Luego
de décadas de probar con sustitución de cultivos y erradicación
forzosa, Bolivia ya lleva 4 años de implementar una política de control
social de la producción de coca en la región que hasta los ’90 fue la de
mayor producción de cocaína.
En
el Museo de la Droga se ha detenido el tiempo. Las hojas de coca de una
maqueta de un laboratorio clandestino están secas; en una esquina el
óxido corroe los fusiles y metralletas requisadas a los narcos; y el
polvo cubre los televisores, ovillos de lana, máquinas de coser, patas
de muebles, plantillas de zapatos o rollos de fotos llenos de cocaína
incautados.
Afuera
un letrero de Coca Cola indica que estamos en el Cuartel de la Fuerza
Especial de Lucha Contra el Narcotráfico de la Policía de Bolivia,
distante a 5 kilómetros del poblado de Chimoré, región del Chapare de
Bolivia; adentro un viejo policía vestido como militar y que no deja de
portar su fusil hace de guía de la instalación.
El
guía explica que los laboratorios clandestinos se delatan por el fuerte
olor producido por la mezcla de ácido sulfúrico, amoniaco, bicarbonato,
cal y bencina, usados para producir cocaína. Otras veces por el ruido
del motor usado, “claro que la misma comunidad tapa los sonidos
encendiendo motores”- relata.
El
reloj no sólo se detuvo en dicho museo, sino que se lo está comiendo.
La deglución también alcanza los 30 años del ‘Desarrollo Alternativo’ y
los casi 10 de las “Erradicación Forzosa”, políticas implementadas para
la lucha contra el narcotráfico en el Trópico de Cochabamba. Ahora la
dieta se llama Control Social de la Producción y sus agentes no son
policías ni militares, sino que los mismos cocaleros.
A
no más de 5 kilómetros del cuartel está el poblado de Shinaota, donde
el clima semitropical escarcha las descuidadas fachadas coronadas por
antenas parabólicas. Sus calles de ripio y piedra soportan cada domingo
una bullente feria que se extiende por German Busch, la calle principal,
entre Los Tajibos y la carretera que une Cochabamba con Santa Cruz de
la Sierra. En total son 9 manzanas que comprimen más de 20 hostales; más
de cien tiendas de alimentos; una veintena de peluquerías; unos 10
dentistas; varios centros nocturnos y hasta juegos mecánicos en un
pueblo de no más de 14 mil habitantes. ¿Quién paga la fiesta? Lautaro
Serna, alcalde de Shinaota, responde que “la economía agrícola de
plátanos, yuca, palmitos y cítricos. La economía de la coca es sólo de
los que tienen inscritos un cato de coca”.
Pero
la historia oral dice que en 1981 se podía comprar cocaína a granel en
Shinaota. El peack de la venta de la hoja de coca llegó en 1986,
llegando a cotizarse en 8 mil bolivianos las 100 libras. Hoy se comenta
que es fácil hallar cocaína a no más de 100 dólares el kilo.
La
región del Chapare alberga unas 9.500 hectáreas de cultivo de hoja de
coca, según datos oficiales. Otras 20.700 hectáreas están en la zona de
Los Yungas, en las cercanías de La Paz. Si bien, el gobierno de Evo
Morales admite unas 12 mil hectáreas en total, los cálculos de la ONU
acusan que en el país hay unas 30.500 hectáreas. Bolivia es tercer
productor en América del Sur después de Colombia y Perú.
PREPARA LA MENTE PARA OPINAR
El
cultivo de hoja de coca en la región se remonta a la época prehispánica
y las sucesivas oleadas de colonos adoptaron la ancestral práctica de
acullicar, mascar la coca. Plácido Plasi, cocalero, cuenta que heredó la
costumbre de sus padres y desde los 15 años acullica. “Quita el sueño,
el hambre; da voluntad y prepara la mente más rápido para opinar”-
asegura.
En
1975 ocurre un boom en la producción por la demanda de cocaína. Si en
1971, eran 2.695 las hectáreas cultivadas, en 1982 ya eran 16.252. Un
crecimiento de un 600%. Si en 1971 el PIB de la región se estimaba en
170 millones de dólares, cerca de 300 millones de dólares entraron en
1982. Fernando Salazar, sociólogo y autor de ‘Movimientos sociales en
torno a la producción de coca en Bolivia’, cuenta que “cualquier
colonización se consolida en unas 6 generaciones, en cambio el trópico
cochabambino consolidó su asentamiento en no más de seis años. La base
de esto fue el cultivo de coca”.
Hasta
allí acudió en 1982 Evo Morales y su padre Dionisio, luego de perder
todo en su natal Orinoca. Se instaló en el pueblo Laucaeñe y se afilió
al sindicato de productores, organizados ya en los años ’60, pero que
cobraron fuerza con la erradicación forzosa iniciada a principios de los
’80.
Así
lo cuenta Eduarda Medrano, quien se instaló en la zona de Chipiri hace
44 años. Llegó desde Cochabamba y se dedicó a los cultivos tradicionales
de la zona: arroz, maní, maíz, cítricos y coca. María Eugenia Ledesma,
secretaria de la Federación de Mujeres, también cuenta que emigró desde
Potosí a Eterazama, donde cultiva arroz, yuca, plátano, naranjas y,
como todos, coca.
DOS DÉCADAS DE PALMITOS
En
1961, el presidente Víctor Paz Estensoro firmó la Convención de Viena y
anunció que en 25 años se pondría fin al cultivo de hoja de coca y el
acullico, considerada una “práctica de pueblos degenerados”. Para
terminar con el cultivo de coca desde 1975 se implementaron programas de
sustitución de cultivos, pagándose compensaciones en dinero.
En
1987 se pagaban 350 dólares por hectárea más semillas para el cultivo
de palmitos, plátanos maracuyá y piña. La inversión total de los
programas de desarrollo alternativo alcanzó entre 1984 y el 2000 la suma
de 480 millones de dólares, según datos de la Presidencia. El 92% llegó
al Trópico de Cochabamba
Ledesma
recuerda que tuvieron 5 hectáreas de palmitos y que “los mismos
técnicos que nos trajeron las semillas, al tiempo instalaban las
tiendas de fertilizantes y abonos en Villa Tunari. Al final ganábamos lo
mismo que costaba la inversión en todos esos químicos”. Pero no había
ganancias, “porque si la coca la cosechabas 3 veces en un año, el
palmito era sólo 1 vez, además que la coca se vendía en el mercado,
servía para hacer trueques por chuño, papas, habas secas o verduras”-
cuenta Ledesma.
Romaldina
Paco, del Sindicato Bartolina Sisa de Eterazama, cuenta que pese a que
cultivaron piña, maracuyá y palmitos, “no había venta, las frutas se
podrían antes de que alguien las comprara”. Medrano recuerda que “nos
ofrecían cortar la coca a cambio de palmitos, pero no funcionaba porque
no había mercado y la gente volvía a la coca”. “Había plátanos para
botar” – sostiene Ledesma.
El
Plan Dignidad de 1998 redujo el pago por hectárea y entregó el dinero a
través de obras para la zona, manejadas por ONGs. Salazar comenta que
“pese a ser una danza de millones de dólares y que se llegó a tener un
alto nivel agronómico y de transferencia tecnológica, falló el mercado
para vender esos productos. Se pagaron casi 200 millones de dólares
directo al bolsillo de los campesinos, pero ellos firmaban el acuerdo y
seguían cultivando coca”.
Pese
a los optimistas informes de las agencias norteamericanas, el censo del
2001 dio el batatazo final a más de una década de ‘Desarrollo
Alternativo’, acusando que los niveles de pobreza en el Trópico de
Cochabamba alcanzaban el 85%: un 55,21% de pobreza moderada y un 29,67%
indigencia. Ese mismo año el cultivo de la hoja de coca representaba el
80% de los ingresos de las familias campesinas. Era que no si la venta
de plátanos alcanzaba a lo más los 15 bolivianos ($1.200) las 150
libras, unos 5 racimos; en cambio la coca les reportaba 20 bolivianos la
libra.
Pese
al fracaso, el gobierno boliviano, presionado por EEUU reacciona igual
que un adicto. Exige más dosis de la misma medicina y ya no serán ahora
las ONGs las encargadas de convencer a los campesinos de que dejen de
cultivar coca; ahora serán los militares.
PICOTAS Y FUSILES
En
1988 la Ley 1008 declaró la guerra a la coca, legislación que obedece a
una serie de planes que buscan eliminar la ‘degeneración ancestral’: El
Plan Trienal (1985-1989), que puso como objetivo erradicar la coca en 3
años; el plan Coca Por Desarrollo (1989-2003); el Plan Dignidad
(1997-2002); el Plan Coca 0 (1998), que estrena la Fuerza de Tarea
Conjunta (FTC), integrada por militares y policías; o el Plan Bolivia
(2002-2004).
Todos
fracasan y diversifican la producción del Chapare: Ahora no sólo se
producirá coca, sino que la región será además una factoría de
mutilados, viudas y hectáreas quemadas. “Para la lógica militar de la
FTC las organizaciones sindicales campesinas del Chapare serán
delincuentes, siendo un fin complementario al de la erradicación el
acabar con el sindicalismo”- comenta Salazar. Para el gobierno de Hugo
Banzer (1997-2001) y la embajada norteamericana se enfrenta una guerra
de baja intensidad.
El
año 2002 estrena a los Lobos y Leopardos, militares y policías que
recorren los campos y la selva buscando cocales. Una vez que hallan
alguno avisaban a los ‘coca t’iras’, quienes de madrugada llegaban con
picotas y fusiles. Por cada 10 conscriptos con picota había uno con
fusil. Hasta en las paradas militares se marchaba con dichas
herramientas.
“Cuando
hallaban un cocal medían el contorno al máximo, no importando si uno
tenia naranjos o piñas. Luego cortaban todo y anotaban toda la extensión
como hectáreas de cocales erradicadas. Incluso lo hacían boleando coca”
– cuenta Mario Castillo, de la Central 15 de Diciembre, quien sufrió la
poda los años 1997, 1999 y 2004.
Ledesma
recuerda que cuando tenía 8 años una madrugada llegaron los Leopardos a
su casa. Secuestraron a su mamá (Eudora) y a su hermana de 7 años
(Felicia), bajo acusación de narcotráfico. “Todo lo nuevito que había se
lo llevaban, si encontraban dinero también. A la semana las soltaron
porque no tenían pruebas”- recuerda.
La
respuesta de los sindicatos fue hacer vigilias cuidando los cocales,
tomarse caminos y hasta enfrentar a los militares. Los soldados les
decían: “por nosotros no pelearíamos, pero están los de la DEA”- cuenta
Ledesma. En 1986 habían entrado en escena 160 marines norteamericanos,
equipados con seis helicópteros, dirigiendo las operaciones. Medrano
recuerda que “una vez llegaron hartos militares con la DEA. Tenía 4
surcos de coca y entraron a cortarlas. Querían barrer todo y sacar a los
productores”.
La
Defensoría del Pueblo de Villa Tunari reportó que entre 1997 y el 2003,
35 cocaleros murieron, 587 fueron heridos gravemente y 700
encarcelados. Pero no fueron las únicas víctimas: 27 militares
resultaron muertos y 135 quedaron heridos, ya que los sindicatos
comenzaron a responder a las erradicaciones con balas y dinamitazos.
Salazar
comenta que “en sus momentos más intensos el 50% de la capacidad bélica
de Bolivia estuvo concentrada en el Chapare. Se buscaba la erradicación
del cultivo de coca, quebrar a los sindicatos cocaleros y la
eliminación de los dirigentes”. El resultado fue un verdadero tiro por
la culata.
CONTROL SOCIAL E INDUSTRIALIZACIÓN
La
llegada al poder de Evo Morales el 2006 fue efecto de las políticas de
erradicación forzada. Si bien ya el 2002, los cocaleros habían
conseguido que se permitiera el cultivo de un cato de coca por familia
(1.600 mt2), con Evo ocurre un giro radical en las políticas sobre la
coca.
Ahora
los propios sindicatos regulan la producción de coca en la llamada
política de Control Social. Julio Salazar, senador del MAS, la define
como “un control interno de las organizaciones que deja las decisiones
en las bases sociales. Apostamos por la racionalización del cultivo de
coca. Con el control social no hay muertos ni heridos, menos
criminalización de los campesinos”.
También
se busca industrializar la planta a través de producir productos como
harina, licores, mate, jarabes y remedios, ya que diversos estudios dan
cuenta de importantes cualidades nutritivas, lo que conformó un estudio
de la Universidad de Harvard divulgado en 1975.
La
coca es la única planta que posee 14 alcaloides y se comprobó que el
acullico diario de 100 gms. de hoja satisfacen la ración alimentaria
diaria. “Se podría decir que la coca es el laboratorio natural más
completo que existe en el mundo”- sostiene el investigador Salazar.
Medrano comenta que la planta “sirve para los viajeros nocturnos porque
no hay sueño, sed ni hambre; y la uso para la diabetes de la aflicción”.
Ahora
se permiten los mercados de comercialización de hoja de coca, manejados
por las centrales y federaciones. Sólo en Shinaota existen 18 de este
tipo. Hasta allí acude Teresa Quiroz, quien vende su producción a 19
bolivianos la libra. En un día normal se pueden transan 5 bolsas (cada 1
de 50 libras) y cuando está bueno llegar a vender unas 30.
“Hay
que asumir que ninguna familia del Chapare puede vivir con un cato de
coca” – sostiene el sociólogo Salazar, quien fue uno de los diseñadores
de la actual política. Si bien, reconoce que es poco probable que no
haya desvío hacia la producción de cocaína, considera que “es una
alternativa muy consistente a lo que fue la erradicación forzosa. Se
trata de evitar los altos niveles de violaciones a los derechos humanos
que hubo”.
Pero
la propuesta de que los países productores monopolicen la producción de
coca y se la vendan directamente a los países consumidores, no han sido
acogidas por el gobierno de Evo, quien se ha limitado a sostener que la
hoja de coca no es droga. Su viceministro de Defensa Social, Felipe
Cáceres, anunció recientemente que se erradicarán los cocales que
sobrepasen el cato.
Desde
el 2006 que los representantes de los sindicatos negocian con los
oficiales del comando militar para planificar los ingresos a las
comunidades. Claro que no siempre sucede así. A fines de abril en una
villa de La Paz, cuando los vecinos ingresaron a una de las casas
sospechando que se fabricaba droga. El olor los había alertado y
decidieron entrar sorprendiendo un laboratorio clandestino en horario de
trabajo. Apresaron a 2 mujeres, quemaron las hojas y al final llamaron a
la policía, la que llegó a hacer el parte.
“El
control social hace que ya no hay maltratos y persecuciones a los
cocaleros. No hay matanzas ni erradicaciones forzadas”- sostiene
Medrano. Lo otro sería volver a revolver la selva chapareña de 37 mil
km.2 buscando laboratorios clandestinos, como ocurrió en décadas
pasadas. Claro que Medrano advierte señalando un tupido monte: “mientras
prohíban los narcos van a esconderse en el monte. Así fue antes y es
hoy. Y puede que se sienta el olor de los laboratorios clandestinos,
pero en la selva de montaña a 50 metros no ves nada”.
Mauricio Becerra R.
*texto y fotos
@kalidoscop
El Cudadano
http://www.elciudadano.cl/2011/12/21/45788/viaje-al-corazon-de-la-coca/
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