domingo, 1 de abril de 2012

Mèxico : La diferencia entre votar, anular y abstenerse es confiar o no en el sistema dominante...por Pedro Echeverría V.

1. En México, desde el triunfo de la revolución mexicana de 1910-17, se han realizado elecciones presidenciales desde 1917, 1920 y así cada cuatro años hasta 1934 que se inició el período de los seis años, es decir, los sexenios vigentes hasta hoy. En 1929 –para unir a los caudillo de la revolución- se fundó el partido oficial: PNR que luego en 1938 sería PRM y en 1946 PRI. Desde entonces su dictadura electoral fue total hasta que en el año 2000 se le otorgó el triunfo al PAN que –con los mismos métodos y formas del PRI- ha ejercido su dominación. Los electores no tuvieron interés por el voto porque en la práctica no era necesario. Podrá decirse que hasta hoy (2012) los electores masivos no saben diferenciar a un partido, sus principios, sus programas, de otros. Votan, aunque lo nieguen, de acuerdo a las indicaciones de las campañas políticas que se dan a través de los medios de información y los empresarios que dominan.
2. Las personas que votan en las elecciones organizadas y preparadas por el sistema social vigente lo hacen porque tiene plena confianza en el sistema económico, político y social dominante. Pueden incluso tener varias críticas contra él, por ejemplo, no querer a muchos candidatos, pensar que el IFE comete muchos errores o el que los diferentes gobiernos no hayan atendido problemas latentes pero, según su pensar, predomina el aspecto positivo. Los que votan en los comicios aceptan al sistema casi íntegramente o, de plano, votan -como parece ser la mayoría- porque no les preocupa entender lo que sucede, lo hacen obligados o para salir del paso. Desde hace varias décadas –de acuerdo al padrón electoral- sólo vota del 50 a 55 por ciento de los electores; esto a pesar de que en las campañas por el voto es permanente, porque en esa tarea se dilapidan miles de millones de pesos o se inflan las cifras de votación.
3. Las personas que anulan su voto lo hacen porque ven que ningún candidato satisface sus esperanzas políticas de cambio o porque -aunque confían en algunos candidatos- ven que muy poco podrán hacer ante el poder del sistema. Pero lo más importante, en lo que tienen plena coincidencia quienes votan con los anulistas es que siguen confiando en el sistema económico y político, en los procesos electorales y en que la única posibilidad de cambio es mediante los procesos electorales. No debe olvidarse que la inmensa mayoría de los partidarios de la anulación votaban antes y están dispuestos a seguir votando a partir de algunos cambios que se logren. La campaña por la anulación del voto en México no es grande por eso también el porcentaje que anula su voto es pequeño: del 2 o 3 por ciento. Para ellos el sistema de dominación debe ser más decente, más inteligente y menos opresor.
4. Las personas concientes que se abstienen de votar lo hacen porque no confían en los políticos, en los partidos, en el sistema electoral, ni tampoco en el sistema económico, político y social. Son parte de ese 45 a 50 por ciento de la población que –por diversos motivos- no vota en México. Estas personas conscientes quizá nunca han votado porque piensan que el sistema electoral no es el único camino ni la única forma de lucha para cambiar el país en beneficio de la mayoría, es decir, de los trabajadores. No se paralizan ante una elección; al contrario, promueven otras formas que ayuden a desnudar y desmantelar el sistema de dominación: movilizaciones de masas, plantones de protesta, manifestación permanente en las calles y plazas; huelgas de campesinos, obreros, estudiantiles. Los abstencionistas no votan porque no creen (o nunca en confiado) en los procesos electorales; pero en otro sistema podrán votar.
5. Estas son, a grandes rasgos, las tres formas de manifestarse ante los procesos electorales. Los partidarios del voto dilapidan miles de millones en sus campañas para que la gente acuda a los comicios; por el contrario, los partidarios del voto nulo o de la abstención –para hacer crecer a sus partidarios- no gastan un centavo en campañas. En las elecciones de 2012 seguramente se conservarán los porcentajes de alrededor de 54, 2 y 44 por ciento, pero nada pasará porque el Estado mantiene un control total del país y los procesos electorales. El voto nulo no representa ningún peligro; la abstención podrá reducirse mediante acuerdos entre partidos de inflar porcentualmente el número de votos para demostrar el despertar cívico. Pero no deja de representar una amenaza para el prestigio internacional del Estado. ¿Se olvida acaso que el voto a las mujeres, la reforma de 1977 y el voto a los 18 años son respuestas desesperadas al abstencionismo?
6. Los abstencionistas no son enemigos de todos los procesos electorales. Votan en elecciones pequeñas y asambleas campesinas, obreros, estudiantiles, de colonos, de profesores, pero tienen que ver que los votos sí cuentan, que no se manipulan; que aunque pierdan pueden ver que el proceso es limpio y que pueden ganar en otras ocasiones. Pero lo más importante es que pueden exigir, levantar protestas y que sus luchas triunfen. El abstencionismo electoral nacional se fortaleció durante la dictadura priísta de 70 años en el gobierno, la dictadura panista de 12 años en la Presidencia y la corrupción perredista en el partido que lleva ya 20 años. Dicen que el pueblo se le puede engañar años y décadas, pero no siglos; pero en México y en el mudo llevamos ya –como pueblo pobre, explotado y engañado, siglos sometidos por el sistema capitalista y parecen que pasarán muchas décadas más, sin que las cosas cambien en serio.
7. Dicen en México que “una golondrina no hace verano”, para decir que un grupo progresista de diputados, senadores, o gobernadores –como está ampliamente demostrado a través de la historia política- de nada sirve frente a mayorías aplastantes de capitalistas, neoliberales o simples levantadedos. Los discursos de Fernández Noroña que son contundentes, aplastantes, que dejan mudos, sin argumentos, a los oponentes, prefieren silenciarlos y burlarse de ellos. ¿Olvidan acaso que la política entres clases sociales antagónicas nunca puede ser de amor sino de fuerza? ¿Permitirán las clases poderosas perder el poder o que se lo reduzcan cuando han aprehendido a vivir con él? Con toda seguridad los que votan (55 por ciento) seguirán imponiendo –legal o ilegalmente- a su presidente y los del voto nulo y los abstencionistas serán “derrotados”. Pero la historia no termina: no sabemos lo que vendrá en las próximas décadas.
Pedro Echeverría V.

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