sábado, 19 de junio de 2010

Sociedad: La vejez fáustica Por: Jaime Richart

http://cpnconociendotusderechos.files.wordpress.com/2009/12/2683256.jpgHasta la vejez la vida te vive a ti o vive por ti. Tú no eres tú, ni apenas eres consciente de que vives. Quizá tampoco debas serlo. Todo deleite lo es, porque te enajena. Es la locura lo que te hace sentir la vida. Pero vives fuera de ti. Según los antiguos, la locura divina podía ser profética (inspirada por Apolo), báquica (por Dionisio), poética o musical (por las Musas), amorosa (por Eros) y guerrera (por Marte).


En alguna de ella te pasas metido la mayor parte de tu existencia. Además, vives esclavizado, pues no otra cosa es estar permanentemente condicionado, por quienes te rodean y por lo que te dictan los protocolos, las modas, los modales y las pautas sociales del momento. Y si, prematuramente, no estás condicionado (por tu fortuna, por ejemplo) es probable que el vacío te aniquile prematuramente. Si no estás en este caso, en las múltiples ocasiones que se te habrán presentado de elegir, quizá nunca has forzado tu voluntad en el sentido contrario al que la sociedad necia te exige o espera de ti. Eres, desde el punto de vista biológico, uno entre infinitos animales que goza sin vivir en sí. Por eso debió decir John Lennon que la vida es eso que te sucede mientras tú haces otros planes. Pero todo eso sólo ocurre hasta que entras definitivamente en la vejez...

Pues es en la vejez, a condición de tener cubiertas las necesidades básicas, cuando vives de verdad. Es entonces cuando tú atenazas a la vida y no al revés, aun cuando la oxidación te alcance: tú la desdeñas o la dominas, si aún conservas entero el espíritu curtido de la experiencia el verdadero instinto de libertad. Sabes que, puesto que vives, has tenido mejor fortuna -si es que crees que la vida es privilegio y no infortunio- que tantos de tu misma edad han de dejado de vivir o sufren ahora enfermedad incurable. Eres consciente, y lo gozas, de que, si no es tan doloroso el momento que no te permite percatarte, de que otros sufren mucho más que tú. Yo no soy como Montaigne quien, con la excusa de sufrir severos cólicos nefríticos prefería revivir en sueños pero despierto su juventud repleta de placer, a vivir el momento de su vejez. Mi vejez es más dichosa que la madurez y aun que la juventud y la infancia. Vivo en el acomodo, pero estoy tan preparado para vivir desposeído de todo que no dejaría de ser feliz en medio del monte. He acabado la talla de mi carácter. Hasta la vejez gozas a costa de los demás, y todo te parece poco. En la vejez gozas de ti mismo y de cuanto te rodea, y cualquier cosa te parece mucho. La locura divina de la vejez es la plena lucidez que proviene del interior de uno mismo. Tanto te vas familiarizando poco a poco con la muerte, que hasta la coges cariño. Así te liberas de la opresión que hasta entonces te causó. Mientras te llega, te sientes feliz si ves (aunque sea algo), si oyes (aunque sea algo), si respiras (aunque sea con dificultad), si comes y si asimilas aceptablemente; si caminas, en fin, sin especial dificultad o aun con ella. Te das cuenta de que todas esas funciones son una prerrogativa, un regalo extraordinario que el destino te asigna sin haberte exigido excesivo sacrificios.

En la vejez, de todo estás excusado, todo te está permitido, pocas cosas te conciernen si tú no quieres. Has terminado de "hacerte" y eres dueño absoluto de tu voluntad. Si quieres más, estás loco. Pero no padeces la locura divina, sino la locura brutal del necio que siempre fuiste.

Se necesita ser muy poca cosa, humanamente hablando, para empeñarse en prorrogar la vida laboral cuando al terminar ésta se abren puertas antes cerradas. No confundas trabajo y laboriosidad. Si eres mínimamente inteligente, depende de ti estar menos ocioso que cuando estás ocioso. Y ten presente que ese empeño por trabajar para otros y dependiendo de otros, es efecto de la cruel deformación humanística del capitalismo embrutecedor.

Sólo necesitas de una cosa: que la persona a la que amas y con la que convives, sienta y perciba todo eso como lo sientes y percibes tú. Y para ello es indispensable lo que la naturaleza aconseja: que la edad de tu pareja sea aproximada a la tuya. Pero si vives solo, recuerda lo que decía Cicerón: “nunca estoy menos solo que cuando estoy solo”. Cuando estás solo eres todo tuyo. Y no olvides nunca que no existe ocupación más interesante que la de cultivar los propios pensamientos, según el alma que se tenga. Las más grandes hacen de ello su oficio. Para las más grandes quibus vivere est cogitare, vivir es pensar.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/06/la-vejez-faustica.html

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