba el alma de artista y los sentimientos del pueblo mexicano, señala Manuel Magaña, quien se define a sí mismo como “profano en cuestiones musicales, pero muy interesado en el rescate de nuestros valores, la mejor herencia para la juventud”.

Manuel Magaña Contreras es reportero del periódico Excélsior desde 1952. Ha visto crecer hasta la deformidad a la capital de México, que “hasta hace pocas décadas aún olía a campo y a provincia”.

Charlar con Manuel Magaña es una experiencia reconfortante. Sus palabras despiertan la nostalgia de una ciudad que no conocía el desencanto ni la violencia, de una música orgullosa de su origen, entre cuyas notas no cabían el arribismo ni la vulgaridad.

Tal vez, afirma Manuel Magaña, el antecedente más remoto de nuestra canción romántica es La Paloma, de origen cubano, pero que tuvo gran aceptación en nuestro país, pues nos habla del “espíritu amoroso del mexicano del siglo XIX: ‘Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona, cuéntaletus amores, bien de mi vida, corónala de flores que es cosa mía...”

El vals mexicano, alegre y cadencioso, fue hasta la etapa revolucionaria la música más escuchada, más bailada y más cantada de México, expresa Manuel Magaña. En 1902 aparecieron tres de nuestros valses más hermosos, Juego hidráulico, de Carlos Curtis, maestro del Conservatorio y fundador de la primera orquesta típica mexicana, Club verde, del sonorense Rodolfo Campodónico, y Recuerdo, del músico Alberto Alvarado, nacido en Durango. Ya para entonces, asegura Manuel Magaña, Perjura, escrita en 1901 con música de Miguel Lerdo de Tejada, anunciaba el nacimiento del bolero mexicano. “...Quiero tu imagen verla borrada con tanto llanto que derramé, quiero olvidarte, que tu recuerdo vaya al abismo de lo que fue...”

En 1906 apareció –inicialmente no tuvo éxito– Canción mixteca con letra y música del oaxaqueño López Alavez. “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mi pensamiento...” Según Manuel Magaña, esta hermosa canción es el primer y hasta hoy insustituible himno a la nostalgia por el terruño que más tarde resurgiría con las canciones de migrantes –del campo a la ciudad– como Adiós mi chaparrita, de Ignacio Fernández Esperón “Tata Nacho”, autor también, en 1918, de La Borrachita que se va a la capital “pá servir al patrón” dejando un amor que “también la quere”. Asu vez, Manuel M. Ponce escribió la música y la letra dela canción ranchera Desterrado, que habla de la soledad de un hombre que se fue para el sur y que volvió un año después a causa del “inmenso amor de una mujer”.

En su libro Los años de oro, ciudad abierta, Manuel Magaña afirma que si bien la Revolución popularizó el corrido que exaltaba personajes o episodios de la contienda –La Adelita, La Valentina, Carabina 30-30, etc.– la música romántica, lejos de desaparecer, continuó expresándose a través de autores extraordinarios que publicarían sus creaciones en los cancioneros El ruiseñor yucateco (editado a partir de 1907) y el Cancionero Picot, que durante muchos años repartió ediciones gratuitas con lo más representativo de nuestra música popular. Estos cancioneros, así como Canciones, cantores y corridos mexicanos; Corridos de la Revolución Mexicana, El romance español y el corrido mexicano y La canción mexicana influyeron notablemente en el advenimiento de la época de oro de nuestra canción.

La música mexicana expresaba un gran respeto por la mujer y por la naturaleza, afirma Manuel Magaña, y añade que para ejemplo nada mejor que Gracia Plena, poema de Amado Nervo musicalizado por Mario Talavera. “...Ingenua como el agua, diáfana como el día, rubia y nevada como margarita sin par. Era llena de gracia, como el Ave María. Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar...” La idealización poética de la mujer tiene un exponenteque ameritauna mención especial: Ricardo “el vate” López Méndez, autor del conocido poema México, creo en ti, de las letras de canciones famosas de Ricardo Palmerín (“languidece una estrellita en el alto cielo azul, y su pena es infinita porque no la miras tú...”), Alfonso Esparza Oteo, Gonzalo Curiel y Agustín Lara, entre muchos otros, y de comerciales como el del lápiz labial Tangee “que no revela el secreto de un beso”, o el del reloj Westclok “tan exacto como el girar de las estrellas” .

Repetidamente, Manuel Magaña expresasu admiración por aquellos trovadores ysu empeño por exaltar a la mujer, la belleza, la cultura y las tradiciones de México. Artistas que hicieron del amor un motivo de inspiración: “... Dime si no es adorarte soñar en besarte y no despertar, porque sintiéndote lejos, por más que no quiera me pongo a llorar...” No obstante, Magaña prefiere abstenerse de enumerarlos: “Son tantos los músicos y poetas de la canción mexicana que cualquier omisión resultaría imperdonable”.

ManuelMagaña opina que al hablar de la música mexicana no podemos dejar de referirnos alorgullo con que los artistas lucían el “traje nacional” al interpretar sus canciones en ferias y saraos, en audiciones radiofónicas o en películas. El atuendo femenino y masculino de los años treintas y cuarentas respondía a una filosofía nacionalista que incluía todas las manifestaciones del arte popular. Ernesto Cortázar y Manuel Esperón escribirían entonces: “Yo soy puro mexicano, mi tierra es bravía. ¡Palabra de macho que no hay otra tierra más linda y más brava que la tierra mía...!”

La radio, en especial la XEW y la XEB, llevaron a la música popular mexicana a su momento de mayor gloria. Entre la tercera y la cuarta década del siglo XX, las canciones rancheras y las románticas conocieron su periodo de mayor fecundidad. Los “trovadores”, los tríos y los mariachis, dice Manuel Magaña, recorrían de norte a sur el paísdifundiendo nuestros valores y la creatividad de nuestros artistas y “establecían fuertes lazos de identidad entre los mexicanos”.

En 1942, el amor, el desengaño, la nostalgia y el paisaje ceden un espacio al espíritu bélico. México declara la guerra a Alemania, Italia y Japón. Se instaura el servicio militar obligatorio y surgen leyes y reglamentos con el fin de preparar a la población para una posible emergencia. Las manifestaciones nacionalistas en la música no se hacen esperar. Agustín Lara escribe Cantar del regimiento pidiéndole a la Virgen Morena que lo cuide y lo deje pelear. De nuevo Esperón y Cortázar ganan aplausos con una tonadilla que dice: “...Con el apagón ¡qué cosas suceden!”, mientras que Alberto Domínguezreflexiona: “Humanidad ¡hasta dónde nos vas a llevar! Con tu trágico sino, ¿cuál será mi destino?”

La canción vernácula ha acompañado al pueblo mexicano en sus luchas, sus triunfos y sus fracasos. Nos despedimos de Manuel Magaña al atardecer, ahí quedaron, atisbando entre las sombras, los compositores que aparecieron en estos renglones en compañía deJoaquín Pardavé, Pepe Guízar, María Greaver, los hermanos Domínguez, los Martínez Gil,Jesús Monge, Álvaro Carrillo, Jorge del Moral, Guty Cárdenas, Chava Flores, Rafael Hernández –aunque originario de Puerto Rico, es considerado un pilar de la música romántica mexicana–, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Pedro Flores, Juan S. Garridoy tantos y tantos otrosque ahora, en medio del bullicio electrónico, son reconocidoscomo estrellas de la “verdadera” música mexicana, esa que se escucha y se canta en todos los rincones del mundo.

Fuente: México en el Tiempo No. 38 septiembre / octubre 2000

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Vals de Alejandra Con Orquesta Sinfonica.mp3
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