Él no podía cansar los ojos de ver tanta
lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda
la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón
creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los
habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se
equivocó.
Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se equivocó.
Al cabo de cinco siglos de negocio de
toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas
americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de
la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco
despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los
últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su
identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera,
se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el
otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se
cumplen en nombre del dios del Progreso.
Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible.
América, ciega de racismo, no las ve.
***
El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar (“que deprendan fablar”). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (“mentally retarded”) porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.
El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar (“que deprendan fablar”). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (“mentally retarded”) porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.
***
El Paraguay habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de los indios, lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin embargo, la mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes no entienden español son como animales.
El Paraguay habla guaraní. Un caso único en la historia universal: la lengua de los indios, lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime. Y sin embargo, la mayoría de los paraguayos opina, según las encuestas, que quienes no entienden español son como animales.
Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.
De cada dos peruanos, uno es indio, y la
Constitución de Perú dice que el quechua es un idioma tan oficial como
el español. La Constitución lo dice, pero la realidad no lo oye. El Perú
trata a los indios como África del Sur trata a los negros. El español
es el único idioma que se enseña en las escuelas y el único que
entienden los jueces y los policías y los funcionarios. (El español no
es el único idioma de la televisión, porque la televisión también habla
inglés.) Hace cinco años, los funcionarios del Registro Civil de las
Personas, en la ciudad de Buenos Aires, se negaron a inscribir ek
nacimiento de un niño. Los padres, indígenas de la provincia de Jujuy,
querían que su hijo se llamara Qori Wamancha, un nombre de su lengua. El
Registro argentino no lo aceptó por ser nombre extranjero.
Los indios de las Américas viven
exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad,
sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando un
indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a
civilizarse o empieza a suicidarse?
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Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.
Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.
El problema indígena: los primeros
americanos, los verdaderos descubridores de América, son un problema. Y
para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los indios
dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma,
aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio.
En diciembre de 1976, el ministro del
Interior del Brasil anunció, triunfal, que el problema indígena quedará
completamente resuelto al final del siglo veinte: todos los indios
estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad brasileña, y
ya no serán indios. El ministro explicó que el organismo oficialmente
destinado a su protección (FUNAI, Fundacao Nacional do Indio) se
encargará de civilizarlos, o sea: se encargará de desaparecerlos. Las
balas, la dinamita, las ofrendas de comida envenenada, la contaminación
de los ríos, la devastación de los bosques y la difusión de virus y
bacterias desconocidos por los indios, han acompañado la invasión de la
Amazonia por las empresas ansiosas de minerales y madera y todo lo
demás. Pero la larga y feroz embestida no ha bastado. La domesticación
de los indios sobrevivientes, que los rescata de la barbarie, es también
un arma imprescindible para despejar de obstáculos el camino de la
conquista.
***
Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.
Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.
La salvación condena a los indios a
trabajar de sol a sol en minas y plantaciones, a cambio de jornales que
no alcanzan para comprar una lata de comida para perros. Salvar a los
indios también consiste en romper sus refugios comunitarios y arrojarlos
a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de las
ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan
siendo mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios
consiste en ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a
otros indios o a morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al
cabo, los indios son buena carne de cañón: de los 25 mil indios
norteamericanos enviados a la segunda guerra mundial, murieron 10 mil.
Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.
El 16 de diciembre de 1492, Colón lo
había anunciado en su diario: los indios sirven para les mandar y les
hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester y que hagan
villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres. Secuestro
de los brazos, robo del alma: para nombrar esta operación, en toda
América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo reducir. El indio
salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer: vaciado de
sí, es un no-indio, y es nadie.
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El shamán de los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el martín pescador:
El shamán de los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el martín pescador:
-No sufras hambre, no sufras sed. Súbete a mis alas y comeremos peces del río y beberemos el viento.
Y canta lo que le cuenta la neblina:
-Vengo a cortar la helada, para que tu pueblo no sufra frío.
Y canta lo que le cuentan los caballos del cielo:
-Ensíllanos y vamos en busca de la lluvia.
Pero los misioneros de una secta
evangélica han obligado al chamán a dejar sus plumas y sus sonajas y sus
cánticos, por ser cosas del Diablo; y él ya no puede curar las
mordeduras de víboras, ni traer la lluvia en tiempos de sequía, ni volar
sobre la tierra para cantar lo que ve. En una entrevista con Ticio
Escobar, el shamán dice: Dejo de cantar y me enfermo. Mis sueños no
saben adónde ir y me atormentan. Estoy viejo, estoy lastimado. Al final,
¿de qué me sirve renegar de lo mío?
El shamán lo dice en 1986. En 1614, el
arzobispo de Lima había mandado quemar todas las quenas y demás
instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas sus danzas
y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo
sus engaños. Y en 1625, el oidor de la Real Audiencia de Guatemala
había prohibido las danzas y cantos y ceremonias de los indios, bajo
pena de cien azotes, porque en ellas tienen pacto con los demonios.
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Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.
Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.
El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:
-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y
nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen”. Y
cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la
Biblia.
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Los doctores del Estado moderno, en cambio, prefieren la coartada de la ilustración: para salvarlos de las tinieblas, hay que civilizar a los bárbaros ignorantes. Antes y ahora, el racismo convierte al despojo colonial en un acto de justicia. El colonizado es un sub-hombre, capaz de superstición pero incapaz de religión, capaz de folclore pero incapaz de cultura: el sub-hombre merece trato subhumano, y su escaso valor corresponde al bajo precio de los frutos de su trabajo. El racismo legitima la rapiña colonial y neocolonial, todo a lo largo de los siglos y de los diversos niveles de sus humillaciones sucesivas.
Los doctores del Estado moderno, en cambio, prefieren la coartada de la ilustración: para salvarlos de las tinieblas, hay que civilizar a los bárbaros ignorantes. Antes y ahora, el racismo convierte al despojo colonial en un acto de justicia. El colonizado es un sub-hombre, capaz de superstición pero incapaz de religión, capaz de folclore pero incapaz de cultura: el sub-hombre merece trato subhumano, y su escaso valor corresponde al bajo precio de los frutos de su trabajo. El racismo legitima la rapiña colonial y neocolonial, todo a lo largo de los siglos y de los diversos niveles de sus humillaciones sucesivas.
América Latina trata a sus indios como las grandes potencias tratan a América Latina.
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Gabriel René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado. Una de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando se cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces de concebir la libertad republicana.
Gabriel René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado. Una de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. Este prócer de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos cuando se cruzan con la raza blanca. Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro mestizo, que según su balanza pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca, y por tanto los consideraba celularmente incapaces de concebir la libertad republicana.
El peruano Ricardo Palma, contemporáneo y
colega de Gabriel René-Moreno, escribió que los indios son una raza
abyecta y degenerada. Y el argentino Domingo Faustino Sarmiento elogiaba
así la larga lucha de kis indios araucanos por su libertad: Son más
indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios, menos aptos para
la Civilización y la asimilación europea.
El más feroz racismo de la historia
latinoamericana se encuentra en las palabras de los intelectuales más
célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los actos de
los políticos liberales que fundaron el Estado moderno. A veces, ellos
eran indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización
capitalista de México, que prohibió a los indios caminar por las calles
principales y sentarse en las plazas públicas si no cambiaban los
calzones de algodón por el pantalón europeo y los huaraches por zapatos.
El arzobispo de Lima había mandado quemar todas las quenas y demás instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas sus danzas y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños.
Eran los tiempos de la articulación al
mercado mundial regido por el Imperio Británico, y el desprecio
científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus tierras y de
sus brazos.
El mercado exigía café, pongamos el
caso, y el café exigía más tierras y más brazos. Entonces, pongamos por
caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo Rufino Barrios, hombre
de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época colonial y
regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.
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El racismo se expresa con más ciega ferocidad en países como Guatemala, donde los indios siguen siendo porfiada mayoría a pesar de las frecuentes oleadas exterminadoras.
El racismo se expresa con más ciega ferocidad en países como Guatemala, donde los indios siguen siendo porfiada mayoría a pesar de las frecuentes oleadas exterminadoras.
En nuestros días, no hay mano de obra
peor pagada: los indios mayas reciben 65 centavos de dólar por cortar un
quintal de café o de algodón o una tonelada de caña. Los indios no
pueden ni plantar maíz sin permiso militar y no pueden moverse sin
permiso de trabajo. El ejército organiza el reclutamiento masivo de
brazos para las siembras y cosechas de exportación. En las plantaciones,
se usan pesticidas cincuenta veces más tóxicos que el máximo tolerable;
la leche de las madres es la más contaminada del mundo occidental.
Rigoberta Menchú: su hermano menor, Felipe, y su mejor amiga, María,
murieron en la infancia, por causa de los pesticidas rociados desde las
avionetas. Felipe murió trabajando en el café. María, en el algodón. A
machete y bala, el ejército acabó después con todo el resto de la
familia de Rigoberta y con todos los demás miembros de su comunidad.
Ella sobrevivió para contarlo.
Con alegre impunidad, se reconoce
oficialmente que han sido borradas del mapa 440 aldeas indígenas entre
1981 y 1983, a lo largo de una campaña de aniquilación más extensa, que
asesinó o desapareció a muchos miles de hombres y de mujeres. La
limpieza de la sierra, plan de tierra arrasada, cobró también las vidas
de una incontable cantidad de niños. Los militares guatemaltecos tienen
la certeza de que el vivio de la rebelión se transmite por los genes.
Una raza inferior, condenada al vicio y a
la holgazanería, incapaz de orden y progreso, ¿merece mejor suerte? La
violencia institucional, el terrorismo de Estado, se ocupa de despejar
las dudas. Los conquistadores ya no usan caparazones de hierro, sino que
visten uniformes de la guerra de Vietnam. Y no tienen piel blanca: son
mestizos avergonzados de su sangre o indios enrolados a la fuerza y
obligados a cometer crímenes que los suicidan. Guatemala desprecia a los
indios, Guatemala se autodesprecia.
Esta raza inferior había descubierto la
cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos supieran que
existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa
precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo.
Los mayas siguen siendo viajeros del tiempo: ¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo.
Los mayas siguen siendo viajeros del tiempo: ¿Qué es un hombre en el camino? Tiempo.
Ellos ignoraban que el tiempo es dinero,
como nos reveló Henry Ford. El tiempo, fundador del espacio, les parece
sagrado, como sagrados son su hija, la tierra, y su hijo, el ser
humano: como la tierra, como la gente, el tiempo no se puede comprar ni
vender. La Civilización sigue haciendo lo posible por sacarlos del
error.
***
¿Civilización? La historia cambia según la voz que la cuenta. En América, en Europa o en cualquier otra parte. Lo que para los romanos fue la invasión de los bárbaros, para los alemanes fue la emigración al sur.
¿Civilización? La historia cambia según la voz que la cuenta. En América, en Europa o en cualquier otra parte. Lo que para los romanos fue la invasión de los bárbaros, para los alemanes fue la emigración al sur.
No es la voz de los indios la que ha
contado, hasta ahora, la historia de América. En las vísperas de la
conquista española, un profeta maya, que fue boca de los dioses, había
anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las
manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca,
¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el punto de
vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista
único, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión
demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros
tiempos de la vida colonial:
¿Se suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque son holgazanes.
¿Andan desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza.
¿Ignoran el derecho de propiedad, y
comparten todo, y carecen de afán de riqueza? Porque son más parientes
del mono que del hombre.
¿Se bañan con sospechosa frecuencia?
Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en
los fuegos de la Inquisición.
¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni doctrina.
¿Creen en los sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.
¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar sus instintos.
¿Aman cuando sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original.
¿Es libre la homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del infierno.
***
En 1523, el cacique Nicaragua preguntó a los conquistadores:
En 1523, el cacique Nicaragua preguntó a los conquistadores:
-Y al rey de ustedes, ¿quién lo eligió?
El cacique había sido elegido por los
ancianos de las comunidades. ¿Había sido el rey de Castilla elegido por
los ancianos de sus comunidades? La América precolombina era vasta y
diversa, y contenía modos de democracia que Europa no supo ver, y que el
mundo ignora todavía. Reducir la realidad indígena americana al
despotismo de los emperadores incas, o a las prácticas sanguinarias de
la dinastía azteca, equivale a reducir la realidad de la Europa
renacentista a la tiranía de sus monarcas o a las siniestras ceremonias
de la Inquisición.
En la tradición guaraní, por ejemplo,
los caciques se eligen en asambleas de hombres y mujeres -y las
asambleas los destituyen si no cumplen el mandato colectivo. En la
tradición iroquesa, hombres y mujeres gobiernan en pie de igualdad. Los
jefes son hombres; pero son las mujeres quienes los ponen y deponen y
ellas tienen poder de decisión, desde el Consejo de Matronas, sobre
muchos asuntos fundamentales de la confederación entera. Allá por el año
1600, cuando los hombres iroqueses se lanzaron a guerrear por su
cuenta, las mujeres hicieron huelga de amores. Y al poco tiempo los
hombres, obligados a dormir solos, se sometieron al gobierno compartido.
***
En 1919, el jefe militar de Panamá en las islas de San Blas, anunció su triunfo:
En 1919, el jefe militar de Panamá en las islas de San Blas, anunció su triunfo:
-Las indias kunas ya no vestirán molas, sino vestidos civilizados.
Y anunció que las indias nunca se
pintarían la nariz sino las mejillas, como debe ser, y que nunca más
llevarían aros en la nariz, sino en las orejas. Como debe ser.
Setenta años después de aquel canto de
gallo, las indias kunas de nuestros días siguen luciendo sus aros de oro
en la nariz pintada, y siguen vistiendo sus molas, hechas de muchas
telas de colores que se cruzan con siempre asombrosa capacidad de
imaginación y de belleza: visten sus molas en la vida y con ella se
hunden en la tierra, cuando llega la muerte.
En 1989, en vísperas de la invasión
norteamericana, el general Manuel Noriega aseguró que Panamá era un país
respetuoso de los derechos humanos:
-No somos una tribu -aseguró el general.
***
Las técnicas arcaicas, en manos de las comunidades, habían hecho fértiles los desiertos en la cordillera de los Andes. Las tecnologías modernas, en manos del latifundio privado de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras fértiles en los Andes y en todas partes.
Las técnicas arcaicas, en manos de las comunidades, habían hecho fértiles los desiertos en la cordillera de los Andes. Las tecnologías modernas, en manos del latifundio privado de exportación, están convirtiendo en desiertos las tierras fértiles en los Andes y en todas partes.
Resultaría absurdo retroceder cinco
siglos en las técnicas de producción; pero no menos absurdo es ignorar
las catástrofes de un sistema que exprime a los hombres y arrasa los
bosques y viola la tierra y envenena los ríos para arrancar la mayor
ganancia en el plazo menos. ¿No es absurdo sacrificar a la naturaleza y a
la gente en los altares del mercado internacional? En ese absurdo
vivimos; y lo aceptamos como si fuera nuestro único destino posible.
Las llamadas culturas primitivas
resultan todavía peligrosas porque no han perdido el sentido común.
Sentido común es también, por extensión natural, sentido comunitarios.
Si pertenece a todos el aire, ¿por qué ha de tener dueño la tierra? Si
desde la tierra venimos, y hacia la tierra vamos, ¿acaso no nos mata
cualquier crimen que contra la tierra se comete? La tierra es cuna y
sepultura, madre y compañera. Se le ofrece el primer trago y el primer
bocado; se le da descanso, se la protege de la erosión.
Es sistema desprecia lo que ignora, porque ignora lo que teme conocer. El racismo es también una máscara del miedo.
¿Qué sabemos de las culturas indígenas?
Lo que nos han contado las películas del Far West. Y de las culturas
africanas, ¿qué sabemos? Lo que nos ha contado el profesor Tarzán, que
nunca estuvo.
Dice un poeta del interior de Bahía: Primero me robaron del África. Después robaron el África de mí.
La memoria de América ha sido mutilada por el racismo. Seguimos actuando como si fuéramos hijos de Europa, y de nadie más.
***
A fines del siglo pasado, un médico inglés, John Down, identificó el síndrome que hoy lleva su nombre. Él creyó que la alteración de los cromosomas implicaba un regreso a las razas inferiores, que generaba mongolian idiots, negroid idiots y aztec idiots.
Simultáneamente, un médico italiano, Cesare Lombroso, atribuyó al criminal nato los rasgos físicos de los negros y de los indios.
A fines del siglo pasado, un médico inglés, John Down, identificó el síndrome que hoy lleva su nombre. Él creyó que la alteración de los cromosomas implicaba un regreso a las razas inferiores, que generaba mongolian idiots, negroid idiots y aztec idiots.
Simultáneamente, un médico italiano, Cesare Lombroso, atribuyó al criminal nato los rasgos físicos de los negros y de los indios.
Por entonces, cobró base científica la
sospecha de que los indios y los negros son proclives, por naturaleza,
al crimen y a la debilidad mental. Los indios y los negros,
tradicionales instrumentos de trabajo, vienen siendo también desde
entonces, objetos de ciencia.
En la misma época de Lombroso y Down, un
médico brasileño, Raimundo Nina Rodrigues, se puso a estudiar el
problema negro. Nina Rodrigues, que era mulato, llegó a la conclusión de
que la mezcla de sangres perpetúa los caracteres de las razas
inferiores, y que por tanto la raza negra en el Brasil ha de constituir
siempre uno de los factores de nuestra inferioridad como pueblo. Este
médico psiquiatra fue el primer investigador de la cultura brasileña de
origen africano. La estudió como caso clínico: las religiones negras,
como patología; los trances, como manifestaciones de histeria.
Poco después, un médico argentino, el
socialista José Ingenieros, escribió que los negros, oprobiosa escoria
de la raza humana, están más próximos de los monos antropoides que de
los blancos civilizados. Y para demostrar su irremediable inferioridad,
Ingenieros comprobaba: Los negros no tienen ideas religiosas.
En realidad, las ideas religiosas habían
atravesado la mar, junto a los esclavos, en los navíos negreros. Una
prueba de obstinación de la dignidad humana: a las costas americanas
solamente llegaron los dioses del amor y de la guerra. En cambio, los
dioses de la fecundidad, que hubieran multiplicado las cosechas y los
esclavos del amo, se cayeron al agua.
Los dioses peleones y enamorados que
completaron la travesía, tuvieron que disfrazarse de santos blancos,
para sobrevivir y ayudar a sobrevivir a los millones de hombres y
mujeres violentamente arrancados del África y vendidos como cosas. Ogum,
dios del hierro, se hizo pasar por san Jorge o san Antonio o san
Miguel, Shangó, con todos sus truenos y sus fuegos, se convirtió en
santa Bárbara. Obatalá fue Jesucristo y Oshún, la divinidad de las aguas
dulces, fue la Virgen de la Candelaria…
Dioses prohibidos. En las colonias
españolas y portuguesas y en todas las demás: en las islas inglesas del
Caribe, después de la abolición de la esclavitud se siguió prohibiendo
tocar tambores o sonar vientos al modo africano, y se siguió penando con
cárcel la simple tenencia de una imagen de cualquier dios africano.
Dioses prohibidos, porque peligrosamente exaltan las pasiones humanas, y
en ellas encarnan. Friedrich Nietzsche dijo una vez:
-Yo sólo podría creer en un dios que sepa danzar.
Como José Ingenieros, Nietzsche no
conocía a los dioses africanos. Si los hubiera conocido, quizá hubiera
creído en ellos. Y quizá hubiera cambiado algunas de sus ideas. José
Ingenieros, quién sabe.
***
La piel oscura delata incorregibles defectos de fábrica. Así, la tremenda desigualdad social, que es también racial, encuentra su coartada en las taras hereditarias. Lo había observado Humboldt hace doscientos años, y en toda América sigue siendo así: la pirámide de las clases sociales es oscura en la base y clara en la cúspide. En el Brasil, por ejemplo, la democracia racial consiste en que los más blancos están arriba y los más negros abajo. James Baldwin, sobre los negros en Estados Unidos:
-Cuando dejamos Mississipi y vinimos al Norte, no encontramos la libertad.
La piel oscura delata incorregibles defectos de fábrica. Así, la tremenda desigualdad social, que es también racial, encuentra su coartada en las taras hereditarias. Lo había observado Humboldt hace doscientos años, y en toda América sigue siendo así: la pirámide de las clases sociales es oscura en la base y clara en la cúspide. En el Brasil, por ejemplo, la democracia racial consiste en que los más blancos están arriba y los más negros abajo. James Baldwin, sobre los negros en Estados Unidos:
-Cuando dejamos Mississipi y vinimos al Norte, no encontramos la libertad.
Encontramos los peores lugares en el mercado de trabajo; y en ellos estamos todavía.
***
Un indio del Norte argentino, Asunción Ontíveros Yulquila, evoca hoy el trauma que marcó su infancia:
-Las personas buenas y lindas eran las que se parecían a Jesús y a la Virgen.
Pero mi padre y mi madre no se parecían para nada a las imágenes de Jesús y la Virgen María que yo veía en la iglesia de Abra Pampa.
Pero mi padre y mi madre no se parecían para nada a las imágenes de Jesús y la Virgen María que yo veía en la iglesia de Abra Pampa.
La cara propia es un error de la
naturaleza. La cultura propia, una prueba de ignorancia o una culpa que
expiar. Civilizar es corregir.
***
El fatalismo biológico, estigma de las razas inferiores congénitamente condenadas a la indolencia y a la violencia y a la miseria, no sólo nos impide ver las causas reales de nuestra desventura histórica. Además, el racismo nos impide conocer, o reconocer, ciertos valores fundamentales que las culturas despreciadas han podido milagrosamente perpetuar y que en ellas encarnan todavía, mal que bien, a pesar de los siglos de persecución, humillación y degradación. Esos valores fundamentales no son objetos de museo. Son factores de historia, imprescindibles para nuestra imprescindible invención de una América sin mandones ni mandados. Esos valores acusan al sistema que los niega.
El fatalismo biológico, estigma de las razas inferiores congénitamente condenadas a la indolencia y a la violencia y a la miseria, no sólo nos impide ver las causas reales de nuestra desventura histórica. Además, el racismo nos impide conocer, o reconocer, ciertos valores fundamentales que las culturas despreciadas han podido milagrosamente perpetuar y que en ellas encarnan todavía, mal que bien, a pesar de los siglos de persecución, humillación y degradación. Esos valores fundamentales no son objetos de museo. Son factores de historia, imprescindibles para nuestra imprescindible invención de una América sin mandones ni mandados. Esos valores acusan al sistema que los niega.
***
Hace algún tiempo, el sacerdote español Ignacio Ellacuría me dijo que le resultaba absurdo eso del Descubrimiento de América. El opresor es incapaz de descubrir, me dijo:
Hace algún tiempo, el sacerdote español Ignacio Ellacuría me dijo que le resultaba absurdo eso del Descubrimiento de América. El opresor es incapaz de descubrir, me dijo:
-Es el oprimido el que descubre al opresor.
Él creía que el opresor ni siquiera
puede descubrirse a sí mismo. La verdadera realidad del opresor sólo se
puede ver desde el oprimido.
Ignacio Ellacuría fue acribillado a
balazos, por creer en esa imperdonable capacidad de revelación y por
compartir los riesgos de la fe en su poder de profecía.
¿Lo asesinaron los militares de El Salvador, o lo asesinó un sistema que no puede tolerar la mirada que lo delata?
Por Eduardo GaleanoTomado de: Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1992.
vía:
http://www.elciudadano.cl/2014/10/12/118670/el-descubrimiento-de-america-por-eduardo-galeano/
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