La
ex Presidenta M. Bachelet acaba de llegar al país e inicia su primera
semana de campaña electoral sin haber convocado a una conferencia de
prensa según las reglas del arte. Han habido encuentros blindados con
periodistas para evitar que la ex Presidenta responda preguntas
embarazosas. Esta es una vieja práctica antidemocrática contraria a la
libertad de expresión y al deber periodístico de informar.
Si tal evento informativo, ciudadano y
democrático no se ha realizado es por al menos dos razones: a) los
grandes conglomerados mediático-periodísticos no se la han pedido o, b)
debido a la colusión entre el dispositivo mediático dominante y los
asesores comunicacionales de la candidata para que ésta, llegado el
momento, decida a quién darle el privilegio de una entrevista.
Ya que está de moda darle entrevistas
al duopolio informativo. Lo más probable es que la ex Presidenta
Bachelet le dé una entrevista regulada y revisada por sus asesores al
“Decano” y “baluarte” de la prensa burguesa: El Mercurio.
Quienes están fuera de estas
negociaciones y relaciones de fuerza, sin siquiera alzar la voz para
exigir poder cumplir con su trabajo y deber de informar, son los
periodistas de los medios y/o sus organizaciones representativas. No es
corporatismo; es simplemente cumplir con su función o, en su defecto,
dejarle todo el poder a los patrones de prensa.
Conferencia de Prensa y manipulación
Una conferencia de prensa es un
ejercicio normal, necesario y saludable en una democracia que funciona.
Es un evento pluralista donde todos los medios y periodistas acreditados
pueden asistir. Es algo así como una catarsis moderna; un evento
mediático que contribuye a la transparencia en los asuntos públicos.
Especialmente cuando hay muchas interrogaciones en el aire y se
desconfía del cinismo de los políticos. Es ese el momento preciso del
periodismo de calidad. Ahí, por medio de sus periodistas, los órganos
informativos y los corresponsales de la prensa extranjera aprovechan de
interrogar e interpelar a un personaje público para que esclarezca y dé
respuesta a ciertos puntos relevantes de su actuar político.
Y el/la política o funcionario en
cuestión debe someterse, según reglas del juego claras, a preguntas
significativas de los medios y sus periodistas puesto que los ciudadanos
que no pueden estar presentes sean de alguna manera “representados” por
los medios.
Por lo menos esa es la doctrina
informativa (en teoría) en lo que respecta a las conferencias de prensa,
que cabe decirlo, pueden ser fácilmente manipuladas. Al menos era la
costumbre del equipo del ex presidente estadounidense Bush durante los
primeros años de la ocupación de Irak, un control absoluto en las
preguntas. Para eso están los periodistas, se supone que vigilantes para
informar y esclarecer racionalmente a los ciudadanos sobre cuestiones
de importancia pública. Es sabido que todo poder quiere controlar los
flujos de información, porque su posesión y control es poder.
En el plano de la ética de la
información periodística, es decir, de actuar bien, conforme a lo que es
bueno para una democracia, según su propio discurso, el trabajo
informativo debe estar al servicio de las inquietudes o del “sentir” de
los ciudadanos y los periodistas deben tratar por todos los medios de
buscar la verdad para difundirla.
¿Periodismo empoderado o periodismo sumiso?
De esta manera el
periodismo o el trabajo de los profesionales de la información se
legitima en una democracia, al punto que son también un poder: el Quinto
Poder después del Ejecutivo, Legislativo, Judicial y (cómo olvidarlo)
el Militar. Se supone que entre los periodistas que trabajan para
ganarse la vida en un medio-empresa y su audiencia o lectores hay un
contrato de confianza, que el periodista debe cumplir satisfaciendo ese
deseo de saber que se ha transformado en derecho a estar bien informado.
Cabe decir que en las sociedades que
más se acercan al paradigma democrático hay una cierta tensión entre
los periodistas y la línea editorial (o ideología del medio) por un lado
y, entre estos y los políticos junto con sus asesores en comunicación o
agregados de prensa, por el otro. En la mayoría de las sociedades de
democracia liberal y capitalista los medios filtran la información y
construyen la realidad según los criterios de la ideología dominante, de
los poderosos. Ejemplo: las páginas editoriales de El Mercurio y La
Tercera son una reiteración brutal de la ideología neoliberal que linda
con la propaganda al estilo de J. Goebbels, el Ministro de la Propaganda
de Hitler. Ni un atisbo de diversidad de opiniones.
El que exista tensión entre
periodistas y políticos con sus equipos de asesores en imagen es un
fenómeno que ha sido suficientemente estudiado. Es aquí donde cobra
sentido eso de la libertad de expresión y el derecho a la información,
que no tienen nada que ver con la libertad de comercio o de lucrar con
el monopolio informativo.
Porque es evidente que si la
candidata le concede la entrevista a un medio, éste está ganando
prestigio ante la audiencia y manteniendo o aumentando sus
patrocinadores que pagan por la publicidad. Es la lógica mediática
mercantil del sistema informativo. Por lo mismo, una conferencia de
prensa es un instante que le otorga calidad a la información. De primera
fuente los periodistas hacen preguntas y ven en directo la reacción
espontánea de los personajes.
El poder que los medios —que son
empresas— tienen es evidente. Y los periodistas pueden ser cómplices por
omisión de no informar sobre lo que los ciudadanos quieren saber y
coludirse con los expertos en comunicación que protegen o blindan a los
políticos para que los mensajes de marketing político (que no es
información periodística) pasen y cumplan los objetivos de la
comunicación (estratégica la llaman algunos lobbistas, como en la
guerra, porque es una batalla de ideas y mensajes para conquistar
mentes).
El periodismo chileno tuvo sus
momentos de gloria antes de y durante la dictadura de Pinochet. Hubo una
información pluralista con medios destacados. Es la paradoja. Hoy, en
este régimen postdictadura de democracia oligárquica, hay menos
pluralismo informativo. Muchos periodistas arriesgaron sus vidas en los
ochenta para informar con veracidad en un contexto de ocultamiento de
crímenes, torturas y violaciones a los Derechos Humanos. Fueron
luchadores por recuperar la democracia. Muchos de ellos más consecuentes
que los políticos concertacionistas que traicionaron valores y
principios. El periodismo democrático y crítico fue derrotado por la
línea comunicacional impuesta por la Concertación y sus operadores
políticos cuyo efecto fue consolidar la concentración informativa de los
medios impresos en dos grupos (Copesa y El Mercurio) y la audiovisual
en algunos consorcios televisuales (1). A comienzos de la transición
pactada se formuló la doctrina Tironi-Correa (2). Aquella que dice que
“la mejor política comunicacional es la que no se tiene” (alimentando la
confusión entre información y comunicación). Lo que en la práctica
significó entregarle la concentración del poder mediático y los jugosos
contratos de avisaje estatal a los dos consorcios ya citados y tener las
páginas editoriales abiertas de sus dos nuevos aliados estatégicos, El
Mercurio y La Tercera (3).
Esta es la ocasión de exigir que
durante esta campaña el periodismo y alguna de sus figuras emblemáticas
nacionales se pongan a la altura de su tarea democrática. Por supuesto
que está CIPER con un tipo de periodismo de investigación de mucha
calidad, pero falta más. Hay mucho periodismo del tipo testimonial y de
comentario crítico radial, pero falta un trabajo de calidad cotidiano y
una consciencia profesional que le dé realce y prestigio al periodismo
chileno. Situación que se manifiesta en casos como éste donde hay una
demanda informativa no satisfecha para entender (el derecho ciudadano a
la información) el pensamiento, los argumentos, las intenciones y
contradicciones de políticos y candidatos por parte de la ciudadanía por
un lado, y un control, manipulación y bloqueo de la información desde
arriba por el otro. A lo que se agrega el silencio de la profesión
periodística que atrasada en este plano, todavía no se da cuenta del
cambio de subjetividad de la ciudadanía. Por suerte existen los nuevos
medios alternativos y las redes sociales que compensan en algo la falta
de un periodismo de calidad.
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(1) Sobre el tema leer la reseña del
libro de Guillermo Sunkel y Esteban Geoffroy, “Concentración Económica
de los Medios de Comunicación en Chile” en: http://www.puntofinal.cl/512/medios.htm
(2) Vale la pena recordar el caso
del diario La Epoca; “Ni las autoridades del gobierno de Frei
responsables de haber dejado que La Época cerrara y tampoco las
autoridades actuales, pueden sostener la tesis de la “no intervención
del Estado”, especialmente cuando los dos mayores conglomerados de
prensa escrita del país, El Mercurio y COPESA, fueron beneficiados
financieramente por la dictadura de Pinochet, utilizando el patrocinio
estatal para garantizar su sobrevivencia. […]Y es una falacia considerar
que el Estado no tiene injerencia en el mercado de los medios. El
observatorio de medios Fucatel comprobó que en 2005, un 80% del avisaje
estatal a la prensa escrita se derivó a El Mercurio y COPESA,
equivalentes a varios millones de dólares. Ese tipo de transferencia de
fondos debiera ser amplia, pluralista y con un sentido de interés
público, especialmente para los medios de comunicación independientes.”
Datos que corroboran la tesis acerca
del carácter neoliberal del Estado chileno que interviene (sin
necesariamente someterse a la llamada “regulación de los mercados”)
para fortalecer la lógica neoliberal de concentración del poder
económico en manos de la burguesía chilena.
En Ciper : http://ciperchile.cl/2012/09/27/cierre-de-la-nacion-una-politica-publica-comunicacional-es-irrenunciable/
(3) Ver De Rafael Otano Garde, “Seis revistas, dos diarios y ningún funeral” en:
http://www.icei.uchile.cl/comunicacionymedios/12otano.html
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2013/04/04/65395/tirania-mediatica-y-periodismo-silencioso/
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