Esa
opción hace retroceder la historia a tiempos pretéritos cuando ante las
pretensiones hegemónicas de las potencias marítimas, otros países de
Europa y los Estados Unidos reivindicaban la libertad de los mares.
Para
no abusar de referencias a los preceptos del derecho romano acerca del
“Mar Libre”, basados en que a diferencia de la tierra, el mar no puede
ser ocupado, mencionaré tres hitos recientes.
—
Estados Unidos se involucró en la Primera Guerra Mundial a partir del
incidente del Lusitania, un vapor de pasajeros que en 1915 partió de
Nueva York y frente a las costas de Irlanda fue hundido por un submarino
alemán, incidente en el que perecieron los 1 198 pasajeros y
tripulantes.
— Uno de los más rudos
enfrentamientos armados de la posguerra que involucró a varios países se
originó cuando, ante la nacionalización del canal de Suez por el
gobierno de Nasser en 1956, Gran Bretaña, Francia e Israel atacaron
militarmente a Egipto, dando lugar a una situación que nunca más se
repetiría cuando Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron en el
mismo bando en el rechazo a la agresión.
— El
mundo nunca estuvo tan cerca de la guerra nuclear como cuando en 1962,
durante la Crisis de los Misiles en Cuba, el presidente John F. Kennedy
ordenó inspeccionar los buques soviéticos en ruta hacia la Isla para
verificar que no transportaban material nuclear.
Aunque
durante la Guerra Fría, debido a la clara delimitación de las aguas
territoriales y los entendimientos entre las grandes potencias respecto a
la “zonas de influencia”, en las cuales se desplegaron impresionantes
flotas militares, los problemas del tráfico marítimo se atenuaron;
resurgieron cuando los nuevos estados afroasiáticos, ribereños de
golfos, lagos, pasos y estrechos, reivindicaron la soberanía sobre sus
respectivos espacios marítimos.
A los
componentes militares y de seguridad relativos a la cuestión de los
mares y la navegación, en los años ochenta se sumó lo relacionado con
los derechos de pesca y la aparición de yacimientos de petróleo en el
mar, hechos que provocaron reclamaciones y entendimientos que dieron
lugar al surgimiento de nuevas figuras jurídicas que, al concepto del
mar territorial, sumaron el de zona de soberanía económica, consagrado
por la Convención de Naciones Unidas sobre Derechos del Mar adoptada en
1982.
Particular relevancia tiene para el
comercio mundial y la convivencia internacional lo relacionado con las
regulaciones respecto a los golfos, los canales y los estrechos, algunos
de ellos de enorme significado y en cuyas orillas se asienta más de un
país. Varios de esos espacios y pasos marítimos son ejes de tensiones
internacionales extremas. Así ocurrió en su momento con el canal de Suez
y el Mar Rojo y ocurre hoy con el golfo Pérsico y el estrecho de Ormuz.
El golfo pérsico debe su nombre al hecho de
que en unas de sus orillas, con casi 500 kilómetros de costas, prosperó
la civilización persa (Irán) que desde hace más de mil años comparte el
espacio marítimo con otros estados ribereños como Arabia Saudita, Iraq,
Kuwait, Abu Dhabi, Dubai y Qatar, estados donde se produce casi el 40
por ciento del petróleo consumido por el mundo y que obligatoriamente
transita por el estrecho de Ormuz.
En esta zona
donde la mayor profundidad es de 90 metros y el ancho varía entre 50 y
370 kilómetros, han trasladado Estados Unidos e Israel una armada de
tales dimensiones que apenas encuentra espacio para desplegarse y
maniobrar y en esta área, a la vista de Irán y al alcance de sus cohetes
y navíos, presuntamente los buques de guerra de Estados Unidos e Israel
detendrán a los navíos iraníes para ser inspeccionados.
La
incógnita es qué ocurrirá cuando algún buque se niegue a detenerse o
resista el abordaje y, tratándose de naves de Irán, cuál será la
reacción de los mandos militares de Estado persa, en especial de los
Guardianes de la Revolución, una fuerza caracterizada por su orgullo y
determinación.
Ojalá no se repitan en el Golfo
Pérsico los dramáticos momentos vividos durante la Crisis de los
Misiles cuando en octubre de 1962, frente a Cuba, en el Golfo de México y
el Estrecho de la Florida, Estados Unidos desplegó: 40 buques, entre
ellos portaaviones, submarinos y naves de asalto y rebasificó en bases
en Florida y Puerto Rico cerca de 600 aviones, cinco divisiones del
ejército, casi 200 barcos de guerra, y un impresionante cuerpo de
paracaidistas para optar por el bombardeo o la invasión a la isla o
ambas cosas.
EL 22 de octubre, Kennedy anunció
que se dirigiría a la Nación y Fidel Castro decretó la alarma de
combate. El presidente norteamericano anunció el bloqueo naval a la Isla
y el de Cuba puso en pie de guerra a la Isla. Las fuerzas armadas
norteamericanas y de la Unión Soviética, incluyendo la cohetería
estratégica; así como las tropas de la OTAN y el Pacto de Varsovia
fueron puestas en estado de máxima alarma y mientras la aviación
norteamericana sobrevolaba la isla, decenas de buques soviéticos se
aproximaban a la barrera establecida por los buques de guerra
norteamericanos.
Todos los protagonistas
tenían los dedos en los gatillos, algunos, como tal vez ocurra hoy,
estaban listos para lanzar bombas atómicas.
El
día 26, cuando el primero de los buques se asomaba a la barrera y
Kennedy esperaba al teléfono el aviso de que no se detendría para dar la
orden de echarlos a pique, los capitanes de los barcos soviéticos
recibieron la orden de virar en redondo y emprender el regreso. Luego la
Unión Soviética aceptaría que sus buques fueran inspeccionados en alta
mar.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/07/petroleo-crisis-y-libertad-de-los-mares.html
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