Escrito por Ricardo Candia Cares
Resulta una paradoja que Michelle Bachelet haya decidido envíar más tropas para el control de la situación en el territorio mapuche, justo mientras se celebra de la manera más triste y patética un aniversario más del triunfo del No.
La
demostración palmaria que la alegría no llegó, son esos blindados que
nada bueno auguran en una zona azotada por la violencia usada cómo el
método predilecto del Estado para recordar a diario que los mapuche son
un pueblo derrotado militarmente, y en esas condiciones es poco o nada
lo que pueden exigir.
Los
gobiernos de la Concertación, ahora con sus nuevas ropas que lo visten
como Nueva Mayoría, no han hecho sino agudizar un conflicto que nunca ha
sido enfrentado con la solvencia moral que requiere por su profundidad y
complejidades históricas y proyección futura.
Los
último gobiernos no han sido sino coherentes con los intereses de los
clanes económicos que han asolado esas tierras sin consideración por el
modo en que fueron usurpadas: por la vía de la ocupación militar que
amparó a negociantes que simplemente usurparon esas tierras mediante el
uso de la fuerza, leyes hechas a su amaño y el abuso más inmoral.
El
Estado y sus instituciones no han querido abrirse a una compresión de
mayor perspectiva. Han apostado y siguen apostando a la superioridad
material de las policías y del Ejército como la vía para controlar las
comunidades en lucha, y a una supuesta superioridad chilena como
justificación para exigir un mayor derecho.
La
lógica en que los políticos, financiados por los empresarios y
poderosos como ahora se demuestra, basan sus decisiones no es muy
distinta la que se impuso en el siglo diecinueve: que ese conflicto es
un problema de orden público y no de carácter histórico, y que debe
resolverse por la vía de la más brutal represión.
Y
esa concepción queda meridianamente claro en las declaraciones del
inepto tanto como ignorante Subsecretario del Interior, para quien ese
conflicto se trata de una industria criminal, lo que abre paso a que una
probable matanza se justifique en esos términos.
Inútiles,
incapaces de gestar una idea novedosa para resolver en términos
políticos una situación compleja, los nuevos poderosos, esos ministros
engominados que posan de severos para congraciarse con sus ídolos con
quienes cultivan amistades cívicas impúdicas, harán todo lo que esté de
su parte para profundizar el enorme error que el Estado viene
cometiendo.
Considerar
al mapuche como un extraño que exige algo que no le corresponde es
propio de quienes sólo ven plusvalía y opciones por seguir llenándose de
millones. Cavernarios a los cuales no les interesan las personas, ni
los valores humanos que cacarean en sus iglesias los domingos en la
mañana, ni siquiera la noción de patria con la que hacen gárgaras sólo
cuando significa más ganancias.
Definitivamente
los administradores del Estado no son sino hombres y mujeres arribistas
y soberbios, bisagras que tiene por el prepotente una admiración casi
sexual.
La
política por la que opta el Estado en el territorio mapuche va a
terminar en una matanza. Meter más armas en una situación que requiere
de soluciones políticas impulsadas por hombres y mujeres con sentidos a
salvo de la atrofia que produce el dinero, no es sólo criminal sino que
denota una torpeza magnifica entre quienes no son capaces de controlar
su soberbia, y abdican ante los poderosos, interesados en mantener para
su usufrutuo territorios robados a sus legítimos dueños.
Las
soluciones que imponen los poderosos demuestran una miopía majestuosa y
una ignorancia del mismo calibre. A quien se le ocurre meter más armas a
una zona desde ya castigada, que recurre a todo lo que tiene a mano
para hacer patente su protestas y la exigencias de sus derechos y de un
trato que los considere como pueblo.
Michelle
Bachelet comete un error gravísimo. Se trata del riesgo inminente de
una desgracia de proporciones que puede detonar a partir de un conflicto
del cual no han sabido considerar sus variables. Sólo ha entendido que
esas tierras son disputadas por poderosos que con el paso del tiempo han
devenido en amigos a los que parece encontrarles toda la razón.
Si
ha de medirse por la forma en que el mapuche es reprimido y
despreciado, lo que se vive en esas tierras no es muy distinto a lo que
se espera de una dictadura, así sea que según la ocasión, la presidenta
ponga caritas que conmueven.
vía:
http://www.elclarin.cl/web/opinion/politica/13396-tropas-tanquetas-blindados-no-son-la-solucion.html
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