“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Ya
lo había advertido en su gira por Europa, cuando dijo que la batalla
contra el crimen organizado se estaba ganando, pero que la de la
percepción de la opinión pública registraba resultados negativos. Me
recuerda al fulano aquel que circulaba en contrasentido en el viaducto,
al que solamente se le ocurrió pensar que todos los demás circulaban en
sentido contrario. A Calderón lo único que se le ocurre es que la
opinión mayoritaria, incluida la de los estudiosos del tema, está
equivocada; que su verdad es la única verdadera; la verdad de los demás
es mentira. Parece ser una muestra más del talante intolerante del que
fraudulentamente ocupa la residencia presidencial.
Pero,
haciendo a un lado los prejuicios, quisiera poder creerle. Creo que los
mexicanos estamos ayunos de certeza; más aún en tratándose de un tema
tan sensible como lo es el de la seguridad. No avanzo ni centímetro en
el intento; la voluntad de comprender se me agota ante la incoherencia:
el afán de terminar con la inseguridad pasa necesariamente por terminar
con la corrupción gubernamental, en lo general, y en la administración
de la justicia, en lo particular, y no encuentro por ningún lado alguna
acción eficaz para acabar con ella. No se puede exigir honestidad a los
subordinados, si la corrupción campea en el que manda. Pueden realizarse
miles de depuraciones en las policías y aplicarse otras miles de
pruebas de confiabilidad, que no pasará nada si la impunidad impera
entre las cabezas, comenzando por la mera principal.
El
discurso pudiera contener planteamientos correctos pero, de entrada, me
molesta que se priorice la preocupación por la imagen internacional,
por encima del real sufrimiento de las familias mexicanas. No es un
dislate, sino la expresión del pensamiento del autor: el riesgo de ver
afectado el proceso de venta del país a la inversión extranjera.
Calderón se solaza con las palmadas al hombro que le dan en el
extranjero; le place que lo califiquen de valiente y le otorguen
distinciones que le reconocen su contribución al fortalecimiento del
gran capital internacional. Ante el canto de las sirenas, hace oídos
sordos al clamor de los mexicanos que exige inteligencia en el combate.
No se vale dárselas de héroe, cuando se dirige la batalla desde una
burbuja de seguridad personal; cuando la sangre que se derrama es la
ajena. Así, hasta yo soy valiente.
Ante la
abrumadora cifra de casi 30 mil muertes violentas en lo que va del
sexenio, se pretende justificar diciendo que la mayoría corresponde a la
guerra entre los cárteles de la droga y bajando la apreciación de las
muertes de civiles inocentes al nivel de “daños colaterales”
inevitables. ¿Qué tal que fueran sus familiares los de la colateralidad?
Desde luego, si el combate se practica a balazos en las calles, siempre
habrá alguien a quien le salpique un poco de metralla. El objetivo
táctico de la acción es la muerte del enemigo, no de otra forma puede
operar un soldado; el portador de un arma oficial se convierte en juez y
dicta la pena de muerte sin mayor trámite. La justicia y el derecho se
hacen a un lado y se impone el estado de la ilegalidad. No puede
combatirse la ilegalidad desde la ilegalidad misma.
Por
más que se esfuerce en tratar de hacer creíble su discurso, Calderón no
puede borrar la historia. Nadie puede olvidar que su régimen es, cuando
menos, cuestionado y que, en tal circunstancia, el primer acto de
gobierno se fincó en la fuerza de las bayonetas, cuando la resistencia a
su imposición fraudulenta estaba en las calles. No podría entenderse de
otra forma la presencia del ejército fuera del cuartel, por más que
intente justificarla en el combate a la delincuencia. Tampoco resulta
creíble el discurso cuando apela a la legalidad y la viola
cotidianamente. Menos creíble resulta el discurso, cuando toda la
propaganda oficial está plagada de mentiras que ya casi nadie cree.
¿Cómo creerle a Calderón? si decreta la extinción de Luz y Fuerza del
Centro retorciendo la legalidad y dejando en la miseria a 44 mil
trabajadores y, al mismo tiempo, asegura que se han creado miles de
nuevos empleos. Cómo creerle que se defiende la soberanía entregando el
país a los intereses del extranjero. No alcanzarían mil páginas para
enumerar la retahíla de mentiras. ¿Así pretende que le creamos en su
guerra al crimen organizado?
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/06/mexico-la-de-la-percepcion-es-batalla.html
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