El atentado criminal y terrorista contra las instalaciones de Caracol
Radio es repudiable desde cualquier punto de vista y quien quiera sea el
autor de esta acción desesperada. Como director del semanario VOZ,
órgano de la izquierda, pero defensor de la democracia y del pluralismo
ideológico, rechazó con energía semejante despropósito criminal. Mi
solidaridad con Darío Arizmendi y los colegas y trabajadores de la
cadena radial. Las diferencias políticas no se pueden confrontar con
violencia, sino con el ejercicio libre de la controversia y de las
ideas.
Se repite la historia, esta vez como tragedia. Cada vez que se respira un ambiente favorable a la paz, al diálogo y a la solución política y pacífica del conflicto colombiano, aparecen estos actos que enrarecen el clima político, generan pugnacidad y condiciones favorables al escalamiento del conflicto armado. Siempre ha sido así. Hace pocos días Alfonso Cano, jefe de las FARC, hizo una oferta de paz al nuevo mandatario de Colombia y el presidente Juan Manuel Santos, en el discurso de posesión, nos descartó la vía del diálogo para la paz, en contravía de la guerra a muerte de los últimos ocho años.
Los halcones de la guerra en el gobierno y en las Fuerzas Militares, sin esperar la más mínima investigación de las autoridades judiciales le atribuyen el atentado criminal a la guerrilla, cuando son varias las hipótesis, con más fuerza la que apunta a responsabilizar a la derecha narcoparamilitar y militarista, que busca la continuidad del guerrerismo y de la guerra integral de las dos administraciones uribistas.
Es importantes el pronunciamiento rápido y esclarecedor, de cara al país y al mundo, de su responsabilidad o no en este atentado que va en contravía del ambiente de paz reinante en los últimos días. El Gobierno Nacional debe persistir en fortalecer la opción del diálogo, porque como nunca está demostrado que persistir en la confrontación, en el odio y en la guerra, sólo contribuye a la degradación mayor y al incremento de la violencia que afecta a todos los colombianos.
Se repite la historia, esta vez como tragedia. Cada vez que se respira un ambiente favorable a la paz, al diálogo y a la solución política y pacífica del conflicto colombiano, aparecen estos actos que enrarecen el clima político, generan pugnacidad y condiciones favorables al escalamiento del conflicto armado. Siempre ha sido así. Hace pocos días Alfonso Cano, jefe de las FARC, hizo una oferta de paz al nuevo mandatario de Colombia y el presidente Juan Manuel Santos, en el discurso de posesión, nos descartó la vía del diálogo para la paz, en contravía de la guerra a muerte de los últimos ocho años.
Los halcones de la guerra en el gobierno y en las Fuerzas Militares, sin esperar la más mínima investigación de las autoridades judiciales le atribuyen el atentado criminal a la guerrilla, cuando son varias las hipótesis, con más fuerza la que apunta a responsabilizar a la derecha narcoparamilitar y militarista, que busca la continuidad del guerrerismo y de la guerra integral de las dos administraciones uribistas.
Es importantes el pronunciamiento rápido y esclarecedor, de cara al país y al mundo, de su responsabilidad o no en este atentado que va en contravía del ambiente de paz reinante en los últimos días. El Gobierno Nacional debe persistir en fortalecer la opción del diálogo, porque como nunca está demostrado que persistir en la confrontación, en el odio y en la guerra, sólo contribuye a la degradación mayor y al incremento de la violencia que afecta a todos los colombianos.
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