“Patricio Salvo está completamente seguro de que vio a Cristián Labbé, ese día, en la sala de torturas. No tiene dudas”, es una de las citas del nuevo libro del periodista Javier Rebolledo. El texto aborda la historia de cuatro prisioneros, detenidos en los albores de la Dictadura, al interior del primer campo de concentración que hubo en Chile. De sus páginas, adelantamos parte del capítulo 17. Se trata de, hasta ahora, desconocidos testimonios contra el ex alcalde de Providencia.
Quien
cuenta el episodio que se detalla a continuación es Héctor Patricio
Salvo Pereira, aspirante a oficial de reserva antes del golpe de Estado,
en el Regimiento de Ingenieros Militares Tejas Verdes. Con la
organización del aparato represivo en dicho lugar, Salvo pasó a
conformar parte de la Agrupación de Patrullaje Nocturno, comanda por el
mayor Mario Alejandro Jara Seguel, conocido entre los soldados como `El
Papi y brazo derecho del director del Regimiento, el entonces teniente
coronel Manuel Contreras Sepúlveda. La función de la agrupación era
detener personas, allanar lugares, prestar guardia personal a las
familias de los altos oficiales de Tejas Verdes y, también, torturar.
Salvo,
quien prestó testimonio para El Despertar de los Cuervos, declaró
judicialmente este episodio, hace poco más de un mes, en la Corte de
Apelaciones de San Miguel, donde se sigue una causa por los crímenes
cometidos en Tejas Verdes. Es el primer militar que reconoce a Cristián
Labbé en el centro de torturas, lo que se suma al testimonio [que recoge
el mismo libro, en un capítulo anterior] de Anatolio Zárate, quien
declaró judicialmente que fue torturado por el ex alcalde de
Providencia.
El
acontecimiento narrado se desarrolla en el subterráneo del casino de
oficiales del Regimiento. El lugar fue acondicionado exclusivamente para
la tortura de detenidos, quienes permanecían presos a poco más de un
kilómetro de distancia, en el Campo de Prisioneros Número Dos. Eran
llevados periódicamente hasta este lugar, para recibir tormentos de
parte de un grupo torturador dependiente de Manuel Contreras e integrado
por el mayor Jorge Núñez Magallanes y el capitán Klaus Kosiel Hornig,
entre otros.
Labbé,
junto a otros oficiales de la naciente DINA, instruía a los aspirantes a
agentes, en un conjunto de cabañas —expropiadas por Manuel Contreras a
la CUT— ubicadas en el balneario Rocas de Santo Domingo, también a poca
distancia de Tejas Verdes y el campo de detenidos. Los nuevos agentes
alojaban y entrenaban en las cabañas, y asistían al subterráneo del
casino de oficiales, donde se aplicaban los tormentos, con el fin de
observar las torturas y aprender cómo aplicarlas. En total, los tres
lugares —el subterráneo del casino de oficiales, el campo de detenidos y
las cabañas de la CUT, como centro de formación— conformaban un
triunvirato destinado a foguear a los prospectos de la DINA.
A continuación, parte del texto:
–Vamos, necesito que me acompañes al subterráneo. Tengo que mostrarte algo.
Entraron
por el ingreso interior del casino. Al bajar las escaleras vio el
perchero al frente. Normalmente, los especialistas de la tortura dejaban
ahí su chaqueta de trabajo y la cambiaban por un delantal blanco, ad
hoc para la situación. Jara se quitó su chaqueta y dejó ahí su boina
granate. Le llamó la atención que en uno de los percheros, otro delantal
había sido sacado y en su lugar se encontraba una boina de color negro.
Bajó
detrás de Jara por el pasillo, hasta una de las habitaciones del
subterráneo. Ahí estaba Kosiel y, a su lado, el mismo hombre que casi
había llegado a los balazos con el `Papi´. Ambos con sus delantales
blancos. A su alrededor, unos cinco detenidos, entre hincados y
acostados, con el estómago hacia el piso, amarrados los brazos tras
la espalda, en malas condiciones. Parecían torturados. Si hubiera andado
con casco, se le hubiera caído de la impresión.
—Te
presento a Patricio Salvo, jefe de patrullaje nocturno —dijo Jara, con
su buen tono habitual, como si nada. Salvo, él es el teniente Cristián
Labbé. Viene a Rocas de Santo Domingo. Está haciendo un curso para los
futuros agentes.
Es
justamente esta unidad desde la cual Cristián Labbé cumplió su labor.
Se trataba de un grupo de elite compuesto, prácticamente en su
totalidad, por comandos salidos de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas
Especiales de Peldehue y cuyo rol fue dar seguridad a Pinochet, su
familia y, en un comienzo, al resto de los integrantes de la Junta de
Gobierno. Pero, según reconoció el propio subdirector de la DINA, Pedro
Espinoza Bravo, el trabajo de Mulchén incluía también «operaciones
clandestinas», tal como lo hacía la Brigada Lautaro, que fue guardia de
Contreras y, al mismo tiempo, grupo exterminador en el Cuartel Simón
Bolívar, de La Reina.
Se
saludaron, cordialmente. Labbé reaccionó del mismo modo que Jara, como
si el enfrentamiento ni siquiera fuera un mal recuerdo [unos días atrás,
Salvo había presenciado una disputa entre Jara y Labbé que casi había
terminado a balazos]. En ese mismo instante, uno de los detenidos
levantó la cabeza y miró hacia donde estaban ellos. «Creí que el hombre
había reconocido mi voz, de alguna parte. Algún allanamiento o,
simplemente, me buscó por instinto. Labbé también se dio cuenta. Caminó
hacia el detenido, levantó la pierna y le dio un tacazo fuerte, seco, en
la espalda».
– ¿Qué estái escuchando, sapo?
Tras un profundo quejido, el hombre cayó de nuevo a su posición original.
Luego,
Jara conversó un par de palabras más con Kosiel y Labbé, de forma
animada. Con camaradería. Parecía una locura; pero, bueno, se debieron
haber arreglado en algún momento sin que él se enterara. Por lo menos
vio a Labbé ahí durante un par de semanas. Yendo y viniendo, desde Rocas
hacia Tejas Verdes. Se veía como parte de ese núcleo cercano a Jara.
Luego
de su paso por Tejas Verdes y Santo Domingo, Cristián Labbé partió a la
capital, para realizar su trabajo de seguridad presidencial, por
encargo de la DINA.
Para
ordenar su estructura, las unidades bajo el mando de la Brigada de
Inteligencia Metropolitana (BIM) —creada en Rocas de Santo Domingo— se
habían dividido en dos grandes agrupaciones: Caupolicán y Purén, para
dar caza al MIR y al Partido Socialista, respectivamente. Algunas
agrupaciones, sin embargo, quedaron fuera del mando de la BIM,
dependiendo directamente de Manuel Contreras. Una de ellas era la
Brigada Mulchén.
Del
análisis de las declaraciones de agentes de la DINA e información
anexa, se obtuvo que en una primera etapa Labbé integró la Agrupación
Pisagua, apéndice de Mulchén y destinada a la seguridad presidencial.
Mulchén
ha sido un fantasma para la justicia chilena. Su única acción
«encubierta» y, luego, «descubierta», fue el crimen del diplomático
español y militante comunista Carmelo Soria, asesinado por agentes de
Mulchén, el 16 de julio de 1976. Lo torturaron, luego le fracturaron el
cuello y, finalmente, lo lanzaron cuesta abajo en el sector de La
Pirámide, por un barranco, con botellas de alcohol en el interior del
vehículo, simulando que había muerto en un accidente. En la tarea
habrían recibido la cooperación de la Brigada Lautaro, su hermana en
«operaciones clandestinas».
Cristián
Labbé declaró judicialmente: «Fui destinado a la seguridad domiciliaria
del Presidente Pinochet», rol que comenzó a cumplir «luego del 11 de
septiembre de 1973» y se mantuvo ahí «hasta el año 1978», lo que
significa que cuando ocurrió el crimen de Soria habría estado cumpliendo
labores en dicha unidad.
Al
cruzar los datos biográficos entre el jefe de Mulchén, Guillermo
Salinas Torres —procesado por el crimen de Soria— y Cristián Labbé, se
obtiene que tuvieron el mismo camino en la DINA. Para el 73, ambos
estaban destinados a la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales de
Peldehue. Salinas era capitán y Labbé teniente. Luego, los dos fueron
llamados desde ahí a integrar el equipo de seguridad de Augusto Pinochet
y ambos viajaron a Santiago para efectuar la seguridad directa en su
casa. En otras palabras, trabajaron juntos.
Para el crimen de Soria, como jefe de Mulchén, Salinas fue quien dio la orden de eliminarlo.
Otra
de las pocas huellas que ha dejado Mulchén, respecto de sus
«operaciones clandestinas», se encuentra en la declaración judicial del
jefe de la Brigada Lautaro, Juan Morales Salgado, quien situó a los
agentes de Mulchén en el centro de exterminio Simón Bolívar, el mismo
día que ahí envenenaron a dos ciudadanos peruanos con gas sarín. Fue un
ensayo, ya que era una de las posibilidades para eliminar al ex
canciller Orlando Letelier. Finalmente, se optó por una bomba bajo su
auto y en la acción participaron agentes de Lautaro y Mulchén, en
conjunto.
Si
Labbé integró la seguridad presidencial entre 1973 y 1978, como él
mismo lo declara, significa que también habría estado dentro de la
Brigada Mulchén cuando se eliminó a los peruanos y en la caza a los
militantes del Partido Comunista y sus dineros, con el fin de seguir
financiando su estructura.
Patricio
Salvo está completamente seguro de que vio a Cristián Labbé, ex alcalde
de Providencia, ese día, en la sala de torturas. No tiene dudas. Como a
esas alturas tenía el ojo aguzado y estaba entre sus funciones
controlar el tránsito de todos los vehículos en el regimiento, incluso
se dio cuenta que el Volkswagen rojo de Klaus Kosiel, el segundo de la
Secretaría de Estudios, por esos días era manejado por Cristián Labbé.
Kosiel se lo había prestado. Quizás eran amigos. Durante esos días, vio
el Volkswagen estacionado en el cuartel Rocas de Santo Domingo y afuera
del casino de oficiales.
Vía:
http://www.elclarin.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=9045%3Alas-denuncias-que-acusan-al-coronel-labbe-de-tortura-en-tejas-verdes&catid=26&Itemid=11
http://www.elclarin.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=9045%3Alas-denuncias-que-acusan-al-coronel-labbe-de-tortura-en-tejas-verdes&catid=26&Itemid=11
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