1.
En México, desde el triunfo de la revolución mexicana de 1910-17, se
han realizado elecciones presidenciales desde 1917, 1920 y así cada
cuatro años hasta 1934 que se inició el período de los seis años, es
decir, los sexenios vigentes hasta hoy. En 1929 –para unir a los
caudillo de la revolución- se fundó el partido oficial: PNR que luego en
1938 sería PRM y en 1946 PRI. Desde entonces su dictadura electoral fue
total hasta que en el año 2000 se le otorgó el triunfo al PAN que –con
los mismos métodos y formas del PRI- ha ejercido su dominación. Los
electores no tuvieron interés por el voto porque en la práctica no era
necesario. Podrá decirse que hasta hoy (2012) los electores masivos no
saben diferenciar a un partido, sus principios, sus programas, de otros.
Votan, aunque lo nieguen, de acuerdo a las indicaciones de las campañas
políticas que se dan a través de los medios de información y los
empresarios que dominan.
2.
Las personas que votan en las elecciones organizadas y preparadas por
el sistema social vigente lo hacen porque tiene plena confianza en el
sistema económico, político y social dominante. Pueden incluso tener
varias críticas contra él, por ejemplo, no querer a muchos candidatos,
pensar que el IFE comete muchos errores o el que los diferentes
gobiernos no hayan atendido problemas latentes pero, según su pensar,
predomina el aspecto positivo. Los que votan en los comicios aceptan al
sistema casi íntegramente o, de plano, votan -como parece ser la
mayoría- porque no les preocupa entender lo que sucede, lo hacen
obligados o para salir del paso. Desde hace varias décadas –de acuerdo
al padrón electoral- sólo vota del 50 a 55 por ciento de los electores;
esto a pesar de que en las campañas por el voto es permanente, porque en
esa tarea se dilapidan miles de millones de pesos o se inflan las
cifras de votación.
3.
Las personas que anulan su voto lo hacen porque ven que ningún
candidato satisface sus esperanzas políticas de cambio o porque -aunque
confían en algunos candidatos- ven que muy poco podrán hacer ante el
poder del sistema. Pero lo más importante, en lo que tienen plena
coincidencia quienes votan con los anulistas es que siguen confiando en
el sistema económico y político, en los procesos electorales y en que la
única posibilidad de cambio es mediante los procesos electorales. No
debe olvidarse que la inmensa mayoría de los partidarios de la anulación
votaban antes y están dispuestos a seguir votando a partir de algunos
cambios que se logren. La campaña por la anulación del voto en México no
es grande por eso también el porcentaje que anula su voto es pequeño:
del 2 o 3 por ciento. Para ellos el sistema de dominación debe ser más
decente, más inteligente y menos opresor.
4.
Las personas concientes que se abstienen de votar lo hacen porque no
confían en los políticos, en los partidos, en el sistema electoral, ni
tampoco en el sistema económico, político y social. Son parte de ese 45 a
50 por ciento de la población que –por diversos motivos- no vota en
México. Estas personas conscientes quizá nunca han votado porque piensan
que el sistema electoral no es el único camino ni la única forma de
lucha para cambiar el país en beneficio de la mayoría, es decir, de los
trabajadores. No se paralizan ante una elección; al contrario, promueven
otras formas que ayuden a desnudar y desmantelar el sistema de
dominación: movilizaciones de masas, plantones de protesta,
manifestación permanente en las calles y plazas; huelgas de campesinos,
obreros, estudiantiles. Los abstencionistas no votan porque no creen (o
nunca en confiado) en los procesos electorales; pero en otro sistema
podrán votar.
5.
Estas son, a grandes rasgos, las tres formas de manifestarse ante los
procesos electorales. Los partidarios del voto dilapidan miles de
millones en sus campañas para que la gente acuda a los comicios; por el
contrario, los partidarios del voto nulo o de la abstención –para hacer
crecer a sus partidarios- no gastan un centavo en campañas. En las
elecciones de 2012 seguramente se conservarán los porcentajes de
alrededor de 54, 2 y 44 por ciento, pero nada pasará porque el Estado
mantiene un control total del país y los procesos electorales. El voto
nulo no representa ningún peligro; la abstención podrá reducirse
mediante acuerdos entre partidos de inflar porcentualmente el número de
votos para demostrar el despertar cívico. Pero no deja de representar
una amenaza para el prestigio internacional del Estado. ¿Se olvida acaso
que el voto a las mujeres, la reforma de 1977 y el voto a los 18 años
son respuestas desesperadas al abstencionismo?
6.
Los abstencionistas no son enemigos de todos los procesos electorales.
Votan en elecciones pequeñas y asambleas campesinas, obreros,
estudiantiles, de colonos, de profesores, pero tienen que ver que los
votos sí cuentan, que no se manipulan; que aunque pierdan pueden ver que
el proceso es limpio y que pueden ganar en otras ocasiones. Pero lo más
importante es que pueden exigir, levantar protestas y que sus luchas
triunfen. El abstencionismo electoral nacional se fortaleció durante la
dictadura priísta de 70 años en el gobierno, la dictadura panista de 12
años en la Presidencia y la corrupción perredista en el partido que
lleva ya 20 años. Dicen que el pueblo se le puede engañar años y
décadas, pero no siglos; pero en México y en el mudo llevamos ya –como
pueblo pobre, explotado y engañado, siglos sometidos por el sistema
capitalista y parecen que pasarán muchas décadas más, sin que las cosas
cambien en serio.
7.
Dicen en México que “una golondrina no hace verano”, para decir que un
grupo progresista de diputados, senadores, o gobernadores –como está
ampliamente demostrado a través de la historia política- de nada sirve
frente a mayorías aplastantes de capitalistas, neoliberales o simples
levantadedos. Los discursos de Fernández Noroña que son contundentes,
aplastantes, que dejan mudos, sin argumentos, a los oponentes, prefieren
silenciarlos y burlarse de ellos. ¿Olvidan acaso que la política entres
clases sociales antagónicas nunca puede ser de amor sino de fuerza?
¿Permitirán las clases poderosas perder el poder o que se lo reduzcan
cuando han aprehendido a vivir con él? Con toda seguridad los que votan
(55 por ciento) seguirán imponiendo –legal o ilegalmente- a su
presidente y los del voto nulo y los abstencionistas serán “derrotados”.
Pero la historia no termina: no sabemos lo que vendrá en las próximas
décadas.
Pedro Echeverría V.
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