En
medio del horror que todo inunda, entre ejecuciones sumarias y
torturas habituales, allanamientos, balazos por doquier, asesinatos de
mujeres, periodistas, opositores o activistas; entre desapariciones,
decapitaciones y la histérica vocinglería propagandística con que el
gobierno pretende maquillar sus constantes tropiezos, sazonado el caldo
con gruesas lagunas de fanatismo religioso e ignorancia, la realidad
escabulle la percepción. Si aquella es fidedignamente narrada al público
por cruda que sea, entonces el enanismo mental del gobierno, que no se
caracteriza por su coherencia ética y sí por sus contradictorios,
cínicos mensajes panfletarios de doble moral, acusa proterva distorsión
aunque se documente con muertos de carne y sangre. Importa más el
turismo que la dignidad nacional. Los poderes fácticos acuden a la
distracción como emergencia. Se busca cualquier pretexto, cualquier
estrépito sirve mientras la atención pública desvíe a lo superfluo. Los
medios masivos devoran al cantante que presuntamente violó a una
menor. Cacarean la detención del Jotajota, o la del Amarillo, o la de cualquiera que el Estado presente como el efímero villano de su
coyuntura mediática para seguir hurtando del conocimiento público
incómodas vergüenzas que, desde luego, raramente asoman en la vocería
del gobierno de los empresarios –ahí los diez años que se cumplieron de
la fuga del Chapo Guzmán, casualmente recién llegado Vicente
Fox al poder, del centro de readaptación de alta seguridad de Puente
Grande, en Jalisco y todavía prófugo durante el sanguinario sexenio del
tartufo Calderón. Mientras tanto, campean estupidez, sevicia y simple
necedad de los ejecutivos de las televisoras del duopolio, que viven de
la credulidad y la ignorancia y la apatía que ellas mismas alimentan
dándole la espalda a las verdaderas necesidades de información,
entretenimiento y divulgación de una sociedad que se consume a sí misma
en una gastritis horrible.
Lejos de evaluar y
atender el mercado masivo de la televisión con algún compromiso social
–con resquicios de decencia, se entiende–, Televisa y tv Azteca, los
Azcárraga y los Salinas, y con ellos el clan de derechas que
infelizmente desgobierna México desde hace treinta años, apuestan a sus
viejas, apestosas fórmulas de amarillismo, fodonguería creativa y
miseria humana. El nuevo capítulo en la excrementicia guerra de las
televisoras por los índices de audiencia supone una involución en la
producción de programas televisivos en México, porque reincorpora
personajes nefastos de una farándula perdularia que parece instalada en
el medio del quehacer televisivo y lejos de buscar una mejoría de
contenidos, la porquería vuelve a ser la sustancia con que se modelan
las nuevas emisiones. Vuelve Laura Bozzo. Aparece Niurka Marcos como
conductora.
En horario estelar de las
cuatro de la tarde, en los canales de mayor teleaudiencia, el Dos de
Televisa y el Trece de Azteca, hace un par de semanas se “estrenaron”
sendos programas “de opinión”. Presuntos foros de discusión que no son
sino exhibiciones morbosas de peatonales tragedias y trifulcas, de
chismes e histerias con que convertir al público en jumento que rumia
su aburrimiento malsano frente al televisor. Laura Bozzo vino a México a
refugiarse de un convulso pasado reciente en Perú, donde se la vincula
a lo más granado de la represión política y la corrupción de aquel
país. La otra señora es una vedet que no ha hecho en los medios
mexicanos sino saltar de escándalo en escándalo, cutres dimes y
vulgares diretes con los que ha logrado vender “exclusivas” y atisbos
fotográficos a su exuberante liviandad.
Mientras las televisoras
estrenan pistas de su circo, el gobierno mexicano sigue acudiendo a la
saturación propagandística en los medios masivos para ocultar sus
yerros, sus abusos y omisiones en el desatino cotidiano, empeñado en
una guerra ridícula y contraproducente de mexicanos contra mexicanos,
porque matarnos entre nosotros parece ser el impepinable dictado de
Estados Unidos, ésos que siguen aplaudiendo los “logros” del gobierno
del tartufo en contra de su propia gente, porque las verdaderas
víctimas de esa guerra perdida contra los narcotraficantes no son rubias
ni hablan inglés.
La mezcla es nauseabunda y
nosotros, los propios mexicanos, lejos hacer un acto elemental de
coherencia y rechazar los dictados asesinos del exterior y las cúpulas
fácticas y oportunistas, seguimos tragando mansamente la mierda que nos
dan a cucharones. Pacientes. Pasivos. Tontos.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/02/06/sem-moch.html
http://www.jornada.unam.mx/2011/02/06/sem-moch.html
Tienes razon,soy un padre de familia de 46 años con 3 hijas adolecentes que se entretienen con ese tipo de "programas" desde hoy ya no mas.
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