Su decisión de no mantener contacto con otros pueblos indígenas o con foráneos se debe, prácticamente con certeza, a los desastrosos encuentros previos y a la invasión y destrucción continua de la selva, su hogar.
Por ejemplo, los grupos no contactados que viven en el estado de Acre son probablemente los supervivientes de la fiebre del caucho, que supuso la esclavización de muchos indígenas.
Es probable que los que sobrevivieron huyeran remontando los cursos de los ríos. Los recuerdos de las atrocidades cometidas contra sus ancestros aún pueden estar muy vivos.
Se sabe muy poco de estos pueblos. Lo que sí sabemos es que desean permanecer sin contactar: han disparado sus flechas tanto a los foráneos como a los aviones o, simplemente, han evitado el contacto adentrándose aún más en la selva.
Indígenas
no contactados en Brasil, vistos desde el aire, mayo 2008. © Gleison Miranda/FUNAI |
Otros pueblos más asentados viven en casas comunales y plantan mandioca y otros cultivos en claros de la selva, además de cazar y pescar.
En Acre podrían vivir hasta 600 indígenas en cuatro grupos diferentes. Aquí viven en relativa tranquilidad en varios territorios que han sido demarcados y que, en su mayor parte, han permanecido intactos.
Quizás unos 300 indígenas no contactados vivan en Massacó (Rondonia).
© © Gleison Miranda/FUNAI |
Está claro que les gusta comer tortuga: se han encontrado montones de caparazones en campamentos abandonados.
Sin embargo, otros grupos no contactados están tambaleándose al borde de la extinción con tan solo un puñado de individuos.
Estos grupos tan pequeños y fragmentados viven sobre todo en los estados de Rondonia, Mato Grosso y Marañón y son los supervivientes de brutales robos de tierra, cuando eran el blanco de madereros, terratenientes y otros por los que fueron asesinados.
Hoy día aún son deliberadamente perseguidos y cazados y las selvas donde viven están siendo rápidamente destruidas.
El funcionario de la FUNAI José Carlos Meirelles
muestra unas flechas de indígenas aislados.
© Gleison Miranda/FUNAI
Las presas de Jirau y San Antonio, construidas sobre el río Madeira, están muy próximas a varios grupos de indígenas no contactados.
Un informe reciente afirma que algunos de ellos están abandonando su tierra debido al ruido y la contaminación generadas por dichas construcciones.
Todos ellos son extremadamente vulnerables ante enfermedades como la gripe o el resfriado común, transmitidas por los foráneos y para las que no tienen inmunidad: buenas razones para evitar el contacto.
Pero incluso en este escenario tan desalentador, hay historias excepcionales. Karapiru, un hombre awá, sobrevivió al ataque de un asesino a sueldo y durante diez años vivió solo, escondiéndose en la selva, hasta que finalmente estableció contacto con unos colonos y ahora vive con otros awás.
Los pueblos indígenas aislados de Brasil deben ser protegidos y sus tierras reconocidas antes de que ellos, y las selvas de las que dependen, desaparezcan.
fuente, vía :
http://www.survival.es/indigenas/aislados-brasil
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