Los momentos o fases de la crisis
La primera manifestación abierta de la crisis económica mundial se produjo en el segundo semestre de 2007, con el desinfle de la burbuja especulativa existente en el mercado inmobiliario de EEUU y, desde allí, comenzó a extenderse a nivel internacional.
A pesar de haber estallado en ese sector, no se trataba solamente de una crisis financiera sino que expresaba los problemas más profundos del sistema capitalista, analizados por Marx en El Capital: la caída de la tasa de ganancia. Este “germen básico” de la crisis se veía sí agravado y potenciado por la hipertrofia del sistema financiero mundial, en las últimas décadas, como señalamos en varios artículos y trabajos. Otro factor central actuó, a la vez, como desencadenante y agravante de la crisis: la derrota del proyecto de Bush del Nuevo Siglo Americano, especialmente en la guerra de Irak.
Desde su mismo inicio, economistas burgueses muy serios, como Stiglitz y Krugman, afirmaron que se trataba de la peor crisis del capitalismo desde la de 1929. En ese momento coincidimos con este diagnostico que se vio confirmado con la quiebra del Lehman Brothers, en setiembre de 2008, acompañado por situaciones muy críticas en otros grandes bancos estadounidenses y europeos. La crisis se profundizaba y daba un salto: hubo dos semestres (el último de 2008 y el primero de 2009) de gran caída de los PIBs de EEUU y Europa (la peor en varias décadas). Por otro lado, el sistema bancario-financiero mundial estaba a un paso de quebrar.
Un segundo momento o fase, comienza con los “megapaquetes” de ayuda a los bancos y a los mercados financieros lanzados por los gobiernos de los países imperialistas y otros países de peso (como China y Brasil). Los estados imperialistas, de la misma forma que antes habían impulsado el proceso especulativo, ahora actuaban como “compañías de seguros” del sector financiero y se endeudaron para inyectar directamente o comprometer paquetes que sumaron casi 24 billones de dólares (¡más de 40% del PIB mundial!). Así consiguieron salvar a los bancos y evitar una quiebra generalizada del sistema financiero mundial. Esos “megapaquetes” lograron también frenar la dinámica de “caída libre” de la economía mundial e iniciar una frágil recuperación, a partir del segundo semestre de 2009.
Pero este gran endeudamiento de los estados imperialistas comienza a cortarse por “lo más delgado”: los países imperialistas más débiles, como Grecia o Portugal, no pueden sostener la deuda que contrajeron y entran en cesación de pagos, o se acercan a esa situación. Si bien son países pequeños, integran uno de los principales polos imperialistas. Por eso, su situación económica y política se vuelve como un boomerang sobre toda Europa y el conjunto de la economía mundial. Se está abriendo así un nuevo momento o fase de la crisis cuya dinámica se definirá en el terreno de la lucha de clases.
El salto en los déficits públicos
Los “megapaquetes” de ayuda generaron un gran endeudamiento de los países imperialistas, tanto en EEUU como en Europa, alcanzando porcentajes records en su relación con los PIB nacionales. En EEUU, la deuda pública llega a los 15 billones (100% del PIB), mientras el déficit fiscal anual ya es el 11% de su PIB. En el conjunto de Europa, es un poco menor: la deuda pública representa un 76,3% del PIB y el déficit fiscal anual, el 6,8.
Pero, en varios países, las relaciones porcentuales entre deuda pública/PIB y/o déficit anual/PIB supera porcentualmente a la de EEUU: Gran Bretaña, 79,1 y 11,5; España, 64,9 y 11,2, etc. En el caso de Grecia 124,9% y más del 13%, aunque la génesis de esta deuda es un poco distinta y la analizaremos de modo específico más adelante. En todos los casos, los países europeos superan varias veces el déficit máximo de 3%, comprometido en el Tratado de Maastricht, que dio origen a la UE y a la zona euro.
La mayor fragilidad europea
Más allá de los porcentajes, existen diferencias entre EEUU y Europa que explican la peor situación actual de la UE. Comencemos por ver las dos principales “debilidades” europeas.
En primer lugar, a pesar de la creación de la UE y de la zona euro como polo imperialista para defender un “espacio” frente a EEUU, Europa no es un único país sino varios. Existe un Banco Central Europeo (BCE) que administra el euro, pero las burguesías europeas no han avanzado en la creación los Estados Unidos de Europa. Y este paso nunca se dará en el marco del capitalismo porque esas fronteras nacionales delimitan el “espacio propio” de cada burguesía para la explotación de sus trabajadores.
Por eso, la existencia del euro como moneda común sin unificación de los países presenta contradicciones insuperables que, ahora, en la crisis muestran su cara negativa. Al ser controlado por una superestructura internacional (el BCE) el euro impone una rigidez de políticas monetarias nacionales. Por ejemplo, las burguesías griegas o portuguesas no pueden emitir ni devaluar su moneda y, de esa forma, realizar un ataque indirecto a los salarios y el nivel de las masas. Ni el BCE puede actuar frente a la crisis de un país de la zona euro como lo haría un estado federal ante la crisis de una región (por ejemplo, Brasil ante una crisis en Minas Gerais).
Lo que hemos visto es que los paquetes de ayuda al sector financiero fueron lanzados con un criterio nacional y no de conjunto. Cada burguesía imperialista, en especial la de los países más fuertes, Alemania y Francia, estaba mucho más preocupada en “salvar la propia casa” que en lo que aconteciera con los otros países. Al mismo tiempo, la existencia de una moneda común hace que los problemas de los países más débiles se extienden o afecten a todos los integrantes de la zona euro.
Recién ahora, cuando todo el proyecto de la UE y la propia existencia del euro están en riesgo, se ha lanzado un paquete conjunto de casi un billón de dólares para sostener la moneda común, ya en medio de una caída continua de su cotización internacional. En este sentido, el Financial Times criticó a las burguesías y gobiernos europeos, en particular a la alemana Ángela Merkel, por dejar correr la situación para presionar condiciones más duras para Grecia, señalando que “estaba jugando con fuego”. En la misma dirección, Joseph Stiglitz (uno de los gurúes económicos de la actualidad) afirmó que la caída de la UE y del euro sería una “catástrofe”.
Además de no ser un único país, tanto en la UE como en la eurozona, se han unido países de muy desigual desarrollo económico y productividad. Como ejemplos extremos, Alemania y Grecia. En el caso de los países más débiles, como Grecia, Portugal o la propia España, esa integración significó, además, un proceso de desindustrialización y el crecimiento de las ramas económicas mucho más sujetas a los vaivenes coyunturales, como el turismo (y la construcción asociada), el comercio y el transporte, y, por lo tanto, son mucho más frágiles ante la crisis.
Durante los recientes años de ascenso económico mundial (2003-2007), eso generó la impresión de mayor riqueza. Pero la crisis económica desnudó esta ilusión y mostró que el saldo neto del proceso fue de empobrecimiento. En el caso griego, por su menor productividad, el país se endeudó para sostener la pertenencia a la zona euro y la importación de productos industriales. Mientras el ingreso de euros por el turismo y el comercio era sostenido, el circuito funcionaba. Pero la crisis disminuyó estos ingresos y ya no podían pagarse los préstamos, los intereses pagados por las refinanciaciones eran cada más altos y la deuda fue creciendo hasta llegar al nivel insostenible de la actualidad.
Alemania y Francia obligaron a los países más pequeños a sobreendeudarse para defender sus propios sectores financieros: más del 40% de la deuda pública griega está en manos de bancos franceses y alemanes, y el resto en manos de otros bancos, algunos de “fachada griega” pero que son controlados por capitales franceses, alemanes y estadounidenses.
La otra gran debilidad de las burguesías imperialistas europeas es su relación con el movimiento obrero. En primer lugar, después de la II Guerra Mundial se vieron obligadas a otorgar importantes conquistas sociales y laborales para evitar la extensión de la revolución socialista que avanzaba desde el Este. Basta ver, por ejemplo, la diferencia entre los sistemas de salud pública o los mecanismos de despido en Europa y EEUU. Sumado a ello, por su larga historia y tradición, el movimiento obrero europeo es mucho más organizado, consciente y de mayor capacidad de lucha que la clase obrera estadounidense.
Por eso, las burguesías europeas han debido actuar, hasta ahora, con “pies de plomo” frente a sus clases obreras: junto a fuertes ataques a los sectores más débiles (los inmigrantes), fortalecieron ciertas medidas “amortiguadoras” (como la ampliación de los plazos del seguro al desempleo) que postergaron los choques frontales con los sectores más fuertes. Si bien este objetivo venía siendo cumplido (con gran ayuda de las burocracias sindicales), eso desalentó la “confianza inversora” y retrasó la recuperación.
Una dinámica negativa
Como resultado combinado de todos estos factores, la economía de la UE cayó 4%, en 2009 (el peor dato desde la Segunda Guerra Mundial) y su producción industrial se derrumbó 20% (un retroceso que la lleva a los niveles de mediados de la pasada década del 90). Por otra parte, su “recuperación” en los últimos trimestres ha sido prácticamente nula, más aún comparada con el +3,2% de EEUU. Por ejemplo, después de aquella gran caída, la producción industrial creció en marzo (un mes teóricamente “bueno”), en la UE y en la eurozona, 1,2 y 1,3%, respectivamente.
En este marco, como reflejo también de la lucha de clases, el salvataje a Grecia tuvo un efecto nulo en los mercados (una expresión distorsionada de la confianza de los capitalistas) y el impulso ascendente generado por el megarespaldo al euro apenas duró un par de días.
No es casual, entonces, que el estado de ánimo de los dirigentes burgueses europeos esté un poco deprimido. El presidente del BCE, Jean Claude Trichet, declaró en una entrevista al semanario alemán Der Spiegel que Europa está "sin dudas, en la situación más difícil desde la Segunda Guerra Mundial, tal vez desde la Primera. Hemos vivido y vivimos tiempos verdaderamente dramáticos”. Con sorprendente sinceridad, agregó que el paquete de apoyo al euro era “solo para ganar un poco de tiempo”.
La situación de EEUU
¿Por qué EEUU consiguió una mayor recuperación? Una de las razones ya hemos comenzado a analizarla: es un único país y, por lo tanto, el magapaquete de ayuda al sector financiero actuó globalmente y no parcializado.
Al mismo tiempo, una de las cuestiones centrales es que continúa siendo el imperialismo hegemónico poseedor de la moneda mundial (el dólar). Eso le permite emitir moneda sin control, que luego es aceptada en los mercados mundiales y también seguir actuando como una gigantesca aspiradora de plusvalía producida en todo el mundo. Volveremos sobre este más adelante.
Finalmente, a diferencia de las europeas, la burguesía estadounidense consiguió infligir una derrota de hecho a su clase obrera. En los últimos trimestres, la masa salarial total (es decir, el total de salarios pagados en el país) disminuyó un 5%, mientras el PBI crecía 3,2. Esto significa que la productividad de la fuerza de trabajo (y con ella, la masa de plusvalía) creció casi un 9%.
Esto se logró por la doble vía del aumento del desempleo y de la rebaja salarial. Un ejemplo extremo de este proceso fue el caso de la GM que redujo de 60.000 a 40.000 el número de sus trabajadores e impuso salarios más bajos a quienes continuaban en la empresa. Aunque de modo más atenuado, lo mismo sucedió en el conjunto de las ramas económicas. Es necesario aclarar que no se trata de una derrota histórica, de las que determinan relaciones de fuerza por muchos años, sino parcial y limitada. Pero, en este aspecto, la burguesía de EEUU ha avanzado más que las europeas.
Esto no significa que la economía estadounidense esté en una fase floreciente. Por el contrario, todos los analistas señalan que su recuperación es muy frágil y está siendo impulsada, principalmente por la intervención estatal.
La inversión privada, aunque viene aumentando, aún sigue siendo insuficiente, lo que expresa que la recuperación de la tasa de ganancia aún es débil para impulsar un flujo inversor que determine una onda ascendente sostenida. Por ejemplo, en marzo, el uso de la capacidad industrial instalada creció del 73,1 al 73,7%. Es decir, está en ascenso pero aún muy por debajo de su potencialidad.
Por otro lado, la burguesía imperialista estadounidense mantiene sus ojos en el curso de la situación europea, tanto de la lucha de clases como en su reflejo en la economía. Uno de los elementos a tener en cuenta es que los cinco principales bancos de inversión de EEUU tienen inversiones globales de cientos de miles de millones de dólares en las deudas públicas, bancarias y privadas europeas (en Alemania, España, Francia y otros países). En otras palabras, a la inversa de lo que ocurrió en 2007, en esta fase de la crisis, los problemas pueden contagiarse de Europa a EEUU. Lo que ya se expresa en el hecho de que, al compás de la situación europea, también sufre caídas la Bolsa de Nueva York.
Una hipótesis equivocada
Por otro lado, quedó demostrado que estaba totalmente equivocada la hipótesis del fin de la hegemonía económico-financiera estadounidense. Lo que vivimos es una crisis económica global del capitalismo imperialista pero, en ese marco, esa hegemonía lejos de debilitarse, se ha fortalecido frente a los otros imperialismos, en particular frente a los europeos.
Dos hechos lo muestran con claridad. El primero es que fue necesaria la intervención del FMI (y, a través de él, de EEUU, país que controla este organismo) en el “paquete griego” y en el sostén del euro. En otras palabras, la UE y la eurozona van a continuar, pero lo harán con mucho menos autonomía y con la supervisión del “gran hermano”.
El segundo es que, como expresión de esta hegemonía, el dólar se ha fortalecido como “moneda mundial”. Mientras el euro viene sufriendo constantes devaluaciones, el dólar (a pesar de que el último año, se inyectaron cantidades records en los mercados) fortalece su cotización.
¿Un ataque especulativo?
En el proceso de negociación del “paquete griego”, las empresas calificadoras de riesgo, como Standard & Poor, fueron bajando la nota de evaluación de los bonos de la deuda griega hasta llevarla al mismo nivel que los “bonos basura”. Lo mismo está sucediendo con la deuda portuguesa.
Las empresas como Standard & Poor no son neutras ni imparciales en su evaluación de riesgos. Por el contrario, son un instrumento del capital financiero especulativo. Por ejemplo, durante 2006-2007 ayudaron a encubrir con buenas calificaciones los “bonos basura” basados en las hipotecas de EEUU, cuando el derrumbe de sus cotizaciones ya era inevitable. Y, el año pasado, hicieron la “vista gorda” sobre los bonos de los países europeos que se sobreendeudaban para salvar a los bancos.
Ahora, al rebajar la calificación de los bonos griegos o portugueses, no sólo contribuyeron a aumentar los intereses de la refinanciación de esas deudas sino que también empujaron la devaluación del euro y la consiguiente alza de la cotización del dólar. Quienes conocían ese hecho de antemano, pudieron vender los euros más caros y comprar dólares más baratos, consiguiendo una gran ganancia en corto plazo, en una típica jugada especulativa. No podemos saber si se trató de una acción totalmente concertada o sólo de un “ataque especulativo” sobre el euro que aprovecha hábilmente la coyuntura.
En cualquiera de los casos, esta especulación monetaria echa más leña al fuego que comienza a incendiar Europa, aunque ese fuego puede terminar finalmente quemando a los propios especuladores. Pero, como dice la conocida fábula del escorpión y la rana, “está en su naturaleza”. Hasta la propia canciller alemana, Ángela Merkel, se quejó de la “perfidia” de los bancos que son salvados con dinero de los estados y aprovechan ese dinero para especular contra el euro.
Comienzan los fuertes ataques a los trabajadores
Para la mayoría de las burguesías imperialistas europeas sólo queda un camino: poner fin a las medidas amortiguadoras que buscaban evitar choques frontales con el conjunto de la clase obrera, reducir drásticamente sus déficits públicos y lanzar fortísimos ataques directos a sus trabajadores.
Ese es el significado del feroz ajuste lanzado por Yorgos Papandreus, en Grecia; el de Zapatero, en España; el de Sócrates, en Portugal, y el que se prepara en Gran Bretaña, en cuanto se termine de formar el nuevo gobierno conservador-liberal. Todos contienen medidas similares: rebaja de los salarios de los trabajadores públicos, aumento de la edad de jubilación, reducción del monto de las pensiones, eliminación de salarios indirectos (como los adicionales por hijo), etc.
Pero los trabajadores griegos están respondiendo con una dura lucha y se avizora una perspectiva similar en Portugal y España. Esto ha provocado el rapidísimo desgaste del gobierno de Papandreus, a muy pocos meses de haber asumido. Una crisis política que, junto con las luchas, comienza a extenderse por el conjunto de Europa. Se expresa en el “voto castigo” contra Gordon Brown, en las elecciones generales en Gran Bretaña, y en las elecciones regionales contra Sarkozy y Merkel. También en la decadencia de los gobiernos de Sócrates y Zapatero.
En este sentido, en Grecia se está jugando un partido cuya Importancia excede el carácter nacional. Como hemos visto, la situación griega expresa, de modo más agudo, la del conjunto de Europa. Sus resultados repercutirán sobre el conjunto de la situación política y económica mundial, incluido la de EEUU.
Es un partido cuyo resultado aún está abierto y, por lo tanto, presenta varias hipótesis posibles. Un triunfo de los trabajadores griegos derrotando o empantanando el ajuste de Papandreu pondrá su gobierno al borde de la extinción. Al mismo tiempo, alentará y fortalecerá la lucha de los trabajadores de otros países contra los ajustes de sus propios gobiernos, dificultando su aplicación. En este marco, es muy posible que se debilite aún más la “confianza inversora” de las burguesías y se profundice una nueva fase descendente de la economía.
Por el contrario, una derrota de los trabajadores griegos fortalecerá los ataques en otros países europeos. Si esa derrota se extiende, sobre la base de un avance en los niveles de explotación y de la tasa de ganancia, habrá sí una recuperación de la “confianza inversora” y una fase ascendente de la economía que puede alcanzar su apogeo en uno o dos años. Una tercera hipótesis posible es que el resultado de los procesos de lucha no sea claro, digamos un “empate”, y haya tendencias contradictorias que definan una dinámica de semi-estancamiento.
Lo que no caben dudas, es que es en la lucha de clases en Grecia y Europa, se está jugando hoy la dinámica de la crisis económica mundial. Y tal como lo hemos dicho, el resultado está abierto. Por nuestra parte, damos todo nuestro apoyo y nuestra solidaridad a los trabajadores griegos y europeos.
La primera manifestación abierta de la crisis económica mundial se produjo en el segundo semestre de 2007, con el desinfle de la burbuja especulativa existente en el mercado inmobiliario de EEUU y, desde allí, comenzó a extenderse a nivel internacional.
A pesar de haber estallado en ese sector, no se trataba solamente de una crisis financiera sino que expresaba los problemas más profundos del sistema capitalista, analizados por Marx en El Capital: la caída de la tasa de ganancia. Este “germen básico” de la crisis se veía sí agravado y potenciado por la hipertrofia del sistema financiero mundial, en las últimas décadas, como señalamos en varios artículos y trabajos. Otro factor central actuó, a la vez, como desencadenante y agravante de la crisis: la derrota del proyecto de Bush del Nuevo Siglo Americano, especialmente en la guerra de Irak.
Desde su mismo inicio, economistas burgueses muy serios, como Stiglitz y Krugman, afirmaron que se trataba de la peor crisis del capitalismo desde la de 1929. En ese momento coincidimos con este diagnostico que se vio confirmado con la quiebra del Lehman Brothers, en setiembre de 2008, acompañado por situaciones muy críticas en otros grandes bancos estadounidenses y europeos. La crisis se profundizaba y daba un salto: hubo dos semestres (el último de 2008 y el primero de 2009) de gran caída de los PIBs de EEUU y Europa (la peor en varias décadas). Por otro lado, el sistema bancario-financiero mundial estaba a un paso de quebrar.
Un segundo momento o fase, comienza con los “megapaquetes” de ayuda a los bancos y a los mercados financieros lanzados por los gobiernos de los países imperialistas y otros países de peso (como China y Brasil). Los estados imperialistas, de la misma forma que antes habían impulsado el proceso especulativo, ahora actuaban como “compañías de seguros” del sector financiero y se endeudaron para inyectar directamente o comprometer paquetes que sumaron casi 24 billones de dólares (¡más de 40% del PIB mundial!). Así consiguieron salvar a los bancos y evitar una quiebra generalizada del sistema financiero mundial. Esos “megapaquetes” lograron también frenar la dinámica de “caída libre” de la economía mundial e iniciar una frágil recuperación, a partir del segundo semestre de 2009.
Pero este gran endeudamiento de los estados imperialistas comienza a cortarse por “lo más delgado”: los países imperialistas más débiles, como Grecia o Portugal, no pueden sostener la deuda que contrajeron y entran en cesación de pagos, o se acercan a esa situación. Si bien son países pequeños, integran uno de los principales polos imperialistas. Por eso, su situación económica y política se vuelve como un boomerang sobre toda Europa y el conjunto de la economía mundial. Se está abriendo así un nuevo momento o fase de la crisis cuya dinámica se definirá en el terreno de la lucha de clases.
El salto en los déficits públicos
Los “megapaquetes” de ayuda generaron un gran endeudamiento de los países imperialistas, tanto en EEUU como en Europa, alcanzando porcentajes records en su relación con los PIB nacionales. En EEUU, la deuda pública llega a los 15 billones (100% del PIB), mientras el déficit fiscal anual ya es el 11% de su PIB. En el conjunto de Europa, es un poco menor: la deuda pública representa un 76,3% del PIB y el déficit fiscal anual, el 6,8.
Pero, en varios países, las relaciones porcentuales entre deuda pública/PIB y/o déficit anual/PIB supera porcentualmente a la de EEUU: Gran Bretaña, 79,1 y 11,5; España, 64,9 y 11,2, etc. En el caso de Grecia 124,9% y más del 13%, aunque la génesis de esta deuda es un poco distinta y la analizaremos de modo específico más adelante. En todos los casos, los países europeos superan varias veces el déficit máximo de 3%, comprometido en el Tratado de Maastricht, que dio origen a la UE y a la zona euro.
La mayor fragilidad europea
Más allá de los porcentajes, existen diferencias entre EEUU y Europa que explican la peor situación actual de la UE. Comencemos por ver las dos principales “debilidades” europeas.
En primer lugar, a pesar de la creación de la UE y de la zona euro como polo imperialista para defender un “espacio” frente a EEUU, Europa no es un único país sino varios. Existe un Banco Central Europeo (BCE) que administra el euro, pero las burguesías europeas no han avanzado en la creación los Estados Unidos de Europa. Y este paso nunca se dará en el marco del capitalismo porque esas fronteras nacionales delimitan el “espacio propio” de cada burguesía para la explotación de sus trabajadores.
Por eso, la existencia del euro como moneda común sin unificación de los países presenta contradicciones insuperables que, ahora, en la crisis muestran su cara negativa. Al ser controlado por una superestructura internacional (el BCE) el euro impone una rigidez de políticas monetarias nacionales. Por ejemplo, las burguesías griegas o portuguesas no pueden emitir ni devaluar su moneda y, de esa forma, realizar un ataque indirecto a los salarios y el nivel de las masas. Ni el BCE puede actuar frente a la crisis de un país de la zona euro como lo haría un estado federal ante la crisis de una región (por ejemplo, Brasil ante una crisis en Minas Gerais).
Lo que hemos visto es que los paquetes de ayuda al sector financiero fueron lanzados con un criterio nacional y no de conjunto. Cada burguesía imperialista, en especial la de los países más fuertes, Alemania y Francia, estaba mucho más preocupada en “salvar la propia casa” que en lo que aconteciera con los otros países. Al mismo tiempo, la existencia de una moneda común hace que los problemas de los países más débiles se extienden o afecten a todos los integrantes de la zona euro.
Recién ahora, cuando todo el proyecto de la UE y la propia existencia del euro están en riesgo, se ha lanzado un paquete conjunto de casi un billón de dólares para sostener la moneda común, ya en medio de una caída continua de su cotización internacional. En este sentido, el Financial Times criticó a las burguesías y gobiernos europeos, en particular a la alemana Ángela Merkel, por dejar correr la situación para presionar condiciones más duras para Grecia, señalando que “estaba jugando con fuego”. En la misma dirección, Joseph Stiglitz (uno de los gurúes económicos de la actualidad) afirmó que la caída de la UE y del euro sería una “catástrofe”.
Además de no ser un único país, tanto en la UE como en la eurozona, se han unido países de muy desigual desarrollo económico y productividad. Como ejemplos extremos, Alemania y Grecia. En el caso de los países más débiles, como Grecia, Portugal o la propia España, esa integración significó, además, un proceso de desindustrialización y el crecimiento de las ramas económicas mucho más sujetas a los vaivenes coyunturales, como el turismo (y la construcción asociada), el comercio y el transporte, y, por lo tanto, son mucho más frágiles ante la crisis.
Durante los recientes años de ascenso económico mundial (2003-2007), eso generó la impresión de mayor riqueza. Pero la crisis económica desnudó esta ilusión y mostró que el saldo neto del proceso fue de empobrecimiento. En el caso griego, por su menor productividad, el país se endeudó para sostener la pertenencia a la zona euro y la importación de productos industriales. Mientras el ingreso de euros por el turismo y el comercio era sostenido, el circuito funcionaba. Pero la crisis disminuyó estos ingresos y ya no podían pagarse los préstamos, los intereses pagados por las refinanciaciones eran cada más altos y la deuda fue creciendo hasta llegar al nivel insostenible de la actualidad.
Alemania y Francia obligaron a los países más pequeños a sobreendeudarse para defender sus propios sectores financieros: más del 40% de la deuda pública griega está en manos de bancos franceses y alemanes, y el resto en manos de otros bancos, algunos de “fachada griega” pero que son controlados por capitales franceses, alemanes y estadounidenses.
La otra gran debilidad de las burguesías imperialistas europeas es su relación con el movimiento obrero. En primer lugar, después de la II Guerra Mundial se vieron obligadas a otorgar importantes conquistas sociales y laborales para evitar la extensión de la revolución socialista que avanzaba desde el Este. Basta ver, por ejemplo, la diferencia entre los sistemas de salud pública o los mecanismos de despido en Europa y EEUU. Sumado a ello, por su larga historia y tradición, el movimiento obrero europeo es mucho más organizado, consciente y de mayor capacidad de lucha que la clase obrera estadounidense.
Por eso, las burguesías europeas han debido actuar, hasta ahora, con “pies de plomo” frente a sus clases obreras: junto a fuertes ataques a los sectores más débiles (los inmigrantes), fortalecieron ciertas medidas “amortiguadoras” (como la ampliación de los plazos del seguro al desempleo) que postergaron los choques frontales con los sectores más fuertes. Si bien este objetivo venía siendo cumplido (con gran ayuda de las burocracias sindicales), eso desalentó la “confianza inversora” y retrasó la recuperación.
Una dinámica negativa
Como resultado combinado de todos estos factores, la economía de la UE cayó 4%, en 2009 (el peor dato desde la Segunda Guerra Mundial) y su producción industrial se derrumbó 20% (un retroceso que la lleva a los niveles de mediados de la pasada década del 90). Por otra parte, su “recuperación” en los últimos trimestres ha sido prácticamente nula, más aún comparada con el +3,2% de EEUU. Por ejemplo, después de aquella gran caída, la producción industrial creció en marzo (un mes teóricamente “bueno”), en la UE y en la eurozona, 1,2 y 1,3%, respectivamente.
En este marco, como reflejo también de la lucha de clases, el salvataje a Grecia tuvo un efecto nulo en los mercados (una expresión distorsionada de la confianza de los capitalistas) y el impulso ascendente generado por el megarespaldo al euro apenas duró un par de días.
No es casual, entonces, que el estado de ánimo de los dirigentes burgueses europeos esté un poco deprimido. El presidente del BCE, Jean Claude Trichet, declaró en una entrevista al semanario alemán Der Spiegel que Europa está "sin dudas, en la situación más difícil desde la Segunda Guerra Mundial, tal vez desde la Primera. Hemos vivido y vivimos tiempos verdaderamente dramáticos”. Con sorprendente sinceridad, agregó que el paquete de apoyo al euro era “solo para ganar un poco de tiempo”.
La situación de EEUU
¿Por qué EEUU consiguió una mayor recuperación? Una de las razones ya hemos comenzado a analizarla: es un único país y, por lo tanto, el magapaquete de ayuda al sector financiero actuó globalmente y no parcializado.
Al mismo tiempo, una de las cuestiones centrales es que continúa siendo el imperialismo hegemónico poseedor de la moneda mundial (el dólar). Eso le permite emitir moneda sin control, que luego es aceptada en los mercados mundiales y también seguir actuando como una gigantesca aspiradora de plusvalía producida en todo el mundo. Volveremos sobre este más adelante.
Finalmente, a diferencia de las europeas, la burguesía estadounidense consiguió infligir una derrota de hecho a su clase obrera. En los últimos trimestres, la masa salarial total (es decir, el total de salarios pagados en el país) disminuyó un 5%, mientras el PBI crecía 3,2. Esto significa que la productividad de la fuerza de trabajo (y con ella, la masa de plusvalía) creció casi un 9%.
Esto se logró por la doble vía del aumento del desempleo y de la rebaja salarial. Un ejemplo extremo de este proceso fue el caso de la GM que redujo de 60.000 a 40.000 el número de sus trabajadores e impuso salarios más bajos a quienes continuaban en la empresa. Aunque de modo más atenuado, lo mismo sucedió en el conjunto de las ramas económicas. Es necesario aclarar que no se trata de una derrota histórica, de las que determinan relaciones de fuerza por muchos años, sino parcial y limitada. Pero, en este aspecto, la burguesía de EEUU ha avanzado más que las europeas.
Esto no significa que la economía estadounidense esté en una fase floreciente. Por el contrario, todos los analistas señalan que su recuperación es muy frágil y está siendo impulsada, principalmente por la intervención estatal.
La inversión privada, aunque viene aumentando, aún sigue siendo insuficiente, lo que expresa que la recuperación de la tasa de ganancia aún es débil para impulsar un flujo inversor que determine una onda ascendente sostenida. Por ejemplo, en marzo, el uso de la capacidad industrial instalada creció del 73,1 al 73,7%. Es decir, está en ascenso pero aún muy por debajo de su potencialidad.
Por otro lado, la burguesía imperialista estadounidense mantiene sus ojos en el curso de la situación europea, tanto de la lucha de clases como en su reflejo en la economía. Uno de los elementos a tener en cuenta es que los cinco principales bancos de inversión de EEUU tienen inversiones globales de cientos de miles de millones de dólares en las deudas públicas, bancarias y privadas europeas (en Alemania, España, Francia y otros países). En otras palabras, a la inversa de lo que ocurrió en 2007, en esta fase de la crisis, los problemas pueden contagiarse de Europa a EEUU. Lo que ya se expresa en el hecho de que, al compás de la situación europea, también sufre caídas la Bolsa de Nueva York.
Una hipótesis equivocada
Por otro lado, quedó demostrado que estaba totalmente equivocada la hipótesis del fin de la hegemonía económico-financiera estadounidense. Lo que vivimos es una crisis económica global del capitalismo imperialista pero, en ese marco, esa hegemonía lejos de debilitarse, se ha fortalecido frente a los otros imperialismos, en particular frente a los europeos.
Dos hechos lo muestran con claridad. El primero es que fue necesaria la intervención del FMI (y, a través de él, de EEUU, país que controla este organismo) en el “paquete griego” y en el sostén del euro. En otras palabras, la UE y la eurozona van a continuar, pero lo harán con mucho menos autonomía y con la supervisión del “gran hermano”.
El segundo es que, como expresión de esta hegemonía, el dólar se ha fortalecido como “moneda mundial”. Mientras el euro viene sufriendo constantes devaluaciones, el dólar (a pesar de que el último año, se inyectaron cantidades records en los mercados) fortalece su cotización.
¿Un ataque especulativo?
En el proceso de negociación del “paquete griego”, las empresas calificadoras de riesgo, como Standard & Poor, fueron bajando la nota de evaluación de los bonos de la deuda griega hasta llevarla al mismo nivel que los “bonos basura”. Lo mismo está sucediendo con la deuda portuguesa.
Las empresas como Standard & Poor no son neutras ni imparciales en su evaluación de riesgos. Por el contrario, son un instrumento del capital financiero especulativo. Por ejemplo, durante 2006-2007 ayudaron a encubrir con buenas calificaciones los “bonos basura” basados en las hipotecas de EEUU, cuando el derrumbe de sus cotizaciones ya era inevitable. Y, el año pasado, hicieron la “vista gorda” sobre los bonos de los países europeos que se sobreendeudaban para salvar a los bancos.
Ahora, al rebajar la calificación de los bonos griegos o portugueses, no sólo contribuyeron a aumentar los intereses de la refinanciación de esas deudas sino que también empujaron la devaluación del euro y la consiguiente alza de la cotización del dólar. Quienes conocían ese hecho de antemano, pudieron vender los euros más caros y comprar dólares más baratos, consiguiendo una gran ganancia en corto plazo, en una típica jugada especulativa. No podemos saber si se trató de una acción totalmente concertada o sólo de un “ataque especulativo” sobre el euro que aprovecha hábilmente la coyuntura.
En cualquiera de los casos, esta especulación monetaria echa más leña al fuego que comienza a incendiar Europa, aunque ese fuego puede terminar finalmente quemando a los propios especuladores. Pero, como dice la conocida fábula del escorpión y la rana, “está en su naturaleza”. Hasta la propia canciller alemana, Ángela Merkel, se quejó de la “perfidia” de los bancos que son salvados con dinero de los estados y aprovechan ese dinero para especular contra el euro.
Comienzan los fuertes ataques a los trabajadores
Para la mayoría de las burguesías imperialistas europeas sólo queda un camino: poner fin a las medidas amortiguadoras que buscaban evitar choques frontales con el conjunto de la clase obrera, reducir drásticamente sus déficits públicos y lanzar fortísimos ataques directos a sus trabajadores.
Ese es el significado del feroz ajuste lanzado por Yorgos Papandreus, en Grecia; el de Zapatero, en España; el de Sócrates, en Portugal, y el que se prepara en Gran Bretaña, en cuanto se termine de formar el nuevo gobierno conservador-liberal. Todos contienen medidas similares: rebaja de los salarios de los trabajadores públicos, aumento de la edad de jubilación, reducción del monto de las pensiones, eliminación de salarios indirectos (como los adicionales por hijo), etc.
Pero los trabajadores griegos están respondiendo con una dura lucha y se avizora una perspectiva similar en Portugal y España. Esto ha provocado el rapidísimo desgaste del gobierno de Papandreus, a muy pocos meses de haber asumido. Una crisis política que, junto con las luchas, comienza a extenderse por el conjunto de Europa. Se expresa en el “voto castigo” contra Gordon Brown, en las elecciones generales en Gran Bretaña, y en las elecciones regionales contra Sarkozy y Merkel. También en la decadencia de los gobiernos de Sócrates y Zapatero.
En este sentido, en Grecia se está jugando un partido cuya Importancia excede el carácter nacional. Como hemos visto, la situación griega expresa, de modo más agudo, la del conjunto de Europa. Sus resultados repercutirán sobre el conjunto de la situación política y económica mundial, incluido la de EEUU.
Es un partido cuyo resultado aún está abierto y, por lo tanto, presenta varias hipótesis posibles. Un triunfo de los trabajadores griegos derrotando o empantanando el ajuste de Papandreu pondrá su gobierno al borde de la extinción. Al mismo tiempo, alentará y fortalecerá la lucha de los trabajadores de otros países contra los ajustes de sus propios gobiernos, dificultando su aplicación. En este marco, es muy posible que se debilite aún más la “confianza inversora” de las burguesías y se profundice una nueva fase descendente de la economía.
Por el contrario, una derrota de los trabajadores griegos fortalecerá los ataques en otros países europeos. Si esa derrota se extiende, sobre la base de un avance en los niveles de explotación y de la tasa de ganancia, habrá sí una recuperación de la “confianza inversora” y una fase ascendente de la economía que puede alcanzar su apogeo en uno o dos años. Una tercera hipótesis posible es que el resultado de los procesos de lucha no sea claro, digamos un “empate”, y haya tendencias contradictorias que definan una dinámica de semi-estancamiento.
Lo que no caben dudas, es que es en la lucha de clases en Grecia y Europa, se está jugando hoy la dinámica de la crisis económica mundial. Y tal como lo hemos dicho, el resultado está abierto. Por nuestra parte, damos todo nuestro apoyo y nuestra solidaridad a los trabajadores griegos y europeos.
fuente, vìa :
No hay comentarios:
Publicar un comentario